08; EL AZUL DE TUS OJOS

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EL AZUL DE TUS OJOS

Aegon concluyó que adoraba a Caníbal. La bestia negra que se tiraba bajo el sol en la playa y le dejaba sentarse frente a él era inofensiva a sus ojos. Sus padres estaban preocupados, él los había escuchado hablar sobre eso, dijeron que Caníbal era un peligro y que no podían dejarlo estar con él, pero el dragón no se fue. Le prohibieron salir durante tres días para esperar que se fuera, pero el dragón dormía y comía fuera de la fortaleza, como si esperase por él. Por eso se escapó en la cuarta noche y se tiró a dormir acurrucado bajo el ala del dragón. Después de ser encontrado por sus padres y sus tíos en la mañana, dormido junto a Caníbal, le dejaron acercarse al dragón sin problema.

A él le gustaba sentarse frente al dragón y tocar sus escamas calientes, Caníbal siempre dejaba salir humo contra su rostro para hacerlo reír y él en cambio pasaba horas acariciándolo y hablando. Los cuidadores eran quienes alimentaban al dragón porque al menos lograron hacer que comiera otra cosa que no fueran dragones o huevos de dragón. Su madre mandó una carta a King's Landing anunciando el evento para que se preparasen. Laena se ofreció a acompañarlos de regreso para neutralizar al dragón de ser necesario, Daemon se ofendió porque Caraxes es suficiente, pero la verdad era que necesitaban a Vhagar. Caníbal era del tamaño de la dragona, Aegon lo confirmó cuando esta se acercó de más y el dragón le rugió en la cara sin temor alguno. Ver a ambas bestias rugiendo a punto de empezar una pelea fue aterrador y emocionante. Caraxes no le tenía miedo a ninguno de los dos, pero aún así no era suficiente para someter a Caníbal si era necesario.

—Íbal—Aegon señaló al dragón que descansaba a los pies de Dragonmont—, papá.

—Si, cariño, Caníbal—Laenor le sonrió a su hijo y besó su mejilla—. Él irá detrás de nosotros, ¿bien?

Aegon inclinó la cabeza a la derecha y fingió que lo pensaba por un segundo haciendo reír a su padre. Finalmente asintió y sacudió su maraca llamando la atención del dragón que levantó la cabeza para verlo.

—¡Moke!—Aegon gritó, sus ojos yendo al dragón que se acercaba—¡Moke, papá!—Laenor también giró la cabeza para ver a su dragón—¡Olar!

—¿Quieres volar con Seasmoke?—Aegon asintió con emoción.

—¡Aegon, papá, olvar...uh...moke!—exclamó.

—Si, Aegon y papá van a volar con Seasmoke.

Su maraca fue guardada en una bolsa al costado de la montura de Seasmoke que apenas se acercaron lo olfateo haciéndolo reír. Su madre decía que los dragones lo olfateaban tanto porque olía a un dragón de verdad. Estar sobre Seasmoke con su padre una vez más era increíble, ya no necesitaba ir amarrado a su pecho así que su padre ató la tela en la silla y sus brazos como seguridad extra.

—¡Estamos listos!—Laenor le gritó a Rhaenyra que esperaba por ellos sobre Syrax.

Los dragones alzaron el vuelo, Syrax y Seasmoke adelante, Caníbal en medio, y Vhagar y Caraxes detrás. Aegon gritó emocionado, el aire le ponía las mejillas y la nariz rojas, pero ya estaba más que acostumbrado a ello. El vuelo, una vez más, fue corto. Syrax y Seasmoke aterrizaron en la fosa cuando el sol comenzaba a ocultarse, detrás de ellos Caraxes aterrizó y los cuidadores tuvieron que apresurarse a liberar el patio antes de que Caníbal decidiera aterrizar sobre todos. Vhagar siguió su vuelo hasta pasar de la fosa por completo, la dragona solía quedarse en el patio cuando Laena visitaba, pero con Caníbal ahí, no había forma de meter a ambos dragones en un solo lugar sin tirar las paredes abajo.

Los ojos de Aegon se abrieron con asombro al ver como Caníbal aterriza rugiendo a los cuidadores que se alejaron aterrorizados. No fue hasta ese momento que cayó en cuenta de algo. Había reclamado a Caníbal. O más bien, Caníbal lo reclamó. ¿Qué pasaría con Sunfyre ahora? ¿No iba a nacer? Un nudo se formó en su garganta, pero se lo tragó cuando escuchó a su madre hablando con los cuidadores y logró escuchar algo que le llamó la atención.

Un dragón dorado, princesa, del huevo que usted había escogido para el príncipe Baelon—le dijo el cuidador.

Aegon vio a su madre tensarse. ¿Quién era Baelon? ¿Su madre había escogido un huevo para él? ¿Sería un pariente que no conoció?

Quiero verlo—pidió su madre y él, siendo el chismoso que era, dejó salir un sonido de disgusto cuando la vio alejarse—. Laenor, lleva a Aegon para que tome su siesta.

No quería dormir, quería ver a Sunfyre.

—¡Sun!—gritó desesperado al sentir como su padre comenzaba a caminar—¡Sun!

Caníbal rugió y todos se detuvieron, temiendo enojar al dragón.

—¡Sun!—su garganta dolió, pero no se detuvo, necesitaba verlo—¡Sun!

Hubo un chillido y entonces un pequeño dragón dorado apareció seguido de dos cuidadores que intentaban atraparlo. Sus ojos se abrieron con sorpresa y lágrimas bajaron por sus mejillas al verlo otra vez. Sunfyre estaba ahí, pequeño, pero era él. El dragón voló directamente hacía él y Aegon estiró sus brazos tratando de agarrarlo. Nadie se movió, todos observaron con atención y respiraciones contenidas como el dragón se posaba en el hombro de Laenor para dejar que Aegon lo acariciara. Aegon lloró de felicidad y tristeza. Tenía a Sunfyre, estaba ahí con él, pero no era suyo.

Lo más seguro era que lo reservaran para Aemond, era lo correcto, pero su corazón dolía al pensar en eso. Él quería a su Sunfyre, quería tenerlo con él, quería volver a volar con él. Un sollozo se le escapó cuando el dragón se deslizó fuera de su agarré y voló lejos de él. Caníbal dejó salir un bufido, pero dejó que el dragón más pequeño se posara en su cabeza.

Lo siento, viejo amigo, tengo que dejarte ir.

Aegon ocultó el rostro en el hombro de su padre y siguió llorando. Lloró todo el camino hacía la fortaleza e incluso cuando su abuelo intentó animarlo, quería estar solo, no quería ver a nadie. Para su suerte su cuerpo de niño no resistía mucho y quedó rendido en los brazos de su madre después de un baño con agua tibia. Esa noche soñó con escamas doradas y el sol brillando sobre su cabeza.

A la mañana siguiente su abuelo organizó un almuerzo para celebrar que había reclamado un dragón, toda su familia no dudó en presumir que con apenas dos veranos ya tenía un dragón tan grande. Él no se quejó por la atención, la aceptó como el príncipe mimado que era, pero cuando Daemon lo llamó mimado le lanzó su maraca con todas sus fuerzas. El objeto lo golpeó en el hombro y el hombre se tuvo que tragar su exclamación de dolor, pero Aegon notó que si le había dolido.

—Esa pequeña bestia es una amenaza cuando tiene algo en la mano—le dijo Daemon a su hermano.

—Solo le gusta tirar cosas—Viserys sacudió una mano—, es un niño—Aegon sonrió con inocencia y sacudió su maraca frente al rostro de su abuelo que le regresó la sonrisa. —¿Quieres una galleta, cariño?

—¡Sí!—exclamó con emoción.

Daemon puso los ojos en blanco y dio un paso hacía atrás cuando la maraca se acercó demasiado a su rostro.

—Pequeño manipulador—murmuró viendo como su hermano se alejaba con el niño en brazos.

Niño que lo miró y le mostró la lengua por sobre el hombro de su abuelo.

La tragedia sucedió cuando Aegon cumplió su tercer verano, después que escapó de la fortaleza y trepó en la nueva montura de Caníbal para volar con él por primera vez. Sus padres casi lo matan cuando regresó, pero se mostraron orgullosos, aún así lo castigaron por irresponsable y por darles el susto de su vida. Su abuelo regañó a los cuidadores y despidió a los guardias por no haber notado su escape. Su tía Lala iba a casarse con Daemon, o eso quería, pero esa no era la tragedia. No, la tragedia era otra que lo dejó con la sangre helada.

—La reina tuvo un niño, princesa—anunció una doncella.

Un niño.

Aemond.

¿Aemond?

Sus juguetes perdieron importancia en cuanto escuchó aquello, sus ojos fueron a su madre que tenía los labios apretados y los hombros tensos. Su padre estaba de pie cerca de la puerta y levantó una ceja al escuchar la noticia. Minutos después se encontró en brazos de su padre yendo a la habitación de la reina escuchando a su madre quejarse y decir que sí hace a nuestro hijo llorar otra vez voy a golpearla sin importar que acaba de dar a luz. Aegon arrugó la nariz al escuchar eso. Al menos sabía que su mamá era capaz hasta de matar a alguien por él.

En la habitación ya estaba el rey que era quién sostenía el bulto de mantas. Alicent estaba sentada en la cama sonriendo, claramente orgullosa de haberle dado un hijo al rey, y Aegon se sintió mal. Daba por sentado que ella no se había sentido así cuando él nació, pero ¿qué pasaba con Hela? ¿Se sentía decepcionada de dar a luz a una niña? ¿La iba a querer?

—Aegon, conoce a tu tío—Viserys se acercó con una sonrisa que Aegon sabía no iba a durar mucho tiempo—. Dile hola a tu tío Aemond.

Aegon lo vio, dormido, con el cabello blanco y tan pequeño como Helaena había sido. Lágrimas hicieron que sus ojos picaran, pero peleó con ellas, no iba a ponerse a llorar frente a todos sin razón alguna. Estiró una mano con cuidado y acarició la mejilla de Aemond con un dedo. El bebé se removió, inclinándose hacía el contacto, y abrió sus ojitos revelando los ojos más azules que Aegon jamás había visto. Aegon jadeo de sorpresa y retiró su mano como si lo hubieran quemado, pero Aemond siguió mirándolo.

—Mond—dijo levantando la mirada para ver a su padre—, papá, shío Mond—señaló al bebé.

—Mmh, tío Aemond—Laenor besó su frente.

—¿Shía Ela?—preguntó ahora mirando a su abuelo.

—Tía Hela está descansando, cariño, puedes jugar con ella después—su abuelo le sonrió.

Sonrió satisfecho y miró a su madre que lo miraba con cariño desmesurado. Ah, cuánto amaba esa mirada.

Ese día ni Alicent ni Otto lo intimidaron, estuvo feliz, más feliz de lo que se hubiera imaginado. Solo faltaba que nacieran Daeron y sus nuevos hermanos. Lo único que mató su felicidad salió de la boca de su propio abuelo. El muy traidor, Aegon quería pegarle, anunció que cuando Aemond tuviera la edad necesaria dejarían que reclamase a Sunfyre.

Incluso en esa vida lo traicionaba.

—Sunsun—Aegon le dijo a su madre con ojos tristes.

Quería que su madre lo impidiera, él quería a Sunfyre, pero sabía que era imposible.

No te preocupes, cariño, está bien—su madre besó su frente.

Aegon no se dio cuenta de la mirada que sus padres compartieron, no se dio cuenta que ellos estaban armando un plan en silencio para que su hijo fuera feliz sin importar qué.

Cuando Helaena por fin despertó de su siesta dejaron que Aegon jugase con ella. La niña apenas tenía un verano, pero jugó con su sobrino de tres sin problema. La risa de ambos niños llenó la sala de juego y contagió a sus cuidadoras que se unieron al juego corriendo con ellos y moviendo dragones de madera por los aires. Desde entonces Aegon iba a jugar con Helaena casi todas las tardes bajo la vigilancia de al menos cinco mujeres y de vez en cuando su madre o Alicent.

—¡Lala!—Aegon gritó emocionado al ver a su tía favorita.

—¡Mi niño!—Laena lo cargó para llenar su rostro de besos—¡Que grande estás!

—Amo...Lala—Aegon besó la mejilla de su tía.

—Tu tía Lala también te ama, cielo—Laena besó su mejilla repetidas veces haciéndolo reír.

Su familia había viajado para celebrar el nacimiento de Aemond, el primer hijo varón del rey, el niño que habían estado esperando por mucho tiempo. La llegada de su hermano, tío, había sido agridulce. Por un lado estaba feliz de verlo otra vez, pero no podía evitar sentirse triste. Iba a perder a Sunfyre y de seguro sería forzado a tener una rivalidad con él por el trono. ¿Por qué no podían simplemente aceptar que su madre era la heredera y listo? Malditas sanguijuelas.

—Mira que guapo te ves, mi vida—Rhaenys se acercó a ellos y, prácticamente, lo arrebató de los brazos de su hija—, te extrañe mucho.

—Abu Nys—Aegon se rio abrazándola.

—Madre, no deberías ser así con tu propia hija—Laena negó con la cabeza.

—Lo ves más seguido que yo, hija, ¿por qué no vas a saludar a tu hermano?—la mayor miró a su hija que puso los ojos en blanco.

—Increíble, ni fuiste a saludar a tu hijo—Laena miró a Aegon—, ¿escuchas eso?

Aegon arrugó la nariz riendo.

—Anda, ve a saludar—la menor se alejó murmurando quejas—. Tu tía no aprende que para un abuelo no hay nada más importante que sus nietos.

Él sabía eso y no lo había aprendido por las buenas.

—¿Abu Lys?—preguntó mirando a todos lados en busca de su abuelo.

—Tu abuelo tuvo un viaje de último minuto, cielo, vendrá otro día a verte—un puchero se formó en su rostro—. Prometo que lo traeré sobre Meleys de ser necesario—eso le hizo sonreír—, lo ataré a la silla.

Los dos rieron imaginando al gran Corlys Velaryon atado a la silla de Meleys, aterrorizado por la hazaña de su esposa mientras volaban sobre el mar.

—¿De qué ríen ustedes dos?—Viserys se acercó a ellos.

Chismoso, pensó Aegon. No era como si él mismo no fuese un chismoso, para nada.

—Edeto—dijo él poniendo un dedo contra sus labios.

—¿Un secreto?—asintió.

—¡Eta!—gritó él de repente llamando la atención de varios. —Abu...egg...eta.

Aegon luchaba con las palabras, cada vez que intentaba hablar se trababa, pero los maesters decían que tenía un vocabulario avanzado para su edad así que no se apresuraba por hablar perfectamente.

Se sacudió en los brazos de su abuela hasta que lo pudo en el suelo y pudo correr hacía la mesa de dulces dónde estaba Daemon Targaryen agarrando algo que él no podía ver. Su maraca se sacudió con cada uno de sus pasos y Daemon apenas pudo registrar su presencia antes de ser pisado y golpeado con la maraca. Aegon lo miró con inocencia y sacudió su juguete favorito estirando los brazos en un gesto que todos conocían como cárgame.

—Niño...malcriado—Daemon gruñó mirándolo mal.

—Iba—gritó Aegon comenzando a frustrarse. —¡Shío Iba!

Daemon no tuvo de otra más que cargarlo porque todos estaban viéndolos. Aegon se acomodo en los brazos de su tío y estiró una mano hacía la mesa, en dirección de sus galletas favoritas, las que sabía estaban ahí para él.

—Eta, shío, egg...eta—dijo mirando a Daemon y después el plato de galletas.

—¿Quieres una?—no, solo quería balbucear como menso.

—Egg...eta—repitió en lugar de gritar y pegarle.

Por fin, Daemon agarró una galleta y se la dio, él la recibió con gusto y se la llevó a la boca para darle una mordida. Estaba justo como le gustaba, crujiente en el borde y suavecita en el centro, con la cantidad correcta de miel y fresas. Estaba saboreando el cielo en la tierra cuando Daemon intentó ponerlo en el piso. Dejó salir un sonido de protesta y sacudió su maraca con agresividad.

—Demo...uh...shío—arrugó la nariz, aún no encontraba un apodo sencillo para Daemon—. ¿Eta?

Estiró la galleta hacía su tío, pero él negó con la cabeza, claramente disgustado por la galleta babeada. Bah, su abuelo se las comía sin problema cuando él las babeaba. Hablando de su abuelo, el hombre se estaba acercando a ellos con su madre.

—Mamá, abu—los saludó sacudiendo su maraca y una sonrisa llena de galleta.

—¿Te diviertes con el tío Daemon?—Rhaenyra estiró una mano para limpiar las migajas de su mejilla.

—De...aem...o...—maldición, ¿por qué no podía decir el nombre?

—¿Te gusta el tío Daemon?—Viserys preguntó con un tono de burla.

¿Le gustaba el tío Daemon?

Aegon miró al hombre que lo miraba con una ceja levantada. Daemon abrió la boca para hablar y antes de pensarlo bien Aegon le metió la galleta en la boca a la fuerza.

—Eta, shío.

Algunos a su alrededor rieron con la escena, pero con una sola mirada de Daemon se tragaron las risas, las únicas que siguieron riendo fueron Laena y Rhaenys, aunque la segunda lo ocultaba mejor que la primera.

—Aegon, te he dicho que no hagas eso—su madre lo regañó y lo quitó de los brazos de Daemon—. Discúlpate con tu tío.

—Solo estaba jugando, cariño, ya sabes que le gusta compartir su comida—Viserys limpio la mejilla de su nieto sonriendo con complicidad.

—Es un mimado que acabará con nosotros si siguen así—Daemon tiró los restos de la galleta al suelo y se limpió con la manga de su camisa.

—¡No!—Aegon gritó.

Su mamá podía llamarlo mimado, su papá también, su tía Lala, y sus abuelos, pero ellos lo decían con cariño y seguían consintiéndolo. Daemon lo decía de mala forma. No le gustaba que él lo llamase mimado.

Trató de tirarle la maraca, pero su madre se la quitó antes de que pudiera hacerlo. Rhaenyra le dio una mirada de disculpa a su tío y se dio la vuelta para llevarse a su hijo antes de que lo agrediera nuevamente. Aegon miró mal a Daemon sobre el hombro de su madre. Algún día iba a lograr tirarle la maraca en la cara. Algún día.

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NOTA:

Aegon mimado, el dueño de mi corazón, hay que protegerlo.

Capitulo dedicado a mi preciosa analymalfoy toda la historia de principió a fin esta dedicada a ella, pero hay que recordárselo de vez en cuando. De paso, vayan a leer su historia Illicit Affair de Aegon II.

También quiero dedicarle este capitulo a mis chiquitos del grupo de rol, besitos a todos, son los mejores. iivytarg Mich_PotterDa strelitziauzza y lucy-56 

Se viene lo bueno, la guerra por Sunfyre, ¿a quién le apuestan? ¿Team Aegon o team Aemond?

Vamos a ver más de tío Daemon así que prepárense que viene mucho contenido de fluff.

Espero les haya gustado, gracias por leer, lu.

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