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‧₊˚「 CAPÍTULO UNO 」˚₊‧
• segundo acto •
🫀  tiempo  🗡️

❛ en medio de la noche, estas llamas ardientes, estas olas rompiendo
te cautivaré, estás hipnotizado ❜
middle of the nightelley duhe

Existía en los Siete Reinos alguien que lograba controlar a los feroces dragones, domar a las peligrosas mareas y lidiar con las flamantes llamas, alguien que perduraba.

El nombre Alysanne Targaryen, desde su nacimiento, había sido muy murmurado. Era primogénita de la mujer a quien se le había arrebatado el trono de hierro. Era muy reconocida y querida entre el pueblo por su amabilidad y generosidad, varias veces se había brindado por su salud y prosperidad.

Posteriormente, se la reconoció por su importante participación en la batalla de los Peldaños de Piedra, su nombre ahora tomó otro valor, era la Reina de los Dragones. Se le llamó también como la Heredera del Mar por su gran habilidad al navegar y su derecho legítimo de recibir Driftmark, al igual que el título de "Señora de las Mareas".

Alysanne era una de las mujeres más imponentes y poderosas del reino, y nadie podría contradecirlo a menos de querer morir bajo el fuego de un dragón o ser la comida de peces. Junto a todo su ejército, muchas alianzas y, demás, no había persona que osará enfrentarla.

Ella proyectaba determinación. Y su familia de igual manera.

Todo lo que había forjado le servía para proteger a sus seres queridos. Daemon y ella eran un matrimonio fuerte, y cuando el Targaryen tomó como segunda esposa a Rhaenyra, la unión tomó mucho más vigor. Ellos ayudaron a que la princesa fuera mucho más respetada, temida.

Los tres podían recordar muy bien aquel momento en el que habían decidido, luego de tanto tiempo y un trayecto muy complicado, unirse.

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FLASHBACK 

Los Targaryen y la Velaryon se encontraban en un balcón de Driftmark, observando cómo los presentes en el funeral de Laena se iban, cómo el rey regresaba a la Fortaleza Roja en compañía de varios navíos y dragones, entre ellos Vhagar.

Alysanne se sintió afectada al verlo partir, pues era de lo poco que le había quedado de su hermana. Tenían ellas y sus dragones muchos recuerdos. Pero la ayudaron, Rhaenyra y Daemon estuvieron para ofrecerle su soporte sin condiciones por todo el tiempo necesario, para siempre si eso quisiera.

Fue ahí que la princesa heredera expresó lo que por tanto tiempo su corazón había resguardado:

—Los necesito.

Los tres recordaron el momento en la costa, cómo finalmente habían consumido esa eterna pasión.

No puedo enfrentarme sola a los Verdes —continuó en alto valyrio—. Unamos nuestra sangre, como hizo Aegon el Conquistador con sus hermanas —soltó la esperada proposición, y los esposos se miraron. Ellos lo habían hablado la noche anterior, pensando tanto en Rhaenyra como para poder descansar—. Con ustedes a mi lado, aconsejándome y proclamándome su apoyo, mi sucesión no sería cuestionada tan fácilmente.

Alysanne recordó el pasado, cómo hace más de 10 años ella le había jurado eterna lealtad a la princesa.

Los Velaryon son del mar, es verdad —continuó, mirando a Alysanne—. Pero los tres estamos hechos de fuego. Nuestro destino siempre fue arder juntos.

La Reina de los Dragones le regresó la mirada a Rhaenyra con intensidad. No podía estar más de acuerdo. Llevó su mano hacia la mejilla de su Nyra, acariciando muy lentamente, sintiendo que ya no tenía más deudas con el tiempo.

—Laenor... —susurró ella, mencionando la presencia de su hermano.

—Él debería morir —concluyó Daemon, tomando los hombros de Alysanne desde atrás. Él sabía que era algo complicado, más por el hecho de que era el último hermano que a la Velaryon le quedaba.

Para casarse, Laenor tendría que tener un destino tan trágico como el de Laena. Pero Alysanne no era capaz de hacerle eso a su hermano, ni siquiera podía imaginárselo. Lo amaba demasiado, y Rhaenyra también había llegado a quererlo.

Laenor Velaryon se iría, moriría, o eso creerían los enemigos. Ser Qarl, su amante, sería el supuesto culpable del fallecimiento del Velaryon, cuando en realidad, se fingiría una pelea y se suplantaría el "cadáver" de Laenor con uno que Daemon y Alysanne se habían encargado de conseguir.

Lord Corlys y la princesa Rhaenys creerían haber perdido al único hijo varón que tenían, aunque no fuera cierto. Eso rompería sus corazones, pero era algo que hasta el mismo Laenor había querido. Él podría disfrutar en las ciudades libres ahora, vivir sin límites y restricciones. Era libre.

Cuando ocurrió, el reino murmuró acerca de la supuesta culpable; Rhaenyra. Le temían, temían que, junto a sus nuevas alianzas, pudiera hacer algo aún peor.

—No seré una tirana... Ni provocaré miedo —había asegurado la heredera al trono de hierro.

—Un tirano reina con el miedo. Pero un rey debe ser temido. Para ser una reina fuerte, necesitas amor y respeto. Pero también el miedo de tus súbditos —explicó Daemon, siendo apoyado por su esposa.

—Nosotros te ayudaremos a llegar al trono, a que los nombres de nuestros hijos estén escritos en él, a que nadie ose oponerse —prometió, pensando en su familia y el futuro—. Nos ayudarás, y te ayudaremos.

Serían los tres una unión equilibrada, tan respetada como temida, tan venerada como odiada. Serían lo mejor de los Siete Reinos.

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Su matrimonio fue algo muy simbólico. Los invitados se limitaron a las hijas de Alysanne y Daemon, y a los jóvenes príncipes de Rhaenyra. También hubieron dragones, Rhagar entre los pocos. De igual forma, fue perfecto para ellos.

Si bien solo quedaron legítimamente casados Rhaenyra y Daemon, los tres se habían enlazado. Eran ahora un solo cuerpo, corazón, mente y alma.

Pasaron los años, y hubieron varios cambios en ese recorrido.

Alysanne no pudo soportar la pena de su madre, y le confesó lo que realmente había pasado con Laenor. Para Rhaenys fue un alivio, entendió. Ella sabía que su hijo estaría mejor lejos de la infeliz vida que había llevado en la Corte, que su hija podría estar con la mujer que por tanto tiempo había amado, que todos vivirían relativa paz por un instante. La princesa igual visitaba y recibía las visitas de sus hijos, esa había sido la condición.

Pero la Targaryen había pedido algo más.

Tiempo después del supuesto fallecimiento de su hijo, Lord Corlys regresó a la batalla en los Peldaños de Piedra, y aunque sus hijos en esa oportunidad no lo acompañaron, Alysanne le mandó varios de sus dragones y tropas. Corlys Velaryon dejó sola a su esposa, y la melancolía invadió Driftmark.

La reina que nunca fue no podía dejar aquel lugar, era ahora su lugar. Pero sabía que no podría con la soledad, entonces, le pidió algo a su primogénita.

“Una compañía."

Alysanne, sintiéndose culpable por haber tenido que ver con la partida de Laenor, aún cuando todos habían sido beneficiados, se sentía en el deber de hacer algo por su madre. Tuvo que decidir cuál de sus hijas iría con la princesa.

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FLASHBACK

—No alejarás a ninguna de mis hijas —demandó Daemon.

—Si te alteras, no podremos encontrar una solución —le recordó Rhaenyra, quien se encontraba sentada en uno de los muebles que habían en el salón personal de Alysanne. Ella debía evitar agitarse, pues estaba en la espera de un nuevo heredero.

Había sido un proceso muy entretenido para los tres, si se les preguntaba al respecto.

—Quiere llevarse a una de mis hijas —continuó Daemon, yendo en contra de la Velaryon.

—Son nuestras hijas —corrigió Alysanne inmediatamente, manteniendo el contacto visual—. Las amo, ¿bien? Y me duele mucho tener que dejar ir a una de ellas.

—No debes hacerlo. —Ambos estaban de pie frente a frente.

—Mi madre está sola, y eso es lo que menos se merece —recordó, sintiendo una opresión en el pecho—. Ella ya ha perdido a dos de sus hijos, a su esposo. Está sola en Marcaderiva.

—Y lo lamento mucho, Aly... —susurró, tomando sus brazos sin ejercer presión.

—Iría yo, pero aquí está Rhaenyra —respondió, mirando brevemente a su amada—, y no puede irse, está finalmente donde es seguro, lejos de los murmullos. Y yo no la dejaré, ni a ella ni a ti. Me quedaré con ambos, pero debo evitar que mi madre esté sola. ¿Comprendes...?

Daemon observó hacia otro lado, queriendo evitar caer en la mirada de Alysanne. Él no quería separarse nuevamente de una de sus hijas, conocía bien lo terrible que era.

Pero, su esposa tenía razón. Rhaenys no merecía la soledad.

—¿Quién?

—Lo he pensado —inició su respuesta, mirando a Nyra, quien la había ayudado con aquella difícil decisión—. Rhaena pasa por un momento muy difícil luego de lo que ocurrió con Aemond y los Verdes. Detesta estar aquí y observar a los dragones sobrevolar el castillo. Considero que, un tiempo cerca al mar puede sanar su corazón.

—¿Y si, ellos van a Driftmark? —le preguntó, refiriéndose a los causantes—. ¿Si ese, príncipe... va por mi hija?

—Mi madre no lo permitiría —respondió la Velaryon con seguridad—. Sabe bien cómo son las cosas, lo entiende. Además, Rhaena ya nos ha hecho saber que Aemond ha salido de su corazón y mente, ya sea como un futuro esposo, o simple amigo.

—Rhaena ha quedado muy lastimada por los acciones de mi medio hermano —apoyó Rhaenyra—. Ella tiene un carácter fuerte, no lo perdonaría como si nada.

Oír a sus esposas poco a poco fue convenciéndolo, tenía muchas dudas, pero ya consideraba la posibilidad de que fuera lo mejor.

—Tenemos que hablar con ella.

—Lo haremos.

Su esposo asintió luego de unos segundos, y Alysanne besó su mejilla, entendiendo el gran esfuerzo que hacía, también besó la frente de su Nyra, agradeciéndole que haya ayudado a mejorar la comunicación.

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Rhaena continuó creciendo lejos de Rocadragón, pero tal y como su madre había predicho, su corazón sanó. La excepcional pidió a la dragona Ala de Plata en una de las visitas que le daba Alysanne, y ella no tuvo motivos para negárselo, por el contrario, se alegró y la apoyó.

Ala de Plata aceptó inmediatamente a Rhaena, la quiso más y más conforme avanzó el tiempo.

Largos años pasaron, y todo continuó por el camino que los dioses ya habían trazado.

Alysanne había cumplido su promesa de visitar al rey, y por lo tanto a la Fortaleza Roja. Lo hacía cada tanto en compañía de Alyssa, a quien siempre le gustaba ir a acompañar al rey y visitar a Helaena, y cuando tenía demasiada suerte, a Daeron, quién había sido enviado a Antigua para ser el copero y escudero de Lord Hightower, pero esporádicamente visitaba a su familia.

Así, ambas habían podido ver cómo iba transcurriendo el tiempo en la Corte, cómo todo poco a poco iba a cambiando, y eso a ellas no les gustaba. Entonces, dejaron de ir luego de cuatro años. Lamentaron dejar al rey, a quien su salud le estaba fallando y empeoraba poco a poco. Él igualmente les hizo saber que las entendía, calmando su angustia, que les agradecía y que siempre les tendría demasiada consideración.

Pasaron más años, y aunque en la Fortaleza Roja todo terminó de cambiar radicalmente, en Rocadragón y Driftmark las cosas transcurrieron con calma.

Hubieron varios momentos de alegría, y más para los esposos, quienes seguían tan bien como el primer momento.

—¿Acaso veo a la mujer más preciosa de los Siete Reinos? ¿Y a mi pequeño hijo? —preguntó Alysanne, asomando su cabeza por las puertas de la habitación de Rhaenyra.

La princesa de inmediato sonrió, dejando un segundo su tarea de admirar al recién nacido Viserys, recostándolo en su cuna. Ella volteó hacia la puerta, donde Alysanne se recostaba.

—Jamás podría confundirla —expresó la Velaryon, aproximándose a ella como si hubiera una gran atracción magnética.

—¿Oh, en serio? —preguntó, esperando por su amada.

—Muy en serio —respondió, robándole un corto beso que las hizo sonreír.

La princesa tomó los hombros de la heredera del mar antes de que la mayor la acercará más por la cintura. Sus cuerpos ya estaban uno contra el otro, pero sus cabezas se inclinaban un poco hacia atrás, aumentando el deseo.

—¿Cómo podría? Nadie es tan bella como tú, mi Nyra —continuó, afianzando su agarre en la cintura de la ojiazul y sacándole un suspiro por la impresión.

—¿Si...? —susurró muy lento al recomponerse, sintiendo cómo su corazón latía más rápido y su respiración chocaba con la de Alysanne.

Sus ojos azules enloquecían a la Velaryon, cómo podían alargarse en ocasiones y volverse más provocativos hacían que se enamorará más. Alysanne Velaryon se arrodillaría ante Rhaenyra con tan solo pedírselo.

La Targaryen aproximó su rostro, dejando sus labios al alcance de Alysanne, a su disposición.

—Mi Nyra —le expresó, admirando su belleza. Entonces tomó sus dulces labios, besando con delicadeza.

Oh, Alysanne realmente amaba a Rhaenyra, y finalmente podía tenerla a su lado sin restricciones. Cada que lo recordaba, cada que la veía al acostarse en las noches y despertar por las mañanas, moría internamente.

Tenía a las dos personas que ella adoraba como a nadie a lado suyo, y eso enloquecía a su corazón. Podía sentir cómo su alma se revitalizaba cada que los veía sonreír, y su mirada lo reflejaba. No había una sensación tan gratificante como el saber que su familia y su legado estarían a salvo teniendo al príncipe guerrero y a la heredera al trono a lado suyo. Alysanne nunca antes había sido tan feliz.

Sus dragones seguían multiplicándose, y los mares eran calmados. El fuego ya no destruía, más bien, le daba calor a su hogar. 

Pero, la paz nunca es eterna. Es un pequeño instante que solo pueden gozar los afortunados por un tiempo más largo. No obstante, nadie, nunca, podría tenerla toda la vida. No era así cómo las cosas funcionaban, siempre debería ocurrir algo que pusiera a prueba la fortaleza de una persona y la bondad de su corazón.

Quizás pueden ser pruebas muy duras que terminen en la destrucción. Pero las opciones son limitadas; rendirse o luchar. Y los valyrios, los Targaryen y Velaryon, siempre elegirían luchar.

¡la reina de los dragones ha hablado, tus votos y comentarios ha ordenado! 👑

nuevo acto, nuevas aventuras. ya saben, drama, sangre y fuego. 🤭








































































































































































































J E M I I S A 🦋
26 / 11 / 2022

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