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Jennie tomó un lujoso y gran auto de carrera color azul, prendió el motor que rugió con suma fuerza a la par que los turbos resonaron sacando flamantes y pequeñas llamas.

Su manejo fue limpio y audaz, la velocidad era tanta que su cabellera castaña se despeinaba totalmente contra el viento, aquel que golpeaba su rostro al no tener un casco de protección. Sin duda alguna, ya pudo notar no muy lejos de ella, a la camioneta que transportaba a Gwon.

—¡Ayuda! —la pelinegra dentro del auto golpeaba las ventanas en un vago intento de pedir auxilio.

—¡Cállate ya! —una bala se incrustó en el asiento de Lisa cerca de su cuello. Retuvo el aliento con miedo, por poco y la mataba—. La próxima será en tu cabeza.

Jennie se dirigía en la carretera con precisión, esquivando uno y otro automóvil. Pasándose las luces rojas del semáforo porque simplemente ahora no podía detenerse a seguir las normas de educación vial cuando un maldito criminal se escapaba con su hermosa chica.

Las camionetas de MinHo se detuvieron cerca de una playa. Kim se estacionó bruscamente y corrió con toda la rapidez que pudo por el muelle y es que Gwon se había instalado a un avión anfibio que reposaba cerca a la orilla, junto a la tailandesa a quien le habían amarrado la mano izquierda con una cadena.

El avión comenzó a moverse en busca de poder despegar. Jennie se apresuró a subir a un yate y buscar armas. Cogió un par de pistolas que guardó en el cinturón de su pantalón y para suerte suya encontró un francotirador que lanzaba pequeñas anclas de hierro.

Salió con desesperación, se tomó unos segundos para poder apuntar al avión, tiró del gatillo y el ancla se interceptó en la parte detrás de la máquina, jalando instantáneamente su cuerpo al mar. Tuvo que estirar sus extremidades de cierta forma para que pudiera tomar una mejor posición, quedando como si estuviera haciendo esquí acuático.

Como pudo, sacó una de las pistolas y comenzó a disparar hacia las alas y las hélices.

Una bala rozó su hombro y al dar vuelta notó que había sido Seung desde la orilla. Jennie apretó sus piernas alrededor de la cuerda metálica y le disparó justo en el pecho, matándolo al fin. Se reincorporó rápidamente y siguió dañando los tubos al igual que todo a su paso.

Una señal de alerta sonó desde la cabina del piloto y copiloto, la luz famosamente roja marcaba el peligro por el que estaban pasando.

—¡Han dañado el avión, señor! ¡No podemos despegar! —habló fuerte y claro.

Lisa se asomó hacia la ventana que estaba a su lado y pudo ver a Jennie, una efímera sonrisa curvó su rostro.

Ella estaba ahí, no la iba a dejar después de todo.

Con la idea plantada en su mente, la tailandesa fue recorrida por las agallas y la adrenalina a tal modo que le quitó la metralleta a un guardia que estaba cerca suyo. No supo cómo exactamente, pero se atrevió a disparar con todo lo que podía, moviéndose a la par que el impacto del arma tenía por sobre ella. Logró acabar con todos los que estaban ahí e incluso el arma fue la razón por la que se creó de a poco un incendio en todo el reducido espacio.

Lástima que Gwon no fue dañado en absoluto, por lo que cuando las municiones se acabaron, le quitó el arma a Lisa y la golpeó con esa misma en el rostro. Aprovechó que la menor estaba amarrada así que la siguió lastimando hasta que la alarma sonó con más fuerza y humo negro salía por todas las partes del avión. Esa fue la señal para que Gwon dejara a la chica y huyera antes de que algo peor ocurriera ahí adentro.

Pero quizás su suerte no iba bien ese día, ya que cuando apenas dio un par de pasos, vio a Jennie acercándose a él.

Chillidos debido a los cables quemados sonaban y las llamas de fuego eran cada vez más grandes.

MinHo tensó la mandíbula y reflejó su odio a través de la mirada que compartía con la castaña. No pasó mucho cuando corrió hacia Kim e intentó golpearla. Esta fue más rápida y tomó a Gwon de los hombros, golpeándolo con la cabeza y tirándolo al suelo para abofetearlo con demasiadas ansias. Lo sujetó nuevamente como a un muñeco e hizo que su espalda hiciera contacto contra unos grandes tubos de metal que estaban adheridos a la pared, una, otra y otra vez.

—¡Jennie! —el sistema de la mayor se alarmó y golpeándolo por última vez, intentó avanzar hacia donde estaba Manoban.

Gwon se aferró a su espalda tratando de inmovilizarla. Kim enfureció por ello y aprovechando que este la rodeaba con sus brazos, se impulsó hacia atrás logrando lastimarlo, le dio un par de codazos en el abdomen, luego lo tomó del cuello para darle una vuelta completa y terminó por tirarlo bruscamente al piso. Pateó un par de veces más su débil cuerpo y lo tomó fuertemente del cuello para arrastrarlo hasta el
inicio del incendio.

—¡No! ¡Espera! —sangre escurría por su boca, el temor se transmitió por sus ojos cuando las flamas eran cada vez más cercanas a su rostro.

Jennie no pudo inmutarse sobre ello y sin pensarlo dos veces terminó por aventar el cuerpo de MinHo hacia el fuego abrasador.

—¡Jennie! —la frágil voz de Lisa la hizo reaccionar. Rompió la vitrina de emergencia y tomó el hacha, golpeando la cadena hasta que por fin esta se rompió.

Observó a la pelinegra una vez más, su precioso rostro estaba lleno de lágrimas y sus ojos no hacían otra cosa que mostrar preocupación. Se sentía tan mal el haberle hecho pasar por todo eso.

La tomó firmemente de la mano y corrieron por el corto pasillo, Lisa logró abrir la puerta pero justo antes de salir, una bala rozó el brazo de la mayor. Ambas se detuvieron, Gwon aún seguía en pie con el fuego cubriéndolo apenas, tenía una estúpida arma en la mano.

Kim no lo dudó y aventó a Lisa hacia el mar, tratando de salvarla de alguna forma. Otra bala salió, lastimándole el hombro. Jennie frunció el ceño ante el leve dolor pero se sintió agradecida cuando la pistola de MinHo ya no tenía más municiones. Trotó hasta el hombre y tomando el hacha que dejó en el piso, fue como lo apuñaló justo en el medio de su pecho.

Gwon sollozó.

Lo tiró al fuego una vez más y tuvo un presentimiento cuando notó unas chispas revolotear debido a las máquinas averiadas. Ese incendio no era todo, faltaba muy poco para que se desencadenara una explosión absoluta y brutal dentro del avión.

Justo cuando aquello pasó, corrió, logrando lanzarse hacia el mar en medio de los miles de trozos que se repartieron en el aire.

Perdió la noción de todo, su cuerpo lastimado descendía por las frías aguas.

Lo único que tal vez pudo sentir, fue una suave mano intentando tomar la suya.

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