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Cielo, antes del destierro de Lucifer.

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El sol apenas estaba comenzando a aparecer en el cielo esa mañana cuando Aurora encontró a Lucifer, su hermano estaba observando a los ángeles entrenar, o eso parecía ya que si se ponía la atención suficiente podrían notar que el arcángel no estaba prestando atención para nada.

Observó a su hermano desde la distancia, lo había buscado por todo el cielo en las últimas dos horas y estaba llegando a pensar que tal vez estaba en la tierra hasta que un ángel le apuntó en la dirección en la que se encontraba el arcángel. Había dudado por unos segundos con respecto a la información, pero estaba aliviada al ver que la información había sido correcta.

—Si te acercas podríamos hablar—Lucifer apenas se giró un segundo para mirar a su hermana.

—Estaba tratando de leer tu mente—con pasos seguros pero lentos se acercó a su hermano—¿En qué estabas pensando?

—En que los ángeles necesitan un nuevo entrenador—ambos llevaron su mirada hacia el grupo de ángeles—, nuestro hermano es muy suave con ellos.

—Miguel solo hace lo que padre le pide—le defendió con una sonrisa suave—, no seas tan duro con él.

Ante la mención de su padre el rostro de Lucifer se torno serio, con un suspiro de derrota Aurora tomó las manos de su hermano sacándolo de sus pensamientos.

—¿Tiene que ver con padre?

Aún cuando su hermano evitó su mirada Aurora sabía que la respuesta era afirmativa.

—Quiero enseñarle a nuestro padre que los humanos no son perfectos—ella ya sabía eso—, tengo un plan.

—¿Podría saber este plan?

—Solo si me ayudas a ejecutarlo.

En ese momento accedió sin dudarlo, siempre apoyaría a su hermano en lo que sea, nunca le daría la espalda. Pero tal vez debió decir que no, debió negarse a crear el primer pecado de la humanidad.

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Después de asegurarse que el cielo estaba trabajando lo más normal que podía en aquellos momentos, Castiel regresó a la tierra con un sentimiento de devastación creciendo con cada minuto que pasaba. Los ángeles estaban conmocionados y no era por nada, el segundo mito más viejo del cielo había resultado ser cierto y nadie sabía cómo enfrentarse al problema que tenían en sus manos.

De regreso al búnker de los Winchester los pensamientos del ángel estaban trabajando con rapidez tratando de encontrar las palabras correctas para comunicarle a los Winchester lo que había sucedido en el cielo, pero no había palabra que resumiera el caos en el que se había convertido el cielo. La escena que lo había recibido en el cielo se materializaba cada vez que cerraba los ojos por más de dos segundos, las voces desesperadas de sus hermanos aún se reproducen en su mente causándole un malestar que nunca pensó sentir nuevamente.

Esto no se detuvo hasta que la puerta del búnker fue abierta y Jack lo recibió con una mirada llena de preocupación, el nefilim no se movió de su lugar esperando a que el ángel dijera algo.

—¿Está todo bien?—se atrevió a preguntar al notar que su padre no sería el primero en hablar.

El ángel asintió ingresando al búnker una vez el nefilim se movió para dejarlo entrar, Jack lo siguió con la mirada hasta que desapareció en la biblioteca. El menor estuvo tentado a seguirlo, pero Sam le había pedido el favor de comprar algunas cosas y él había aceptado. Con la intención de preguntarle a Castiel qué había sucedido después abandonó el búnker con una sonrisa en su rostro.

Cuando la puerta se cerró detrás del nefilim Castiel puso toda su atención en Sam que ya se encontraba mirándolo con interés, las preguntas que quería hacer acumulándose en la punta de su lengua, pero tenía miedo de preguntar algo que incomodara al ángel que parecía haber visto un fantasma.

—El cielo es...—no había palabras para describirlo—Muchos ángeles murieron, ella...

—¿Ella?—la confusión era clara en el rostro de Sam.

—El primer arcángel—Castiel se recostó en la silla con una expresión derrotada—, destrozó el cielo.

—La viste—concluyó el menor de los Winchester.

—Cuando llegué ella estaba saliendo, sabía quién era.

—¿Cómo lo sabía?

—Los ángeles que torturo y asesino—un destello de dolor pasó por los ojos del ángel.

—Si hablaron de ti, ¿Podrían haber dicho algo más?

Castiel negó con la cabeza indicando que no tenía idea, pero en el fondo se estaba haciendo la misma pregunta.

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Varios días después de su visita al cielo Aurora regresó a su antiguo pasatiempo de torturar demonios, había perdido la razón después de enterarse que básicamente ya no existía. Las ganas de vengarse habían crecido considerablemente y ya no quería retrasar el asunto un día mas, necesitaba saber el paradero actual de Lucifer y los demonios tenían que saber algo sobre el asunto, después de todo Lucifer era el rey del infierno.

Gracias a la ira que quemaba en sus venas la tortura fue peor que la anterior, los demonios que había atrapado en esta ocasión no necesitaron tanta presión para comenzar a hablar sobre lo que sabían. En menos de dos horas ya tenía a uno de los demonios contándole lo que necesitaba saber.

—Cuando el hijo de Lucifer nació una brecha entre mundos fue abierta—el demonio comenzó a hablar—, los Winchester encontraron la forma de cerrarla y con eso atraparon a Lucifer en ese lugar.

—¿Hay alguna forma de abrir otra brecha?

—Rumores dicen que solo el nefilim puede hacerlo.

—Rumores, odio los rumores—la rubia puso los ojos en blanco y se levantó de la silla donde estaba sentada—¿Sabes de algún rumor sobre una espada especial?

—Hay un rumor—confirmó el demonio enseguida—, dicen que en algún lugar de la tierra está oculta una espada que puede matar a cualquier ser sobrenatural en existencia.

—¿Nunca intentaron buscarla?—arqueo una ceja algo sorprendida.

—Muchas veces, las personas que estuvieron más cerca de encontrarla nunca regresaron.

—¿Por qué?

—Nadie sabe, solo desaparecieron—una pausa, como si estuviera buscando algo en su memoria—. Aunque, muchos años atrás un demonio que estuvo cerca de encontrarla sobrevivió.

—¿Quién es este demonio?—exigió saber—¿Dónde está?

—Desapareció un par de días después—negó con la cabeza levemente—, antes de desaparecer dijo que vio a una mujer rodeada de sabuesos del infierno, pero todos pensaron que había perdido la cabeza.

Esa hija de perra—los ojos de Aurora brillaron con odio—, claro que sería ella.

—¿Qué?

Aurora movió la mano en un gesto desinteresado y el demonio en la silla desapareció en una nube de humo negro.

—Es hora de conocer a mi sobrino querido—una sonrisa se formó en su rostro—, luego me encargare de ella.

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El búnker se encontraba más silencioso que nunca, estaba tan silencioso que Jack casi pensó que todos se habían ido y lo habían dejado solo, pero sabía que todos estaban ahí. Había dejado a Sam en la cocina hace apenas un par de minutos, antes de llegar a la biblioteca se encontró con Dean que parecía más dormido que despierto y Castiel estaba intentando comunicarse con el cielo desde el día anterior. El nefilim se sentía mal por no poder ayudar a mejorar la situación, Castiel lo había puesto en una especie de arresto domiciliario el mismo día que regresó del cielo, no había dicho por qué, solo dijo que era peligroso para él salir.

No entendía nada.

Dean quería sacarlo del búnker para que ayudara a encontrar al primer arcángel, pero Castiel había mantenido el encierro de Jack, la discusión había durado horas hasta que Jack decidió hacerle caso a Castiel.

—Jack...

Un escalofrío recorrió al nefilim de pies a cabeza, la mano con la que estaba pasando la página del libro que estaba leyendo se quedó congelada en el aire. El sonido de la voz suave, casi maternal, llamando su nombre se repitió en su cabeza varias veces antes de detenerse. Nunca había sentido algo así y la ola de poder que lo golpeó un segundo después parecía demasiado atrayente como para ignorarlo.

Sin mucho que pensar extendió sus alas y desapareció del búnker sin dejar rastro, después podría lidiar con los Winchester y Castiel. Su escapada lo guio hasta un rancho abandonado, nunca antes había estado en el lugar pero podía sentir el poder emanando del lugar, casi parecía un farol para atraer a cualquier criatura que lo sintiera.

—¿Hola?—llamó esperando que alguien le contestara.

—Jack.

—¿Quién eres?—la mirada del nefilim cayó sobre una rubia parada frente a la puerta del rancho—¿Qué eres?

—Soy tu tía, cariño—una sonrisa se dibujó en el rostro de la mujer—, tenía muchas ganas de conocerte.

En ese momento las alarmas en la cabeza de Jack comenzaron a sonar, todas advirtiéndole que se fuera de aquel lugar, pero la curiosidad de saber quien era la persona frente a él era aún más grande.

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