Capítulo 15

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Gracias por leer, bebés. ♡

Harry estaba hipnotizado.

Abrió la boca para coger oxígeno, no conseguía inhalar con uniformidad. Meneó la cabeza de lado a lado y sintió la mano de Liam palpando su torso para comprobar que no hubiesen lesiones desatendidas.

Niall lo abrazaba por los hombros, viendo con un estrepitoso odio al maldito omega que desató el caos; Thiago estaba llorando y no precisamente por el golpe en su labio, al parecer estaba muy preocupado por la forma en que Lex sangraba de la nariz.

El rizado no sabía que hacer, su sentido del olfato perjudicó la congruencia en su cerebro, las feromonas que alcanzaba a distinguir en el aire eran invasivas, nunca antes había olisqueado una esencia tan brusca, su entorno se movía y giraba como si estuviera arriba de un juego mecánico.

La mirada de Louis era indescifrable, sus cejas estaban arrugadas al centro, el azul de sus iris era opaco y casi inexistente por la expansión de sus pupilas, detalles que convertían su rostro en algo llamativo e intimidante.

El cuerpo entero le tembló, no tenía fuerza para levantarse y los rasguños de su cachete dejaron de ser relevantes al encerrarse en aquella esfera de tensión que lo capturó.

Era una sensación aplastante, el alfa lo observaba sin pestañear.

—Tommo... —Zayn susurró, tomándolo del brazo—. Necesito sacarte de aquí, vamos.

El penetrante aroma era difícil de evadir, el morocho se preocupó por los omegas que no se movían en el contorno y que tampoco le sacaban la vista de encima a su mejor amigo.

Sin embargo, Louis no hizo otra cosa más que avanzar hacia Harry, con la seriedad despampanante en sus facciones y los ojos achinados.

Liam se puso alerta; lejos de reaccionar al celo anticipado de Louis, se asustó al creer que el instinto estaba consumiendo al alfa y no quería imaginarse otro desastre desatado a causa de un visible impulso primario.

El mayor se detuvo frente al trío de chicos y Niall colocó su brazo como una barrera, interponiéndose a cualquier acción impensada.

Ninguno de los dos dejaría que su amigo fuese tomado sin consideraciones y no podían culparlos por desconfiar así, ellos solo buscaban protegerlo.

—No le haré daño, lo prometo.

Payne se rascó la cabeza y enlazó su mirada a la del rubio, con la sospecha reluciendo. Largaron un suspiro al mismo tiempo, sin dar el brazo a torcer de inmediato y seguido de eso, echaron un vistazo al compañero desconocido de Louis que llegó sin invitación.

El aire abandonó los pulmones de Zayn y se encogió sobre sí mismo; creía fielmente en los principios éticos que manejaban a Tomlinson, sabía que era incapaz de dañar a alguien aún estando bajo los primeros síntomas de su celo, pero también entendía que los demás no pudieran apostar por su autodominio.

En segundo plano, quedó el nudo que se hizo en el estómago de Niall al denotar el formidable aspecto de aquel alfa de cabello azabache, así como el destello que arrojó Liam a través de sus ojos al contemplarlo en silencio.

—Chicos, no se preocupen, todo esta bien —Harry medió, dando la aprobación—, será mejor que... despejen el andador.

Él no tenía miedo, estaba convencido de que Louis no lo lastimaría.

El dúo no reprochó la decisión, solamente asintieron en un cabeceo y se alzaron del piso, sacudiendo sus pantalones. Como oficiales de tránsito, ahuyentaron a la aglomeración de estudiantes que seguía ahí, pidiendo a base de señas que se retiraran para liberar el área de forma organizada.

El ojiazul dio dos pasos extra y con una distancia mínima de separación, visualizó al omega desde arriba por unos cuantos segundos.

Se puso en cuclillas y la nuez de adán se definió en su cuello; hizo un esfuerzo enorme por vencer su extremo salvaje, pues antes de cualquier cosa, ocupaba asegurarse de que el menor estuviese a salvo.

—Omega —masculló y con la yema del índice, bordeó las heridas expuestas en su mejilla—. Te lastimaron.

—No es nada, estoy bien —dijo, con la voz trémula. El roce fue agradable—. Tú… 

—Estás sangrando —Inspiró pastoso e instó—. ¿Te duele mucho? 

Harry negó, bajando la cabeza. Estaba a la orilla del abismo. 

—Solo me arde un poco, no es fatal. 

—Te llevaré a la enfermería. 

El alfa precisó protegerlo y cuidarlo del desperfecto en su bienestar. 

Por otro lado, los párpados de Zayn se extendieron de sobremanera hacia arriba al oír de lejos la necia sugestión y tuvo que intervenir, emitiendo una molesta tosecilla cuando la atención se consolidó en él.

—Eso no será posible, Louis, tengo que llevarte a casa —expuso su punto y el descontentó invadió al mencionado—, sabes bien que no puedes andar por la escuela así.

—Él me necesita —rugió, amargo—, debo cuidarlo. 

Oh, bueno. Al omega le transpiraron las manos y el corazón le dio un brinco. 

—Lo entiendo, pero quedarte sería una imprudencia y no podemos arriesgarnos —El pelinegro fue juicioso—. Sus amigos tendrán que llevarlo esta vez, tú debes salir de aquí. 

Louis no estaba de acuerdo, su entrecejo plisado enunciaba la reacia disconformidad. 

—Mi deber es con él. 

—Lo lamento, pero no está sujeto a discusión —La resolución fue hecha. Malik tenía que reducir la gravedad del asunto—. Vamos, yo manejaré.

La contrariedad lo acorraló, no estaba en sus planes irse así; su lobo gobernaba como un puto tirano sin escrúpulos.

Miró a Harry una vez más, esos orbes cristalinos y los jodidos arañazos hinchados en su piel, lo condenaban a velar por su recuperación.

—Cachorro… —Febrilmente, lo agarró por el lateral del cuello.

Su palma estaba caliente, quizá todo en él lo estaba.

Era sensato que se fuera a casa, Harry no podría lidiar con la atosigante situación sin botar lubricante; una respuesta natural e impedirlo era imposible. 

—Vete, Lou, es lo mejor por ahora —El menor mencionó, agobiado por el fresco olor—. Te enviaré un mensaje, ¿sí? 

—No, yo te llevo —Terco, gruñó—. No dejaré que nadie te toque. Nadie más te pondrá un dedo encima. 

Una fina capa de sudor le cubrió la frente,  la segunda ola de calor lo importunó y se tragó un gimoteo al sufrir un espasmo. 

—Alfa… —Harry salivó, apretando los muslos—. Hazle caso a Zayn, p-por favor. 

Iban a caer de la cuerda floja. 

—Es todo —El morocho lo sujetó por los hombros. Louis estaba tenso—. Nos vamos.

—No. 

—Sí, ahora —dictaminó, obligándolo a ponerse de pie—. El estará bien, te avisará cuando salga de la enfermería y-… 

—¡Al fin, llévate a esa bestia de aquí! 

El alarido de Thiago cortó su oración y no hubo fuerza humana que detuviera el giro rudo que el cuello del castaño dio; lo escoció sombrío y Zayn lo apresó del brazo, rogando al infinito que no perdiera las riendas. 

Harry bramó en tono bajo y con ayuda de Horan, se levantó abruptamente, ofuscado por la sensación de falsa de inestabilidad combinada con vértigo.

—¿Bestia? —Louis curvó la ceja y bosquejó una sonrisa maligna—. ¿Te refieres a mí? 

—¡¿A quién más?! —espetó con rabia—. ¡Ve cómo dejaste a mí novio! 

Lex no lucía bien.

Su nariz derramaba gota tras gota de sangre, su piercing ya no existía y el moretón en su mandíbula incrementaba su tono violáceo con el transcurso de los minutos. 

—¿Vas a llorar, Alexander? —preguntó, mientras apretaba los puños. Sus nudillos se pusieron blancos—. ¿Dónde quedó el alfa prepotente? 

—¡Lo vas a lamentar! —El pelirrojo respingó—. ¡Te juro que te vas a arrepentir de esto! 

Un par de venas se distinguieron sugerentemente en las sienes de Louis, su barbilla estaba a lo alto y los músculos en sus bíceps se marcaron al enterrarse las uñas en su propia mano cerrada.

—El arrepentido debería ser otro —refunfuñó, y se lamió la comisura izquierda—. No vuelvas a tocar a Harry, ¿oíste? De lo contrario, tu intento de alfa sufrirá las consecuencias. 

Thiago pestañeó al oírlo y sintió el tiritar despavorido de su novio.

—No vengas con tus amenazas —A pesar de su perturbación, se mantuvo estable—. Nosotros no te tenemos miedo. 

—¿No? —Se inclinó un poco hacia ellos. Zayn afianzó su agarre, encubriendo una sonrisa gozosa—. Ustedes también tienen que ir a la enfermería.

—¡Por tu agresividad, estás demente! —Lo apuntó denunciante y sacudió a su chico del brazo—. ¡Dile algo, joder!

Lex tragó con lentitud y no reunió la valentía óptima, simplemente desvió su mirar receloso hacia el pasto en el que yacía sentado.

Se acobardó.

—¡¿Qué demonios estás haciendo?! —recibió el reclamó del omega y aun así, no tuvo el valor de alzar la cara.

El ojiazul sonrió vencedor, riendo por la nariz. 

—Es hora de irnos.

El morocho supo que por esa tarde había sido suficiente.

Arrastró a Louis cerca de cinco pasos hacia el camino que los conducía a la salida, le urgía llegar al auto y encerrarlo por un buen rato en su habitación. Contrario a su concepto ideal, fue tomado por sorpresa cuando el mayor se le soltó de un tirón y rodó los ojos al resoplar, presagiando el final más catastrófico del día.

A pesar de ello, al volver hacia la previa escena del crimen, reparó que Louis no repartía golpes, tampoco rompía narices como lo pronosticó.

Era más sencillo decir que ahora, compartía saliva públicamente con Harry. 

Lo estaba besando con dureza, ahí, en medio del andador y con los amigos del rizado a un costado, completamente apenados. 

—Nos vemos —El alfa susurró, con ronquedad—. Ve a que te curen eso. 

En una chispa de lucidez, solo necesitó de un beso para irse por voluntad propia. 

—Sí... —Harry tambaleó, ahogado por el devorar de su boca—. Nos vemos. 

Louis le propició un último lametazo a sus labios y el escalofrío que le transitó por la espalda, lo llevó a retroceder, escapando antes de que las cosas se le fueran de las manos. 

Sí tenía un excelente autocontrol en ciertos casos, podía manejar hasta cierto nivel su desvariada naturaleza y además, era más sencillo de moderar al recién comenzar con los indicios de su celo. 

Zayn respiró con calma al verlo caminar de vuelta y en su horizonte, hubo un encuentro caduco de miradas que lo sacó de órbita.

¡Que dicha!

Era el mismo chico que tuvo el placer de conocer en la entrada de la universidad; se percató de que lo apreciaba con los pómulos tintados en color carmín y con un semblante radiante que escondió al frotarse la nariz, cuando fue descubierto.

El alfa tuvo que levantar las esquinas de su boca, complacido de haber sido notado por ese valioso ser y se retiró del lugar, andando como guardaespaldas atrás de Louis.

Y en su sitio, Niall divisó de reojo el raro enlace, agitando la cabeza al convencerse a sí mismo de haber malinterpretado el insignificante suceso.

—Creo que será mejor si nosotros también nos vamos —El beta se sobó la frente, desganado—. Antes de que...

El sonido de unos zapatos trasladándose por el pavimento, les provocó un sobresalto y una disminución en el flujo sanguíneo; se pusieron pálidos en un santiamén, la esperanza de salir bien librados del altercado se esfumó.

—Olvídenlo... —siseó el omega de ojos café—. Estamos jodidos.

Las autoridades de la facultad, siempre se aparecían como la humedad en las paredes y las malas noticias, eran las primeras en ser recibidas.

Por ende, no resultó extraño que el director se plantara al centro de los cinco estudiantes, haciendo un ruido en desaprobación y acomodándose los anteojos al subirlos por el puente de su afilada nariz.

Harry se deshizo de la piel muerta en los labios al quitarla con sus uñas cortas, mientras Niall y Liam se las arreglaban para no echarse a llorar, pues su carta de buena conducta estaba derribándose al barranco y ya no sería impecable.

Thiago y Lex continuaban tirados en el piso, dramatizando la controversia suscitada.

—Ustedes, a mi oficina —El alfa los condenó—. Ahora.

El quinteto de alumnos colapsó.

Su final estaba cerca.

○°• ✎ •°○

A Louis le dolía cada minúsculo rincón del cuerpo y la viveza en su sistema era despiadada.

Su recámara se mantenía cerrada, sus progenitores se hicieron cargo y fueron respetuosos al darle su espacio; el piso en el que su dormitorio se hallaba, permanecía vacío y sus hermanas fueron enviadas a otra casa que tenían cerca en compañía de su madre.

Su padre fue el único que se quedó a vigilar que no destruyera los muebles de la vivienda, Louis solía ser muy efusivo y a veces no medía la fuerza nata que poseía.

Montones de botellas de agua vacías regadas en la duela, papel higiénico desbordando el cesto de basura y sus sábanas revueltas por el modo en que se retorcía sobre el colchón con la mente borrosa.

Cinco horas transcurrieron desde que empezó con el aumento en su libido y a pesar de encontrarse un tanto más relajado, todavía no hallaba la satisfacción total que generalmente obtenía.

Varias veces tuvo compañeros que le ayudaron a pasar su ciclo, justamente aquellos omegas con los que llegó a salir años atrás y por obviedad, descubrió que era mucho mejor atender su celo con algún chico, que hacerlo solo.

Aun así, la razón por la cual ya no acostumbraba pedir ayuda en ese aspecto, no era difícil de deducir; todo cambió cuando se mudaron y ahora, prefería asistirse él mismo.

Su imaginación era una gran aliada.

Y eso se resumía en sudor brotando de sus poros, una ansiedad insoportable de saciar sus más íntimos deseos y una horrorosa urgencia bañando su cordura. Una bomba de emociones calcinantes que se consumaba en su entrepierna.

La agonía, la lascivia...

Entonces, su teléfono sonó.

Viró hacia el buró, el aparato se encendió reproduciendo el tono de llamada y a tientas, estiró el brazo para tomarlo, con un presentimiento latente en el pecho.

Se removió en la cama, liberando un bufido y pestañeó al focalizar el nombre anhelado, centellando en su móvil. El bombeo en su tórax fue desmedido y su pulgar se deslizó con torpeza en la pantalla al contestar con prontitud.

—¿Harry?

¿Hola?, ¿Louis?

El alfa se incorporó con dificultad en su lecho. Oír a Harry le erizó los vellos de las extremidades.

Casi pudo oler el aroma a cítrico.

—Harry… —repitió, con voz profunda.

Sí, soy yo —Hizo una precaria pausa al titubear—. Uhm, ¿cómo estás?

—Bien, ¿tú? —Aprovecho la deficiente claridad de sus pensamientos en ese lapso y alcanzó otra botella—. Los rasguños…

Me… me hicieron curaciones en la enfermería, no te preocupes…

La dicción del omega era apagada, tardía y terriblemente tentadora.

Louis intentó ignorarlo, le dio un sorbo tendido a la botella y cuando logró pasar un primer trago, el remolino en su vientre regresó, junto a un latigazo calórico que punzó en la zona baja de su cuerpo.

El agua se derramó sobre sus cobijas y como pudo, se limpió la boca con el dorso de la mano, reteniendo el gruñido lacerante que por poco se filtró por sus finos labios. Los escalofríos lo hicieron encoger las piernas, con el celular todavía al oído y tuvo que apretarlo entre sus dedos, al tiempo en que cerraba los ojos.

—Tengo que colgar, n-no estoy en condiciones, lo siento…

¡No! No cuelgues, por favor —Gracias al quejido de Harry, no presionó el botón para finalizar la llamada. Se mantuvo en la línea—. Espera…

La frente del alfa hervía, otra dolorosa erección crecía en su ropa interior y solo pedía a gritos deshacerse lo más pronto posible de ella. Imploraba la liberación, la necesitaba, le urgía.

Desconcertante, pero parte de su naturaleza.

—¿Qué pasa? —bramó. No quiso sonar grosero, pero se le complicó—. Rápido.

Un silencio lacónico, un suspiro hondo que sonó por la bocina.

Déjame ayudarte.

Y la respuesta del menor, lo hizo jadear sin recato.

—¿Eh?

T-tu celo —Escuchó a la perfección que el omega tragó saliva—. Quiero ayudarte. Déjame hacerlo, por favor.

Estaba alucinando.

No, no tenía a Harry ofreciéndose para ser su compañero en el periodo animal, era un sueño más de los tantos que ya había tenido a lo largo de cinco años; algo irrealizable, utópico.

Fue instintiva la vibración en sus entrañas, la calentura aumentando gradualmente y el bermellón angustioso en su cara. El lado territorial se activó, su alfa siendo un desquiciado…

Hazlo

La voz interna que no lo dejaba meditar, la revoltosa posesividad pisoteando su mesura.

—Joder... te dije que quiero hacer las cosas bien… quiero cortejarte como se debe, llenarte de regalos, t-te dije que sería un buen alfa —espetó, contrario a su menester.

Utilizó el último gramo de raciocinio que le restaba.

Le preocupaba de sobremanera perder el terreno ganado con Harry, le preocupaba descender los peldaños que tanto le costó subir, no era su intención disminuir el avance obtenido y retroceder a estas alturas, sería perjudicial para su salud emocional.

Sencillamente, no concebía dejarlo ir.

Puedes hacerlo, puedes cumplir con tu palabra, te juro que… que esto no influirá en lo que pienso de ti —El omega rumió, entrecortadamente—, Lou, me dejaste muy mal, no estoy tranquilo...

La sed del mayor se intensificó. Fue repentino, tener vía telefónica al omega que se adueñó de su vida, fue una bala perdida que lo atravesó sin piedad.

Deseaba cuidar de él, volverse su más fiel servidor y ser su principal fuente de placer…

Placer.

¿Alfa? —retomó. La desesperación lo consumió—. Por favor…

—No estoy en la universidad —exclamó, removiéndose entre los cojines—. No puedo salir de mi casa así… y no te haré venir hasta acá.

No era un pretexto, era la realidad.

La ventana —La solución era sencilla y él, no tenía ni idea—. Asómate por tú ventana que da a la calle.

Louis se paralizó y la garganta se le secó al teorizar la suposición.

No podía ser.

Se levantó como un relámpago de su cama, desenredando las sábanas de su cuerpo y olvidó que no portaba camiseta, solo tenía encima un bóxer color negro y para colmo, se veía grotescamente abultado del frente.

Aventó la silla con ruedas que se interpuso en su camino, sus talones retumbaron en el suelo de madera y se apoyó en el antepecho, aspirando de golpe.

Olfateó y todo en sus adentros, se sacudió. El dulzor de la mandarina, lo leñoso del cedro.... Jodidamente exquisito.

Corrió con rapidez la cortina, incluso la rasgó de la orilla por la brusquedad aplicada y su aliento empañó el cristal. Colocó una mano en el vidrio y la llama en sus pupilas fue incandescente.

Mierda.

Ahí estaba Harry, parado en la acera adelante de su residencia, con el móvil tapándole la oreja y la agitación visible en su semblante. Lo saludó con un movimiento de mano y un escalofrío lo abordó al vislumbrar los hoyuelos marcados, tan inocente, tan vulnerable...

Se miraron y un chispazo más, le incineró la consciencia.

—¿Qué... qué carajo haces aquí? —cuestionó, perplejo.

Me suspendieron una semana —Le contestó, sonriendo tenue. Ahora sí podía verlo—. A todos, en realidad, hablarán contigo cuando vuelvas…

Louis se mordió la lengua, tal vez estaba delirando por los niveles altos de apetito sexual.

—Maldita sea —rugió inquieto y se pasó los dedos por el cabello—. Estás aquí...

El omega asintió, apuntando su propio pecho y después, señaló hacia la ventana.

Estoy aquí... Para ti.

Todo se fue al diablo.

Louis se frotó su cara con la mano suelta, se talló la cuenca de un ojo con exaspero y se alejó del cristal al dar una zancada en reversa.

Revisó el perímetro sin soltar el teléfono, no le interesó que las cosas en su alcoba estuvieran tiradas, solamente se enfocó en hallar el maletín que habitualmente, cargaba en la institución.

Nada tenía sentido, todo era un puto disparate y aun así, estaba rompiendo sus propias reglas porque su borde lógico se apagó. La excitación lo manejó, las feromonas que Harry esparció, lo atrajeron a la locura.

Al encontrar su manojo de llaves, festejó con un gimoteo y retornó con prisa hasta la ventana; empezó a odiar los barrotes protectores que esta tenía, sería mucho más fácil dejar que el rizado entrara si no estuvieran.

—Mi papá... —boqueó al deslizar una de las dos hojas de vidrio para abrir una rendija—. Te avisaré cuando puedas...

El alfa asomó el brazo y Harry contrajo el vientre.

Sí, sí, arrójalas.

Las explicaciones vendrían después.

Las llaves fueron lanzadas, tintinearon al rebotar en la banqueta y el ojiverde no tardó en levantarlas.

—No cuelgues, omega.

Cuando Harry volvió a mirar hacia las cortinas grises, supo que ya no había marcha atrás. Louis desapareció, debía asegurarse de que no fuesen atrapados.

La llamada siguió en curso.

Y el rizado se relamió los labios, esperando la señal.

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Feliz Navidad atrasada, bebés, les amo infinitamente y gracias por las 50k de lecturas, es increíble. Besitos.
María.

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