Capítulo 9

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Harry bajó los incontables escalones, rumbo a la sala de estar.

El almuerzo con Louis le llenó el alma de una felicidad que ahora, se desbordaba de sus poros y emanaba una lindísima vibra llena de positivismo, tanto que accedió de inmediato cuando uno de sus compañeros le hizo la invitación a ver una película junto a otros omegas en el área de televisión común.

Llevaba una bolsa enorme de papas crujientes y su atuendo consistía únicamente en un pantalón de chándal junto a una hoodie, bastante cómodo para tumbarse en un sillón puff por dos horas completas.

Arribó al sitio con media hora de anticipación, no tenía mucho que hacer, así que prefirió adelantarse y desperdiciar un poco de tiempo, charlando con cualquier conocido.

No había gran cantidad de estudiantes en la estancia por el simple hecho de ser lunes, solo habían un par de chicas haciendo una video llamada desde su laptop y un grupo en una esquina, tumbados en los sillones mientras jugaban cartas.

Tendrían disponibilidad completa para usar el cuarto de televisión.

El rizado se desplazó por la duela, abrazando su bolsa de papas y andando hasta el acceso del pequeño salón que permanecía habilitado para que los alumnos mirasen las películas que ellos quisieran, dentro del horario reglamentado.

Se hallaba sonriendo plácido, cuando avistó la silueta del omega anfitrión, delante de la gran pantalla de plasma y con el control remoto en la mano.

—Hey —Harry habló desde la entrada—. Hola, Liam.

El nombrado viró hacia él con una sonrisa amigable, en cuanto le reconoció por el timbre voz.

—¡Hazz! —masculló, y le indujo a pasar con un aspaviento—. Que bueno que viniste.

—Gracias por considerarme, ¿llegué muy temprano? —sondeó, tomándose la libertad de ingresar.

El aula de T.V. contaba con diez sofás individuales y una mesa de centro que adornaba el espacio; Harry siempre elegía el puff violeta, así que lo acaparó al botar encima la botana que traía consigo.

—Algo, apenas estoy revisando que esta cosa funcione —Volvió a su actividad, presionando el botón de encendido en el mando a distancia—. Pero no enciende y juro que yo no la descompuse.

—¿Ya viste que esté conectada a la corriente? —inquirió, al fruncir el ceño.

—Lo está, fue lo primero que revisé —Inspiró y ladeó los labios—. ¡Todo está en mi contra hoy!

El menor echó un ojo a la conexión pegada a la pared y efectivamente, el contacto eléctrico estaba ocupado por la clavija del aparato.

Pensó que tal vez, el universo si estaba atacando a Liam.

—¿Tuviste un mal día? —musitó, ateniéndose a las consecuencias de su intriga.

Su amigo era similar a un campo minado y él, fue su detonador en esta ocasión.

—¡Y que lo digas, gracias por preguntar! — gruñó, rebasando la línea de su propia paciencia—. Todo empezó desde que desperté tarde y no llegué a mi primera clase, después la cafetería me dejó sin pollo crujiente con puré y su premio de consolación fue una tonta ensalada —Cerró los ojos y se refregó los párpados—, extravié mi carpeta de apuntes y para cerrar con broche de oro, el alfa con el que me iba a reunir hoy, me dejó plantado.

Harry trató de procesar y rescatar las partes relevantes de la historia.

Liam era un omega elocuente y metódico, le gustaba tener todo bajo control, planear y llevar un estricto orden en cada paso que daba, nunca hacía nada con los ojos vendados. Lo conoció en segundo semestre, cuando coincidieron en una clase y formaron equipo de trabajo.

Al inicio, Harry quiso tirarse por las escaleras ante la actitud tan autócrata del chico de ojos avellana; todo tenía que ser a su modo, sin errores y en el tiempo marcado por su cronograma.

Medianamente enfadoso.

Sin embargo, conforme las semanas avanzaron, su compañerismo se fue estabilizando; logró hacerlo entrar en razón al darle variedad de consejos y coincidieron en llevar un trato más amistoso y flexible.

Se hicieron buenos amigos, después de todo, sus dormitorios estaban en el mismo piso y ahora, podían visitarse seguido.

—¿Un alfa te canceló de último minuto? —Atinó a cuestionar—. ¿Es por eso qué estamos aquí? 

—¡Así es! —voceó, frustrado—. Estúpido Tarren. 

Harry respiró profundo y entornó los ojos con diversión. 

—¿Tarren?, ¿El alfa qué mide como dos metros? 

—Uno con noventa y seis centímetros, por favor —Mordió la cara interna de su mejilla, luego de pronunciar—. Se supone que nos veríamos a las ocho, pero me envió un texto para decirme que tenía cosas que hacer y bueno, que se joda el solo. Perdió su oportunidad. 

Nunca, ni en sus peores sueños, Liam rogaría por atención. 

—¿Saldrían a cenar? —sondeó, abrazándose a sí mismo.

—¿A cenar? —Arqueó una de sus cejas pobladas—. ¿Quién habló de comida?  

El menor se aturdió y pestañeó veloz. 

—Dijiste que se verían a las ocho —Descansó su peso en una pierna, ladeando la cadera—. ¿Mi lógica está mal? 

Su amigo tuvo la necesidad de reír flojo ante la ingenuidad contraria. 

—Hazz, yo no busco salir a cenar con un alfa —comunicó—, eso puede mal interpretarse y honestamente, yo no quiero tener pareja todavía. 

—¿No quieres? —Escéptico, investigó—: ¿Por qué? 

—Los alfas que nos rodean son estúpidos —La respuesta era sencilla y evidente—. Solamente piensan con la polla, nos ven como un objeto y no valoran lo que sentimos. 

A decir verdad, el ojiverde estaba un cincuenta por ciento de acuerdo con el argumento. 

En sus cortos dos semestres previos, lidió con chicos que lo invitaron a salir para conocerlo más y supuestamente, para integrarlo en los círculos sociales más populares de la institución. 

Por obvias razones, nunca le nació aceptar y ya no se le hacía raro escuchar, un par de días después, los rumores tontos que lo describían como un omega “precioso pero aburrido”.

Siempre le dio completamente igual lo que pensaran de él, las aclaraciones estaban de sobra y eso nunca afectó en lo más mínimo su imagen, le ahorraban el trabajo de no estar envuelto por personas que tuvieran una mentalidad completamente opuesta a la suya. 

—Yo no generalizaría —Formó una mueca que Payne no supo interpretar—. Pero entiendo el punto, tenemos compañeros que no usan la cabeza. 

—¡La usan, solo la de abajo! —resopló, dramático—. Son unos animales que no evolucionaron. 

Su carcajada imprevista fue emblemática y abochornado, se cubrió la boca. 

—¡Ves, tengo razón! —Liam retomó, riendo simultáneamente—. Hay que tener cuidado con ellos, aprender a distinguir las intenciones. 

—Lo sé —tarareó y le arrebató el control remoto—. ¿Entonces a dónde iban a ir?

—A mi habitación —Rodó los ojos, con falso hastío.

—¿A tú...? —Su frente se arrugó—. ¿Cómo?

—Teníamos una cita, en mi habitación, en la noche, los dos —Encogió los hombros—. ¿Qué es lo raro?

Los labios de Harry se separaron para decir algo, pero se volvieron a juntar al cabo de un segundo, replanteando su oración.

—Es que es imposible... no lo dejarían entrar al edificio. 

Estaba estrictamente prohibido que cualquier alfa visitara la residencia de los omegas después del atardecer y viceversa, era una regla estipulada que tenía sanciones en caso de no ser respetada. 

Los supervisores de piso eran los encargados de hacer cumplir la norma y cada noche, revisaban que no hubiese intrusos en ninguno de los inmuebles. 

Evitaban a toda costa los incidentes relacionados con el menester de apareamiento que los estudiantes llegaban a sentir.

¿Acaso Liam burlaba a sus superiores?

—Uhm, una de las ventajas de vivir en la planta baja —titubeó y soltó una risa amarga—, es que siempre puedes dejar la ventana abierta.

Imposible.

Harry se tocó el mentón al escuchar y trató de no demostrar su impresión.

—Debes estar malditamente bromeando, ¿qué hay de los prefectos?

—Siempre espero a que apaguen la luz del corredor.

Eso era incluso una buena técnica.

—¿Y el ruido?

—Complicado, pero no imposible —Le guiñó el ojo.

Estaba perplejo.

—No eres tan inocente como aparentas —Acusó, sardónico.

—Oye, los alfas son idiotas, pero su nudo no lo es —Le señaló con el dedo índice—. Siempre y cuando, ambos estén en el mismo canal.

—¿Sexo sin compromiso? —Sus yemas presionaron los botones de volumen—. ¿Así lo llevas?

Payne ratificó con una seña.

—Exactamente —Infló sus mejillas y miró la pantalla. Seguía apagada—. Y el día que encuentre a el otro extremo de mi hilo rojo, eso se acaba.

La sonrisita que se asomó en la cara de Harry fue incontenible; era genial conocer a alguien que compartiera su ideología.

—¿Crees en eso de las parejas destinadas?

—Lo hago. ¿Tú no?

—Sí... bueno, la prueba está en mi casa —Admitió, con orgullo—. Mis padres lo son.

—¡Ahí lo tienes! —alegó y sin previo aviso,  dejó caer su trasero en uno de los sofás—. Así como tus papás y los míos, el día que yo encuentre a mi alfa, el libertinaje se acaba para mí.

Liam era el claro ejemplo de que podías disfrutar de una vida sexual sin prejuicios, de manera responsable, protegiéndose de los embarazos no deseados y de enfermedades que pusieran en riesgo su salud.

Admiraba un poco ese nivel de autoconfianza.

—¿Cómo sabrás quién es la persona con la que deseas pasar todo tú vida? —El menor hizo énfasis.

Y por el amor a todos los Dioses, él no tendría que haber recordado con su propia pregunta, al castaño de ojos añiles más guapo de todo el mundo.

Pero ahí estaba la viva imagen de Louis, burlándose de su sano juicio.

—Solo... me daré cuenta, lo sentiré aquí —Tocó su pecho, justo en el punto dónde estaba el corazón.

—Eso es muy cursi...

—Quizá, pero sé que hay alguien, en algún lugar del mundo esperando por mí —Se acurrucó en su sitio y bajó los párpados—. Y cuando lo vea, no dudaré ni un segundo en enlazarme de por vida a él.

Harry asintió y una corriente eléctrica que cargaba con sus emociones reprimidas, transitó por cada rincón de su interior.

Los cuentos llenos de fantasía, comenzaban a tomar sentido; el amor correspondido y la unión eterna entre dos seres que se amaban hasta los huesos.

No fue su intención imaginarse un anillo brillando en su dedo anular, y tampoco quiso idealizar a un alfa en específico, portando uno exactamente igual.

Pero lo hizo, y tuvo que sacudir la cabeza para poner los pies en la tierra de vuelta.

Soñar era gratis.

—Me alegra saber que no soy el único que piensa eso —dijo, eludiendo el sentimentalismo.

—Sé que tu también eres un romántico —Abrió un solo ojo para verlo—. Por eso me caes bien.

—Gracias, Li —Sonrió cálidamente y exhaló—. Cambiando de tema, creo que hallé el problema.

—¿Sobre qué? —Enfocó toda su atención en el omega.

Este le enseñó la parte trasera del mando a distancia, había retirado la tapa y el espacio en el que debían estar un par de pilas, permanecía vacío.

—No tiene baterías...

Liam se palmeó la frente y botó una risa irónica.

—¡Y yo pensé que me cobrarían un maldito televisor!

El rizado ahogó una risilla, y le sugirió que fuese a conseguir las baterías antes de que sus demás compañeros llegaran.

Se quedó solo unos cuantos minutos, reflexionando la plática y tomando como un buen o mal consejo, la recomendación acerca de no colocar el seguro en la ventana de su dormitorio, únicamente ante causas de fuerza mayor.

○°• ✎ •°○

A la mañana siguiente, Louis agradeció haberse desviado hacia la biblioteca para matar el tiempo. 

Vislumbró a Harry en el pasillo que albergaba distintas fuentes basadas en la historia del arte, notando que paseaba la vista en los títulos escritos sobre el dorso de los libros.

No se enfrascó en un dilema y optó por aproximarse en completo silencio; conforme la cercanía, pudo notar con mayor precisión que el omega yacía explorando la zona del arte griego y su mitología.

Y el alfa, era un experto en ese tema.

—Las musas eran deidades de la mitología griega, que protegían las artes y las ciencias —Abordó el relato, plantándose a un lado suyo—. También se consideraban una fuente de inspiración en ambos aspectos. 

Harry se relamió discretamente los labios y no fue tomado desprevenido.

No tuvo siquiera que voltear para saber que se trataba de Louis. 

—¿Sabes mucho, eh? —barboteó, sin despegar los ojos de la estantería—. ¿Qué más puedes añadir? 

—Eran hijas de Zeus y Mnemosine, iniciaron como ninfas que se manifestaban por medio de susurros en los oídos de quienes las invocaban —Bosquejó una sonrisa fugaz—. Eran adoradas y fueron muy importantes para el desarrollo artístico de la Antigua Grecia. 

—Imposible no conocer a las nueve musas —contribuyó—, fue Hesíodo quién les dio el nombre. 

Louis lo miró de soslayo y enmudeció un instante. Nunca dejaba de sorprenderlo. 

Calíope, Clío, Erato, Euterpe, Melpómene… —Hizo mención de las cinco primeras. 

Polimnia, Talía, Terpsícore y Urania —Harry complementó al avanzar entre los libreros—, compañeras de Apolo, Dios olímpico de la música y patrón de las bellas artes. 

Para ser honesto, el más joven estaba muy familiarizado con esa información ya que la mitología le encantaba.

Además, le gustaba empaparse de datos que le servían en un futuro en sus clases y se preparaba por mera satisfacción, con el único fin de conocer más a fondo los temas que le apantallaban. 

No era un ratón de biblioteca, pero si leía lo suficiente, tanto en físico como en digital. 

—Impresionante —Halagó el ojiazul, siguiéndolo a paso corto—. ¿Tienes tarea sobre eso? 

—Un reporte de diez páginas, en realidad —El solo hablar de sus responsabilidades, lo agotaba mentalmente—. A mano y con ilustraciones. 

—Bastante tedioso —Entrelazó sus propios dedos, husmeando en los escritos—. Menos mal mis encargos no serán así de pesados, ¿tardaste mucho en acabar la lámina? 

Con la pregunta, el color en el rostro del implicado fue perdiéndose de manera paulatina.

—¿Cuál lámina? —Giró el cuello con lentitud para verlo.  

—La que dejamos pendiente ayer —Tomó un libro cualquiera y lo hojeó—. La pedí para hoy. 

Harry entró en un estado de conmoción y sus palmas se juntaron a la altura de su boca. 

—Joder… —Pasó saliva audiblemente—. No puede ser. 

Louis igual se rotó y lo observó, percibiendo la preocupación y la inquietud en su semblante. 

—¿Debo asumir que lo olvidaste? —inquirió con un dejo de gracia. 

—¡Discúlpame, soy un irresponsable! —Se adelantó a implorar. Quería arrancarse los cabellos de un tirón—. ¿Qué hora es? 

El reloj del mayor destacaba en su muñeca, se le hizo fácil solicitar una lectura rápida. 

—Van a dar las once y media…  

—¡Aún tengo tiempo! Iré ya mismo a terminarla —explayó su estrategia, organizando los minutos que le quedaban—. Caray, es la primera tarea que dejas y estoy incumpliendo, ¿qué me pasa? 

—No te preocupes tanto —Lo vio tan alterado, que por un momento se sintió mal—. No planeaba recogerla hoy, de hecho les dije que seguiríamos trabajando con ella, así que-… 

—¡Todo es culpa de Liam! —lloriqueó para sí, exasperado. No lo escuchó—. ¿Por qué tenía que invitarme a ver una película? Mejor dicho, ¿por qué tuve que aceptar? 

Y quizá regañarse en voz alta no había sido la mejor idea, porque al registrar el nombre de un desconocido, Louis enderezó la espalda y su pecho subió al inhalar áspero.  

—¿Liam? —Buscó sonar neutral. Tenía que ser así—. ¿Quién es él? 

Por fortuna, Harry estaba tremendamente alarmado por su incompetencia y jamás notó el giro en su conducta. 

—Un compañero de piso, ayer usamos el cuarto de televisión y por eso no recordé tu tarea —explicó, sin maldad de por medio. 

—¿Son amigos? —Se mostró imparcial—. ¿Muy cercanos? 

Serénate, maldita sea. 

—Algo así —murmuró, retomando su búsqueda de un libro para su otra materia—. Nos llevamos bien. 

—Y te invitó a ver una película en lunes, sin motivo alguno —Su habla no estaba conectada a su lado racional. Estaba dominando su lado bestial—. ¿Es así? 

—¡No! —espetó y tomó cualquier obra impresa que le sirviera. Tenía el tiempo contado—. El idiota estaba muy molesto porque un alfa le canceló al último minuto y decidió que sería buena idea mandarlo al demonio organizando una reunión de compañeros en la sala común. 

Louis asintió, sintiéndose ridículo y volvió a respirar con tranquilidad cuando sus malos presentimientos se fueron en el aire. 

—Entonces, había varias chicas y chicos ahí… —Pura corroboración. 

—Sí, comimos botana y yo llevé una bolsita de papas —Styles yacía inmerso en el índice. 

Necesitaba comprobar que los temas que requería, estuvieran completos. 

—Comprendo —exclamó, desacomplejado—. Supongo que es un buen pretexto para zafarte de tus deberes. 

—No lo es, pero te prometo que no será un problema —Cerró el libro de un solo golpe, se lo colocó bajo el brazo y lo enfiló con la mirada—. Esa lámina estará lista cinco minutos antes del taller o me dejo de llamar Harry Edward Styles. 

El castaño resopló una risa silenciosa. 

—¿Y cómo te llamaremos ahora? 

Su burla inofensiva hizo que la boca de Harry se abriera y formara una perfecta circunferencia. 

Los bonitos y regordetes labios color cereza, fueron el origen de su decadencia.  

—No me retes —Lo apuntó con el índice y entrecerró los ojos—. Si me lo propongo, la haré y será una de las mejores. 

—Que ambicioso —Presionó la lengua en su comisura—. Me agrada. 

El entornó se tintó de una insólita pesadez, originada por el par de muchachos que se miraban con sonrisas autosuficientes. 

—Prepárate para ver el trabajo del joven más talentoso de tu clase —Retrocedió una serie de pisadas, sin romper el contacto visual—. Y el resultado será equivalente a la nota más alta. 

Harry no agregó ninguna sílaba extra y simplemente se encaminó hasta el escritorio de la bibliotecaria. Le pidió por favor que registrara en el ordenador, la salida del libro que ocuparía por unos días. 

Tomlinson no se movió, solamente se cruzó de brazos y se apoyó en uno de los estantes, verificando su hipótesis. 

Ese omega lo conquistó, solo con existir. 

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Nota: La información acerca de la mitología griega y el arte, fue obtenida de páginas en Internet, créditos correspondientes a los autores.

Y bueno, hola bebés, lamento la tardanza, pero estos días no fueron para nada buenos.

Espero disfruten el capitulo, nos leemos lo más pronto posible, les amo y gracias por los votos y comentarios. Lo aprecio muchísimo, en verdad. ♡
María.

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