32; FLOR DE INVIERNO

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FLOR DE INVIERNO

No pasaba mucho tiempo lejos de su madre después de lo ocurrido. Rhaenyra estaba asustada, aterrada realmente, con todo lo que había sucedido. Aegon no se quejaba de la sobreprotección, dejó que le asignaran un segundo guardia, y dejó que Ser Criston cuidase de él estando dentro de su habitación. La persona que había estado de guardia cuando sucedió el ataque había sido despedida y castigada, hubiese sido sentenciada a muerte si Aegon no hubiera intervenido. La gente miraba a su madre con lástima cuando la veían sosteniendo su mano y él no los culpaba porque él también sentiría lástima de una madre que casi pierde a su hijo dos veces. Cassandra, Clement y Joffrey habían llegado a la fortaleza casi un mes después del ataque para verlo. La mayor había llorado mientras lo abrazaba diciendo que no quería perderlo a él también. Aegon notó que sus amigos tampoco se habían recuperado de la primera vez que casi muere y eso hizo que su corazón se apretara. Alan, Cregan, y Aliandra llegaron un mes después que ellos, igual de preocupados que todos.

Estar con sus amigos fue gratificante para Aegon, sobre todo cuando Cassandra le confesó que se quedaría como dama de compañía de Helaena. Les contó lo que había pasado cuando estuvieron todos juntos y la voz se le quebró cada vez que habló del miedo que sintió por sus hermanos. Cassandra lo abrazó con fuerza dejando que llorase en su hombro. Quizás lo que se le hizo más difícil fue poder hablar con Cregan a solas. Ser Criston y su tío Joffrey lo seguían a todos lados, hasta se quedaban en sus aposentos con él algunas veces, así que no era fácil poder hablar con Cregan a solas. Al menos hasta que sus amigos decidieron ayudarlos. Su tío Joffrey no fue difícil de convencer, simplemente se plantó frente a él con una mirada que copió de Daemon y el mayor cedió a salir de la habitación arrastrando a Criston con él.

—Tu y yo hablaremos después pequeño demonio—le dijo su tío cerrando la puerta.

Apenas se cerró la puerta suspiró y se giró para ver a Cregan que lo miraba con una ceja levantada. Claro, seguramente se había visto ridículo discutiendo con su tío para que le diera algo de privacidad.

—No me mires así—avanzó hacía el pelinegro y lo abrazó ocultando su rostro en el hombro del contrario—, quería estar a solas contigo.

—Lo sé—Cregan lo rodeó con sus brazos—. ¿Realmente estás bien? Lo que te pasó fue horrible.

Fue lo mismo que le pasó a mi hijo, pensó con amargura.

—¿Aegon?—lo llamó con suavidad.

—Estoy...yo...—levantó la cabeza para verlo.

Debía decirle. No era justo para Cregan.

—No tenemos que hablar de eso ahora—el pelinegro le sonrió tomando sus manos.

Al final no dijo nada, solo dejó que sus labios chocaran con los de Cregan por primera vez en meses. Todos sus problemas desaparecieron en ese momento, solo le importaba estar con su amado que se encargó de distraerlo. Se acomodaron en la cama de Aegon, la misma en la que habían intentado asesinarlo hace poco menos de dos meses, pero esa tarde se olvidaron de eso. Las caricias en su cabello y los pequeños besos borraron de su memoria el frío de la espada contra su cuello y la sensación de manos sosteniéndolo para que no se moviera. La voz de Cregan ahogó las amenazas de muerte y sus ojos borraron los rostros intimidantes.

—Debemos hablar—susurró ocultando su rostro en el hombro de Cregan.

—Después.

No hablaron después de eso.

Al menos no de lo que Aegon quería hablar. Nadie de la familia hablaba con él sobre lo que había pasado, pero sabía que ya estaban investigando, ya estaban buscando a los que quisieron matarlo. Su abuelo Corlys había amenazado con toda la fuerza de su flota al culpable y solo le había dicho a él que todo iba a estar bien. No sabía si tenían sospechosos o algo. Nadie hablaba de eso. Jacaerys y Lucerys se aferraban más a él, ambos temerosos, y Visenya iba detrás de ellos sin saber muy bien qué había sucedido y por qué tenían tantos guardias en los pasillos ahora. Helaena pasaba la mayor parte de sus días con Aemond y Daeron, y Aegon los visitaba con sus amigos al menos una vez al día. Aunque Cassandra iba más de una vez a verlos.

—Crees que...tu crees que...—Aegon miró a Aemond esperando que terminara de formular su pregunta. —¿Crees que alguien quiera casarse conmigo ahora que me falta un ojo?

Vio la tristeza en su ojo y a él no le tomó mucho tiempo descubrir que no quiso decir alguien, quiso decir un nombre en concreto. Aegon suspiró y tomó la mano de su tío, el que en otra vida fue su hermano y acabó muriendo por su culpa.

—Cassandra te visita dos veces al día, estoy seguro que si querrá casarse contigo.

—Tu...—Aemond agarró una almohada y se la lanzó—no dije...yo no...

—Todos lo sabemos.

—Me sorprende que te dieras cuenta de eso y no de que te gusta Cregan—le dijo con tono molesto.

—¡No es justo que usen eso en mi contra!—exclamó ofendido.

—De hecho si lo es—Helaena levantó la mirada de lo que estaba bordando y los miró.

—Mejor me voy, me molestan, ¡en mi propia casa!—escuchó la risa de Daeron mientras salía "ofendido".

Afuera su tío Joffrey lo miró con una ceja levantada, pero no dijo nada.

—Estaré en mi habitación—les dijo comenzando a caminar—, quiero estar solo.

Criston y Joffrey compartieron una mirada pero no dijeron nada para contradecirlo. En el camino a su habitación se cruzó con Cregan que se le unió apenas lo vio, Joffrey levantó una ceja al ver como Aegon se olvidaba que quería estar solo. En la habitación se sentaron en el suelo frente al fuego, rodeados de cojines para estar más cómodos. O, bueno, Cregan se sentó y Aegon se recostó a su lado para descansar la cabeza sobre sus piernas.

—Alan y Aliandra partirán mañana—le recordó Cregan—, yo tendré que irme pronto también...

—Lo sé—susurró frunciendo el entrecejo—, Joffrey se irá el día después de Alan y Aliandra, supuse que te irías con él.

—Mmh, Clement se quedará, quizás pueda...

—No, tienes obligaciones en el Norte, no puedes quedarte más tiempo del razonable—se sentó dejando que la mano que acariciaba su cabello cayera en el lugar donde antes había estado recostado.

—No es...

—Puedo ir a verte, ir en dragón es más rápido que venir a caballo o en caravana—aquella declaración puso una sonrisa en el rostro de Cregan.

—Tu también tienes obligaciones—le recordó, como si fuese necesario, pero la sonrisa aún estaba en su rostro.

—Obligaciones que no van a comenzar hasta que me case—murmuró apartando la mirada.

La sonrisa en el rostro de Cregan se convirtió en una mueca y Aegon casi ríe cuando lo vio por la esquina de su ojo pero al recordar que estaría en la posición de Cregan también se tragó la risa. Un puchero se formó en sus labios inconscientemente, pensar en el futuro ahora que tenía a Cregan a su lado le aterraba. Por lo menos si él se casaba con Helaena ella los apoyaba, pero no sabía con quién se casaría Cregan en un futuro. ¿Y si conocía a la que fue su esposa en su vida pasada y lo dejaba por ella? Aquel pensamiento generó un sentimiento amargo en su pecho, estaba seguro que si eso llegaba a pasar no podría seguir con su vida sin aquel sentimiento amargo.

—¿Vas a casarte con la...Lady Cerelle?—la pregunta salió cargada de sentimientos negativos.

—No—respondió enseguida—. De hecho, el abuelo me ofreció casarme con Helaena para evitar que la Reina la case con Aemond.

—Helaena es buena opción—Aegon vio como el pelinegro se relajó—, ella lo sabe.

—Lo supo antes que yo—murmuró frunciendo los labios.

—Todos lo supieron...—Cregan lo miró con diversión en los ojos. —Pero, si te casas con ella podremos seguir juntos.

—Dijiste que tu padre también lo sabía—recordó de repente—, ¿qué dijo sobre eso?

—Dijo que no debería apoyar mis deseos, pero que podía ver que nos atraíamos el uno al otro como si estuviésemos atados con una cuerda—aquello hizo que se sonrojara—. Dijo que debíamos disfrutarlo mientras podíamos porque teníamos responsabilidades que no podemos evitar.

—Tu padre era un buen hombre—murmuró abrazando sus rodillas a su pecho—, no me hubiera aceptado de saber la verdad.

Hubo un silencio pesado que ninguno quiso romper, pero la curiosidad de Cregan le ganó. En su cabeza no podía encontrar una razón por la que su padre fuese a rechazar a Aegon, sabía que nadie era totalmente perfecto pero a sus ojos Aegon no tenía nada que le ganase el rechazo de alguien.

—¿De qué hablas?

Aegon no lo miró, solamente abrazó sus piernas con más fuerza. Pensó que no diría nada y él lo respetaría porque nunca presionará a Aegon en su vida, pero entonces sus ojos violetas lo miraron con lágrimas y una tristeza que nunca había visto en él.

—Yo no soy quién crees que soy—comenzó con la voz rota—, realmente ya he vivido una vida completa.

Aegon apartó la mirada, no soportaría ver el disgusto en los ojos de Cregan cuando escuchara la verdad. Una vez abrió la boca ya no pudo quedarse callado, fue como si las palabras estuviesen siendo forzadas a salir de su boca, como si él ya no pudiese detenerse. Le contó todo, su nacimiento, cómo fue criado, su matrimonio con Helaena, la usurpación del trono, la guerra, las cosas horribles que hizo, lo bien que se sintió haciéndolas en el momento. No dejó ningún detalle por fuera, ni siquiera el hecho de que en esa vida ellos eran enemigos y que Cregan estaba detrás de su cabeza.

—Lord Cregan Stark marchaba del Norte a Desembarco del Rey para matar al usurpador—murmuró bajando la cabeza—, el concejo estaba aterrado del ejército que se aproximaba a la ciudad y en medio de la desesperación decidieron matarme.

—Aegon...

—Me merecía una muerte peor, fueron amables conmigo—cerró los ojos recordando aquel día—. Debieron esperar a que el ejército llegara y acabara conmigo.

Los recuerdos lo estaban abrumando, podía verlos con claridad en su mente y aún escuchaba las voces, los gritos, las súplicas. Podía recordar la mirada llena de tristeza de Jaehaera, lo único que le quedaba, y cómo él pensaba casarse con Cassandra Baratheon para tener más hijos. Herederos dignos, o algo parecido, había dicho. Incluso a Sunfyre había intentado reemplazarlo. Pero ninguno de ellos tenía reemplazo. Sus hijos, su dragón, su familia, ninguno se merecía lo que les hizo.

—¡Aegon!—Cregan le gritó, agarrando sus hombros para sacudirlo. —Respira, ¿puedes escucharme? Aegon reacciona.

No se había dado cuenta que la respiración se le había acelerado, tampoco que sus manos estaban temblando y su pecho dolía. Abrió los ojos y se encontró con los ojos preocupados de Cregan. No había rastro de disgusto o de decepción en ellos, solo había preocupación.

—¡Ser Criston!—lo escuchó gritar sin dejar de mirarlo.

La puerta fue abierta enseguida y por ella ingresaron Criston y Joffrey, ambos con las manos en sus espadas. Apenas vieron el estado en el que estaba se apresuraron para llegar a su lado.

—Príncipe, está bien, respire—Criston lo levantó del suelo—. Hay que llevarlo con...

—Mamá—logró forzar la palabra en medio de sollozos y respiraciones cortadas.

—La Princesa está en sus aposentos preparándose para la reunión del concejo—avisó Joffrey.

Aegon miró a Cregan que no dijo nada pero se movió para salir, corriendo como si lo estuvieran persiguiendo para asesinarlo. Ser Criston se movió para seguirlo, hablándole para que reaccionara o se quedará despierto, no lo sabía. Todo le parecía demasiado, quería irse de ahí, necesitaba irse de ahí, debía ir con su madre o su padre. En el fondo de su mente escuchó el rugido de un dragón y la imagen de Caníbal cubriendo a Sunfyre con su ala apareció frente a sus ojos.

—No, no—susurró—. Dra...Caníbal.

—No podemos llevarlo a la fosa, Príncipe—Criston se detuvo de repente.

—¡Aegon!—escuchó la voz de su padre y en cuestión de segundos fue cambiado de brazos. —Está bien, cariño, está bien, estoy aquí.

Fue su padre quién lo cargó hasta la habitación dónde su madre ya los esperaba con los ojos llenos de preocupación. Rhaenyra se trepó en la cama y dejó que Laenor pusiera a su hijo sobre ella para poder abrazarlo.

Mi pedazo de cielo, mamá y papá están aquí—Rhaenyra pasó una mano por su cabello.

La canción de cuna en valyrio ayudó a que se calmara, le recordó que ya no estaba en esa vida, le recordó que ahora Rhaenyra era su madre y que lo amaba con todo su ser. No era Aegon Targaryen hijo del Rey Viserys y la Reina Alicent, era Aegon Velaryon hijo de la Princesa Rhaenyra y Ser Laenor Velaryon. No estaba solo, tenía a Cassandra, Alan, Clement, Aliandra, Joffrey, tenía a Cregan. Sintió una mano pequeña tocando su mejilla y sus ojos se abrieron de inmediato. Joffrey estaba ahí, mirándolo con ojos expectantes, y apenas notó que tenía la atención de su hermano mayor sonrió dejando salir una risa que sirvió para eliminar el resto de los recuerdos. Claro, también tenía a sus hermanos ahora. A los anteriores y a los nuevos.

—¡Egg!—la voz de Visenya llenó la habitación—¡Egg no llores!

La niña corrió hacía la cama con el rostro rojo, seguida de sus hermanos mayores, los tres con los ojos tristes.

—¿Estás bien?—Jacaerys preguntó mientras ayudaba a su hermana a trepar la cama.

—Estoy bien—murmuró recibiendo el abrazo de Visenya cuando pasó sobre su padre para llegar a él.

—No llores, eres muy bonito para llorar—le dijo la niña abrazándolo con fuerza.

—Gracias, Cregan—la voz de su madre le hizo girar la cabeza hacia la derecha dónde Cregan estaba parado—, agradezco que seas un buen amigo para mi hijo.

—Es un placer Princesa—el pelinegro asintió.

Sus ojos se encontraron y Aegon tuvo que morderse la lengua antes de decir alguna estupidez. Era muy pronto para decirle a sus padres.

—Quiero ver a Caníbal—dijo apartando la mirada de Cregan para ver a su padre.

—Iremos en familia—Laenor se levantó, agarrando a Lucerys que gritó al ser levantado sin aviso.

—Vamos entonces—su madre cargó a Joffrey que aplaudió con emoción.

Aegon dejó ir a Visenya y se bajó de la cama de un salto. Aprovechó que Jace y Visenya estaban siguiendo a su padre para acercarse a Cregan que lo estaba siguiendo con la mirada. Se miraron en silencio por varios segundos y Aegon vio la duda en sus ojos. No le gustó verlo pero suponía que era normal dadas las circunstancias.

—Ven con nosotros—le dijo finalmente.

Cregan asintió y lo siguió en silencio cuando Jacaerys decidió que quería ir agarrado de la mano de su hermano mayor, aunque realmente estaba arrastrando a Aegon con él. Llegando a la salida de la fortaleza se encontraron con Tyland Lannister y su sobrina que no dudó en añadirse al paseo cuando Rhaenyra se lo ofreció. Ante la llegada de la menor Aegon no pudo evitar mirar a Cregan que ya se notaba incómodo con la llegada de la joven Lannister. En el camino a la fosa Cregan se sentó a su lado así que Aegon notó sus hombros tensos y sus manos apretadas. Aprovechando que estaba cargando a Jacaerys tomó la mano de Cregan que se relajó visiblemente y giró la cabeza para verlo. Él le sonrió levemente.

En la fosa Caníbal estaba aterrizando cuando llegaron, el dragón negro se sacudió y le gruñó a los cuidadores que estaban más cerca. Aegon sonrió y corrió hacia él ignorando como los cuidadores casi corrían a atender a su madre para alejarse del dragón negro. Caníbal se dejó abrazar, golpeando su cola en el suelo como un perro cuando recibe caricias. Se alejó de él un poco para extender su mano hacía Cregan que estaba de pie junto al carruaje con Cerelle.

—¡Ven a saludarlo!—gritó cuando vio que Cregan no se movía.

Cregan se acercó con pasos indecisos, como siempre, pero tomó su mano para dejar que Aegon lo guiará a tocar al dragón. Caníbal se dejó tocar, hasta se acomodo en el suelo para estar más cómodo.

—No me importa—dijo Cregan. —Fue otra vida, ellos te arruinaron, te convirtieron en un monstruo, ellos...realmente...

Lucía molesto y Caníbal gruñó como si estuviese de acuerdo. Aegon lo miró con los ojos bien abiertos, sorprendido, se había esperado muchas reacciones menos esa.

—Lo que me importa es que estás aquí, redimiendo lo que hiciste, estás—Cregan lo miró—. Has cambiado las cosas, estás cuidando de tu familia y de tus amigos—agarró su mano—. Pienso que todo es culpa de tu familia, ellos no te querían así que te convertiste en...esa persona, pero ahora tu familia te quiere y eres una buena persona.

—Cregan...

—Yo realmente te amo Aegon—confesó apretando su mano—, yo le agradezco a los dioses que te trajeron porque pude conocerte y tenerte a mi lado—volvió a mirarlo—. Y desearía que todas las versiones de mi te encuentren antes de que ellos te arruinen.

—Yo también lo deseo—susurró con una sonrisa y las mejillas rojas—. Realmente no puedo decir que te amo porque no sé lo que es eso, pero lo que siento por ti es...creo que sí lo es.

—Te besaría pero creo que todos nos verían—ambos rieron.

—Vayamos a volar entonces.

Caníbal se levantó y Cregan dio un paso hacía atrás soltando su mano, su rostro pálido y la negación en la punta de la lengua, pero al ver la emoción en los ojos de Aegon accedió.

■■■■

NOTA:

Aegon y Cregan son mis niños preciados, no les permito que los odien.

En el próximo ya se nos compromete el niño, ya casi casi viene la boda y el angst delicioso que tanto les gusta.

Espero que les haya gustado, gracias por leer, lucienne.

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