21. Goodbye

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La oscuridad de la noche empapaba el bosque siniestramente, mientras Corbyn vigilaba el perímetro hacia Lectus. Mis manos se entretenían con la correa del caballo, pero mis pensamientos estaban ofuscados por lo que se nos venía encima.

Me miró de reojo y por lo que pude observar, las cosas en la ciudad no iban bien. Solté las riendas de inmediato.

Habíamos llegado al final del bosque a medio día y decidimos quedarnos allí hasta que la noche cayera, para que menos personas nos vieran y poder ser más discretos.

El rubio se acercó a mí con sigilo y le miré fijamente, esperando que me contará lo que sucedía en nuestra amada ciudad.

—Ha sido una mala idea que vengas conmigo, será mejor que vuelvas al valle del dragón —me dió la mano y me arrastró hasta mi yegua con cuidado.

—¿Qué? —le miré sorprendida y me solté de su agarre—. ¡No! Íbamos a hacer esto juntos ¿Recuerdas? No pienso irme a ningún lado.

Corbyn suspiró negando con la cabeza. Sabía que las cosas debían de ser graves por su expresión y la desesperación que mostraba por ponerme a salvo. Pero no podía huir. No cuando tantas cosas estaban en juego.

—Han conquistado la ciudad, todos ellos han invadido la zona y no es seguro —desvió la mirada nuevamente, hasta las luces de la ciudad—. Mujeres y niños están en la iglesia, y a los hombres deben de haberlos llevado al calabozo.

—¿Y qué has pensado? —cuestioné esperanzada. Debía tener un plan o... Tenía que haber un plan.

—Debo ir al castillo —declaró seriamente y no me gustó el inicio de su estrategia—. Hay pasadizos secretos que me dejarán entrar sin ser visto, podré salvar a mi familia y, si Malik está allí, acabaré con él —sacó un papel de la bolsa que portaba su caballo—. Toma, es el mapa de todos los pasadizos, por si acaso. Lo he estado dibujando durante el viaje.

Miré todo el recorrido del mapa y luego me centré en él con el ceño fruncido.

—Es peligroso, todo Aslondor estará refugiándose en el palacio —señalé y él asintió guardando la espada en su funda. Estaba muy decidido y el miedo comenzó a surgir dentro de mi pecho.

—Sé que hacer, no pasará nada.

—Yo ayudaré a los ciudadanos —solté decidida. Abrió los ojos con sorpresa, pero no le dejé reclamarme— ¿Sabes de algún lugar seguro al que ir?

Tomó aire, aceptando mi decisión muy a su pesar. Mojó sus labios y asintió despacio ante mi pregunta.

—Hay una cabaña en el medio del bosque, puedes llevarlos allí —asentí intentando localizar el lugar con la mirada—. También hay algunos caballeros revisando todo el perímetro, pero he escuchado que dentro de un rato irán a una taberna a celebrar la conquista —ladeó la cabeza y me observó con las labios apretados—. Ten cuidado.

—Lo mismo digo —susurré nerviosa y nos quedamos un rato en silencio.

La tensión era palpable, pero no estaba preocupada por mí misión. Tenía miedo de que después de aquella noche todo cambiara.
Entrelazó su mano con la mía y le miré a los ojos.

—Nos vamos a volver a ver —murmuró y me atrapó en un abrazo que de seguro necesitaba—, y te prometo tomar tu mano después de que todo acabe.

Reí ocultando las lágrimas que caían por mis ojos. Incluso en esos momentos no paraba de mostrarse encantador.

—No te hagas ilusiones, príncipe —sentí su sonrisa en mi cuello y me separé un poco de él para enfrentarle—. No creo que me guste vivir en un castillo.

—Eso no lo dirás si Avery asciende al trono —rió un poco y abrí la boca sorprendida.

—¿Renunciarías a la corona por él?

Aquello significaba demasiado. Aún más cosas estaban en nuestras manos aquella noche. Mucho más de lo que realmente sabíamos.

—Él es el verdadero príncipe, pronto rey si esto acaba —acarició mi espalda sin enfocar su mirada en mí mientras hablaba—. Mi padre renunciará en verano, lo hablamos el día del dragón. No creo que le haga gracia lo que pienso hacer, pero yo no quiero ser rey.

>> Prefiero ser príncipe. Me gusta ser príncipe y que tú seas mi princesa.

—¿Pretendes salvarme todo el rato, como en todos los cuentos? —pregunté rodeando mis brazos en su cuello con una ceja alzada, obligándole a que sus ojos se centraran en los míos.

—Creo que puedes salvarte por tí misma. Eres fuerte, lista y valiente.

Le sonreí mientras sus manos sujetaban mi cintura con delicadeza y yo me sentía derretir en sus brazos.

—No eres cualquier princesa —dijo—, eres princesa, y eso te hace diferente y mejor que las demás. Única.

Rodé los ojos nuevamente y sonreí acariciando los pelos de su nuca. Aquel rubio se pasaba de romántico.

—Puede que me case contigo.

—¿Eso es un sí?

—Es un puede —sonreí divertida.

—Me vale —sus labios tocaron los míos en cuestión de segundos y en ese momento me olvidé de qué después de aquello habría una reconquista. Nuestra reconquista.

Íbamos a recuperar Lectus.

Nos separamos a tiempo, cuando las campanas del festejo de Aslondor empezaron a resonar por toda la ciudad, entre gritos bárbaros.
Corbyn se subió en el caballo apurado y me observó desde arriba con preocupación.

—Estaré bien —sonreí—. Recuerda que soy amiga de "criaturas diabólicas", esto no será un reto para mí.

Él me sonrió de vuelta, aún esperando algo, aún dudando de lo que hacer.

—Adiós —susurré sabiendo que no se alejaría de mí tan fácilmente.

—Adiós princesa.

(...)

Había estado escondiéndome entre las sombras desde que salí del bosque, tapándome con el manto y capucha que llevaba en la mochila de mi yegua.

No se encontraban muchos caballeros de Aslondor en las calles, así que podía ir tranquila hacia la iglesia. Bueno, lo más tranquila posible sabiendo que estaba en mitad de una guerra.

Todo estaba en silencio, solo se oían los lejanos gritos varoniles provenientes de la taberna; riendo y cantando, lo que cubría mis torpes pasos sobre las sonoras rocas.

Hasta que por fin llegué a mi destino; la brillante iglesia de Lectus, una de las mayores joyas de todo Curnos, ahora vigilada por un guardia de Aslondor.

Tragué saliva y tomé aire de forma lenta. Saqué mi espada mientras me escondía tras las casas, y me deslice entre las sombras por el oscuro muro.

Parecía concentrado, mirado al frente con seriedad y jugando con su espada para intimidar a cualquier persona que se atreviera a pasar por allí.

Pero aquello no me afectó de ninguna manera. Estaba decidida y pondría todos mis conocimientos en juego.
Tomé una pequeña piedra y la tiré unos metros más adelante de su posición.

Él se acercó al escombro alarmado y fue cuando vi mi oportunidad de correr y golpearle con el puño de mi espada, para después dejarle inconsciente.

Cogí las llaves en su cintura de la Catedral y la abrí para que centenares de ojos se posaran sobre mi figura enseguida.
Mi cuerpo tembló con sorpresa y pesar ante la situación, pero me mantuve firme, buscando a mi familia.

—¡Adela!

Oí la voz de Reese al final de la iglesia, en el altar. Sonreí con lágrimas en los ojos y corrí a su encuentro velozmente, atravesando la multitud entre disculpas llenas de emoción.

Nos fusionamos en un gran abrazo en cuanto estuvimos lo bastante cerca.

—Pequeña... —besé su cabeza con ternura y traté de retener el llanto al verla tan asustada—. Te he extrañado mucho.

Ella me miró con el labio temblando y me volvió a abrazar con un sollozo— ¿Dónde estabas?

—Es una larga historia... —tragué saliva al verla de tal forma y fue entonces cuando Ryan y la señora Herron se acercaron a mí, con pasos lentos y con lágrimas en los ojos.

—¿Qué ha pasado? —susurré con un nudo en la garganta tras aceptar también a Ryan en mis brazos.

—Se llevaron a Zach, a todos los hombres —murmuró la mujer, mi madre, atormentada—. El señor Herron...

Estalló en llanto antes de terminar y supe entonces a qué se refería.

El señor Herron había muerto.

Corrí hacia ella tapando mi boca y la abracé derramando un mar de lágrimas.
S

abía que en las guerras siempre había grandes pérdidas, pero deseaba con todo mi corazón que no me resultaran tan cercanas.
El señor Herron... No quería creerlo.

—¿Por quería te fuiste, querida? —preguntó ella en ese entonces, cuando los sollozos ya habían cesado.

—Os contaré el por qué de mi desaparición, pero hay que salir de aquí antes.

Las campanas volvieron a sonar y miré a los ciudadanos confusa, ya que parecían temer demasiado por lo que se acercaba.

—Es tarde —murmuró Gabriela con pesar. La miré sorprendida pero aliviada de que ella y Lavander siguieran con vida—, ya vienen.

—¿Quién viene?

La puerta se abrió de golpe dándome mi respuesta.

Muchos hombres de Aslondor cruzaron el umbral con sonrisas maléficas en su rostro.

Intenté pasar desapercibida entre las demás, agachándome y ocultando la espada bajo mi largo manto.

—Coger a las mas jóvenes y dejar a los niños y a las señoras atrás —dió órdenes un chico y los caballeros asintieron empezando a agarrar chicas con fuerza y llevándoselas fuera.

Pretendía quitarles su honra como castigo para sus familias. Guíe a Gabriela (con Lavander en brazos) y Reese debajo de la mesa del altar, mientras las tres nos agachábamos para no ser vistas. Bajé la tela de la mesa para ocultarlas y me incorporé algo lejos del escondite.

Ryan y la señora Herron habían sido apartados ya de la multitud de muchachas que sí eran válidas para su horrible y desagradable hazaña.

La mirada del chico moreno que había hablado antes se posó en mí y sonrió—. Tú —cogió mi brazo con brusquedad y gruñí, tirando de su agarre con fuerza—. Serás la chica especial del príncipe Malik.

Intenté luchar, pero me sujetó entre tres hombres más mientras no paraba de gruñir y maldecirlos.
Me llevó a rastras a un oscuro carruaje mientras oía el llanto de Reese a lo lejos, bajo la mesa. Ryan también intentó gritar por mi liberación, pero nada de aquello funcionó.

Registró mi cuerpo de forma desavergonzada en busca de armas, por lo que le pateé en cuanto estuvo lo suficiente cerca.

—Maldita perra... —se quejó con color y fue otro soldado el que encontró mi espada y me la arrebató, dándosela a sus compañeros con una risa seca.

Por fin cerraron la puerta del carruaje y yo respiré ofuscada por el forcejeo. Miré a las chicas reunidas en el mismo espacio y mi ceño fruncido desapareció.

Al final, iba a terminar en el mismo lugar que Corbyn; el castillo.

Pero de una peor forma.

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