Capítulo 7

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Los dígitos de Harry quemaron alrededor de su antebrazo. 

Miró con afán la mano que se ciñó a su piel, obligado a eliminar su ruta de escape. Fue como si la música se detuviera por un largo y tedioso minuto, como si no estuvieran en un pub atascado de personas borrachas.

El omega lo observaba a través de sus pestañas sutilmente rizadas, con los labios separados y las mejillas arreboladas. Su cabello desordenado, el mentón apenas levantado.

—¿No quieres? —sondeó con dificultad—. Baila conmigo, ¿sí? 

¿Cómo sería capaz de negarse a tan hermosa solicitud? 

Sus latidos cardiacos por minuto estaban aumentando y Harry podía percibirlo gracias a su agarre, sentía la sangre pulsando por debajo de sus yemas. 

—Yo no… yo no bailo —aclaró, al pestañear con rapidez. 

—Lo hiciste hace un momento… —No había dejado de verlo fijamente. 

Louis estaba a punto de enloquecer. 

—Zayn fue mi guía, no soy bueno en eso —Inspiró hondo. El aroma del menor lo asfixiaría—. ¿Me enseñarás como hacerlo? 

La primera flecha fue enviada y Harry la recibió. Contestó con una pequeña sonrisa, asintiendo dos veces seguidas con la cabeza.

—Puedo intentarlo —Solo hasta ese instante, retiró su palma del brazo ajeno—. No soy el mejor, pero me defiendo. 

—¿Estás jugando? —masculló, por encima del volumen en la canción de fondo—. Lo haces bastante bien. 

Exhibió su previa vigilancia a escondidas. No le importó. 

—Entonces vamos —dictaminó, luchando por mantener la seguridad a flote. 

Estaba olvidándose de su temor a estropearlo todo, quería que Louis conociera al Harry que sus seres cercanos querían tanto, al extrovertido, sociable y simpático; ya no pretendía exponerse como el tímido que se quedaba sin tema de conversación.

Pondría las cartas sobre la mesa y tiraría los dados con los ojos cerrados. 

—Te sigo.

Y Louis apostaría una fortuna por perder ante él.

No le importaría quedarse en bancarrota, con tal de pasar unos minutos cerca del omega.

Se observaron una última vez, antes de que Harry se rotara en sentido contrario y avanzara por la planta alta, empujando suavemente a sus compañeros. Ninguno notó que el par bajó las escaleras, solamente Zayn hizo un gesto que reflejó el triunfo, apreciándolos al término de los peldaños.

El ambiente en la pista de baile era mucho más desastroso, había decenas de jóvenes compartiendo el espacio, cantando entre balbuceos y tirando el poco o mucho alcohol que restaba en sus vasos. 

Encontraron un lugar ignorado a la orilla, donde las luces no eran intensas y la multitud no los ahogaba; el equipo de sonido estaba a limitados metros de ellos al igual que la cabina del DJ y en consecuencia, las bocinas hacían vibrar el inmueble por la amplitud en el sonido.

Sin calmar su espíritu inquieto, Harry se acomodó frente a Louis. Lo vio verificar el punto dónde se hallaban parados y captó la nuez de adán marcada en su cuello, subiendo y bajando.

—¡¿Está bien aquí?! —habló lo suficientemente alto para hacerse oír—. ¡Es el único lugar medio vacío! 

El alfa no planeaba gritarle, así que mejoró esa técnica y tras sonreír de lado, se inclinó hacia adelante, aproximando la boca a su oreja.

Lo paralizó.

—Creo que hay demasiada gente, pero me agrada aquí —vocalizó. Aliento caliente golpeando su oído—. ¿Estás bien con eso?

Los vellos en su nuca se erizaron gracias a la cercanía. 

—Ajá… —murmuró, jugueteando con sus propios dedos—. Aquí está bien, sí… 

—¿Qué se supone que hay que hacer? 

Harry no conocía el trasfondo de la circunstancia que florecía esa noche, pero lo tomaría. Recopilaría todo el valor que nunca tuvo y se dejaría llevar por su intuición. 

Aportó su granito de arena y ladeó su cabeza, imitando la acción de Louis, cerrando la distancia para hablarle al oído. Aunado a ello, agregó un toque extra al ubicar suavemente su mano sobre el brazo tatuado. 

El mayor se estremeció con el roce. 

—Solo reconoce la pista, su velocidad y trata de agarrar el ritmo —explicó, como si fuese la cosa más sencilla de la galaxia—. No es complicado, escucha… 

Justamente, la canción que sonaba en los altavoces era una de sus preferidas, Call me maybe de Carly Rae Jepsen tenía un lugar especial en su playlist. La tonada era la indicada para ser cantada y conseguir al mismo tiempo un meneo corporal certero.

Louis regresó a su postura anterior, enderezando la espalda y arqueó una ceja al registrar la melodía; la conocía, era muy famosa. El tacto de Harry desapareció y con un aspaviento, le pidió que siguiera compás. 

Acechó sus movimientos calmados, el menor empezó contorneando las caderas grácilmente y conforme la canción progresaba, fue cantando en voz baja.

Hot night, wind was blowin',
Where you think you're going, baby...?

Tuvo que bufar para salir de su trance, se le había quedado mirando bobaliconamente, ni siquiera hizo el intento de seguirle el paso. No lo consideró complicado, así que se comprometió con el reto, tomando una vasta cantidad de oxígeno y dejando que la punta de su pie golpeara el piso gradualmente. 

Se concentró, sintiendo los segundos eternos y poco a poco aflojó el cuerpo, dejándose llevar por la marea armónica y la incandescencia de los reflectores, meneándose de lado a lado, sonriendo al reparar que efectivamente, bailaba con Harry.

Hey, I just met you, and this is crazy,
But here's my number, so call me, maybe...

El omega cerraba los ojos con una alegría imborrable, y cuando los abría, ahí estaba Louis, mirándolo bajo la penumbra, sin terceros molestos que arruinaran la fantástica atmósfera.

—¡¿Lo ves?! —chilló en jolgorio, levantando las manos por encima de su cabeza—. ¡Es fácil! 

—Eso parece, ¡no lo estoy haciendo tan mal! 

—Suelta los brazos —Le sugirió—. ¡Muévelos! 

—¿Moverlos? —inquirió y frunció la frente—. ¿Cómo? 

—¡Así! 

De buena fe, lo sostuvo de ambas muñecas e hizo que relajara los músculos, enseñándole como debía sacudir sus extremidades. 

El castaño se mordió el labio, campante. Por supuesto que había sido una treta, él solo ansiaba su toque. 

—It's hard to look right at you, baby... —Cantó con suma entonación, sin soltarlo—. But here's my number, so call me, maybe.

Continuó danzando, revoloteando en la pista y se dejó manejar, pues no supo como ni cuando, pero Louis lo había tomado de la mano, indicándole dar una vuelta que complementó los pasos definidos.

La risa que emanó de los dos fue candorosa, pasando un rato fascinante, entre varios más de su misma especie.

Harry no podía creer que sus miedos se mitigaron esa noche, no le dio el poder a la inquietud de reinar, estaba ahí, permitiendo que la felicidad escalara por su pecho y se instalara en cada rincón de sus entrañas.

Y Louis tampoco tenía el lenguaje para describir lo bien que se sentía, era tórrido, un acercamiento amigable con algo escondido que nunca antes lo había golpeado tan fuerte.

Su lobo aulló en regocijo, revolcándose en arbustos densos retacados de flores.

Fueron cerca de cuatro canciones, perdieron la cuenta de cuantos minutos estuvieron riéndose de lo malo que era el alfa para coordinar los pies con las manos, y alabando lo fabuloso que era el omega al balancearse sincronizadamente.

—¡Tengo sed! —Harry espetó, agitando su mano para airearse—. ¿Subimos por algo?

Louis negó y apuntó hacia el otro extremo del área.

—¡La barra está allá! —habló fuerte y claro—. Vamos, yo invito.

Le compraría lo que quisiera, cualquier cosa que se le antojara.

—Arriba tenemos de dónde elegir... —masculló, tratando de declinar la oferta.

—¿Y? ¡Aquí hay coctelería!

—¿Coctelería?

—Sí, margaritas, martinis, piñas coladas, mojitos... —Enlistó, contando con los dedos.

Harry no quería abusar de la cortesía brindada, le apenaba bastante que pagaran por él y no era su costumbre permitir que lo hicieran.

Pero la piña colada era una de sus predilectas, amaba con locura el sabor que tenía esa preparación y ya habían transcurrido un par de meses desde la última que se tomó.

Supo que la mejor opción sería ir al mostrador y ser él, quien hiciera el pago de lo que sea que ambos apetecieran. Traía efectivo en su billetera y su tarjeta de gastos extra, podía darse el gusto sin un desfalco de ingresos.

—¡Vamos a ver que hay! —Con una enorme sonrisa de oreja a oreja, tomó la iniciativa.

Y como efecto secundario, dos hoyuelitos engalanaron sus cachetes.

Louis presionó los labios entre sí al divisar el dulce adorno en el rostro opuesto; le parecía malditamente tierno que los tuviera, que los luciera sin altivez, tan naturales y auténticos.

Optó por no abrir la boca y exclusivamente se concentró en trasladarse por el borde de la pista, pisándole los talones y siguiéndolo en el sendero que trazó.

Evadió chocar con los demás cuerpos hundidos en el éxtasis de una canción y de cantidades insanas de alcohol. No los juzgaría, ya que él formaba parte de ese grupo que adoraba consumir vodka o tequila hasta que su cuerpo implorara reposo.

Cuando estuvieron frente a la barra, uno de los betas que atendía les indujo a descansar en los bancos altos que permanecían vacíos.

No había nadie aguardando por pedidos, los clientes bailaban en el centro del lugar y el ruido no era dominante en esa esquina, no era necesario hablar en voz alta para comunicarse.

—Hola chicos, ¿qué les sirvo? —inquirió el muchacho.

—Hola, buena noche —Louis saludó y luego se viró hacia Harry—. Entonces, ¿qué se te antoja?

—Uhm, una piña colada —murmuró vivaz, en tanto se subía al asiento—. ¿Está bien?

El alfa asintió, e hizo lo mismo de acomodarse en el banco contiguo.

—Una piña colada y un martini, pero no le pongas aceituna, por favor —solicitó al encargado, con gentileza.

—¡A la orden!

—¡Espera! —El omega detuvo al joven, antes de que iniciara a servir los tragos—. La piña... ¿La puedes preparar sin alcohol?

La consulta, hizo que el castaño parpadeara cautivado y el bartender aprobó, descartando las onzas de ron que se le ponían a la bebida.

—¡Ya mismo se los preparo! —Guiñó el ojo y se enfrascó en su deber.

De manera automática, el beta colocó dos copas de diferentes tamaños en las que vaciaría los líquidos y el ojo clínico del mayor hizo su labor; aunque le tenía plena confianza a los trabajadores del lugar, no estaba de más vigilar que no pusieran sustancias que no correspondían.

—¿Y bien? —interrogó a Harry, dándole un breve vistazo—. ¿Te gustó el lugar?

—Sí, es realmente genial —confesó, animado—. Creo que por eso es tan famoso entre los estudiantes.

No era un secreto que la mitad de la comunidad estudiantil asistía frecuentemente a ese bar.

—Cando venía a la escuela, me la pasaba todos los fines de semana aquí... —Pensó en sus últimos semestres. Dignos de recordar—. Siempre hay buen ambiente y los precios son accesibles.

El omega atinó a encogerse de hombros.

No era fanático de las salidas como esas, lo hacía muy de vez en cuando y quizá tendría que empezar a darse algunos descansos para convivir con sus amigos, la había pasado terriblemente bien.

—Lo he notado —murmuró, peinando sus tirabuzones revueltos—, diversión asegurada.

Louis se giró a verlo, removiéndose en su asiento al toparse con su adorable mirada. La luz blanca del mostrador dejaba a la vista las facciones tranquilas en el omega.

Sintió la jodida calidez, la nube pesada encapsulando su corazón.

—Oye, Harry —Carraspeó, tratando de modular las sensaciones chispeantes—. El otro día me pareció escuchar que estabas discutiendo con alguien en el andador...

—¿Discutir? —Enarcó la ceja derecha, sin entender.

—Sí, con este chico... —Dio unos toquecitos en su barbilla, simulando hacer memoria—. ¿Thiago? Creo que ese es su nombre, está en el taller de hecho.

El color en el rostro del menor se esfumó y aleteó las pestañas, atónito.

—Tú... ¿T-tú escuchaste lo que él dijo?

Se preocupó, y no por haber dado una maldita mala impresión, la realidad era que le causaba miedo imaginarse que Louis hubiese escuchado la sarta de estupideces que aquel omega había dicho.

Que malinterpretara lo sucedido, que se enterara que estuvo viéndolo toda la clase...

—No, bueno, yo iba saliendo del salón y solo oí lo que tú respondiste al final —parloteó el ojiazul.

Eligió mentir por el bien común.

No fue su intención escuchar un par de cosas que no le correspondían de ese altercado, sin embargo, prefirió no inventarse un cuento de hadas en su cabeza.

—¡Ah! —respingó, escondiendo su azoro—.  ¿Y eso a qué viene?

—Me causa intriga la forma tan severa en que te defendiste, sin necesidad de ofender a nadie —reconoció, sin cortapisas—. Muy maduro, la verdad.

El otro escuchó atento y calmó su histeria, extrañamente lo interpretó como algo positivo a su forma de ser.

—Debería decir... ¿Gracias? —pronunció, dudoso.

—Supongo —El alfa se rio y compuso su siguiente especificación—: A lo que quiero ir con esto, es que cuando he intentando platicar contigo de cualquier cosa... te comportas diferente.

Harry se rascó tontamente el brazo y refugió su visión en las botellas cerradas de la contrabarra.

Estaba atrapado por sus acciones cobardes.

—Diferente... —Hizo eco de lo mencionado. El revoltijo en su estómago apareció—. ¿Es así? No lo había notado....

En contraposición, Louis esnifó y se rotó por completo sobre el banco; las puntas de sus pies tocando el acabado antiderrapante del piso.

Lo vio rasguñarse suavemente la piel, mortificado.

—¿Yo no te agrado? —Soltó de golpe.

—¿Qué dices? —Incrédulo, volteó a mirarlo con el entrecejo arrugado.

No se esperaba para nada esa pregunta.

—Sí... Me gustaría saber si no te caigo bien, o si he hecho algo que no te guste para que no quieras entablar conversaciones conmigo... —Tragó saliva con fuerza y contuvo un resoplido—. No recuerdo si dije algo en el pasado, si en algún momento en el vecindario fui grosero contigo sin darme cuenta...

—¡No! Joder, no es así —Frenó su idea equivocada—. No pienses que me caes mal, te juro que eso es un error...

Que caos, ¿a eso había orillado con su actitud esquiva?

—¿No te caigo mal? —Sus rasgos faciales se encendieron por la expectativa.

—No, te lo juro... Sé que eres buena persona y fuiste un alumno ejemplar —dijo, balanceando sus pies de atrás hacia adelante.

El cargo de conciencia se desmoronó sobre él, todo lo estaba haciendo mal.

—Y si tu pensamiento es ese, ¿por qué siempre sales corriendo cuando nos encontramos? —Tomlinson no quitaría el dedo del renglón.

Anhelaba una respuesta certera que le comprobara no estar yendo por el camino incorrecto.

Harry ya sentía la soga al cuello, caminaba por una delgada cuerda floja que se rompería si metía la pata; la bulla distante lo atontó, tenía que redimir sus actos y por el momento, encontrar una buena justificación que no expusiera sus verdaderas emociones.

—Eh... creo que soy demasiado tímido con las personas que recién estoy conociendo —Fue lo único congruente que se le vino a la mente—. No sé, me cuesta hacer amigos.

—Ya, entiendo... —Tuvo que sonreír y humedeció sus labios resecos—. A mi me gustaría que fuéramos amigos, siempre me has parecido un omega interesante...

Con la frase, su arco dejó ir la segunda flecha hacia un blanco desconocido.

El corazón del ojiverde dio un brinco en su pecho y se contrajo, antes de palpitar indomable. La definición de omega interesante estaba fuera de su diccionario, ni siquiera estimaba que alguien tuviese ese concepto de él.

Louis era dueño de un extenso inventario de cualidades con las que podría describirlo perfectamente. A pesar de solo verlo crecer a través de los años, rescató detalles que le dejaron maravillado; un sinfín de dotes que formaban su carácter natural.

El silencio pasajero custodiado por miradas inescrutables, fue eliminado cuando dos copas se deslizaron en la superficie de mármol, tomándolos desprevenidos.

Ambos se sobresaltaron.

—¡Sus tragos están listos! —Por un momento, olvidaron que estaban a la espera de sus bebidas—. Un martini y una piña colada sin una gota de alcohol.

—Gracias —El alfa se adelantó y le extendió su respectivo cáliz—. ¿Cuánto es?

—Cinco libras con cincuenta.

No tardó demasiado en meter la mano en el bolsillo de sus vaqueros, sacando su billetera.

En cambio, Harry fue más veloz al entregarle una tarjeta de débito al chico que les atendió.

—Cárgalo aquí —Le tendió el plástico bancario—. Por favor.

—Con gusto —masculló y la tomó, alcanzando la terminal con la que realizaría el cobro.

Y mientras colocaba su NIP confidencial para que el pago fuese efectuado, Louis se acomodó el flequillo y se abrazó a sí mismo, enlazando los brazos por arriba de su torso.

—¿Qué estás haciendo? —replicó, ladeando la cabeza.

—Yo pago... —sostuvo en tono solemne.

—Dije que yo invitaba, ¿en qué instante cambiaron las cosas?

El castaño no se veía conforme.

—Justo ahora.

Y él no estaba disponible para cambiar de parecer.

—Eso no es justo —sentenció. Enseguida, tomó un par de billetes—. Te lo devolveré.

Instintivamente, Harry colocó su palma sobre el efectivo y le prohibió extraerlo de su cartera.

—¡No! Así esta bien, de verdad, no te preocupes —Presentó la oposición y después cogió su cóctel—. Tómalo como una disculpa por haberte hecho creer que no me agradabas.

—Pero-...

—Pero nada —insistió—, bébelo y regresemos arriba... Es tarde y necesito volver a mi dormitorio pronto.

Louis bufó y movió la muñeca, haciendo que el elixir en su copa oscilara. Le dio un pequeño sorbo, enfocándolo por encima del cristal.

Este ocultaba su semblante complacido en su piña colada, que por cierto saboreaba con esmero.

—Hagamos un trato.

—¿Un trato? —Limpió las comisuras de su boca—. ¿De qué tipo?

—Aceptaré por esta vez que seas tú quien pague... —El alfa asomó una sonrisa misteriosa.

—¡Perfecto!

—Pero la próxima vez, lo haré yo.

Arrojó la tercer flecha de la velada, sin un tino preciso y con una venda cubriéndole los ojos.

Y tal vez en su vida pasada fue un famoso arquero, porque había dado justo al centro de la diana; el omega exhaló, apretando con sus dedos el tallo de la copa.

Ya no le dio tanta vergüenza sonrojarse hasta las orejas.

—Sí... —Se contagió de una rara euforia—. Trato, está bien.

Louis no pudo parar de sonreír, empinándose lo que restaba de su martini que ahora le sabía muchísimo mejor.

Estaba pactado.

Habría una próxima vez...

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¡Hola bebés! ¿Qué opinan? ¿Les está gustando la fic?

Espero que sí, yo estoy amando escribirla. ♡ Nos leemos en la siguiente actualización, besitos, les amo montones.
María.

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