quatre. ⁺ ˖˚

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La mañana transcurrió en una especie de trance. Me movía por el apartamento, realizando mis tareas cotidianas con movimientos automáticos. 

Decidí salir a caminar para despejar mi mente. El aire fresco de la mañana me ayudó a calmarme un poco, pero mi corazón seguía sintiendo el peso de su ausencia. Caminé sin rumbo, perdida en mis pensamientos, preguntándome una y otra vez cómo había llegado a este punto. ¿Cuánto tiempo más podría soportar esta vida a medias, viviendo en la sombra de otra? El constante vaivén de la esperanza y la desesperación me dejaba exhausta, como si cada paso que daba me alejase más de una solución.

El parque estaba tranquilo, con apenas unas cuantas personas paseando y niños jugando. Me senté en un banco, observando a las parejas y familias que pasaban, envidiando su felicidad sencilla y completa. Me pregunté si alguna vez podría tener algo así con Joohyun, o si siempre sería la otra mujer, la sombra en su vida. Las risas de los niños y las conversaciones de las parejas me parecían lejanas, como si pertenecieran a otro mundo, uno al que yo no tenía acceso.

El teléfono vibró en mi bolsillo, sacándome de mis pensamientos. Era un mensaje de Joohyun. 

Te extraño.

Decía. Mi corazón se encogió al leer esas palabras. Sabía que eran sinceras, pero también sabía que no cambiarían nada. Respondí con un simple 

Yo también.

Y guardé el teléfono, sintiendo la familiar mezcla de esperanza y desesperación. Me quedé mirando el mensaje por unos segundos más, esperando quizás una respuesta, algo que me diera más claridad. Pero el silencio fue la única respuesta.

Regresé al apartamento, sintiéndome un poco más tranquila pero aún cargada de emociones. Me preparé algo de comer, aunque el apetito brillaba por su ausencia. Cada bocado sabía a nada, cada movimiento parecía carente de propósito. La tarde avanzó lentamente, cada minuto una eternidad. Me encontré revisando viejas fotos en mi teléfono, buscando consuelo en recuerdos que solo me hacían sentir más sola. Cada imagen, cada sonrisa capturada, era un testimonio de lo que habíamos tenido y de lo que nunca podría ser plenamente.

Por la noche, me tumbé en la cama, abrazando la almohada donde aún podía percibir su olor. Las lágrimas comenzaron a rodar nuevamente, y me dejé llevar por el dolor y la tristeza. Sabía que no podía seguir así, pero también sabía que no podía dejar de amarla. Estaba atrapada en un ciclo interminable de amor y sufrimiento, y no veía una salida clara.

El teléfono volvió a vibrar, rompiendo el silencio de la noche. Era otro mensaje de Joohyun. 

Estoy pensando en ti.

Escribió. Me aferré a esas palabras, aunque sabía que eran solo un consuelo temporal. Respondí con un.

Yo también pienso en ti. 

Y apagué el teléfono, tratando de mantener la ilusión de que esas palabras podían significar algo más, algo que podría cambiar nuestra situación.

Finalmente, el agotamiento se apoderó de mí y me quedé dormida, mis sueños llenos de imágenes de Joohyun. En esos sueños, estábamos juntas sin restricciones, sin secretos, viviendo el amor que tanto deseaba. Paseábamos por el parque, tomadas de la mano, sin temor a ser vistas. Reíamos, compartíamos confidencias, y en esos momentos, el mundo parecía perfecto.

Pero al despertar, la realidad siempre regresaba, implacable y fría, recordándome que nuestro amor estaba destinado a ser vivido en las sombras. Me desperté con los primeros rayos del sol filtrándose por la ventana, y el vacío en mi pecho era aún más palpable. Miré alrededor de la habitación, notando la ausencia de Joohyun más que nunca. Me levanté y me dirigí a la cocina, esperando que el ritual del café pudiera brindarme algún consuelo.

Mientras el café se filtraba, me apoyé en la encimera, mirando fijamente la máquina de café. Tomé mi taza y me dirigí al balcón, buscando algo de claridad en el aire fresco de la mañana.

El teléfono volvió a vibrar, sacándome de mis pensamientos una vez más. Esta vez era una llamada de Joohyun. Contesté, sintiendo mi corazón latir con fuerza.

ㅡBuenos díasㅡ dijo, su voz calmada y serena.

ㅡBuenos díasㅡ respondí, tratando de mantener la emoción fuera de mi voz.

ㅡSolo quería escuchar tu vozㅡ admitió, y mi corazón se derritió un poco más.

Conversamos por unos minutos, hablando de cosas triviales. Cada palabra suya era un bálsamo, pero también una tortura, recordándome lo que teníamos y lo que nunca podríamos tener completamente. Finalmente, colgamos, y me quedé en el balcón. 

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