xv. family

Màu nền
Font chữ
Font size
Chiều cao dòng

⸙ ࣪ ۰ ‣ CAPÍTULO QUINCE
⚔️   familia  🪙

tiene poder aquel en quien la masa cree

—Su nombre es Aemma Targaryen, en honor a la difunta y amada reina.

Alysanne dio paso hacia al frente, mostrando su hija al rey, una pequeña de ojos claros y cabello plateado, digna descendiente de la Antigua Valyria.

—Verdaderamente hermosa —hizo saber el rey, de pie frente a su trono—, al igual que su nombre. Ojos tan celestes como el cielo, piel tan blanca como las nubes, será digna de ser llamada la Señora de los Cielos al crecer.

Alysanne asintió con la cabeza, agradeciendo su consideración. El rey le dio una señal para que se acercará, lo que hizo. Él pidió tomar entre sus brazos a la niña, logrando detallar mejor las características de su sobrina. La heredera del mar descendenció las escaleras una vez más luego de encargársela. Tomó de los brazos de Daemon a Rhaena para que fuera su turno. El príncipe ahora sostenía a Alyssa mientras miraba receloso como su hija reía con su hermano.

—Su majestad —pidió la atención, siendo escuchada no solo por el rey, si no la familia real, incluido el hijo pequeño de Rhaenyra que alzaba en sus brazos, y toda la corte que había venido a presenciar el momento—. Ella es mi pequeña Rhaena Targaryen, su nombre proviene de la princesa Rhaenys, mi madre, y también se relaciona con el de la futura reina Rhaenyra.

Toda la corte se llenaba de murmullos, por supuesto malintencionados. Ninguno concebía la idea de que aquella niña fuera tan diferente a su familia.

—Siempre alguien debe marcar la diferencia —habló el rey, deteniendo los murmullos—, y esa será Rhaena. Una dama excepcional, al igual que su madre.

Alysanne le agradeció con una ligera sonrisa antes de besar la mejilla de su hija, asegurándole una vez más que estaba con ella, a pesar de que aún no tuviera consciencia de ello. 

Segundos después de que, incentivados por los aplausos de Laenor, todos hicieron ruido para celebrar las mellizas, Daemon fue quien presentó a la última de sus hijas, quien acababa de despertar de su sueño sin causar mucho escándalo. Al parecer, a ella le gustaba la atención, o eso aseguró Daemon ante su calma. 

—Majestad —inició, alzando a su hija de forma inclinada para que pudieran verla—, mi hija. Su nombre es Alyssa Targaryen, tal y como nuestra madre.

El rey bajó las escaleras ante lo oído, teniendo cuidado por la niña que sostenía. La dejó en brazos de su esposa, quien estaba más cerca, apresurado por conocer a Alyssa. Alicent, incómoda, tuvo que sostener a Aemma, pero Alysanne, al notarlo, le pidió a Laenor con una mirada que se hiciera cargo.

—Tiene... Tiene sus ojos —dijo Viserys al estar frente a Daemon, observando a la bebé con mucha melancolía. Ella, como el rey decía, tenía los ojos de color dispar, uno violeta y el otro verde, como la difunta princesa Alyssa.

Ella era la más peculiar de todas sus hermanas. Ninguna tenía los ojos violetas, y mucho menos verdes. Ninguno en su familia en realidad.

—Un nombre perfecto para ella —dijo—. Todos sus días del nombre serán celebrados a lo grande mientras esté en mis manos —prometió, mirando a los padres—. Ella es, la princesa de la vida.

Viserys se sintió muy conmovido con la pequeña, ver a las tres niñas había sido una dicha muy grande para él.

—Han hecho un gran trabajo —felicitó, viéndolos convertidos en una familia—, a pesar de todo.

—Gracias, su majestad.

El banquete que continuó fue una gran celebración. El Patio Real se convirtió en una fuente de alegría donde todos sintieron la paz y tranquilidad de los niños.

Aemma, Rhaena y Alyssa fueron cuidadas bajo el viejo árbol junto a los hijos del rey; Aegon II, Aemond, Helaena y Daeron, y el hijo de la princesa; Jacaerys.

Alysanne tuvo la posibilidad de conocer a todos los príncipes y compartir un poco con ellos. Jamás creyó que los niños fueran lo suyo, aunque, tampoco había creído que se volvería experta empuñando una espada.

Por un lapso corto de tiempo, todos en la Fortaleza pudieron disfrutar de un poco de paz. A quienes la gente llamaba, los Verdes y los Negros, se unieron y pasarán un grato momento. Igual, las cosas no podrían volverse tan malas... ¿o si?

Alysanne y Daemon habían pasado tres de los primeros años de sus hijas en la Fortaleza Roja, haciendo que el rey pudiera cumplir con su palabra. Había sido cómodo y muy ameno. Alysanne había podido acompañar a su Nyra en el parto de su segundo hijo, Lucerys Velaryon, quien al igual que su hermano mayor, o la pequeña Rhaena, carecía de las características Targaryen.

Poco después, habían decidido que era tiempo de regresar a la aventura. Estuvieron un corto tiempo en Rocadragón, encontrándose con la noticia de que Laena estaba conociendo a alguien. Ella se había encargado del lugar muy bien, todos los días ahí eran muy placenteros, por lo que señores en todos los Siete Reinos venían a visitarla muy seguido, dando de paso una mirada a los dragones que Alysanne y Laena habían reclamado de las cuevas, y resguardaban el lugar, sobrevolando cada poco.

Alysanne sabía que, aunque los dejará en libertad, ellos siempre volverían. Estaban unidos a ella.

Los esposos entendieron pronto que su presencia no era muy requerida en Rocadragón, así que dejaron a Laena continuar encargándose, siendo que también contaba con la compañía de Lord Corlys y la princesa Rhaenys, pues muy seguido la visitaban, al igual que a Laenor en la Fortaleza Roja.

Alysanne y Daemon iban en sus dragones de un lado a otro, consiguiendo más de aquellos fantásticos animales y aliados. Alysanne con Aemma y Rhaena bien aseguradas en Rhagar, y Daemon con la ya no tan pequeña Alyssa en Caraxes. Ala de Plata y Caníbal, mucho más domado, iban detrás de ellos, cargando sus equipajes y los aún pequeños dragones de las niñas, en excepción de Rhaena, pues su huevo de dragón no había eclosionado.

Ya habían conocido varios lugares, hasta las ciudades libres, visitando Pentos, Volantis, Qohor y Norvos. Pentos había sido el lugar que a Alysanne más le había gustado de Essos, por lo que regresaban un par de veces en el transcurso de los años.

Las niñas habían crecido en un ambiente lleno de aventuras. Valientes, no le temían al fuego de los dragones o a las tormentas en el mar. Eran una divinidad para Daemon, y una bendición para Alysanne.

Así, pasaron 10 años entre ideas y venidas. Aumentaron su descendencia y herencia en dragones y navíos, se habían vuelto una de las familias más poderosas y respetadas. Alysanne era reconocida en todo Westeros como la Reina de los Dragones y la Heredera del mar, y al igual que su esposo e hijas, era muy considerada por la gente.

Su última parada fue la Fortaleza Roja. Mientras ella se quedó ahí por un tiempo junto a Rhaena y Alyssa, Daemon partió para forjar más alianzas con Aemma, su hija mayor.

.
.
.

FLASHBACK

—He pasado aquí toda mi vida, y aunque ya no temo dejar este lugar, creo que es indicado para hallar finalmente estabilidad.

—Tenemos estabilidad, Alysanne. No necesitamos depender de nadie

Alysanne se mantuvo en silencio, guardando sus opiniones y una de las verdaderas razones que tenía para quedarse en la Corte.

Pero Daemon lo sabía. —Solo quieres estar a lado de Rhaenyra.

—No podemos dejarla sola mucho más tiempo.

—No puedo estar a su lado, no de la manera que quiero —dijo, exaltándose—. Me iré con Aemma, ella estará bien.

—Daemon...

—Si tú no puedes dejarla y estás dispuesta a reprimir todo lo que sientes, está bien. No planeo juzgarte. Pero yo me iré.

.
.
.

MESES DESPUÉS

—¿Mamá, la princesa está bien?

—Eso estoy rogándole a los Siete —respondió Alysanne Velaryon, apretando sus manos en puños nerviosa—. Ella pidió que nadie entrará, puede ser muy terca a veces.

—¿Estará bien? —insistió Alyssa, tomando la tela del vestido de su madre—. Rhaenyra es muy buena conmigo, no debería estar sufriendo.

Y es que sus gritos de Rhaenyra Targaryen se oían hasta afuera de la habitación que usaba para dar a luz. Ella ya había concluido la gestación de su último hijo con Laenor.

—¿Pequeña, qué haces aquí? —preguntó a su hija al pensar mejor en ese detalle, agachándose hasta su altura—. ¿No deberías estar en la fosa de dragones con los demás?

—Supe que estarías mal, por lo mucho que quieres el bienestar de Rhaenyra —respondió, colocando su mano en la mejilla de su madre—. No quería dejarte sola.

—Bueno, tu tardón tío pronto vendrá —dijo antes de dejarle un beso en la frente y enderezarse—. Prepárate para ir al Poso de Dragón con tu hermana y los príncipes, ¿si?

—Ellos están en el salón de la princesa, esperando por su mamá con un huevo de dragón —aclaró, tratando de estirarse lo más posible para no quedar tan pequeña ante su imponente madre.

—¿Ya lo han elegido? —le preguntó mientras acariciaba su mejilla. Alyssa asintió—. Bueno, entonces ve a acompañarlos, han de sentirse muy nerviosos.

—¿Crees que podré ayudar? —preguntó, creyendo que en esa situación difícilmente podía apoyar a su madre, pero a dos niños menos maduros no.

—Eres la mejor en eso, Alyssa —le hizo saber con una sonrisa—. De seguro Rhaena está entrando en crisis con ellos.

Alyssa, conociendo a su familia, supo que era lo más seguro, así que obedeció a su madre y fue hacia donde los príncipes y su hermana mayor.

La Velaryon se quedó mirando cómo su hija se iba con la mente distraída en lo que se encontrará por el pasillo. Su niña era muy observadora y pacífica, madura a su corta edad.

Todas sus hijas eran muy distintas entre si. Alyssa, por su parte, era quien mantenía la unidad, como Alysanne con sus hermanos. Rhaena, por otro lado, sabía bien cómo poner los nervios de punta, dominante y un poco intensa. Su melliza Aemma, como la mayor por minutos, era una reflejo de la difunta reina, considerada, dulce y muy amable con las personas, pero al igual que su madre cuando maduró, ella tenía una personalidad autoritaria e independiente. Las tres amaban navegar, unas más que otras entrenar, pero el gusto por los dragones era lo que más las unía.

Aemma tenía a Meraxes, nombrado en honor a uno de los grandes dragones de la Casa Targaryen durante la época de la Guerra de la Conquista. Sus escamas eran plateadas, pero sus ojos dorados, había eclosionado años antes de su nacimiento, por lo que ya tenía un tamaño apto para montar. Mientras, Alyssa tenía a Alba, descendiente del dragón Syrax de la princesa Rhaenyra, un peculiar dragón de color morado claro con cuernos y cresta negros, aún era joven y tenía un crecimiento más lento, por lo que podía enroscarse en los hombros de la Targaryen como si fuera una estola.

Pero, Rhaena no lograba tener un dragón, lo que le resultaba muy frustrante siendo que sus allegados contaban con uno. Su madre tenía al deslumbrante Rhagar, su tía al dragón más grande y feroz, Vhagar, su padre a Caraxes, apodado el Anfíptero de Sangre, su abuela igual a Meleys, hasta sus hermanas a pequeños dragones que pronto crecerían. Pero ella no lo lograba, ninguno de los huevos de dragón que le daban podían abrirse.

Alysanne, pensando en sus retoños, se había distraído un poco. Pero la llegada de Laenor justo cuando una sirvienta salió, indicando que la princesa ya había dado a luz a otro niño, la regresó a la conmovedora realidad.

Alysanne se tomó la libertad de entrar minutos después de felicitar a su hermano y celebrar con él, viendo de inmediato a Rhaenyra vestirse mientras una de las sirvientes tomaba al bebé.

—¿Pero qué es lo que haces? —le recriminó, aproximándose de inmediato. Su alegría se había vuelto confusión.

—Fue un niño —comentó, queriendo desviar la atención—. Cárgalo, amará conocer a su tía.

Alysanne dudó, pues quería enfocarse en Rhaenyra, pero cuando le entregaron al bebé, sintió un dulce amor por el nuevo hijo de la princesa.

—¿A dónde crees que vas, Rhaenyra? —le cuestionó al verla limpiar su sudor mientras seguían ayudándola con el vestido—. Debes descansar en esta condición.

—Culpa a tu amiga la reina —dijo de mala gana—. Solicitó que fuera llevado de inmediato.

Alysanne se quedó boquiabierta. No podía creer que Alicent hiciera eso, con qué estúpida necesidad.

—No tienes que ir —le dijo, notando su gran esfuerzo para mantenerse en pie—. Es innecesario que hagas todo esto. Ella puede venir.

—No, si eso es lo quiere, pues que lo tenga —habló, terminando de ser vestida. Ella tenía maneras raras de reaccionar.

Alysanne entendió que no podría detenerla, así que, aún con el bebé en brazos, tomó un pañuelo y la ayudó a limpiar su rostro sudoroso, pasando con cuidado el trapo sobre su suave piel.

—Eres muy fuerte, necia, pero muy fuerte, Nyra —le dijo, recibiendo su sonrisa en gratitud—. Aún muy hermosa... —añadió en un susurro mientras acariciaba su rostro con el dorso de la mano, haciendo que sus corazones se acelerarán.

Seguían sintiendo lo mismo de antes, de siempre.

La mucama una vez más repitió el pedido de la reina, y ambas tuvieron que reaccionar. Salieron de aquel espacio para el parto, llegando a la sala en la que se encontraba la puerta. Fue ahí que Laenor entró.

—Un varón —dijo emocionado—. Bien hecho.

—Si —dijo Rhaenyra de no tan buen humor, yendo del brazo de Alysanne hacia la salida. Era la Velaryon quien aún cargaba al bebé para facilitarle más las cosas a su Nyra.

—¿A dónde van? —les preguntó al no ver que se detuvieran, yendo detrás.

—Ella quiere verlo —respondió la princesa.

—¿Ahora? —preguntó, sorprendido por su actitud. La mirada de ambas le hizo saber que la respuesta era un "sí"—. Voy con ustedes.

—Eso esperábamos —respondió su hermana.

—Déjame llevarlo —ofreció Laenor, queriendo tomar al bebé sin éxito—. Podrás ayudar más a Rhaenyra sin un niño en brazos.

—Puedo hacer ambas cosas —replicó Alysanne, y Laenor no tuvo más opción que rendirse.

—Por lo menos, tomaré tu brazo —le avisó a Rhaenyra, colocándose a su lado vacío para cumplir con lo que decía.

Los tres dieron unos pasos, hasta que a Laenor se le ocurrió preguntar:

—¿Fue muy doloroso?

—¿Te parece? —respondió su hermana, entendiendo ese infernal dolor—. Solo dio a luz a un ser humano.

—Por los Siete, estás más irritable que Rhaenyra —soltó el Velaryon, ganándose una vez más la mala mirada de ambas—. Siempre contra mí.

—Oh, dioses —susurró Rhaenyra cuando llegaron cerca a las escaleras del Torreón del rey y vieron que habían muchas, muchas, personas hablando.

—Me hirieron con una lanza en el hombro, una vez —contó su esposo.

—Mis sinceras condolencias.

El lugar se llenó de silencio mientras los presentes le ofrecían una reverencia a la princesa.

—Me alegra no ser una mujer —continuó hablando mientras empezaban a subir las escaleras.

Justo ahí, Rhaenyra sintió una fuerte punzada en el vientre, y soltó gruñidos de dolor.

—¿Qué sucede? ¿Qué tienes? —insistió Laenor en saber, preocupándose casi tanto como Alysanne, que entendía el pesar de Rhaenyra.

—Mierda —pronunció la heredera al trono, queriendo desaparecer en ese mismo instante—. Caminen, caminen —ordenó muy decidida.

Laenor y Alysanne se miraron asustados antes de continuar acompañando a la princesa, Laenor alzando un poco el vestido para hacerle más fácil la subida por las escaleras.

—¿Qué es lo que puede querer? —se quejó Laenor de la reina, considerando muy excedente su petición. Pero ambas lo vieron, dándole una respuesta.

La reina, al igual que toda la corte, dudaba de la legitimidad de los niños por sus características tan diferentes a las de los Targaryen o Velaryon. Había ocurrido igual con Rhaena, pero no se había repetido con Alyssa, lo que calmaba las dudas en su situación.

—Princesa, sir Laenor, es un privilegio ser de los primeros en felicitarlos —dijo un Lord a mitad de camino.

—Gracias, Lord Caswell —respondió Rhaenyra con la mayor sinceridad que pudo lograr.

—Si puedo ayudar en algo...

—Podría llegar el día, milord —concluyó la princesa, dejándolo atrás.

Lo que más querían ellos en ese momento era acabar con el tema de la reina para que Rhaenyra pudiera descansar.

—Vamos a regresar —pidió Laenor cuando su esposa se detuvo nuevamente, adolorida—. Ella puede venir a vernos.

—Nyra, tiene razón —apoyó Alysanne, muy inquieta por la salud de la princesa.

Rhaenyra casi accedió, pero al final se negó: —No, a menos que quieran cargarme por estas malditas escaleras.

—Podría intentarlo —dijo Alysanne, haciendo a Rhaenyra negar con la cabeza mientras ocultaba una sonrisa.

Laenor volvió a alzar el vestido de Rhaenyra para los últimos escalones, y continuaron con el trayecto.

—Qué absurdo.

Mientras llegaban, Laenor fingía sonrisas a quienes pasarán dando una reverencia para la madre. Cuando estuvieron frente a la habitación de la reina, Ser Criston Cole les permitió la entrada. Los Velaryon solo lo ignoraron de mala gana.

El Lord Comandante había sido el culpable de la muerte del amado de Laenor, y aunque Alysanne había intentado matarlo, el maldito había sobrevivido, y a pesar de que iban a incinerarlo con sus dragones, él se había salvado por la buena voluntad de la reina y el cariño que Rhaenyra le había tenido. No podían odiarlo más.

Dentro del lugar, la reina, a quién estaban terminando de arreglar, vio sorprendida a la princesa.

—Rhaenyra, deberías descansar después del parto.

—No dudo que lo preferiría, majestad —dijo Rhaenyra, que aún era tomada del brazo por Alysanne mientras Laenor solo se mantenía de pie a su lado.

—Pero cómo si su hijo no está a lado suyo —añadió la descendiente del mar, haciendo a la reina notar su error.

—Debes sentarte —le dijo Alicent a su hijastra—. Talya, trae una almohada para la princesa.

—No es necesario.

—Tonterías —aseguraron las dos mujeres más que habían en el espacio.

Trajeron lo indicado y Laenor ayudó a su esposa a sentarse. Fue cuando su Nyra pudo descansar, que Alysanne le entregó a su niño.

Justo en ese instante, el rey Viserys entró al lugar. —Qué feliz noticia de la de esta mañana.

—Sí, majestad —estuvieron de acuerdo los Velaryon con una sonrisa.

—¿En dónde está? ¿Dónde está mi nieto? —preguntó muy animado antes de que le dieran al bebé. Todos se contagiaron de su felicidad—. Aquí está. Un buen príncipe, fornido. Serás un caballero imponente, ya lo creo.

—¿Ya tiene nombre? —preguntó la reina, haciendo que los esposos compartieran una mirada.

—Joffrey —habló Laenor, deteniendo las palabras de la princesa que mencionaban no haber tocado el tema—. Se llamará Joffrey.

—Es un nombre inusual para un valyrio —opinó la reina.

Joffrey había sido quien Laenor más había amado en todo el reino, y quería honrarlo de alguna manera luego de su trágico destino.

—Creo que tiene la nariz de su padre —comentó el rey luego de haberlo admirado por un tiempo, haciendo al Velaryon sonreír—. ¿No lo creen?

Todo el lugar se quedó en un silencio incómodo poco después.

—Mi rey, su hija ha hecho un esfuerzo heroico y debe descansar —recordó Alysanne, que estaba de pie detrás de la silla de Rhaenyra.

—Por supuesto, lady Alysanne —estuvo de acuerdo mientras su esposa miró al bebé para después cargarlo.

Alicent se alejó con el bebé y Laenor por detrás, mientras Alysanne admiró la relación padre e hija de Rhaenyra y Viserys, cuando él la felicitó.

Pronto, el matrimonio Velaryon-Targaryen salió de la habitación. Alysanne quiso hacer lo mismo, pero la retuvieron.

—Pronto podríamos hacer una cena. Aemond y Daeron se han vuelto, un poco dependientes de las niñas —dio a conocer Alicent.

Los reyes y la ojiazul sonrieron por ello. Si bien los hijos de Rhaenyra no podían tener la mejor relación con los otros príncipes, las hijas de Daemon se llevaban especialmente bien con ellos. Eran el punto medio, no tenían enemistades de ningún lado.

—De seguro Rhaena y Alyssa estarán encantadas.

—¿Sabes cuándo regresará mi hermano? —le preguntó el rey, recordando que Daemon ya estaba lejos de su esposa por más de medio año. Le preocupaba.

—Al parecer Pentos ha sido de su agrado, pero espero pronto su regreso —respondió.

—Todos —añadió Viserys—. Extraño a mi hermano y sobrina, no puedo imaginar cómo te sientes.

—Es, muy extraño sin ellos —admitió, teniendo presente las tantas noches que imaginaba a Daemon a lado suyo, que soñaba con toda su familia unida, sin excepción—. Pero supongo que es mejor quedarme un tiempo aquí, por la estabilidad de las niñas.

Era un detalle que no podía olvidar, ella quería situarse en un lugar, al menos por un corto tiempo, y más aún ahora que sus hijas se habían acostumbrado a la nueva calma que experimentaban. Y si, lo admitía, para Alysanne estar en la Fortaleza Roja con Rhaenyra y Laenor, visitados constantemente por sus padres y hermana, se sentía también como estar en casa, era una sensación reconfortante.

Sin embargo, la Reina de los Dragones no podía dejar de recordar la sonrisa de su hija, la presencia de Daemon y cómo ambos podían hacerla sentir tan dichosa.

—De igual manera, no evito extrañarlos. Son, mi familia.

Alysanne fue hacia el salón de los niños. Se quedó a lado de la puerta y pasó desaparecibida, encontrando a sus hijas, al igual que los príncipes, mirando a sir Harwin cargar al recién nacido de Rhaenyra y Laenor.

—¿Padre, puedo cargar a Joffrey? —preguntó Lucerys Velaryon, queriendo conocer a su hermano.

Laenor negó, pero el pequeño inquieto lo intentó. Alyssa intervino, metiéndose entre el comandante de la Guardia de la Ciudad y Luke.

—Es muy pequeño, lo caerías y probablemente moriría.

—Alyssa, sé un poco más considerada —pidió la Velaryon con dulzura, entrando a la habitación. Ambas niñas fueron hacia su madre, tomando sus manos una a cada lado—. Luke está emocionado, ¿no es así?

Lucerys asintió frenéticamente con la cabeza, haciendo a la Velaryon sonreír.

—Deben regresar a la fosa de dragones —dijo Laenor, tomando a sus hijos por los hombros—. Ustedes también, niñas. Antes de que envíen a buscarlos.

Los cuatro se quejaron, pero Alysanne apoyando a su hermano, no dejó tiempo para excusas. Los niños salieron, al igual que los Velaryon, dándole privacidad a Rhaenyra y Sir Harwin.

Ambos sabían muy bien que entre ellos había algo más que la obligación de Strong de cuidar de la princesa. Laenor y Rhaenyra se habían dado esa libertad al iniciar el matrimonio, y aunque a Alysanne se le revolvía el estómago cada que lo pensaba, nadie podía decir nada. Ninguno estaba en la posición para hacerlo, pues ellos ni siquiera lograban ser una familia.

Tantos errores, tantos pasos en falso habían hecho que aquellas uniones se debilitarás. Lo lamentaban con cada partícula de sus cuerpos, pero así habían ocurrido las cosas, y solo les quedaba afrontarlo.

¡voten y comenten! 💥




















































































JEMIISA ©
16/11/2022

Bạn đang đọc truyện trên: Truyen2U.Pro