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-Esta es carne de buena calidad -el hombre de bigote frente a ella es un mercader, lo sabe por la manera en que parece querer complacerla con palabras bonitas sobre el producto que esta dando para, posiblemente, obtener un descuento- este tipo de bestias no son muy vistas estos días.

-Como verá, solo hay que buscar -sus palabras son un cierre inmediato, le pagan un poco más de lo que estimaba mientras sale del mercado errante en el que se ha metido.

Ya se imaginaba a la reina Criseima, antigua amiga, revolcándose en su mausoleo porque ella no estaba vistiendo ropajes finos y se había metido a un lugar de esos.

Ojos que no ven, corazón que no siente, o eso quiere creer por lo menos.

Eso era lo último de carne que le quedaba de su parte, nunca se imaginó regresar a esos días en donde la alfa de los Bengal la usaba de carnada para atraer bestias más grandes; eso había pasado cuando era casi una niña de 6 años, sin estar demasiado consciente del peligro en el que estaba al ser usada para atraer presas fáciles para la familia de Bengales.

Por supuesto, parecía que no importaban cuantos años pasarán, la alfa de la familia sabría dónde estaba y buscaría la forma de sacar provecho, no podría quejarse, de no ser por ella hubiera muerto por cualquier cosa hace muchísimos años.

Ahora, con dinero, medianamente curada y comida por unos días por fin podía disponerse a seguir la ruta que todo el grupo estaba tomando.

Hasta donde recuerda, Iris trató de comunicarse con ella, pero su teléfono perdió su último 1% cuando apenas se había fijado que el nombre de la castaña brillaba en la pantalla rota, de eso ya habían pasado 5 días.

No tener noticias de los otros la ponía ansiosa, pero si calculaba bien ya debieron pasar por el ferry y estarían surcando aguas fuera de las tierras del reino, más les valía, porque ellos fueron con todas las comodidades mientras que a ella le tocó dormir en las patas de su rara madre adoptiva y convenida, aun tenía pelo dorado pegado en su ropa y ramitas porque tuvo que dormir en las patas de una bestia, debajo de su mandíbula y en la rama de un árbol a tres metros del suelo hasta que la volvió a dejar ir.

-Ropa... -tomó en sus dedos uno de los retazos de tela que caían fuera de lo que quedaba del vestido, la sensación de suciedad recién dándose paso y también el bochorno.

El suspiró cansado que se le escapa parece más un gruñido molesto, no tiene fuerzas ni las ganas para regresar por donde vino, pero tiene que hacerlo; eso y conseguirse un lugar donde bañarse.

-Desgraciada seas, naturaleza de Eos-levanta su puño al aire y lo agita sin fuerza.

Al menos sabía que al grupo que iba en búsqueda de Luna les iba mejor.

Mientras tanto en Cape Caem...

-¿Se supone que esto debe ir ahí? -al fondo escucha como sus amigos siguen ayudando a reparar el barco de su padre que usarán para llegar a Altissia, lleva su mano derecha hacia su bolsillo trasero para verificar, una vez más, que no hay llamadas o mensajes nuevos.

Le inquieta en más de una forma, porque ha estado acostumbrado a que (...) le mande mensajes cada dos por tres, pasando a ser cada 5 por 7 cuando decidió vivir solo.

De alguna forma, empezaba a extrañar su hostigamiento, o al menos así consideraba su insistencia cuando quería que fuera a verla.

-¿Eso es para mí? -Aun recuerda el día en que, después de su trabajo a medio tiempo, fue a verla con un envase de plástico lleno de sushi para convidar, se suponía que esa sería su solitaria cena antes de que Ignis llegase o antes de recibir el mensaje de (...), no tenía palabras, solo era una foto que parecía haber sido tomada al momento y mandada por error.

Parecía ser el intento fallido de un selfie, y decía fallido porque apenas se le veía el inicio de la oreja izquierda, el final del trazo de su ceja, la línea de su mandíbula, y la comisura de su boca.

Cuando la foto le llegó casi se le cae el batido de frutas que tenía en la mano, asustando a algunos de sus compañeros del trabajo cuando casi se va para atrás.

Era lo más cercano que había tenido a una imagen de su rostro, algo más que la simple visión de su boca con la que había crecido durante tantos años.

-Es sushi -ni siquiera sabía si le gustaba, antes de darse cuenta pidió el resto del turno libre, tomando la responsabilidad de completar sus horas de trabajo en otro momento, corrió con rapidez hacia su auto apenas terminó de guardar lo que compró; cierta desilusión lo embargó cuando, al llegar a su puerta, ella tenía la misma máscara que le impedía verla- lo hice yo.

-Oh, me siento orgullosa -le dio un tirón en el brazo para hacerlo pasar con rapidez- es la primera vez en años que como algo en mi cuarto -la emoción en ella era obvia, Noctis no supo ya si era porque la estaba visitando o porque le traía algo nuevo, como cuando de niño le llevó un escarabajo y ella lo aceptó cual gran premio a la vida- ¿Dónde están los tenedores? -tomó camino hacia la pared de papel de arroz azul que usaba para cambiarse, posiblemente para ponerse la máscara que dejaba a la vista su boca para poder comer.

-Se come con palillos.

-¡¿Palillos?!

¿Quien era el niño impresionable ahí?

Aun así sonrió con sinceridad mientras la veía con la mano temblorosa, tratando de llevar el pedazo de pescado a su boca aunque ya estuviera casi deshecho, terminando por carcajear, y casi atragantarse, cuando se le cayera de los palillos a solo 2 centímetros de su comisura labial y su consecuente lamento por fallar estando tan cerca.

-¡No es mi culpa! ¡solo no tengo la habilidad aún!

Eso le gustaba, el que puertas para adentro ella solo era ella, era la (...) que se comportaba como era realmente; loca, silenciosa hasta que gritaba por una emoción que no podía contener.

Solo era ella, aun tenía la máscara de supuesta serenidad pero era ella.

Y eso lo hacía feliz.

Lo que no lo hacía feliz era no tener noticias suyas, no quería exagerar como ella lo hacía, si recordaba con avidez la ocasión en la que salió del palacio, su voz preocupada y al borde de las lágrimas; pero era imposible no preocuparse, ella era su preciada amiga y no se perdonaría el perderla.

-(...) -llama una vez más en su mente.

Pero ella estaba demasiado lejos como para escucharlo.

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