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‧₊˚「 CAPÍTULO CINCO 」˚₊‧
• segundo acto •
🫀  último momento  🗡️

❛ algo malo está por
pasarme, solo espero que
ella no quiera dejarme ❜
dark red steve lacy

Existe una delgada línea entre la vida y la muerte. Cualquier paso en falso, cualquier error o mala decisión, podría hacer que se cruzará sin preverlo, que se perdiera la respiración y los días acabarán.

Viserys Targaryen estaba muy cerca de aquel temido fin. Lo había aceptado, pero no quería pasar su último momento en soledad.

Tenía a toda su familia alrededor, y podía unirlos, aunque fuera por unos minutos. Por ello, había pedido que se organizará una cena en la que cada miembro de su familia esté, desde su esposa hasta la heredera de Driftmark. Cada ser querido, cada uno de los que le darían futuro a su linaje.

Cuando ingresó al salón en el que se realizaría la cena, recostado en una silla que sus guardias alzaban, todos fueron a sus lugares y esperaron de pie por el rey. Viserys fue dejado entre su esposa e hija bajo la atenta mirada de todos los presentes, de su familia.

—Me llena de dicha... verlos esta noche, juntos —expresó, dando inicio a la reunión. Todos tomaron asiento.

—¿Una plegaria? —preguntó su esposa cuando el rey volvió al silencio, recibiendo su afirmación—. Que la Madre bendiga esta reunión con su amor, que el Herrero vuelva a forjar los lazos que se rompieron, y que Vaemond Velaryon... descanse en paz.

Alysanne y Daemon se sonrieron mutuamente, recordando aquel buen momento. Rhaenyra negó con la cabeza disimuladamente, ocultando su pequeña sonrisa.

—Parece que en este día hay mucho que celebrar —comentó el rey cuando su esposa concluyó—. Mis nietos Jace y Luke están comprometidos con mis sobrinas Aemma y Rhaena —mencionó, haciendo que las parejas se sonrieran, quizá Rhaena un poco más forzada que los otros—. Fortalecen el vínculo entre nuestras casas. Un brindis por los príncipes y sus prometidas —pidió, y todos tomaron sus copas.

—Brindemos —incentivó Alysanne, sonriéndole a sus niñas mientras codeaba a Daemon para que hiciera lo mismo.

—Brindemos... —repitió con una mueca antes de tomar gran parte de su copa de vino.

Jace y Aemma, mientras compartían una dulce mirada, chocaban sus copas para luego darles un trago. Lamentablemente, Aegon tuvo que entrometerse en su momento.

—Enhorabuena, Jace —felicitó con segundas intenciones—. Por fin yacerás con una mujer.

De inmediato, la pareja miró mal al príncipe.

—Brindemos también por lady Alysanne —prosiguió el rey, observando hacia su dirección—, futura Señora de las Mareas.

La Velaryon agradeció al rey con una sonrisa y asentimiento de cabeza.

—Brindemos —dijo Daemon en esa oportunidad, mucha más motivado con ello. Rhaenyra imitó su acción con una amplia sonrisa. Ambos estaban muy felices por su amada.

Se formó un pequeño silencio mientras tomaron un poco de vino, y Aegon continuó con su diversión.

—Imagino que sabrás cómo se hace —le susurró a su sobrino—. Bueno, lo esencial. Donde meter la polla y eso.

—Déjalo, primo —ordenó Aemma fastidiada, tomando la mano de Jace y colocándola sobre la mesa, quería evitar que se moviera.

—Mófate si lo deseas, pero contén esa lengua delante de mi prometida —amenazó Jacaerys, intentando mantener la calma como la ojiazul le pedía.

Aegon pareció ceder, asintiendo con la cabeza. Entonces, su padre luchó para ponerse de pie, apoyándose en la mesa.

—Alegra mi corazón... Y al mismo tiempo, me llena de pesar ver sus rostros en esta mesa —manifestó, observando a su alrededor—. Los rostros más queridos para mí en todo el mundo, y que tanto se han distanciado en estos años.

Viserys se mantuvo en silencio un par de segundos antes de quitarse la máscara de oro que había usado para remplazar la venda de su ojo derecho.

Entonces, toda su familia pudo verlo cómo realmente era. Los Negros, quienes no habían podido ver el progreso de su enfermedad un tiempo, quedaron aún más sorprendidos. El rey había perdido su ojo y la piel en su mejilla derecha se había desecho. 

—Mi rostro tampoco es ya tan agradable, si alguna vez lo fue —expresó, rememorando el pasado—. Pero ahora, quiero que todos me vean como soy. No como rey, sino como padre y como hermano, como marido y como abuelo, como amigo. —Dirigió una última mirada a Alysanne, quien tenía una melancólica sonrisa en el rostro. Ella no podía comprender cómo el tiempo había sido tan duro con el rey—. Porque sé que no estaré mucho más entre ustedes, les ruego que no alberguen más rencor en su corazón. La Corona se debilitará si la Casa del Dragón sigue dividida. Olviden sus diferencias. Si no lo hacen por la Corona, háganlo al menos por este anciano que los quiere a todos... profundamente.

Los ojos de Alysanne, al igual que los de su última hija, estaban cristalizados. Ellas sentían mucha empatía por el rey, lo apreciaban, y les dolía mucho conocer su verdadero estado de salud. La Velaryon atesoró aún más el gesto del rey al ir a apoyarla aquella mañana.

Se puso de pie, e interrumpiendo el silencio alzó su copa. —Brindo por el rey, por su buen corazón y su gran fortaleza. Tal y como él me considera, es también un gran amigo para mí. Ha ayudado a que me superé y confié en mí con sus acertados consejos —expresó, recordando tiempos antiguos, precisamente esa caminata en la que se había sincerado con el rey, y él la había oído como nadie parecía hacerlo—. Ayudó a que hallé mi felicidad, y le de felicidad a los demás —añadió, observando a sus amados, la hija y el hermano del rey. Viserys agradecía que alguien cuidará y amará tanto a su familia—. Mi gratitud, y mi lealtad eterna, siempre serán hacia usted, mi rey.

Todos brindaron por Viserys, mientras él le agradeció desde el fondo de su corazón con una mirada. Consideraba a Alysanne tanto como a una de sus hijas, y tenía un fuerte lazo de solidaridad y cariño con ella.

Alicent terminó de ayudarlo a colocarse la máscara, y entonces Rhaenyra tomó valor y se puso de pie.

—Quiero alzar mi copa por su alteza, la reina —enunció, logrando mirar a Alicent. Ella quería que su padre viviera un segundo de paz cumpliendo uno de sus últimos deseos; la reconciliación—. Amo a mi padre, pero reconozco que nadie lo ha acompañado tan fielmente como su esposa —continuó, buscando las palabras acertadas. Alysanne tomó su mano, transmitiéndole la confianza suficiente—. Se ha mantenido a su lado con inquebrantable devoción, amor y honor. Y por ello le ofrezco mi gratitud, y mis disculpas —concluyó antes de volver a tomar asiento.

La reina había oído cada palabra, permitiendo que llegarán a su corazón.

—Su generosidad me conmueve, princesa. Ambas somos madres, y amamos a nuestros hijos. Tenemos más en común de lo que reconocemos. —La reina se puso de pie y tomó su copa de vino—. Así que brindó por usted y por su casa. Será una gran reina.

Cuando Alicent concluyó, Rhaenyra no pudo evitar sonreír, sintiéndose bien por la reciente paz que se manifestaba. El rey también tomó un poco de vino, más a gusto.

El salón volvió a llenarse de un silencio reconfortante unos instantes.

Pero al parecer, algunos no podían mantenerse en la quietud. Aegon se puso de pie y con la excusa de rellenar su copa de vino, se acercó a Aemma por la jarra que tenía a lado.

—Lamento la decepción que vas a llevarte —expresó mientras se servía, haciendo a Aemma rodar los ojos. Su sola presencia ya irritaba a la Targaryen—. Pero, si quieres saber lo que es sentirse satisfecha, ya sabes a qué puerta llamar...

—O a cuáles jóvenes, que agrediste, acudir —le respondió, volteando su cabeza hacia él—. También sirve, ¿no lo crees?

Jace se levantó de golpe mientras Aemma se defendía, haciendo ruido al dejar caer con fuerza sus puños sobre la mesa.

—Jace —llamó Aemma para que mantuviera la calma.

Él había llamado la atención de todos, más de Alysanne, Daemon y Rhaenyra, quienes los observaron confundidos y preocupados. Ninguno confiaba en Aegon.

Cuando Jace no decidió sentarse, Aemond también se levantó, demostrando autoridad.

Rhaena se fijó con atención en él, y entonces aquel poder que transmitía el príncipe fue poco a poco domado por la imponente mirada que le dirigía.

Jace, para guardar las apariencias, tomó una copa de vino y propuso un brindis: —Por el príncipe Aegon, el príncipe Aemond, y el príncipe Daeron.

Los tres hermanos miraron con atención a su sobrino, quien le daba un pequeño golpe en el hombro a Aegon, de juego, para seguir disimulando.

—Hacía años que no nos veíamos, pero recuerdo con cariño nuestra niñez —expresó, haciendo que Rhaena negará con la cabeza. Los momentos no eran, en absoluto, buenos—. Como hombres, espero que podamos ser amigos y aliados. Por la salud de sus familias, queridos tíos.

Aemma apoyó el brindis, mientras Rhaena soltó una corta risa burlona.

—Igualmente —expresó Daeron en nombre de sus hermanos. Fue ahí que Alyssa alzó su copa. Los dos se sonrieron sutilmente antes de beber.

Entonces, Aemond volvió a sentarse. Retornaba la paz esporádica unos segundos más.

—Muy bien, mi muchacho —felicitó Viserys al hijo de Rhaenyra.

De repente, alguien inusual propuso otro motivo de celebración.

—Yo quiero brindar por Aemma y Rhaena. Se casarán pronto —inició Helaena, mirando hacia el lado de los Negros—. También por ti, Alyssa, que por cierto, no te pierdes de mucho —continuó, haciendo que las cosas estuvieran un poco tensas para su esposo, Aegon—. Te ignoran casi siempre, salvo cuando se emborrachan —concluyó, sacándole una risa a Daemon, que a la vez hizo sonreír a sus esposas.

Otto Hightower, quien también estaba en la reunión al ser la persona de confianza del rey, felicitó a su nieta cuando se sentó.

—¿También le aconsejaste beber? —le preguntó Rhaena a su melliza en un susurro—. Ella nunca alza la voz. Le cae bien un poquito de confianza.

—Yo no le di —murmuró Aemma, quitándose la responsabilidad.

—Solo es más autónoma, silencio —intercedió Alyssa, defendiendo a su querida prima.

El rey ordenó que tocarán un poco de música, y eso le dio una idea a Jace y Aemma. Susurraron unos segundos antes de que el príncipe besará la frente de su prometida y se pusiera de pie.

Rhaenyra vio cómo su hijo se acercó a Helaena y pidió su mano para bailar, y no pudo estar más orgullosa. Por otro lado, los hijos mayores del rey quedaron perplejos, Aemond le recriminó a Aegon que pudieran robarle tan rápido a su esposa.

El mayor entonces observó a Aemma. La ojiazul con una sola mirada le hizo saber que era mejor que mantuviera su distancia. Aegon ya no le pidió bailar.

Pero su hermano menor tuvo mejor suerte. Daeron se puso de pie y fue acercándose a Alyssa. Le pidió que compartieran una pieza de baile, y ella no dudó en aceptar.

Ambos se balanceaban al compás de la danza, divirtiéndose. Sus ojos no podían mirar hacia otro lado que no fuera el otro. Estaban hipnotizados.

Los jóvenes continuaron bailando y riendo, mientras que en la mesa también se vivió una relativa paz. Conversaban y reían, hasta se burlaban de los padres celosos.

—Hasta aquí siento tus celos —expresó el rey luego de notar cómo su hermano miraba atentamente a su hija.

—Ciertamente, alteza —estuvo de acuerdo Alysanne, que le gustaba mofarse de su esposo—. No puede ni disfrutar un segundo. Ellas no se irán.

—Si Daeron sigue tomando sus manos, será él quien se vaya.

El rey rio al igual que su hija y Alysanne. Daemon notó que, quizás, estaba siendo un poco, pero solo un poco, excesivo.

Continuaron platicando y disfrutando el momento. Entonces, cuando la noche ya avanzó un poco, Alicent y su hijo menor decidieron que era tiempo de expresar lo que habían conversado anteriormente.

Antes de la cena, Daeron había ido con su madre para pedirle algo importante.

—Lady Alysanne —llamó la reina, atrayendo la atención de la familia Targaryen-Velaryon, la cual estaba muy tranquila con sus seres amados. Los jóvenes dejaron de danzar un rato para poder oírla, más Daeron—. Quisiera, proponer una tregua.

Alysanne de inmediato le dio su entera atención, apretando la mano de su Nyra y su dragón por debajo de la mesa. Alysanne ya no podía soportar más a Alicent, no desde lo que ocurrió hace seis años.

—Sé que hemos tenido problemas, y aquella amistad que habíamos forjado... Se rompió —continuó—. Por ello, he tenido desde hace un tiempo la idea de volver a unir nuestras familias con un compromiso —hizo saber, y eso de inmediato encendió las alertas de Alysanne y Daemon—. Pero Rhaena ya está destinada a Lucerys, por lo que la felicito. Deseo su felicidad —le expresó, recibiendo la gratitud de la castaña. De las niñas de Alysanne, Rhaena era a la que más le tenía consideración, y viceversa—. Entonces... —dejó las palabras en el aire, mirando a su hijo para indicarle que había llegado su turno de hablar.

Daeron agradeció que su madre lo hubiera apoyado, y asintió con la cabeza ante la reina. Luego, volteó hacia Alyssa, sintiendo que no podía respirar con normalidad.

Sus hermanos mayores se miraron, entendiendo lo que ocurría. Siempre habían sospechado de aquel amor entre los dos jóvenes, pero nunca creyeron que llegarían a algo por lo lentos que eran. Le tenían más fe a Aemond y Rhaena, pero al parecer nada era como parecía.

—Quiero pedir tu mano, Alyssa Targaryen —expresó, dirigiéndose a ella en primer lugar. Sabía que tenía más obstáculos, pero si Alyssa lo aceptaba, él estaría dispuesto a enfrentar todo por ella—. Quiero que unamos no solo a nuestras familias, sino nuestros corazones. Quiero protegerte, tenerte a mi lado y hacer que tus ojos brillan de forma tan vivaz. Quiero ser tu esposo hasta el último de mis días.

Aquellas palabras habían tomado por sorpresa a Alyssa, ella se sentía demasiado confundida. Recién había podido entender que sentía algo fuerte por Daeron, ya sabía que podría darlo casi todo por él, unirse a él, pero igual era algo fuerte para su pequeño corazón. Miró a Daeron un segundo, a sus manos que habían quedado unidas luego de la danza, y de inmediato sus almas se llenaron de sosiego.

—Yo no... —se manifestó Alysanne sin saber bien qué decir, notando cómo su esposo se había puesto pálido. Miró a Rhaenyra por ayuda, pero ella también había quedado algo sorprendida—. Creo que, hablando por toda mi familia, hemos quedado muy asombrados, y no sabríamos qué decir ante la, propuesta.

—Pueden considerarlo —habló el rey, sintiendo una gran aceptación por la idea. Su corazón había recobrado fuerza—. Alyssa es la princesa de la vida en todo Westeros, y merece a alguien con la misma energía. Daeron es indicado —continuó, mirando a los jóvenes con una sonrisa—. El lazo entre nuestra casa seguiría fortaleciéndose.

—Es una, buena propuesta —se obligó a decir Alysanne, creyendo con sinceridad que era lo contrario. Ella no quería más relación con el bando de los Verdes, o esa era su idea antes de llegar a King's Landing—. Pero no es decisión mía, alteza. Que sea lo que dicte el corazón de mi hija.

Y aunque Daemon quiso negar ello, sabía que era verdad. Ellos no podrían interponerse en la felicidad de Alyssa, o alguna de sus otras hijas, si era lo que quería, no serían capaces.

La hija de la reina de dragones fijó su afable mirada en Daeron, quien también la admiraba con cariño.

—Pueden pensarlo con calma —comentó el rey—. Mi querida sobrina debe tomarse el tiempo necesario.

Alyssa agradeció el apoyo del rey, y entonces el momento incómodo fue obligado a irse. Los presentes volvieron a conversar mientras la cena prosiguió. Pero bueno, el único tema no podía ser otro que el posible compromiso.

Daeron y Alyssa solo continuaron bailando, permitiendo que aquella danza de dragones aclarará sus ideas. No necesitaban palabras, con sentir que el otro estaba cerca era suficiente.

Por otro lado, Daemon estaba muy afectado por la idea de perder a sus hijas.

—Ellas jamás se irán —le recordó su hermano, quien notaba su estado. Llamó la atención de las mujeres y el mismo Daemon—. Son tu sangre, y siempre regresarán a ti, su padre.

Daemon agradeció lo que le decía, asintiendo con la cabeza. Viserys entendió que significaba más que un simple movimiento, Daemon realmente apreciaba su ayuda, sus consejos y su compañía. Ambos hermanos se querían.

Todos en la mesa le sonreían al rey cada que este les miraba, aumentando su tranquilidad. Oyó risas y la música de fondo el mayor tiempo posible. Tuvo la imagen de su familia unida y la grabó con esmero en su memoria.

Pero su último momento no fue eterno. La cabeza empezó a dolerle y tuvieron que llevarlo a su alcoba para que pudiera descansar. Alyssa de inmediato fue hacia el rey con Daeron a lado. Viserys hizo que se detuvieran un segundo a lado de su sobrina favorita, y tomó su mano.

—Sobrina... le das alegría a cada corazón. Celebra cada día, y nunca cambies tu esencia —pidió, dándole una última sonrisa. Se fijó en sus ojos heterocromáticos, que le recordaban tanto a su madre—. Toda una princesa de la vida.

La mirada de Alyssa fue suficiente agradecimiento para Viserys. Ella continuó observándolo conmovida hasta que el rey la soltó y su mano volvió a caer, o eso hasta que Daeron la tomó.

El rey salió del lugar en compañía de sus guardias, y entonces, entró el platillo principal a la mesa; un cerdo asado, el cual dejaron a lado de Aemond.

Alysanne Velaryon entendió bien lo que significaba, y su hija Rhaena no pudo lamentar más ello mientras Jacaerys y Lucerys se miraban, intentando reprimir las risas. Recordaron bien el pasado, la mayor burla que le habían hecho al príncipe cuando jóvenes.

Rhaena quiso hacer algo para evitar que el caos se desatará, pero fue muy tarde. La música se cortó de golpe cuando Aemond se puso de pie y sacudió la mesa. Actuó rápido y alzó una copa.

—Un último tributo —manifestó, observando hacia los Negros —. A la salud de mis sobrinos.

Todos lo miraron con atención. Alicent y Alysanne preocupadas, Otto y Daemon muy interesados y Rhaenyra sin alguna expresión. Los jóvenes, a su vez, esperaron lo peor, más aquellos que sabían sobre el incidente del dragón que no había sido más que un cerdo con alas.

—Jace, Luke y Joffrey —nombró, manteniendo la copa en alto—. Todos apuestos, sabios... —Aemond realmente lo meditó un segundo, pero al final su resentimiento, como siempre, fue mayor—. Y fuertes como un Strong

—Aemond —recriminó su madre para que no empeorará la situación.

—Vengan —continuó—. Alcemos las copas por estos tres, chicos fuertes —pidió, y su hermano mayor lo acompañó en su brindis. Daeron solo los miró, sosteniendo la mano de Alyssa.

—No te emociones, Helaena, tu hermano no tiene tan buenas intenciones —habló Rhaena para detener a la princesa, quien por su bondad no había podido ver la maldad de Aemond, y quiso aplaudir.

Las hermanas Targaryen-Velaryon se pusieron en alerta de inmediato, entendiendo que la situación no mejoraría.

—Repítelo si te atreves —amenazó Jacaerys, acercándose.

—¿Por qué? —atacó de inmediato, yendo a su encuentro—. Solo es un cumplido. ¿No son fuertes como un Strong?

Entonces todo se volvió un auténtico desastre. Luke se puso de pie mientras Jace le dio un puñetazo a su tío, justo después Aegon agarró a Lucerys e hizo impactar su cabeza contra la comida sobre la mesa.

Las hijas de Daemon y Alysanne, dos feroces guerreros, lamentaron tener que interceder. Aemma y Rhaena atraparon a Aegon e hicieron con él lo mismo que había hecho con Luke, quien era el protegido para las hermanas. Ellas impactaron la cabeza del príncipe Aegon con fuerza sobre la madera de la mesa, haciéndolo sangrar.

Alyssa por otro lado, en vez de apartarse como muchos supusieron que haría ante la violencia, vio a su primo empujar a Jace y apareció frente a él con la cabeza en alto. Se notó la diferencia de altura, pero aún así, la de ojos heterocromáticos no se sintió intimidada.

—No quieres hacerlo —aseguró Aemond, viendo cómo los hijos de Rhaenyra eran apresados por unos guardias—. Recapacita sobre lo que eres capaz de hacer.

Entonces, Alyssa le sonrió, y Aemond creyó que no era ningún peligro. Pero se equivocaba. La Targaryen le dio un fuerte golpe en el pecho, logrando quitarle la respiración. Sonrió satisfecha por el resultado.

Los padres de aquellas tres niñas, si bien se sentían enojados por la provocación de Aemond, también estaban muy orgullosos de Aemma, Rhaena y Alyssa.

—¿Estamos golpeando a Aemond? Quiero intentarlo —dijo Rhae, haciendo que Aegon se diera otro golpe en la cabeza. Ella y su hermana lo seguían manteniendo contra la mesa, tomándolo por el cabello.

—Suéltenlo —pidió Alysanne al percatarse de ello, hablando con mucha seriedad. Daemon quiso reprochar aquella orden, pero la mirada de su esposa lo hizo callar.

Entonces, se volvió a oír a Aemond, quien había sido recriminado por su madre y se defendía.

—Solo expresaba lo orgulloso que estoy de mi familia. ¡Aunque mis sobrinos no lo estén tanto de la suya! —alzó la voz, continuando las provocaciones.

Alyssa era retenida por Daeron para que no continuará con los golpes. Aemma y Rhaena también eran controladas por la autoridad de su madre.

Quien sí logró escaparse de su guardia, y paso por alto el pedido de su madre, fue Jacaerys, aunque no pudo lograr mucho, ya que Daemon intervino finalmente, calmando a los príncipes.

—Alto —ordenó tan solo una vez, haciendo retroceder a Jace con facilidad.

Rhaenyra les ordenó a sus hijos ir a sus aposentos de inmediato, y Alysanne con una simple mirada les hizo saber a sus hijas que debían hacer lo mismo.

Entonces, Alysanne y Daemon avanzaron hacia Aemond, quedando frente a él uno a lado del otro. Este también se rindió, y miró a su tía una última vez antes de irse. Él quería hablar con la reina de los dragones, volver a oír sus historias y enseñanzas, quería que todo volviera a ser como era antes, más sencillo. Pero pronto se resignó ante esa idea. Aún así, el demostró una última muestra de respeto.

—Lo lamento —pidió, tomando la mano de la reina de los dragones. Alysanne lo observó un par de segundos antes de cubrir su mano con la suya.

—Siempre es el mismo error, Aemond... —le hizo saber, haciendo que bajara la mirada.

La Velaryon tomó con su mano libre la mejilla de su sobrino antes de dejar un fugaz beso. Aemond lo apreció, por lo menos ella no lo odiaba.

Cuando el príncipe se alejó del salón, Daemon volteó a mirar a sus esposas con una expresión divertida de: "¿Vieron a ese muchacho? Demente". Toda la situación había sido muy entretenida para él.

El dragón también salió del lugar poco después, teniendo intenciones de "hablar pacíficamente" con su sobrino.

Alysanne se mantuvo con Rhaenyra, quien había estado muy angustiada. Acarició su vientre abultado y besó su frente, recordándole que todo ya se había terminado.

Alicent se acercó a pedir disculpas.

—Será mejor que volvamos a Rocadragón —expresó la heredera al trono.

—Acaban de llegar —mencionó Alicent, tomando la mano de su antigua amiga.

—Llevaré a los niños a casa —expresó, aceptando el contacto de la reina—. Después, podremos volver aquí en dragón.

Esa fue una pequeña alusión al pasado, a las escapadas que Rhaenyra daba en su dragón, y cómo Alicent siempre la esperaba a su llegada.

—Al rey y a mí nos complacería —expresó Alicent con una sonrisa.

Rhaenyra asintió antes de irse, siendo seguida por sus hijos y prometidas, aunque una de las dos no fuera específicamente con ellos.

Alysanne prefirió quedarse un poco más, notando como la última de sus hijas no se había movido.

—Ellos se quieren —susurró, viendo a Daeron y Alyssa juntos, cómo él le daba su paz.

Alicent, que entendía que le hablaba a ella, respondió: —Son de las uniones más puras que he podido ver.

Estuvieron un poco en silencio, hasta que Alysanne decidió ponerle fin, como a muchas otras cosas.

—¿Quieres realmente unir a nuestras familias, Alicent? —preguntó, velando por la sinceridad. Ella volteó hacia su dirección.

—Lo ocurrido en Driftmark es uno de mis mayores errores —le expresó—. Solo quería proteger a mi familia. Pero fui demasiado lejos.

—Debo pedirte perdón —admitió, observando el brazo derecho de la reina con verdadero arrepentimiento—. No me medí, también quise proteger... vengar a mi familia.

—Olvidemos todo ello —pidió—. Alysanne, fuiste una gran compañía el tiempo que te mantuviste en la corte, fuiste mi amiga —recordó, cubriendo con ambas manos la de Alysanne—. Además, yo realmente quiero mucho a tus hijas, y pido por su dicha de corazón —aseguró, dándole una breve mirada a Daeron y Alyssa—. Dejemos estos conflictos, permitamos que el amor de nuestros hijos borre el pasado.

Alysanne lo pensó demasiado. Entendió que regresar a la Fortaleza Roja siempre significaría muchos cambios, probablemente demasiados peligros. Pero no estaba segura de si se arrepentía. Sabía que su pequeña amaba a Daeron, que vivía esperando una de sus cartas, al igual que entendía que el amor de Rhaena por Aemond jamás se había ido. Agradeció que por lo menos Aemma estuviera bien con Jace.

La heredera del mar dejó de observar el brillo en los ojos de los más jóvenes, y dirigió su entera atención a Alicent para dejarle en claro su posición.

—Apoyaré cualquier decisión de Alyssa, y si su decisión es Daeron, seré la primera en celebrar su felicidad —expresó, haciendo que Hightower se sintiera mejor. Había podido contribuir en la dicha de su hijo—. Pero, alteza, no creo que nuestra relación pueda mejorar. Lo que se ha roto jamás puede volver a quedar como antes.

—Entiendo... —expresó, bajando la mirada.

—Regresaremos a Rocadragón aún así, el compromiso podrá confirmarse pronto —informó—. Estar aquí resulta, algo peligroso.

—¿Por nuestros hijos?

—Me da pavor pensar que Rhaena pueda volver a pensar en Aemond —confesó—. Quiero mucho a tu hijo, Alicent, pero no siento que sea el correcto para Rhaena.

—Es comprensible —calmó, entendiendo cómo era su descendiente. Aemond podía lastimar mucho a la pelinegra con su imprudencia y falta de control a pesar de amarla.

—Cuando Alyssa esté decidida, regresaremos.

—¿Cuándo se irán?

—Por la mañana.

Y la mañana de ese día todo debería concluir, y por la noche la Casa del Dragón empezaría a consumirse en las llamas que un fallecimiento encendería. Pronto la Danza de los Dragones iniciaría, y tan apacible como la de aquella noche no sería.

¡la reina de los dragones ha hablado, tus votos y comentarios ha ordenado! 🔥

la muerte de viserys la estoy atrasando una noche, para poder desarrollar unos momentos con más calma.

el caos está cerca cerca cerca, ¿listos?






































































































































J E M I I S A 🦋
03 / 12 / 2022

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