━━ 🥼: him

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—TENGO UNA IDEA.

—Buenas tardes para ti también, Anne —dijo Gilbert a la pelirroja, dejando su nuevo libro de medicina sobre la caja.

—Hola, Gilbert —le respondió—. De acuerdo, tengo una idea.

Él se aguantó una risa. La chica se veía muy entusiasmada y alegre y Gilbert mentiría si decía que no tenía curiosidad de saber qué demonios se le había ocurrido a la pelirroja.

Era una chica bastante peculiar, había notado él. Era alegre, risueña y siempre parecía estar soñando despierta. No dudaba que tuviera su carácter, después de todo era bien sabido que los pelirrojos tenían mal humor, mas Anne nunca le había mostrado un lado de ella que no fuera optimista.

—Te escucho.

—Deberías leer un libro.

— ¿Otro?

—No, tonto, no de eso que tú lees. Uno de los que yo leo.

Él entrecerró los ojos. Si no mal recordaba, el día en el que empezaron a hablarse más Gilbert le había preguntado si leía y ella respondió No mucho, así que le había mentido.

—Me dijiste que no leías mucho.

Anne sacudió su mano con desdén.

—Bueno, ¿qué es mucho? —Dijo ella solemnemente, después se señaló a sí misma— Desde mi punto de vista leo una cantidad de libros bastante moderada y me gustaría leer un poco más. Sin embargo, desde tu perspectiva, Gilbert, no sabemos. Es algo subjetivo.

No podía creer que esta chica tuviera explicación para cualquier cosa y mínimo detalle del mundo, y si no la tenía estaba seguro de que se la inventaría y aún así parecería que era la respuesta que estabas buscando. Lo peor era que su explicación tenía sentido y sí se trataba de algo subjetivo.

—Entonces, ¿lees mucho o no?

—Supongo —Anne rodó los ojos—. Como te decía, deberías leer un libro de mi agrado.

— ¿Para qué?

—Por el placer de leer e imaginar cosas, Gilbert Blythe.

No tenía mucho tiempo para leer, la verdad. Cuando no estaba en su escuela estaba ocupado haciendo tarea, prácticas o estudiando para sus exámenes y los momentos que tenía libres los gastaba todos en dormir, comer y volver a dormir.

Le avergonzaba admitir que no sabía administrar sus tiempos para poder dedicarse a hacer otra cosa que le despejara la mente de tanta medicina y sus derivados, había intentado aprender a tocar guitarra para hacer algo más didáctico y fracasado en el intento, pero es que sentía que las veinticuatro horas del día no le eran suficientes para hacer todo lo que quería hacer.

—Anne, no creo que sea...

—Primero mira qué libro tengo para ofrecerte y después dices que no.

Gilbert parpadeó varias veces. Era pésima idea comprometerse a leer un libro solo por el bien de la imaginación y lo sabía, pero Anne tan entusiasmada con la idea de recomendarle un libro que en vez de responderle con un rotundo no como debió haber hecho, de repente se sintió así mismo asintiendo, aceptando la propuesta de aquella chica.

La pelirroja lanzó un pequeño grito de emoción. Abandonando a un lado del verificador el libro que Gilbert había llevado, Anne salió de detrás de la caja, lugar que solo dejaba cuando alguien requería de su ayuda, y tomó rumbo a un lugar.

Era una chica con una misión, Gilbert podía jurarlo. Sabía perfectamente a dónde iba y qué buscaba, casi lo hizo pensar que había tenido esa idea durante un tiempo y solo hasta ese día se había animado a exteriorizarla. Él la siguió renuentemente, una vez más deleitándose con la facilidad en la que Anne buscaba los títulos.

Decidió mirar a su alrededor dándose cuenta de que estaban en la sección de fantasía. ¿Qué quería recomendarle Anne que fuera de fantasía? Esperaba que no fuera una de esas sagas larguísimas y eternas que no tenían fin cercano, porque seguramente si le gustaba el primer libro Gilbert no podría resistirse a comprar el segundo, y después el tercero, y luego todos los que vinieran a continuación.

No tenía tiempo para comprometerse a tanto.

Sin embargo, Anne pareció estar pensando lo opuesto a él y de pronto Gilbert estaba tomando de sus manos un libro de portada azul, un azul similar al del agua, al mar, con un chico castaño con playera naranja y lo que parecía ser un rayo en la mano. El título decía Percy Jackson: El Ladrón del Rayo.

—Percy Jackson, mejor conocido como una de las mejores sagas que existen en el planeta.

— ¿No es una película?

—La película se inspiró en el libro. O eso dicen. El libro es fenomenal, la película es basura —expresó ella.

—A mi me gustó la película.

—Claro. La película es buena si no leíste los libros.

De acuerdo, estaba siendo objetiva de nuevo y tenía razón. De nuevo.

— ¿Quieres que lea una saga de mitología griega?

— ¿Por qué te escuchas tan escéptico? Es una saga muy buena. De mis favoritas —Anne hizo una fina linea con sus labios y después tronó la lengua—. Aunque si tu problema es la mitología griega Rick también tiene libros de mitología nórdica, romana y egipcia. Pero esta saga es la superior desde mi punto de vista, claro.

Gilbert se imaginaba el por qué le gustaba Percy Jackson. Seguramente imaginarse a los dioses y al Monte Olimpo y todas esas cosas sobre mitología griega era algo divertido para Anne. Y las otras sagas de más mitologías sonaban igual de atrayentes, sin duda  entretenían a más de uno pero no estaba tan seguro de que lo fueran a atraer a él. No era muy apegado a las mitologías.

Le dio la vuelta al libro y leyó vagamente el reverso, pensando en la manera más sutil posible de decirle que no pasaría y que no leería aquel libro. La cara de Anne no le ayudaba mucho en su trabajo, de verdad lucía muy feliz y su rostro le brillaba, como si hubiera estado esperando la oportunidad de recomendarle aquella saga.

Como si hubiera pensado exactamente qué libro pudiera gustarle.

—Anne...

—Ya sé, ya sé, vas a decirme que no tienes tiempo y que estás muy ocupado con tus fantásticas lecturas de medicina pero podrías intentarlo —dijo la pelirroja—. Leerlo aunque sea cinco minutos al día. Si no te gusta puedes dejarlo, pero opino que sería una buena distracción para ti y tu cerebro leer algo que para variar no fuera de tu carrera. Puede ser un gran estimulante.

— ¿Te han dicho que serías buena vendiendo tiempos compartidos?

Anne reprimió una carcajada. Gilbert lo consideró antes de alzar el libro al nivel de su rostro mientras lo señalaba con su mano libre.

— ¿Qué me darás a cambio si lo leo?

La pelirroja se miró confundida: —No entiendo, ¿qué persona espera algo por leer?

—Una persona ocupada, Anne.

—Qué exagerado. No te voy a dar nada.

— ¿Tu descuento de empleado en libros?

— ¿Por leer un libro, Gilbert?

—Por leer toda la saga.

No sabía por qué estaba comprometiéndose a tanto pero le estaba gustando la manera en la que las mejillas de Anne se forman rojas de frustración por estar escuchando tales disparates del muchacho.

No quería nada a cambio, la verdad, aunque recibir el descuento de empleado de Anne para alguna de sus compras no le vendría mal a su bolsillo.

—Si acepto, ¿de veras la leerías?

—Soy un hombre de palabra.

—Apenas eres un chico, Blythe, ni siquiera te ha salido barba.

—Me hieres —dijo él, tocándose el pecho dramáticamente.

Anne rodó los ojos y se quedó en silencio, tal vez sopesando la propuesta de Gilbert. Si no aceptaba de todos modos lo leería, no mentía cuando dijo que la película le había gustado y si Anne decía que el libro era mucho mejor no tenía motivos para dudar al respecto.

Admitía que tenía curiosidad.

—De acuerdo —dijo ella al fin—. Lee toda la saga y yo te daré mi descuento. Pero sólo cuando lleves al menos tres leídos.

—Acepto.

—Si no los lees, tendrás que leer otro libro que te recomiende hasta que leas o termines uno.

—Puedo aceptar eso.

— ¿Sí?

—Sí.

Se quedaron mirando unos segundos más de lo normal, los dos en silencio, hasta que Anne estiró la mano hacia él para que la tomara. Cuando lo hizo, Anne la agitó y le sonrió.

—Gilbert Blythe, tienes un trato.

Y aquel día sería recordado por ambos como el día en el que todo cambió.

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