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Lisa miraba con adoración los bellos paisajes paradisíacos que había buscado en el navegador de la computadora. Siempre que tenía tiempo libre veía muchos lugares de diferentes países a los que algún día desearía viajar, disfrutar y aprender nuevas experiencias.

Suspiró profundamente, solo le quedaba soñar y esperar por aquello. Ya casi terminaba su horario y tan pronto como llegara a su casa, se alistaría para ir a la cita que tenía planeada con Seulgi.

Ciertamente se mantuvo hasta muy tarde conversando con ella y acordaron un buen lugar para verse lo más pronto posible. Y es que se notaba que ambas
estaban emocionadas ante la idea.

Tomó su pequeña mochila, ordenó su escritorio y cuando el reloj digital en la pared marcó la hora precisa de su salida, rápidamente se despidió de sus compañeros y emprendió camino a casa.

—Recuerda caminar con cuidado, no hables con tipos extraños y mucho menos aceptes lo que te invitan. Ah, cierto, recuerda no ir por ningún camino oscuro y desolado con la chica, después de todo es una desconocida.

— Ya lo sé abuela, ya sé todo eso —resopló hastiado. Y es que desde que Lisa le contó a su abuela sobre su "cita", ella no dejaba de hacerle preguntas, darle consejos y recomendaciones innecesarias.

—Compórtate como todo una buena joven y no llegues demasiado tarde. Llévate por si acaso una pequeña navaja —agregó lo último con naturalidad.

—¡Abuela! —se quejó—. Solo tendré una cita, no es como si fuera a una guerra contra la frontera —Lisa rodó los ojos y la anciana bufó por tener a una nieta tan amargada a veces.

—Está bien, está bien —murmuró, acercándose más para acomodar el gorrito de lana que llevaba debido al fuerte frío de la noche—. Te ves preciosa, mi niña —esta vez su voz salió mucho más suave y dulce, tomando con delicadeza las delgadas mejillas de Lisa.

La pelinegra sonrió ante lo cariñosa que podía ser esa increíble mujer y le dio un breve pero profundo abrazo.

—Gracias nana —susurró.

—Ten, maneja el auto —su abuela le extendió un par de llaves, haciendo que Lisa abriera desmesuradamente los ojos.

—¿Qué? —aún no cabía con la sorpresa que la golpeó en ese instante—. No, abuela, no puedo tomarlo. Ese, ese auto fue del abuelo, es algo muy preciado para ti. Yo no podría...

—Claro que sí puedes —le interrumpió—. Ese será un regalo y un dije de la suerte —sonrió levemente, haciendo notorias las líneas de expresión que había adquirido con el pasar de los años—. En este auto tu abuelo me llevó a nuestra primera cita —la nostalgia era palpable ahí, la pelinegra podía sentirlo también—. Fue ahí donde supe que había encontrado a mi pareja para toda la vida —suspiró con lentitud. No es fácil cuando el que era el amor de tu vida ya no está más junto a ti y solo quedan los recuerdos de cuando estuvo vivo—. Es por eso mismo que quiero dártelo, tal vez esa persona que suba ahí... sea la correcta.

Lisa se sintió tan conmovida que luego de tomar las llaves, volvió a abrazarla fuertemente. Su corazón se sentía muy tocado y frágil, por poco y sentía que podía botar pequeñas lágrimas.

—Gracias, muchas gracias, nana.

—Te deseo lo mejor, suerte.

Y con una inesperada pero emotiva despedida, Lisa subió al coche, sincronizó el GPS y tomó rumbo al restaurante en el que esperaría a Kang.

La tailandesa se adentró con algo de nerviosismo al local, siendo recibida rápidamente por el recepcionista.

—Muy buenas noches. ¿Usted ha reservado una mesa?

—Uh, sí, bueno... en realidad yo —estaba insegura de decir la razón de su presencia. Era vergonzoso—, yo tengo una cita con...

—¿Cita? —recalcó, para luego sonreírle ampliamente—. ¡Ah, ya veo! ¿De AmorReal.com cierto? —Lisa solo asintió, hasta el nombre era ridículo—. Dígame su nombre completo.

—Lalisa Manoban.

—Bien, su compañera es la joven Kang Seulgi. Ya tenemos una mesa por aquí —empezó a caminar siendo seguida por la chica.

—¿Cómo sabe todo esto? —realmente estaba sorprendida.

—Este restaurante como muchos otros del lugar ha formado un consorcio con la página web AmorReal.com —jaló una silla, haciendo que ella agradeciera y se sentara lentamente—.
De esta manera ambas entidades salimos beneficiadas —sonrió con amabilidad—. ¿Quiere pedir algo?

—No, aún no. Esperaré por mi compañera, gracias.

El recepcionista asintió, dio una leve venia y se fue nuevamente a su lugar. Lisa llevó su vista al pequeño cartel de la mesa, donde estaba escrito el número de ubicación, el logo de la página y su nombre completo junto al de la chica desconocida.

Sonrió con un ápice de esperanza y poniéndose cómoda, ladeó su cabeza levemente para ver lo que había a través del gran ventanal que estaba a su lado.

Jennie suspiró cansada, su pierna aún dolía un poco pero no podía darse el lujo de moverse y salir de ahí por al menos un par de horas más. Estaba segura que esos imbéciles estaban rodeando como buitres en busca de algún trozo de carne.

—Agh. ¡Tengo hambre! —se quejó y, es que desde aquel encuentro con Kwang y sus hombres, no había vuelto a probar bocado alguno de comida—. A la mierda —murmuró por lo bajo.

Se reincorporó notando que ya estaba más recuperada, salió de aquel desolado apartamento y decidió ir a comprar algún tipo de comida rápida y para nada saludable.

Bajó uno a uno los escalones, topándose inmediatamente con varias personas moviéndose de un lado para el otro. Enganchó sus gafas a la chaqueta y empezó su camino por la angosta acera.

Su despreocupada mirada se paseaba una a una por los restaurantes, sin embargo, fue inevitable no poder quitar su vista ante la preciosa imagen de una chica.

Desde su cuidada y sedosa cabellera oscura, su perfil con aura de inocencia, aquella nariz perfilada conectándose con su filtrum hasta llegar a un par de labios redondos, rosados y brillantes. La chica poseía una piel blanquecina que se notaba muy reluciente bajo la fuerte tonalidad de la luz y, su mirada estaba fija en algún punto que Jennie no pudo descifrar.

Realmente perfecta en todo el sentido de la palabra.

Un precioso ángel.

La castaña no tenía dudas.

Y en medio de aquello, Kim no supo porqué y mucho menos entendió cuándo su cuerpo empezó a moverse por sí solo hasta dicho local en donde se encontraba el ángel.

¿Qué estaba haciendo?

Rápidamente su mano tomó la perilla y abrió la puerta, analizando con la mirada a toda la clientela mientras daba unos cuantos pasos.

Lisa, que ya desde hace más de una hora y media seguía esperando, pudo sentir la llegada de una nueva persona. Con rapidez alzó la mirada, chocando al instante con un par de orbes felinos y brillantes que también la veían.

Lentamente esbozó una pequeña sonrisa y se levantó de su asiento, dirigiéndose hacia la coreana.

Jennie se sintió descolocada al notar que aquella linda chica la estaba saludando, pero no se abstuvo y le correspondió agitando levemente su mano derecha.

—Hola —dijo Lisa ni bien ambas estuvieron frente a frente—. ¿Eres Kang Seulgi, verdad?

—¿Uhm? —balbuceó. ¿Quién era esa?

—Seulgi, pues, de AmorReal.com —la pelinegra señaló la mesa en donde estaba el pequeño letrero.

—¡Ah, sí, sí! —tragó saliva, no sabiendo qué hacer ahora—. Un gusto, soy Kang Seulgi —extendió su mano siendo correspondida al instante por la delgada mano de Lisa.

Ambas se sonrieron levemente. Kim no sabía en qué lío se había metido. No lo entendía, es como si ver a aquel ángel la había hecho perder la cordura de sus actos, arrepintiéndose ahora de las consecuencias que podrían venir.

Pero tampoco podía rechazar la oportunidad de conversar con alguien dueña de una belleza tan etérea como era la de la bonita pelinegra.

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