𝐢. something different bloomed.

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01. SOMETHING DIFFERENT BLOOMED.


           LA PUERTA RETUMBÓ con tal fuerza que parecía que iban a derribarla, haciendo que Taylor despertara bruscamente y se sentara de un tirón. Desorientada y nerviosa, desbloqueó su teléfono que se encontraba en la mesita de noche y se percató de que había pospuesto la alarma cinco veces.

Soltó un grito ahogado y se levantó de la cama con rapidez, tropezando con las mantas enredadas, para ir al armario y buscar el uniforme de Maxton Hall. El cuarto estaba iluminado por la tenue luz que se filtraba a través de las cortinas.

—¡Taylor, se hace tarde! —gritó su hermano desde el otro lado de la puerta, sin dejar de golpear, pues sabía que la pelirroja tenía el sueño pesado.

—¡Ya estoy despierta! —aclaró, hurgando entre la ropa sin éxito—. ¡Ya casi estoy lista!

Estaba muy lejos de estar lista, a decir verdad. El uniforme no aparecía por ninguna parte y el desorden en su habitación no ayudaba. Sacó una pila de camisetas desordenadas, un par de jeans arrugados y hasta una bufanda rosa que compró el invierno pasado, pero el uniforme de Maxton Hall seguía sin aparecer.

—¡Taylor! —insistió su hermano, ahora golpeando con más fuerza.

—¡Dame un minuto! —respondió con frustración, arrojando la ropa sobre la cama.

Finalmente, después de revolver cada rincón del armario, encontró el uniforme arrugado y empujado al fondo. Taylor suspiró aliviada, pero al sacarlo se dio cuenta de que el suéter estaba manchado con un pequeño circulo de ketchup por la hamburguesa que comió al llegar a Daylight ayer por la tarde. Recordó que había prometido lavarlo la noche anterior, pero entre las distracciones y el cansancio, se había olvidado por completo. Necesitaba dejar la costumbre de comer sin cambiarse de ropa.

—Genial —murmuró, corriendo hacia el baño con la esperanza de quitar la mancha.

El grifo largó un chorro de agua y, mientras intentaba frotar la mancha con jabón, podía escuchar los pasos de Aiden sobre el suelo del pasillo, caminando de un lado a otro con impaciencia. Logró quitar la mancha parcialmente, pero la camisa estaba ahora con un círculo mojado y arrugado.

Se miró en el espejo, su cabello pelirrojo desordenado y su rostro con ojeras marcadas. No había tiempo para preocuparse por eso, así que se lavó la cara, cepilló sus dientes y se vistió rápidamente. Luego conectó el secador de pelo en el enchufe del baño y trató de secar el suéter con ello, sin lograr que se seque por completo.

Resignada, desistió y se puso la chaqueta del uniforme por encima del suéter húmedo y salió corriendo de la habitación como si su vida dependiera de ello. Y si dependiera de ello, estaría muerta ya, pues no se percató que olvidaba algo importante.

—¡Por fin! —exclamó Aiden, escudriñando a la pelirroja con confusión—. ¿Y el bolso?

Taylor apretó los ojos y soltó una maldición mientras volvía con ímpetu a la habitación. Entonces, apenas se metió, su chaqueta se atoró en la manija de la puerta y la fuerza que ejerció arrancó la manija de su lugar, haciendo que caiga estrepitosamente al suelo.

«Bueno, al parecer hoy será de esos días en los que no sale bien ni el sol», dedujo, mientras que con la irritación a flor de piel, y un gesto de hastío, tomaba su bolso y lo colgaba sobre su hombro.

—¿En serio? —comentó su hermano, viéndola desde el principio de la escalera del pasillo.

Taylor rodó los ojos y salió de la habitación sin preocuparse por la rapidez. Ya no importaba ser puntual a estas alturas; llegaría tarde de todos modos. Si fuera la primera vez, temería que no la dejaran entrar en Maxton Hall, pero Lexington lo permitía por ser hija de su pareja. No era algo que la enorgulleciera. De hecho, deseaba no ser tan desastrosa para no recibir ningún privilegio de él. Sin embargo, cambiar sus defectos de toda la vida no era fácil de la noche a la mañana.

Quería mantenerse lo más alejada a los privilegios y ser como cualquier estudiante. Si sus compañeros se enteraban de que el director estaba en relación con su madre, era muy probable que no reconozcan ninguno de sus logros, ni tampoco los de Aiden. Además, por algún motivo, la relación de su madre con ese señor le daba mucha vergüenza.

Aiden bajó las escaleras y Taylor lo siguió. Al salir de la casa, el sol le dio en la cara, despejándola un poco, a pesar de que el pensamiento de enfrentarse a las miradas reprobatorias de sus profesores persistía.

—Media hora tarde —siguió quejándose su hermano, encaminándose hasta el auto—. ¿Esta es la impresión que quieres dar para Oxford?

Ahí estaba, la palabra que Taylor detestaba con todo su ser: Oxford. Esa maldita universidad del demonio que ni siquiera le importaba. Si fuera por ella, habría ido a una secundaria normal, se graduaría y no iría a la universidad. No tenía ni idea de quién quería ser en la vida, pero estaba segura de que no quería ser parte de la élite de economistas para sacar adelante el negocio familiar.

Aún así, no tenía ni voz, ni voto. Su madre, sí.

—Lo siento —pronunció, abriendo la puerta del copiloto y acomodándose dentro, mientras Aiden se situaba en el asiento de conductor—. Me quedé dormida.

—¿Que tanto haces en la noche?

Aiden encendió el motor y arrancó. Taylor mordisqueó el lado interno de su mejilla mientras cepillaba un poco su pelo con los dedos.

—Estudiando.

Mentira. Se había quedado hasta tarde viendo los acordes de "Knocking on Heaven's Door" en YouTube, tratando de memorizarlos para practicar esa noche, cuando Aiden y su madre estuvieran ocupados en el restaurante.

—¿Estudiando qué?

—Química.

Aiden la miró con suspicacia por un momento antes de volver la vista al frente.

—Mañana empiezo con la práctica para ser entrenador y hoy debo ir a Oxford para hablar sobre eso —dijo él, apaciguando su tono—. Así que mamá va a necesitar tu ayuda en Daylight a partir ahora.

A Taylor parecía que le habían tirado un balde de agua fría.

—¿O sea que tengo que seguir trabajando hasta el turno nocturno?

—Sí.

La pelirroja resopló exageradamente. Adiós a su plan de practicar el hit de los Guns con su guitarra, y quién sabe por cuánto tiempo.

—¿Por qué no le dices a Ethan que te ayude, si sientes que es demasiado? —Sugirió Aiden con tono positivo, haciendo que Taylor arrugue su rostro, reacia a la idea.

—¿Quieres que sea la jefa de mi novio?

—¿Que tiene de malo?

—Que me da pena... darle órdenes y eso.

—Pues ve practicando para liderar, porque si Daylight tiene más reconocimiento, tendremos que contratar más gente —dijo con toda la tranquilidad del mundo, haciéndolo ver tan sencillo como parpadear—. Y si practico para ser entrenador de lacrosse y, a la vez, estudio en Oxford, no tendré tiempo para el restaurante.

Aiden era como un robot con batería infinita. Desde que Taylor tiene uso de razón, veía al masculino con la energía a tope. Él era de esas personas que pueden encargarse de muchas cosas a la vez y además tienen tiempo de ir al gimnasio y tener vida social. Su agenda era tan apretada que solo imaginarla causaba agotamiento. Sin embargo, jamás lo había visto pasando por crisis como las de ella.

Él se había graduado de Maxton Hall el año anterior y recibió cartas de recomendación no sólo de Lexington, sino también, de todos sus orgullosos profesores. Fue capitán del equipo de lacrosse y tuvo un noviazgo con Rosie Finnley, la hija del dueño de una joyería prestigiosa de Inglaterra y, cómo no, la chica más popular en ese entonces. Era un misterio si seguían juntos en la actualidad, ya que Taylor no la veía hace rato y se había olvidado de su existencia.

El punto es que, para él, era fácil ser el hijo ideal.

Además de todos sus logros personales, Aiden mantenía el restaurante en orden y hacia un excelente equipo con Betty, su madre. Sólo entre ellos dos, el tío Howard y su prima Jane, podían acarrear todo el turno mañana y noche de Daylight, incluso cuando este se llenaba. Taylor no podía decir lo mismo; a veces la abrumaba tanto gentío y tenía que hacer paradas al baño para mojarse la cara.

—Ya, ya entendí. Gracias, no me siento para nada presionada.

—A veces la presión es buena —bromeó—. Te hace aprender las cosas mas rápido.

—Claro, justo lo que necesito —dijo Taylor con sarcasmo, perdiéndose en la vista de un bosque.

Aiden soltó una risita.

—Lo harás bien —aseguró Aiden—. Tienes que dejar de menospreciarte y creerte incapaz. Mira hasta dónde has llegado; le has demostrado a Lexington que puedes tener calificaciones excelentes y Sutton ya se ofreció a hacerte una carta de recomendación —Taylor lo observó con atención mientras Aiden hacía una pausa—. Sólo tienes que... ser más responsable con la puntualidad.

—¿Y eso que tiene que ver con que me de ansiedad hacerme cargo de un restaurante durante el resto de mis horas libres del día?

—Demasiado, la verdad —respondió de inmediato, como si estuviera esperando que le de esa respuesta—. Si aprendes a organizarte con tus responsabilidades, obtienes control. Si obtienes control, te sientes seguro. Si estás seguro, no hay preocupaciones y, por lo tanto, no hay limitaciones. Todo está en la mente, Tay. Y adquirir buenos hábitos te ayuda en todos los aspectos de la vida, no sólo para Maxton Hall.

Taylor no tragó bien el sermón. Le quedó atascado en la garganta y la asfixió. Sabía que su hermano tenía buenas intenciones, pero cuando eres alguien a quien le cuesta seguir el ritmo de los demás, un consejo como ese, con ese tono de «¿por qué no lo haces? es fácil», te hace sentir que estás perdida o que algo está mal en tu cabeza. Pues el comienzo del camino no estaba a plena vista, como para otros sí.

—Tal vez algún día —murmuró Taylor.

—Yo sé que sí —replicó Aiden con convicción.

El director Lexington era un ferviente entusiasta de las fiestas en Maxton Hall. No se saltaba ninguna ocasión, ni siquiera Halloween. Era una estrategia bastante astuta para mantener contentos a los adolescentes privilegiados y así atraer a más familias de la élite inglesa.

Aiden y Taylor eran como peces fuera del agua en ese entorno. Estaban camuflados, por así decirlo. Nadie sabía realmente de dónde venían ni por qué estaban allí. Y Aiden había logrado mezclarse con éxito en el grupo de los populares, mientras que Taylor no.

Se consideraba demasiado demasiado inútil para mantener vínculos. Si no tenía la suficiente confianza, no podía ser habladora y divertida. Básicamente, se comportaba como una estatua porque temía que cualquier cosa que dijera fuera malinterpretada o juzgada. El año anterior, cuando todos descubrieron que era la hermana del capitán de lacrosse y novio de la Barbie de Maxton Hall, varias chicas intentaron integrarla a sus grupos. Pero Taylor no encajó y terminó siendo vista como una "antisocial" y "aburrida".

En realidad, no le molestaba tanto. Ya había sufrido bastante cuando sus amigas de la infancia se alejaron de ella y quería evitar encariñarse con más personas. Sólo tenía a Ethan Lockhart y a Lin Wang, no necesitaba más.

Taylor apoyó un libro de biología en una de las mesas de la biblioteca y lo examinó por encima, tratando de confirmar que contenía la información que necesitaba para la próxima clase.

—Es este —dijo Taylor, cerrando el libro de golpe—. Alistair tenía razón.

A Ethan se le enrojecieron las mejillas y trató de ocultarlo mientras colgaba uno de los carteles de la fiesta de "Comienzo de Clases" en la pared de la biblioteca. La luz de la ventana le daba de lleno, por lo que Taylor notó el rubor en su rostro de inmediato.

—¿Vas a acompañarme a verlo hoy? —preguntó con algo de timidez, asegurándose de haber pegado cada esquina del cartel perfectamente.

—Si tú quieres —respondió Taylor, guardando el libro en su bolso y sujetando los demás carteles entre sus manos. Todavía les faltaba pegarlos en el salón de Arte antes de que comenzara la clase de biología—. Solo una tierna pareja que irá a ver el campeonato y tomará notas para el Maxton Blog...

Ethan sonrió y tomó el resto de carteles que habían quedado esparcidos sobre la mesa.

—¿Y nos compartimos el zumo de naranja? —bromeó, mientras ambos comenzaban a caminar hacia la salida de la biblioteca.

—Eso es asqueroso.

—¿Prefieres que nos besemos? —sugirió Ethan con sorna, enarcando una ceja.

—Compartimos el zumo —dijo Taylor entre risas—. No quiero ser odiada por Alistair, gracias.

—Eso creí.

Al principio, Taylor no estaba de acuerdo con fingir ser la novia de Ethan. Él era su mejor amigo desde que estaban en pañales y sus madres eran amigas y ex compañeras tanto en Maxton Hall, como en Cambridge.

Desde la perspectiva de Taylor, ellos tenían una conexión casi familiar y nunca se planteó sobrepasarla. Sin embargo, no podía negarse, ya que la madre de Ethan se había obsesionado con el catolicismo y comenzó a aborrecer todo lo que incluía la evolución social; cómo por ejemplo: aceptar que tú hijo era bisexual.

Ethan comenzó algo con Alistair el mes pasado, durante una de las muchas fiestas organizadas por los populares. Sus encuentros continuos y las llamadas nocturnas llamaron la atención de la madre de Ethan, quien rápidamente le exigió que le presentara a su novia.

Y allí estaba Taylor, un sábado por la noche, justo antes del inicio de las clases, en la casa de Ethan, con la señora Grace repitiendo cada cinco minutos lo feliz que estaba de tenerla como nuera y expresando que siempre la había querido para su hijo.

Una auténtica pesadilla.

Pero la estratagema funcionaba. Ahora, cada vez que Ethan y Alistair querían salir, la señora Grace pensaba que su hijo estaba con Taylor. Incluso cuando se quedaba hasta altas horas de la noche hablando cariñosamente por teléfono, Grace asumía que Taylor estaba al otro lado de la línea.

¿Y por qué era necesario mantener esta farsa en Maxton Hall? La respuesta era simple: todos conocían a los Lockhart.

Ethan era el líder del comité de actos y la señora Grace era la que ayudaba a financiarlos. Los Lockhart eran una parte fundamental para Maxton Hall y, por ende, también para el director Lexington, quien a su vez estaba vinculado con la madre de Taylor. Y la madre de Taylor, con la de Ethan. Por lo tanto, todos debían aceptar la ilusión de que Ethan y Taylor eran una pareja de adolescentes enamorados.

No había forma de escapar de la situación, al menos no hasta que Ethan decidiera salir del armario. Y Taylor no tenía intenciones de presionarlo al respecto.

Después de terminar de colocar los carteles en los lugares que faltaban, se dirigieron a la clase de biología. Cuando esta finalizó, al salir, atravesaron los amplios pasillos hasta llegar al campo de deportes. Los sonidos estridentes de los miembros del equipo resonaban en los oídos de Taylor, como si fueran cavernícolas que acababan de descubrir el fuego. Le daba vergüenza ajena, pero se mantuvo neutral y se acomodó junto a Ethan en las gradas en completo silencio.

El joven sacó una botella con el zumo de naranja de su bolso y le cedió el primer trago. Luego Taylor se lo devolvió a él con una sonrisita. Era muy fácil creerse que de verdad estaban en una relación debido al exceso de confianza que tenían mutuamente, cualquiera se creería el cuento.

Excepto Alistair, que se encontraba en el medio del campo de deportes y acababa de chocar miradas con Ethan. El jugador levantó la mano para saludarlos a ambos y ellos devolvieron el saludo de igual forma. Luego, Ethan bajó la mano y comenzó a hurgar en su bolsillo hasta sacar su iPhone para dárselo a Taylor. La pelirroja escaneó el objeto con curiosidad y sintió que tenía un año del sueldo del restaurante entre sus manos.

Tal vez más que un año.

—¿Y qué hago con esto? —preguntó Taylor.

—Grabas el campeonato —respondió Ethan con simpleza—. Necesito narrarlo para el Maxton Blog y también algunas fotos.

Lockhart desbloqueó el teléfono y le indicó a Taylor dónde estaba la cámara y qué botón debía usar para sacar fotos durante la grabación. Taylor asintió y se preparó mentalmente para que su déficit de atención no le afectase, manteniéndose atenta a los jugadores, así podría ver cuando daban indicios de comenzar.

Al rato, llegó Lin con su libreta de gatitos y un bolígrafo en la otra mano, disculpándose por haber llegado tarde, mientras se sentaba junto a Ethan.

—No te preocupes, aún no ha empezado —le dijo él.

Estaban en una especie de pausa antes de empezar, pues se hablaban entre ellos mientras cada equipo se ponía en sus posiciones. Las animadoras no dejaban de moverse con éxtasis y gestos felinos, como si estuvieran dejándose la vida en tratar de ovacionar y atraer a los miembros del equipo. Uno de los jugadores se salió de su lugar y se situó junto a Alistair. Le susurró algo, el contrario respondió y luego se voltearon a la vez en dirección de Ethan, Lin y Taylor. No fue hasta que se sacó el casco que Taylor reconoció al jugador a pesar de estar a distancia: James Beaufort.

James era, prácticamente, el rey de Maxton Hall desde que Aiden se graduó. Y si no sabías quién era, vivías bajo una roca, pues Inglaterra era la cuna de la fama de los Beaufort.

Taylor tenía entendido que Aiden y James eran muy cercanos, tanto en Maxton Hall, como fuera de ahí. Eran los mimados del instituto y juntos sacaron el lacrosse del fracaso. Incluso escuchó a Aiden decirle a su madre que James y Alistair solían ir a Daylight, de vez en cuando, durante el turno nocturno. Empero, ella nunca había entablado una conversación con él, ni se lo había cruzado en su territorio, ni tampoco le interesaba conocerlo. Y esperaba que Beaufort no se apareciera nunca durante su nuevo horario de trabajo.

Hablando de eso...

—Ethan...

—¿Si? —preguntó, volteándose hacia ella.

—¿Trabajarías conmigo en Daylight?

Una risa burlona acompañó el ceño fruncido del joven.

—¿Es broma, no?

—Eh... no.

A Ethan se le desapareció la sonrisa en menos de un segundo y quedó de piedra. Taylor sabía que su mejor amigo no había trabajado nunca en su vida y que tampoco tenía necesidad de hacerlo, pues tenía todo lo que quería. Pero no quería enfrentar sola el hecho de trabajar dos turnos en un restaurante que estaba remontando vuelo. Se volvería loca.

—Tay...

—Por favor —rogó—, sólo será durante el turno tarde. Si quieres puedes estar en la caja. Sólo tendrías que cobrar, usar la computadora y, tal vez, hacer café.

Ethan siguió con su rostro neutral hasta que Taylor comenzó a mirarlo con, lo que ella llamaba, «ojos del Gato con Botas».

—No hagas eso —dijo Ethan, tapándose la cara con su libreta. Luego de unos segundos, la bajó—. Está bien, sólo el turno tarde. Te la debo.

Taylor le sonrió ampliamente.

—Gracias —le dijo, tocando por un breve instante la punta de la nariz del masculino con su índice—. Eres el mejor.

—Yo me ofrecería también, pero... —empezó Lin, deteniéndose de golpe, viendo perpleja al campo de juego.

—¡Hey, tú! —dijo una voz profunda y masculina, captando la atención de Taylor y Ethan de inmediato.

Era James Beaufort y miraba directamente hacia ella. En una mano sostenía su stick y en la otra el casco. Su expresión altanera le hizo pensar que le exigiría algo, cómo cuando un jefe te está a punto de mandar a traerle un café doble con dos de azúcar y que esté listo en menos de cinco minutos.

Tal vez no se estaba dirigiendo a ella, así que Taylor se giró y miró en las gradas de atrás, pero al no ver a nadie, volvió hacia James con una ceja arqueada.

—¿Me hablas a mí?

Él sonrió con labios sellados y la miró con incredulidad, como si estuviera pensando que era una estúpida.

—Dile a Aiden que haga pizzas esta noche —impuso, usando una confianza excesiva que Taylor nunca le dio—. Iremos a celebrar.

—Pero él no... —comenzó Taylor, pero tras el sonido de un silbato que la sobresaltó, James se dio la vuelta y se fue sin dejarla terminar.


LEXY'S NOTE:

Hello, bienvenidos a los nuevos lectores✨

Les aviso que para el capítulo siguiente empieza la guerra así que estén alerta a la próxima actualización 👀 si pasamos los 20 votos y 90 comentarios, actualizaré pronto, si no me tomaré mi tiempo ah

Así que no olviden comentar y votar si les va gustando o si quieren más 🤍

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