ㅤㅤprologue͏⭒ㅤthe story of us.

Màu nền
Font chữ
Font size
Chiều cao dòng

📍UNIVERSIDAD DE OXFORD, medio año después de la guerra.
ㅤ ㅤㅤㅤㅤ
ㅤㅤㅤㅤㅤ
ㅤㅤㅤㅤㅤ
ㅤㅤㅤㅤㅤ
ㅤㅤㅤㅤㅤ
ㅤㅤㅤㅤ
ㅤㅤㅤㅤㅤ
ㅤㅤㅤㅤㅤ
ㅤㅤㅤㅤㅤ

               TAYLOR NO ESTABA PARA NADA contenta con el hecho de ir a Oxford.

A decir verdad, no tenía ni una pizca de emoción al respecto. No sabía que hacía ahí, en esas cuatro paredes de la habitación de la tan aclamada universidad. Se sentía como un robot, al que le habían inculcado toda la vida la información necesaria para encajar en un futuro que ella no quería, ni había buscado.

Para colmo, James estaba en la habitación de en frente. Un chiste de muy mal gusto por parte del universo. Tal vez si se hubiera hecho caso a sí misma cuando se planteó en tirarlo todo por la borda y comenzar a ser egoísta, no estaría en esta situación. Pero no, tenía que pensar en su madre y en lo que ella quería.

La pelirroja se levantó de su cama para ducharse y cambiarse a regañadientes. Su mente protestaba una y otra vez y le exigía que salga corriendo de ahí. También le exigía que tire abajo la puerta de la habitación de James y le ruegue por un minuto de atención. Sin embargo, ambas cosas eran ilógicas.

Pero el amor no tiene nada de lógica, se respondió a sí misma, como si una parte de ella tratara de justificar su comportamiento imaginario. El diablito en su hombro, tal vez.

Una vez se puso su ropa formal—la cuál le repugnaba—, se colgó su bolso para salir de la habitación y, al instante que salió, deseó volver adentro y esconderse. James había salido justo al mismo tiempo que ella y ambos quedaron petrificados, mirándose, sin decir nada.

A Taylor le quedó la respiración atascada en la garganta y su corazón dió un vuelco doloroso. Tragó saliva. Se sentía como una presa haciendo contacto visual con el depredador. No sabía si debía moverse o quedarse quieta. Y si el caso era moverse, tampoco podía accionar, pues su cuerpo no respondía.

No lo veía desde que se habían cruzado por primera vez en la universidad, durante un pequeño segundo, antes de que ella se encerrara en la habitación como si estuviera escapando del villano de la película. Esa noche se la pasó llorando contra la almohada y casi arruina la primera entrevista por el estúpido dolor de cabeza que le provocó tanta angustia.

Pasó un largo rato, hasta que por fin, uno de los dos reaccionó.

—Hola —dijo él.

Su voz era diferente cuando bajaba la guardia. El sonido bailaba en los oídos de Taylor, cómo si fuera su canción favorita.

—Hola —pudo responder, aunque casi fue inaudible.

Era tan extraña esa situación, tan intrigante el hecho de haber disfrutado de alguien completamente para tí, siendo todo tuyo, para que de la noche a la mañana tengas que estar conteniéndote de no cruzar una línea invisible.

Se preguntó si la lejanía también estaba quemando en él, como lo hacía con ella, hasta que James respondió la duda con una acción. El masculino avanzó dos pasos dudosos y luego se detuvo, cabizbajo, como si algo en su cabeza le impidiera seguir concretando el movimiento. El rostro de James se volvió un poema y Taylor se perdió intentando leerlo. Deseó con todas sus fuerzas poder entender que era aquel pensamiento que lo retenía, pero si James seguía encerrado en su caparazón, era imposible.

Taylor respiró con dificultad, pues lo que estaba a punto de hacer requería ir en contra de su orgullo, pero se atrevió a avanzar hacia él, a una distancia prudente, captando su atención. Los ojos cerúleos que tanto la hipnotizaban la escanearon de arriba hacia abajo con curiosidad y admiración, como si fuera una pieza de arte expuesta sólo para él.

—¿Cómo estás? —le preguntó, con la corriente eléctrica subiéndole por la espalda.

Él la observó cómo si le hubiera tocado una fibra sensible. Había dolor en esos ojos; tanto dolor, que a Taylor le provocó un nudo en la garganta.

—Estoy... bien —vaciló, con un tono de voz tembloroso que intentaba contener. Su mirada se volvió intensa, pero Taylor sostuvo la vista con valentía. Luego de unos segundos, formó una sonrisa ladina—. No preguntaré cómo estás, porque estoy seguro de que estás odiando cada minuto de tu existencia en este lugar.

Mierda, la conocía tan bien. Taylor pensó que no se acordaría de absolutamente nada de lo que alguna vez hablaron, pues en su cabeza, James había actuado como si ella fuera una más en su colección de muñecas.

Inhaló profundo, tratando de no ilusionarse.

—Estoy... dejándome llevar.

James ladeó la cabeza.

—Eso suena a que te rendiste.

Se refería a sus sueños, definitivamente. James sabía que los sueños de Taylor terminaban cuando comenzara su futuro en Oxford. Sin embargo, no era la única que se había rendido en algo.

—Ambos nos rendimos —dijo ella, pensando en voz alta.

No planeaba decir aquello, pero simplemente fue imposible de contener. James apartó la mirada de ella por un momento, como si le hubiera quemado. Y Taylor bajó la mirada a sus pies con pesar.

—Sí, supongo que es cierto... —murmuró.

El ambiente era demasiado agobiante, cómo si las paredes estuvieran cerrando cada vez más y más el pequeño lugar en donde se encontraban, obligándolos y tentándolos a romper la distancia. Sus miradas se encontraron nuevamente y James abrió la boca para decir algo, pero terminó por cerrarla y apretarla en medio de un profundo suspiro nasal.

Taylor se preguntó qué debería hacer y qué podía hacer. Si debía ser ella la que tome las riendas o aceptar la voluntad de James ¿Pero cuál era la voluntad de James? Probablemente ni él sabía. Y no podía simplemente ignorar que él haya terminado con ella y besarlo cómo tantas veces lo había hecho antes. Las cosas no eran una historia de amor en medio de una universidad prestigiosa en Inglaterra, era la vida real y a veces la vida real apesta.

—Tengo que... bajar las escaleras —pronunció Taylor al fin.

James parpadeó un par de veces, saliendo de una especie de trance para escuchar las palabras de Taylor. No respondió de inmediato, tardó unos largos segundos en desconectarse de ella, pero cuando lo logró, se dio cuenta de que estaba bloqueando el paso y se hizo a un lado.

Tomó toda su fuerza mental para no quedarse ahí y ceder ante sus impulsos, simplemente sonrió levemente en agradecimiento y pasó por delante de él para dirigirse a las escaleras. Y a la vez que bajaba los escalones, su alma parecía rasgarle el interior, pidiéndole a gritos agónicos que se diera vuelta y corriera hacia él.

No siempre fueron así. Hubo un tiempo en el que no podían separarse por más que quisieran. Dónde no había secretos, resentimientos o silencios tortuosos. Dónde la distancia era un juego de seducción y no un impedimento a la felicidad. Pero como la gente realista dice: Nada dura para siempre.




Bạn đang đọc truyện trên: Truyen2U.Pro