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Lisa logró abrir sus ojos al menos por un par de segundos, fuertes hincones se apoderaban de su cabeza y ahí fue consciente de que estaba recostada en el asiento de una camioneta.

Vagamente intentó levantarse, mas solo sintió que su cuerpo no reaccionaba.

Sus ojitos fueron a parar hacia Jennie, quien conducía el vehículo. La castaña con algo de preocupación, ladeó levemente su cabeza y ambas pudieron hacer un breve contacto visual.

—No te preocupes Lisa, estamos a salvo —dijo firme, manejando con un ápice de rapidez y ansiedad.

La pelinegra simplemente no podía y ni se esforzaba por entender algo siquiera.

Tan solo quería volver a cerrar los ojos y, literalmente lo hizo. Cayendo en un profundo sueño.

Para cuando pasó más horas quizás. El fuerte sonido de la hélice de un helicóptero moviéndose, fue exactamente lo que hizo a Lisa abrir los ojos con pereza. Sentía su cuerpo pesado y sabía que no duraría mucho tiempo despierta.

El viento golpeaba su rostro con brusquedad y su vista era aún más borrosa por llevar gafas de protección. Tenía impuesto el agarre de la castaña en su cintura y para cuando vagamente la miró, esta solo tendió a hablarle en voz alta.

—¡Es hora de saltar! ¡Confía en mí! —y fue aquello lo último que escuchó, para luego volver a cerrar sus ojos.

No siendo consciente de todo lo que estaba pasando a su alrededor.

Otra vez solo pudo abrir sus ojos por unos instantes.

Esta vez estaba recostada en la superficie de lo que suponía era un yate.

Lisa no entendía nada, pero en cuanto vio la figura de Kim al frente suyo, con la camisa media abierta, sus conocidas gafas de sol y manejando con facilidad el yate, comprendió que estaba a salvo y, las inmensas ganas de volver a dormir la consumieron.

La lluvia era realmente incesante y el sonido de los truenos crujir era lo único que se mantenía en aquella profunda noche.

Lisa se removió incómoda, estaba totalmente mojada y empezaba a temblar del frío. Quiso levantarse, pero unos fuertes brazos la aprisionaron con seguridad.

La tailandesa se sentía realmente cansada. ¿Qué es lo que estaba pasando con su cuerpo?

Hizo un esfuerzo sobrehumano y con lentitud, abrió sus ojos, encontrándose con el rígido perfil de Jennie. Pudo notar que esta la estaba cargando y sinceramente ni siquiera sabía a dónde se dirigían.

Estaba totalmente perdida y la lluvia estaba cada vez peor. Anhelaba poder decir algo, pero su cuerpo no reaccionaba bien. Se sentía débil.

Sus delgadas manos se sujetaron de la camisa de Jennie, intentando no volver a dormir. Pero a pesar de todo su esfuerzo, volvió a perder, cerrando de nuevamente sus grandes ojos.

Una fresca brisa veraniega fue lo que plenamente sintió la pelinegra en su rostro. Con lentitud abrió los ojos y suspiró aliviada. Aquella horrible sensación de haberse sentido débil y drogada ya no estaba más.

Lo primero que pudo analizar con la mirada, fue un vaso lleno de algún jugo de fruta con un pequeño papel pegado en frente, tenía escrito: ¡Buenos días!

Lisa frunció el ceño y rápidamente cayó en cuenta de la realidad en la que se encontraba.

¿Dónde siquiera estaba durmiendo?

Se incorporó, sentándose en la cama y observando todo a su alrededor. No había nada sospechoso, las paredes parecían estar construidas con simple madera, habían pequeños estantes con algunas decoraciones talladas también con ese material y un ventilador reposaba en la esquina del cuarto.

—¿Qué es todo esto? —murmuró, y sin más se levantó para salir de aquella rara y pequeña habitación.

Abrió aquella pesada puerta y sus ojos se abrieron desmesuradamente.

No podía creerlo.

¿Qué estaba haciendo en una maldita isla?

Su mirada se quedó absorta en lo inmenso y celeste que era el mar. La arena era preciosamente blanca y muy lejos de ella, se podía observar otra pequeña y verdosa isla.

Con pasos torpes dejó aquel cuarto y avanzó lentamente. El sol brillaba y quemaba con intensidad. Lisa llevó ambas manos hacia su cabeza, tratando así de no caer en el borde de la locura y la desesperación.

—¿Qué demonios? —susurró con voz queda.

Dejando de ver al frente, su mirada recorrió todo lo que le rodeaba. Captando al instante que unos metros más allá, se encontraba Jennie con solo un par de shorts ajustados a sus firmes muslos y la parte de arriba de un biquini, cortando una especie de tronco viejo.

Se quedó pasmada, no pudiendo contenerse. El marcado y firme torso de la castaña resplandecía con aquel preciso bronceado, siendo decorado con pequeñas gotas de sudor que perlaban su piel absolutamente.

Lisa sacudió su cabeza. Cambiando su mirada a una enojada, no lo pensó mucho y dando grandes pasos se acercó a Kim.

—¡Hey! —le gritó.

Jennie al verla, simplemente sonrió y detuvo sus movimientos.

—Buenos días.

—¡Tú me disparaste! —le reclamó indignada.

—Shh —respondió con tranquilidad.

—¿Shh? ¡No me digas shh! —le tiró un suave golpe en el brazo—. Me disparaste, Jennie!

La mencionada resopló.

—Si te hubiera disparado, no estuvieras aquí reclamándome —se puso de cuclillas y amarró varios palos—. Fue un dardo, un tranquilizante.

Jennie se levantó con los pequeños pedazos de tronco en sus manos.

—Lo que sea que fue. ¿Por qué me disparaste? —exigió respuestas, yendo detrás de ella—. ¡Oye! —gritó al ser ignorada—. ¡Estoy hablando contigo! ¿Quién diablos te crees que eres como para dispararme?

Kim estaba por jalar una pequeña carretilla llena de troncos pero se detuvo otra vez.

—Shhh —dijo aquello sonoramente.

La pelinegra trató de controlar su respiración, pero aquella actitud le molestaba demasiado. Con agilidad fue acercándose más a Jennie.

—¿Quién rayos te crees que eres? —le reprochó.

Lisa se puso frente a ella, colocando sus manos en el pecho de la coreana y empujándola poco a poco directo a las orillas del mar.

—¡Te lo mostraré! —volvió a gritar enfurecida.

Jennie se dejó hacer, pero la menor la empujó esta vez con su cuerpo como si fuera un choque de automóviles. Haciendo que por inercia la castaña le rodeara los hombros, cayendo ambas al agua justo cuando una ola se avecinaba. Y aunque no era inmensa, fue suficiente para que Lisa gritara escandalizada.

Kim se levantó rápidamente, intentando ayudarla.

—Te sedé por tu propio bien —intentó tomar el brazo de Lisa, pero esta se zafó del agarre dándole un manotazo—. Ellos no te hubieran salvado.

—¡Oh, claro! ¡Ellos me hubieran matado! ¿Cierto? —exclamó con sarcasmo puro.

—Cierto —afirmó, tomando nuevamente la mano de Lisa para que pudiera levantarse—. Y ah, casi lo olvido, te ves muy bien con esa ropa que te compré —la miró fijamente—. Ahora ve y sécala, porque ya no tenemos más ropa —dicho esto Jennie se alejó.

—¿Qué? —murmuró, viéndose así misma.

Su boquita se abrió con sorpresa. ¿Cómo no se dio cuenta que llevaba prendas totalmente distintas a las suyas?

Llevaba un holgado y liviano polo de seda transparente junto a unos shorts realmente cortos, ajustados y adheridos a sus blanquecinas y esbeltas piernas.

—¡Hey! —la castaña se detuvo para mirarla—. ¡¿Y mi ropa?! ¡¿Quién cambió mi ropa?!

—Relájate, yo te cambié —dijo con seguridad.

—¿Tú? —inquirió enojada.

—Lo juro —alzó su mano derecha.

—¿Tú cambiaste mi ropa? —dijo entre dientes. ¿Por qué era tan descarada? Eso solo lograba molestarla más.

—¡Por supuesto que sí! Espera... —su mirada se concentró en un punto en específico—... Oh, ya entiendo —soltó una risita nasal—. Vamos, Lisa, si puedo evadir 50 guardias, 100 cámaras de seguridad y robar el Wonseog de la Torre de Londres. Entonces, ¿por qué no podría cambiar tu ropa con los ojos cerrados? —volvió a caminar para acercarse a la otra—. Aunque quizás no estaban tan cerrados... —Lisa la calló, tirándole un golpe en el abdomen, haciendo que Kim simplemente sonriera—. Está bien, me merecía eso —la chica siguió golpeándola inútilmente, pues Jennie podía esquivar aquel suave ataque con facilidad—. Tranquila.

Ambas empezaron a forcejear y Kim solo sonreía con diversión. Tomó las muñecas de Lisa y detuvo sus movimientos, abrazándola por la espalda y rodeando aquel pequeño cuerpo con sus brazos.

—Mira, eres realmente buena en artes marciales —le comentó cerca al oído—. Pero guarda las energías para después, ahora tengo hambre. ¿Podemos comer? —la menor soltó un bufido con molestia, encontrándose totalmente inmóvil por el cuerpo de Jennie—. ¡Auch! —esta vez gritó con potencia porque Lisa había mordido su brazo haciendo que rápidamente la soltara.

Lisa resopló, empujándola para que se alejara aún más y yendo hacia la pequeña mesa improvisada, tomando rápidamente el celular que suponía era de Jennie para ir al fondo de la isla, donde había más vegetación.

Vaya error que estaría por cometer.

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