vii. obstinacy

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⸙ ࣪ ۰ ‣ CAPÍTULO SIETE
⚔️   obstinación  🪙

todos quieren ser amos y ninguno el dueño de sí mismo

Cuando la reunión con el príncipe Daemon terminó, Lord Corlys salió del salón, dejándolo pensar en un ambiente calmado y acogedor, creyendo erróneamente que se quedaría solo.

—Siempre es, confuso verte. —Pero su hija prefirió mantenerse ahí.

—En esta oportunidad no te busqué —dijo, recordando lo que la Velaryon le había ordenado hace un tiempo—. Ni en la anterior.

—Al parecer soy yo quien incumple su palabra —murmuró, tomando asiento en donde anteriormente había estado su padre—, intentando ayudar.

—¿Quieres hablar? —preguntó el Targaryen, sentándose nuevamente.

—Hablar está entre las cosas que quiero —respondió antes de soltar un largo suspiro—. Lo que ocurrió en, Rocadragón, no era así como lo había planeado.

—Fue magnífico para mí —contradijo sin pena y con una sonrisa de lado.

—Fui para ayudar a Rhaenyra, para recuperar lo que habías hurtado —aclaró—. Lo que ocurrió estuvo completamente mal por demasiadas razones. Tienes una esposa, y no sé con sinceridad si ahora ya tienes dos, pero eres un hombre comprometido y yo una dama que no quiere su reputación hecha trizas.

—Podemos arreglar ese punto —murmuró, fijando su mirada cazadora en ella—. Podemos concretar esta alianza con un...

—No —le impidió terminar, entendiendo sus intenciones. Aunque le emocionarán de cierta manera que se recriminaba, no iba a acceder—. Para empezar, esta alianza no debe hacerse, Daemon. Mi padre se ha vuelto loco desafiando al rey de esta manera.

—Si no me informaron mal, mi hermano fue quien inició todo al no tomarte como su esposa.

—De igual forma, iniciar una guerra sin la ayuda del rey es una... Es arriesgado.

Daemon se puso de pie, decidiendo aproximarse. Su acercamiento hizo que Alysanne se alterará aún más, verla arrodillarse frente a ella la desconcertó.

—No requerimos del rey, tu familia no lo necesita. Los ayudaré y demostraremos que su ayuda da lo mismo.

—Por favor —pidió—, niégale tu apoyo, no provoques la guerra. No hagas que mi familia, mis hermanos y mi madre se vean envueltos en el contexto tan oscuro de una guerra.

—La guerra ya se inició, querida Alysanne —comentó, tomando su mano y dejando un corto beso en el dorso de esta—, debemos afrontarla.

Años después

La Triarquía se había vuelto más fuerte con el paso del tiempo, pero por los esfuerzos de la Casa Velaryon y Daemon Targaryen, no habían logrado mayores. Escondidos en las cuevas de Bloodstone, los corsarios reducían la amenaza de los dragones. Sus mercenarios se movían rápida y ruidosamente.

Las fuerzas Velaryon habían sufrido muchos golpes a lo largo del tiempo sin importar lo mucho que habían planeado e intentado.

. . .
FLASHBACK

—¡No puedo! ¡Es inútil!

—Alysanne, tienes que seguir intentándolo —pidió Daemon, dejando caer su cabeza hacia atrás, golpeándola contra la pared.

—¡Estamos de prisioneros en una maldita cueva! ¡Con las manos atadas y sin ninguna posibilidad!

—Existe una posibilidad. Por los Siete Reinos, alcanza la daga.

—Mis piernas no llegan, Daemon —recordó cansada.

Las lágrimas quisieron salir de sus ojos azules, pero se autocontroló.

—Tu familia ha de estar viendo la manera de salvarte, pero puedes hacerlo sola.

—No es cierto —murmuró bajoneada, queriendo olvidar lo que estaba ocurriendo en esos instantes, queriendo regresar a casa—. No soy capaz, jamás debí venir.

—Por favor, Alysanne. Te has convertido en muy poco tiempo en una buena guerra. Eres una increíble jinete de dragones, y has sabido liderar las tropas que te han dado. No te subestimes.

La Velaryon soltó un fuerte grito, sin soportar la presión que sentía. Le dolían las muñecas por lo mucho que se había intentando mover, le dolía todo el cuerpo por los golpes y estaba muy cansada mentalmente.

Pero Daemon podía tener razón. Ella tenía la capacidad de salvarse sola.

Y así lo hizo.

. . .

Transcurrieron muchos momentos de discordia y desconfianza, pero aún así lo seguían intentando.

Alysanne Velaryon, por su parte, seguía en la guerra pese haber tenido muchas dudas. Se había quedado a continuar acompañando a su padre y hermano en los Peldaños de Piedra, como una guerrera más, siendo ayudada y entrenada por el mismo Daemon, a quien tampoco dejaba solo en sus incursiones.

Pasaron muchas situaciones difíciles, pero la obediente y sumisa Alysanne se volvió una feroz guerrera y domadora. Ella participaba en lo que era necesario, se había vuelto obstinada, ya no dejaba que nadie le ordenará, ahora ella lo hacía.

—¿Mandó una carta? —preguntó enojada, entrando a la tienda de campaña de su tío—. ¿Con el permiso de quién se atrevió a hacerlo? Puede ser el hermano de la Serpiente Marina, pero no debe olvidar su lugar.

—Lo mismo le digo, lady Alysanne —respondió Vaemond Velaryon.

—Yo cumplo con mis obligaciones, defiendo a mi Casa y no me sobreestimo como usted lo está haciendo. Actuó sin el permiso de mi padre, y envió una carta al rey.

—Pienso en nuestra Casa —dijo, alterado—, ¡estamos perdiendo la guerra! Y aunque les duela en el ego, necesitamos de la ayuda del rey.

—¡No necesitamos de nadie! —contradijo, lanzando a un lado los papeles que había sobre la mesa de Vaemond—. Sus acciones tendrán repercusiones, se lo aseguro.

Alysanne salió de la carpa de su tío llena de furia, sus ojos reflejaban un violeta intenso y al igual que ella, su dragón despertaba más que listo para luchar.

Pero entonces, a mitad de camino, alguien la detuvo.

—Alysanne —llamó su hermano menor, asustándose con lo que vio en su hermana cuando dio vuelta. Él ya la había visto muy furiosa, pero en esa oportunidad era diferente—. ¿Alysanne, estás bien?

—Necesito hacer algo justo ahora, Laenor —comunicó, intentando irse una vez más.

—No en este estado —negó, tomándole el brazo—. He podido ver cómo el enojo no es tu mejor compañía, cómo puedes actuar erróneamente por su culpa.

—Laenor, no te estoy pidiendo una reflexión acerca de mí. Solo déjame.

—Eres mi hermana, no dejaré que te lastimes de alguna manera. Puede que hayas cambiado en muchos sentidos, pero siempre serás la familia que amo y siempre protegeré.

Y sus palabras de inmediato despejaron la neblina que envolvía las ideas de Alysanne.

Situados en Dwarfstone, todos habían tenido que madurar para poder enfrentar lo que venía.

—Gracias —murmuró luego de varios segundos en los que tomó consciencia. Lo envolvió en un abrazo—. Siempre tan entrometido.

—Oh... así me amas —aseguró con una pequeña sonrisa.

Y mientras platicaban amenamente como nadie en el lugar hacía últimamente, Alysanne dejó atrás los recientes problemas que había descubierto, y su hermano intentó con éxito olvidar por lo menos un segundo los problemas de su corazón.

A la mañana siguiente, todos los guerreros y comandantes de la guerra se reunieron a planificar sus estrategias.

—Tenemos 16, tal vez 18 barcos que pueden navegar, a 700 soldados y 60 caballeros. Los alimentos escasean, excepto por lo que podemos pescar del mar. Yo diría que tenemos dos semanas o un poco más si racionamos. Escribí a Driftmark para que envíen más barcos, pero están a semanas de aquí. Nos tambaleamos y la Triarquía lo sabe. Debemos intensificar el ataque. Sigan enviando a los dragones.

—Es inútil, padre —contradijo Alysanne—. El Alimenta Cangrejos creó un paso estrecho aquí, entre estas dunas —explicó, moviendo los puntos en el mapa para graficar lo que decía—. Los arqueros tienen la posición elevada y los soldados controlan el terreno.

—Los atacamos con dragones una y otra vez, pero se esconden en las cuevas —mencionó Laenor.

Todos recordaron las varias veces que Daemon Targaryen y Alysanne Velaryon habían volado sobre el lugar, causando varios destrozos, pero saliendo también lastimados.

—Los dragones podrán rondar Bloodstone hasta que caigan del cielo, pero el Alimenta Cangrejos y sus hombres no tienen razón para salir —comentó Vaemond, uno de los principales dirigentes de la lucha.

—Debemos darles una —dijo Alysanne con intenciones de explicar la estrategia que había estado pensando junto a su hermano la noche anterior—. Una ofrenda de carne para atraer a los cangrejos.

—¿Quién?

—¡Un dragón regresa! —informaron antes de que Caraxes pasará sobre sus cabezas.

—Si, ¿quién? ¿Qué hombre iría con gusto a su muerte? —insistió Vaemond, haciendo que lady Alysanne lo mirará despectivamente—. Muéstrame al caballero que marche hacia ese infierno y te mostraré a un demente.

—Nadie habló de un hombre —dijo Laenor.

—Tienes frente a ti al demente —contestó Alysanne, refiriéndose a ella con una falsa sonrisa—. Me he peleado esta guerra, y no pienso dejar que se pierda si podemos hacer más. Nosotros, sin la ayuda de externos, podemos hacerlo.

—No irás, Alysa —detuvo Lord Corlys, llamando la atención.

—Tengo la capacidad, la determinación, y aún si muero, estaré complacida por la causa.

—¡¿Por qué deberíamos confiar en una mujer?! —cuestionó el hermano de la Serpiente Marina, dirigiéndose a los guerreros.

—Sangre o no, Vaemond, no te dejaré iniciar una revuelta. —Corlys Velaryon le puso un alto, tomando su brazo amenazante.

Daemon para ese entonces ya había llegado al consejo de guerra, causando un silencio.

—Si no toma el control de esta guerra, mi lord, los cangrejos pronto nos cenarán a todos.

—Habla de control, ¿pero qué es lo que hace a escondidas, lord Vaemond? —encaró Alysanne—. ¿Correr asustado por ayuda?

Todos miraron al Velaryon con confusión, sin entender a qué se refería la única mujer presente. Daemon, por su parte, solo miró a Alysa con maravilla, pues a ella no le había temblado la voz ni un segundo al decir tal acusación, se mantenía firme con la cabeza en alto.

Entonces, guardias de la Fortaleza Roja llegaron a Dwarfstone de repente.

—Lady Alysanne, traigo noticias de su majestad, Viserys Targaryen —llamaron, haciendo saber a qué venían—, el primero de su nombre, rey de los Ándalos, de los Rhoynar y los primeros hombres, señor de los Siete Reinos y Protector del Reino.

La introducción había sido larga, pero la tarea pequeña; entregar una carta. Alysanne quiso tomar aquel papel, pues se habían dirigido a ella, pero Daemon fue más rápido.

Alysanne dejó que él fuera el primero en leer el contenido, siendo que se tomó su tiempo. Cuando concluyó, le pasó la carta a su verdadera dueña.

La Velaryon leyó en aquel papel que su pedido por ayuda había sido atendido, que esperaba que las cosas se solucionaran y que ella siempre podría contar con el apoyo de la corona.

El revoltijo de sentimientos por el que pasó Alysanne fue chocante, y este solo aumentó más cuando Daemon empezó a atacar al enviado del rey, descargando con él su ira.

—¡Daemon! —llamó la de cabellos plateados, siendo la primera en intentar calmarlo—. ¡Es suficiente, déjalo!

—¡¿Tú pediste ayuda?! —le preguntó, enfrentándola. Caminó hacia Alysanne, pero aún así ella no retrocedió—. ¡¿Fuiste tan cobarde?!

—¡No lo hice! —aclaró, empujándolo por el pecho cuando se acercó demasiado—. Y no puedo creer que consideres esa posibilidad, ¡desde que esto se hizo real, no he tenido más propósito que el de ayudar, que estar a lado de mi familia! ¡Jamás los traicionaría de esta manera sabiendo lo que significa!

Daemon entonces desvió su mirada y enojo hacia alguien más; Vaemond Velaryon. Pero en vez de actuar con más violencia, prefirió retirarse y hacer por su cuenta lo que fuera necesario.

Todo el espacio volvió a sumirse en el silencio.

—¿Está contento ahora? —le preguntó Alysanne a su tío—. No puedo creer que lo haya hecho, que haya actuado en mi nombre, que no haya tenido la valentía de, por lo menos, hacerse cargo de sus acciones.

—¿Tú lo hiciste? —preguntó Lord Corlys, queriendo asegurarse de lo que decía su hija.

—Solo velo por nuestra victoria, mi señor.

Y eso enfureció a la Serpiente Marina, quien atacó a su hermano físicamente.

Alysanne no soportó más violencia y siguió el camino que había tomado Daemon, esperando poder hablar con él. Se sentía mal por el hecho de que el Targaryen realmente la hubiera creído culpable, pero aún así quería estar para él y evitar que hiciera cualquier locura.

Aunque podría ser muy tarde.

Cuando lo buscó, no lo vio por ningún lado. Vio la orilla vacía, ni un pequeño bote ahí, y entonces su mirada se fijó en la isla que tenía enfrente, en donde estaban sus enemigos.

La respuesta a su interrogante apareció de inmediato, y su preocupación no pudo ser mayor. Ella conocía a Daemon, y sabía que daría su vida por la batalla para que su hermano no tuviera que apoyarlo, sabía que era tan valiente como imprudente.

Su mente se nubló tanto en ese instante por la preocupación, por el miedo que le daba pensar en lo que le podría pasar al Targaryen, así que hizo lo que pudo. Corrió hacia donde el consejo de guerra e informó lo que ocurría.

—¡Debemos atacar! ¡Ahora!

Sus palabras habían causado revuelo, pero sin la autorización de su padre, nadie podía seguirla.

Pero era claro para Lord Corlys que el momento de concluir con esto, había llegado.

Alysanne, sin esperar órdenes, fue rápidamente por Rhagar, encontrándose a Caraxes y otros dragones cerca. Montó a su dragón, pero antes de emprender vuelo, miró a todos los seres ancestrales y pidió:

—¡Ayúdenme a conseguir la victoria, a salvar a mi precipitado príncipe!

Ella emprendió vuelo sin esperar una respuesta clara, y al tomar altura, pudo ver lo que ocurría en la isla; todos iban por Daemon. Pero ahora, ya no estaba solo.

Caraxes lideraba el grupo de dragones con los que contaba la casa Velaryon en la guerra, acatando el pedido de Alysanne, volando detrás de ella y Rhagar.

Al verlo rodeado de tantos enemigos, el instinto de la Velaryon solo la hizo decir una cosa:

—¡Dracarys!

La mayoría de quienes quisieron atacar al Targaryen, ardieron de inmediato, los que estaban en tierra y los arqueros de las alturas. Alysanne con los dragones, al igual las tropas de su familia, no pararon hasta destruir a todos.

Laenor, con su dragón, también ayudó a incinerar a quienes pudo, disfrutando de aquella sensación de poder y libertad que le transmitían.

Fue una auténtica masacre. Hubo una lluvia de sangre en toda la isla, pero valió la pena todo el combate, pues Daemon, bañado en sangre, apareció poco después con una parte del cuerpo del Alimenta Cangrejos y su arma, indicando el fin de la guerra.

Fue entonces que Rhagar aterrizó por órdenes de Alysanne, al igual que Caraxes, dejando bajo sus garras los cuerpos de varios partidarios del bando enemigo. Los demás dragones siguieron sobrevolando el lugar, esperando nuevas órdenes.

Ella descendió de Rhagar, y se fue acercando a Daemon sin importar la algarabía que se formaba a su alrededor. Él hizo lo mismo, dejando caer el cuerpo de su enemigo y guardando su espada sin fijarse en los demás.

—Ganamos —dijo Daemon como si no estuviera claro al estar a pasos de la Velaryon—, sin la necesidad de Viserys.

—¿Todo la preocupación que me causaste para demostrarlo? —preguntó, sintiendo sus ojos llenarse de lágrimas—. Creí que te perdería, la sensación fue... Terrible.

—Al menos ya sé que te importo.

—Nunca vas a cambiar —susurró, negando con la cabeza. Se sentía tan confundida en ese momento por lo que su corazón quería, pero su mente aún no permitía.

—Tienes una flecha en el hombro —mencionó Daemon, acariciando con el dorso de su mano el rostro suave de Alysanne.

—Tú tienes dos —dijo, alzando la mirada para poder verlo, para confirmar que realmente estaba frente a ella, vivo.

La situación no era la mejor, era en realidad la peor circunstancia en la que Alysanne pudo haber confirmado a sinceridad lo que sentía.

Ambos se quedaron en silencio, y sus frentes descansaron juntas segundos después. Sus respiraciones se mezclaron y sus corazones se tranquilizaron. No tuvieron más acercamiento, pero fue la imagen perfecta. El caos detrás de ellos no impidió que estuvieran uno con el otro, no permitirían que nada lo hiciera.

¡voten y comenten! ⚔️❤️

¿lindos? lindos. 🤧

























































































































































JEMIISA ©
05/11/2022

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