16. Mother

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Cabalgámos con rapidez, intentando atravesar el claro lo antes posible y refugiarnos en el bosque, el cual estaba frente a nosotros, pero demasiado lejos.

Tenía la respiración tan acelerada que creía que en cualquier momento me ahogaría al no poder tomar el suficiente aire. Todo mi cuerpo estaba en alerta, queriendo escapar, luchar y entender.

Nos atacaban en campo abierto y, aún así, no éramos capaces de divisar su escondite, por mucho que nuestros ojos intentaran examinar cada rincón del bosque.
Las flechas venían de mucho más arriba.

Corbyn me miró de soslayo y sin ningún preámbulo, golpeó el lomo de mí yegua para que fuera más rápido, ganándose un grito de sorpresa de mi parte.
Me aferré a las riendas del animal con fuerza, dejando a Corbyn atrás, pero no por mucho tiempo.

Una flecha llegó a la pata de mí yegua, la cuál relinchó con dolor y me dejó caer al suelo, mientras ella seguía corriendo.
Gruñí al chocar con la dura tierra, clavándome alguna que otra piedra en el cuerpo mientras mis ojos se cerraban instintivamente durante algunos segundos.

Corbyn giró la cabeza hacia mí al instante, entre sorprendido y asustado.

-¡Corre! -grité con una mueca de dolor-. ¡Solo corre!

Era el futuro rey de Lectus, no podía permitir que le pasara nada.
El apretó los labios y miró al frente con pesar.

Cerré los ojos sujetando el brazo que amortiguó mi caída y esperé lista para que me dispararan. Pero antes de que todo eso pasara, oí el rugido de Nox y abrí los ojos para descubrir que me estaba cubriendo.

Entré en pánico, asustada por la vida de la dragona y comencé a empujar su ala con la respiración nerviosa.

-Nox vete -pedí en un susurro y la dragona me miró-. No quiero que te hagan daño.

Ella se quedó firme, mirándome a los ojos antes de soltar uno de aquellos ruidos suaves y apoyar su hocico en mi cabeza.

Vi venir el caballo de Corbyn a mi dirección y gemí con miedo e impotencia, sabiendo que los tres estábamos en peligro.

El rubio se desmontó del animal y se agachó junto a nosotras, estirando los brazos para tomarme entre ellos y apretarme con fuerza, susurrando palabras incoherentes para mí y cerrando los ojos en seguida.

Imité su gesto sintiendo su calor traspasar mi piel y sollocé escondiendo mi rostro en su pecho.
Aceptar un destino tan trágico me hizo olvidarme de las reglas estúpidas que me había puesto respecto al chico y simplemente esperé a nuestra muerte.

Pero nada pasó. Ninguna flecha nos dió y las mismas se detuvieron en ese instante.
Seguía temblando entre los brazos de Corbyn, pero mi respiración se iba calmando ante la falta de dolor o acción esperada.

Alcé mi cabeza para encontrarme con los azules ojos de Corbyn.
Él parecía igual de confuso que yo, pero no me soltaba.

Después de algún tiempo esperando la tragedia o algún cambio, decidimos levantarnos y salir de debajo de Nox para mirar a nuestros lados.

Agarré la mano del rubio al ver a bastante gente a nuestro alrededor. Eran todas mujeres, que nos miraban atentas desde los árboles, al principio del bosque, saliendo de poco a poco.

-¿Por qué no nos atacan? -susurró Corbyn sin dejar de observar a las mujeres con el ceño fruncido.

-¿Por qué nos atacaban? -corregí su pregunta, girando sobre mí misma para poder verlas bien.

Todas estaban vestidas de forma muy precaria o diferente a lo que acostumbraba, y llevaban arcos en las manos. Era obvio que eran nuestras atacantes, pero no podía asimilarlo todo lo suficientemente rápido como para temer.

Un rugido fue lo que captó totalmente mi atención. Recorrí el perímetro de lado a lado para descubrir de donde provenía, pero no encontré nada.

Entonces mis ojos me guiaron al cielo y me quedé con la boca abierta al observar tal hermoso espectáculo.

Algunos dragones sobrevolaban el claro en círculos, esperando a algo. De allí venían las flechas, del cielo.

Un fuerte ruido se oyó detrás nuestra y nos giramos con rapidez.

Una de aquellas mujeres subida a un dragón nos miraba con un semblante neutral, analizándolos con sus ojos azules.

Primero miró a Corbyn, luego a Nox y al fin, su mirada se posó en mí.
Fue entonces cuando su rostro cambió, y sus orbes marrones se agrandaron con sorpresa.

Bajó del dragón e intentó acercarse a mí, pero Corbyn se puso delante mía para "protegerme".

Aún así la mujer estiró su cuello para poder verme. Todo el grupo que nos rodeaba empezaron a murmurar cosas en un dialecto diferente, mirándome con nervios pero curiosidad.

El nombre "Sophia" se repetía varias veces mientras ellas nos acorralaban aún más con el paso del tiempo. Mi corazón no se calmaba y Corbyn no retiraba la mirada de su entorno, seguramente intentando encontrar alguna salida.

-No queremos causar problemas -les dirigí la palabra y, en unísono, ellas soltaron una exclamación antes de prestarme atención. Sus armas seguían apuntándonos-. Queremos llevar a nuestra amiga a un lugar seguro -hablé despacio, fingiendo calma mientras señalaba a Nox.

Siguieron murmurando algo más y luego, la mujer que parecía la jefa se cruzó de brazos y asintió a sus compañeras antes de volver a subirse al dragón.

-Te llevaremos a nuestra aldea -dictó con certeza y dos mujeres me comenzaron a sujetar y arrastrar hacia otro dragón, mientras otra revisaba a Nox y acercaba algunos dragones más grandes hacia ella.

-¡Hey! ¡Sueltenla! -gritó el rubio y lo inmovilizaron con rapidez.

Me resistí a su traslado en ese entonces y miré a la jefa con furia-. ¡No le hagan daño!

-Él no puede venir.

-¿Qué? No, él viene conmigo -intenté no perder el control y verme segura para que me hicieran caso, pero aquello no sirvió.

-Traidores y asesinos como él no tienen sitio en nuestra aldea -volvió a decir la jefa con el mismo tono y escupió a los pies de Corbyn.

¿Estaba loca? ¡Era el futuro rey de Lectus! Aquello haría que le cortaran la cabeza.

-No sé de qué estáis hablando, pero si él no viene... Yo tampoco.

Corbyn me miró desde el suelo con uno ojo entrecerrado y la mejilla llena de tierra.
Esperaba que aquello sirviese como ultimátum.

Las mujeres debatieron a gritos en su dialecto y luego la jefa me observó ofuscada-. Hecho.

¿Tanta importancia tenía mi presencia en aquella aldea? No podía comprender bien la situación, pero sentí una pizca de alivio cuando el rubio fue levantado del suelo y subido a un dragón.

(...)

Nunca imaginé que en algún momento sería capaz de volar encima de un hermoso dragón. Ni siquiera después de conocer a Nox me lo había planteado, pues aquello sería demasiado arriesgado.

Pero allí estaba, en el aire, con el viento haciéndome sentir más ligera y rodeada de decenas de dragones que compartían mi ruta.
Bajé la mirada solo para revisar que Nox se encontraba bien y sonreí al verla volando, auxiliada por otros dos dragones debido a su delicada situación.

Devolví mi mirada al jinete del dragón en el que me encontraba y mojé los labios confusa.

-¿Quién es Sophia? -pregunté sigilosa y la mujer me dedicó una rápida mirada de reojo, aparentado que aquello no le había sorprendido.

-Madre de los dragones -respondió firme y yo bajé la mirada tratando de imaginarme aquello antes de aterrizar.

-¿Cómo existe algo así? -seguía cuestionando mientras me guiaban entre tiendas de piedra y madera, donde más mujeres residían y se paraban a vernos mientras pasábamos.

Todo era amplio, lleno de naturaleza y animales. Todavía seguía sorprendida de que no residiera ningún hombre entre aquellas mujeres salvajes, pero no más que Corbyn. El rubio me seguía con cuatro mujeres grandes a sus espalda y se notaba incómodo, pero sabía que acercarme a él lo podría poner en más peligro.

La supuesta jefa no me respondió, solo me siguió guiando hasta que nos detuvimos frente a una cabaña en medio de la aldea. Todas las habitantes comenzaron a rodearnos en ese entonces y de sus gargantas salían cánticos suaves que no podía llegar a comprender.

-¿Qué está pasando? -oí a Corbyn cuestionar a mis espaldas y un escalofrío recorrió mi cuerpo.

No tenía ni idea, pero no podía moverme y aquello me llenaba aún más de temor.
Hasta que una última mujer salió de la cabaña.
La madre de los dragones. Sophia.

Sus ojos azules se centraron rápidamente en mí, al igual que los míos en ella, quién parecía estar a punto de llorar mientras me revisaba con sorpresa de arriba a abajo.

Tenía el pelo castaño oscuro, con bastantes canas, pero se veía preciosa en aquel vestido marrón.

Comenzó a girar a mi alrededor y yo traté de seguirla, porque había algo en su apariencia que me estaba golpeando fuerte en el pecho.
Se parecía demasiado a mí. Éramos prácticamente iguales, pese a que ella se notaba más envejecida.

-Adela -susurró de la nada con la voz rota y comencé a llorar mientras me quedaba totalmente estática.

-¿Madre?

Me eché hacia atrás cuando ella intentó abrazarme, pese a la cantidad de ovaciones escuchadas después de que Sophia dijera mi nombre.

-¿Qué es esto? ¿Cómo...? Tú me abandonaste... -mis palabras salían atascadas por culpa del ardor en mi garganta.

-Adela... Has vuelto a mí, Adela. Y eres una de las nuestras -exclamó ignorando mi estado y sonriendo al ver a Nox a lo lejos.

-¿Qué? Yo.... Yo no

-En cuanto he oído el cantar del reencuentro en mi puerta... Sabía que serías tú, mi Adela.

Tomó mi rostro y la observé anonadada, perdida y sintiendo aquello como un mísero sueño. Aparté sus manos de mi cara y di un paso atrás mientras ella me miraba con pena-. No soy ni seré tu Adela hasta que me cuentes qué demonios está ocurriendo aquí.

El vitoreo cesó y supe que le había dañado en cuento dió un paso atrás. Desvío la mirada y asintió.

-Marchaos, hermanas. Mi hija y yo debemos hablar a solas -proclamó Sophia al aire y todas las mujeres comenzaron a moverse, no sin antes preguntar a la mujer que me había traído con la mirada.

Había acertado, ella era la jefa y asintió para cumplir la petición de mi madre.

-¿Qué hacemos con el chico? -preguntó otra de ellas y mi madre dedicó su primera mirada de arriba a abajo a Corbyn, espantada.

Luego me miró a mí con decepción y temor-. Adela... ¿Cómo has podido hacer...? -al ver mi cara de confusión y al notar que estaba perdiendo la compostura, tragó saliva y se estiró.

-Lo dejaremos descansar en una de las tiendas -declaró la jefa, observando a Sophia con preocupación-... Por el momento.

Mi madre asintió y Corbyn me miró con demasiadas emociones retenidas en el rostro.

-No le hagas daño -recalcó él mirando a mi madre antes de que se lo llevaran.

Le despedí con la mano y enseguida devolví mi atención a la mujer que no había estado presente en mis 18 años de vida.

-Volemos un rato ¿Sí? -asentí sin sentir que tenía opción y me coloqué encima de un gran dragón blanco que había señalado mi madre.

En seguida estuvimos en el cielo y aquello me hizo sentir más alivio y calmó mi estómago, pero no mi mente.
Sophia llevaba el dragón con cariño y suavidad, por lo que el vuelo me estaba resultando más agradable que el de antes.

Desde aquella altura se podía ver toda la aldea con mejor visibilidad y amplitud y, tenía que reconocer, que se veía hermoso.
Cada mujer parecía estar involucrada en alguna tarea y los dragones merodeaban por cualquier lado sin ningún problema, como si aquello fuera su casa...


-Es hermoso ¿Verdad? -asentí mientras ella daba vueltas alrededor del lugar-. La Villa del dragón es el mejor sitio para convivir con tus hermanas sin ser molestada por el ajetreo de la ciudad. Llevamos viviendo así por años, en armonía con los dragones.
Curamos a los heridos, rescatamos a los enjaulados y escondemos a los protegidos. Todo ello para que nos conviertan en sus aliadas y nos defiendan de ellos.

La última parte llamó mi atención, por lo que alcé mi cabeza y me centré en ella, dejando atrás la maravillosa vista de la Villa.

-¿De ellos? -Sophia asintió.

-Humanos -me observó con fijeza-. Sobre todo hombres -ahora todo comenzaba a cobrar sentido-. No tienen preocupaciones en venir aquí y exigir poder gobernar nuestra aldea solo por creernos incapaces, débiles, estúpidas -suspiró-. Tiempo atrás dejábamos que entraran en nuestra aldea, pero eso acabó días después de tu nacimiento.

>>Los hombres destruyen todo Adela, no te dejes engañar por ninguno. Te prometen amor eterno y en cuanto te ven con la guardia baja te clavan un puñal en el corazón.

-¿Eso es lo que hizo mi padre? -pregunté abruptamente y ella me observó con seriedad, luego asintió.

-Tenía 16 años cuando le conocí. Cabalgaba una yegua blanca por el bosque de Ius Mali, donde yo recogía algunos frutos para la aldea.
Se acercó a mí y enseguida caí en sus encantos. Vestía muy galante, con camisa de seda y pantalones de lino. Su pelo negro ondeaba al viento y su sonrisa resplandeciente podía iluminar el día más gris. Era simplemente perfecto y en cuanto tuve la oportunidad de conocerlo más a fondo, me enamoré perdidamente de él.

Sonreí sin poder evitarlo, pero traté de mantener la compostura porque era obvio que aquella historia no había acabado bien.

-Quedábamos todos los días en el mismo lugar para hablar y, sobretodo reír. Me contaba de su pueblo y de sus problemas familiares, mientras yo le contaba con detalle cada cosa que hacíamos en la aldea -ella también se veía sonriente, pero el recuerdo de lo que venía a continuación cambió su expresión a una más amarga-. Pasaron los años y nuestro amor creció a tal punto, que quedé embarazada de tí. Estaba tan emocionada que decidí correr hasta su Ciudad y darle las noticias en persona.

>>Le encontré hablando con su padre, así que esperé hasta que la conversación finalizó. Allí me enteré de que él se iba a casar, y no lo haría conmigo -negó con la cabeza y tomó aire-. Él era príncipe y se casaría con la princesa de Aslondor para unir los reinos. Pensaba dejarme atrás.

>>Decidí huir y no volverle a ver. Me había traicionado. Al cabo de meses, después de tenerte, una patrulla real de Lectus vino a nuestra aldea y él se encontraba allí con su hermano, el rey de Lectus, Johan Edevan. Querían atrapar a todos los dragones para ese estúpido día -el día del dragon-. La aldea no cedió y ellos optaron por atacarla. Huí de allí antes de que te hicieran daño y decidí que lo mejor para tí era alejarte de mí y de mis problemas. No quería que tu padre te encontrara, así que, ¿qué mejor lugar para ocultarte que en su propia ciudad? -bajé de nuevo la mirada hacia la aldea y tragué saliva, molesta y triste-. Por eso te dejé Adela, no quería que te hirieran.

Detuve unos segundos mis pensamientos en cuanto me di cuenta de algo. Mi padre debía haberse casado con la princesa de Aslondor, pero aquella unión nunca pudo haber sucedido.

Aslondor y Lectus no se habían unido. Seguíamos en guerra.

-El tratado de Aslondor y Lectus nunca se realizó -informé sin aliento y ella frunció el ceño, confundida y a punto de revocarme-. Mi padre nunca se casó.

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