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Jennie y Lisa se pasaron todo el día en largas caminatas de un lugar hacia a otro. De vez en cuando reían y disfrutaban, observando con gran aprecio los hermosos paisajes que Praga poseía.

Si bien Jennie le había dicho que estarían 'paseando', había otra razón, la cual era que estaba en busca del famoso hotel "Kings Court" en dónde asistiría Shin.

La castaña estaba justo al lado de Manoban, ambas ahora sumidas en un cómodo silencio hacia el próximo paradero. Todo fue plenamente tranquilo, hasta que Kim tomó la mano de Lisa con cierta firmeza.

Los bellos ojitos de la menor se abrieron sorprendidos, inquiriendo con su mirada qué es lo que hacía.

—Ciertamente yo conozco más este país, no quiero que un descuido te alejes de mí o te pierdas —Lisa sonrió levemente, entre divertida y curiosa.

—No soy una niña, Jennie —soltó risitas.

—Pero mi deber es cuidarte —la miró fijamente, haciendo que ella hiciera lo mismo—. Pase lo que pase, necesito estar al pendiente de ti —dijo lo último con plena sinceridad, acariciando con su pulgar el dorso de su mano.

Lisa suspiró sintiendo sus mejillas arder levemente, trató con grandeza de no mostrarse demasiado tímida. Aquellas palabras se habían sentido tanto en lo profundo de su ser que no quería hacerse alguna estúpida ilusión y no podía permitirlo, Jennie simplemente decía eso porque estaban metidas en un lío y era la castaña quien sabía manejar la situación. Sí, nada más que eso.

—Uh..., gracias —murmuró suave.

Jennie sonrió levemente, observando su bello perfil, pensando en lo que verdaderamente daría por ser una persona con una vida totalmente normal, para pasear libremente por las calles de Busan de la mano de alguien tan única y especial como solo lo era Lisa.

Sólo podía imaginarlo, no podía hacer nada más que eso.

Cuando la noche cayó, Lisa se encontraba recostada en el balcón, observando con total calma el trascurrir de las personas en aquella pequeña plaza central. Suspiró hondamente y decidió adentrarse a la habitación, viendo a Jennie enfundada en un elegante vestido color rojo y la cabellera muy bien peinada y sedosa, luciendo su frente a la vez que sus espesas cejas.

Arqueó una ceja divertida, aceptando a la vez que Kim era sumamente atractiva.

—¿A dónde vamos? —decidió romper el silencio.

Jennie se acomodaba el cabello frente al espejo.

—No iremos, sólo saldré yo. Tú te quedarás y si gustas, pides algo de servicio a la habitación
—acomodó su brazalete de plata de su muñeca—. Creo que el sushi es bueno. Yo volveré pronto. ¿De acuerdo?

—No, no estoy de acuerdo —sonrió levemente—. Tal vez no lo sabes, pero tú me necesitas —juntó sus manos y alzando sus dedos índices formó una pistola—. Ahora somos un equipo.

—Lisa... —advirtió calmadamente.

—Llévame o —avanzó hasta acortar la distancia entre ambas—, yo te seguiré.

Iniciaron un firme juego de miradas, ninguna se dio por vencido durante varios segundos. Lisa realmente anhelaba seguir al lado de Kim.

—Está bien —resopló—. Alístate.

—Muy bien —contestó con dulzura y una gran sonrisa triunfadora.

La noche ya estaba en su total plenitud, siendo que el gran reloj de la iglesia marcaba las 11:00 pm en punto.

Jennie se encontraba fuera del hotel, caminando de un lado al otro en espera de Lisa. Se sentía algo ansiosa ya que pronto podría ver al gran y famoso Shin.

Removió inquietamente sus manos y de manera inesperada, su mirada logró chocar con el periódico que un señor llevaba entre sus manos. Maldijo para sí misma ya que en la portada estaba su rostro y el de Lisa como una de las criminales actualmente más buscadas por la Interpool.

La situación se le estaba yendo de las manos y en lo único que podía pensar era en mantener a salvo a la tailandesa. Volteó la mirada nuevamente hacia al frente y al parecer su pensamiento fue escuchado.

Sus orbes se encontraron con los de Lisa y sintió que el aliento fue abruptamente retenido gracias a la conmoción y sorpresa con la que su corazón estaba siendo atacado, atacado de una manera dulce, suave, lenta e inesperada.

Sus esponjosos labios se entreabrieron y no se permitió el pestañear. Kim quería admirar lo preciosa que se veía Lisa en cada segundo que pasaba. Quería seguir viendo aquellos brillantes ojos, aquellos redondos y rosáceos belfos, aquella nívea piel reluciendo en contraste con la gran luz de la luna llena, aquella delicada y esbelta figura con aquel vestido.

El chaleco blanco hacían alusión a sus pequeños hombros, el llamativo escote en v del vestido, hacía lucir parte de su lechoso pecho y sus marcadas clavículas. Aquel choker negro decoraba su esbelto cuello y hacía una plena demostración de lo etérea que era la belleza de Lisa.

Para cuando ella por fin se acercó a Jennie, esta estuvo a punto de perder su cordura. Pero se vio detenida ante cualquier cosa cuando por sobre el hombro de la pelinegra pudo ver a un par de oficiales caminando hacia su dirección.

Kim se alteró levemente y tomándola, la arrinconó rápidamente hacia la pared. Sus rostros estaban sumamente cerca y cada una podía sentir la respiración de la otra.

—Hay policías —susurró agachando un poco su rostro, sintiendo los labios de Lisa cerca de su mejilla.

Jennie ladeó cuidadosamente su cabeza y observó hacia atrás, notando que los policías se detuvieron en una heladería cerca a ellas. Suspiró con alivio y decidió prestar atención a Lisa. El movimiento fue tan rápido y descuidado que su nariz logró tocar la de la chica extranjera.

Ambas se miraron directamente, en un espacio tan reducido, pero con los latidos yendo en una carrera errática y desenfrenada. La tensión abundó sus cuerpos y, para cuando Jennie fijó su vista en los labios de Lisa, esta simplemente intentó advertirle.

—Ni si te ocurra besarme —murmuró.

—Nunca cruzó por mi mente.

—Mentirosa. Apuesto a que lo pensaste.

—No —pasó saliva difícilmente—. ¿Tú lo pensaste?

—Claro que no.

—¿Alguna vez besaste a alguien?

Lisa se indignó notoriamente.

—Pf, por supuesto que sí.

—¿En serio? ¿Cuándo? —frunció inconscientemente el entrecejo—. ¿En la escuela?

—Uh, no, después de eso.

—Imposible —susurró.

Fue ahora la tailandesa quien la miró con sorpresa, mordió levemente su labio inferior y estuvo totalmente decidida a mostrarle a Jennie que era verdad lo que decía. Y así que, odiando que la subestimara, acercó sus labios a los contrarios para darle un corto y rápido beso. Tan breve y fugaz como un parpadeo.

—Simple —se encogió de hombros—. Yo sé cómo besar.

Jennie sonrió de lado.

—¿Tú llamas a eso un beso?

—Sí. ¿Por qué? —la inocencia decoraba el tono de su voz.

—Esto, es un bess —susurró con total seguridad, mirando los bellos orbes de Lisa a la par que acercaba su rostro al de la contraria.

Ambas cerraron sus ojos y simplemente se dejaron llevar. Sus labios iniciaron un suave contacto, acariciándose con calma y lentitud, sintiendo las diferentes texturas a la que estaban explorando por primera vez de manera cuidadosa.

Jennie ladeó hacia un lado la cabeza y posó sus manos en la cintura de Lisa, sus narices se rozaron y el beso se hizo más profundo

La otra llevó sus manos a los hombros de la mayor para finalmente dirigirse y parar en su nuca, sujetándola con delicadeza y disfrutando de la suavidad que los labios ajenos le hacían sentir.

Los segundos pasaron y Kim decidió culminar aquello, apretando por última vez el labio inferior de Manoban entre los suyos. Su rostro se alejó mínimamente, Lisa aún podía sentir el cálido aliento de Jennie chocar contra su boca y decidió permanecer un tiempo más con los ojos cerrados.

Sintiendo con exactitud aquella fija mirada sobre ella. Cuando abrió los ojos, la mirada que estaba en sus labios se alzó rápidamente.

Ambas sintieron lo mismo, algo inexplicable estaba surgiendo y no pudieron evitar preocuparse. Lo sentían y anhelaban respuestas o, al menos una forma de decirse lo que estaba empezando a nacer entre ellas. Pero, ciertamente, a veces el temor y la inseguridad son más grande, haciendo que la idea flaqueara y se quedara como una simple suposición.

Lisa bajó la mirada y la castaña suspiró sintiéndose perdida. Sintiendo que no estaba manejando las cosas como deberían de ser. Ladeó su cabeza hacia al lado y confirmó que ya no había nadie por ahí.

—Todo está libre, vamos —habló Jennie tratando de ser neutral.

La pelinegra asintió yendo al lado suyo, enlazando con timidez su brazo con el de la contraria. Jennie no pudo evitarlo y sonrió de manera breve. Ambas sumergidas en un gran silencio, decidieron seguir su próximo destino por las frías calles de Praga.

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