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-Podrían haberme avisado, mínimo -sus quejas se pierden entre el viento que le desordena el cabello, tuvo que esperar sentada toda una noche por un ferry de contrabando que le cobró un ojo de la cara porque el imperio había bloqueado las rutas.

De haberlo sabido hubiera ido por otra parte, pero no, a los señores no se les ocurrió el avisarle o al menos mencionar "no hay ningún ferry porque estamos siendo invadidos".

Esto sólo demoraba más su llegada a Altissia, y por cada minuto de más que demoraba era un minuto más en donde la ansiedad se la comía viva.

-Lunafreya -piensa en su mente y, casi al instante, un destello parecido al de una estrella brilla en el horizonte de su mente, en dirección a la ciudad del agua, ha tendió que usar aquello cómo último recurso para llegar sin perderse y para asegurarse de que hombre tuerto que es capitán de la embarcación no le vea la cara y la lleve a otro lugar.

Si tuviera su máscara impondría su orden, pero ahora, sin su usual distintivo con el que salía en las noticias, solo era una mujer de pelos necios que se dirigía a una ciudad casi arrasada por años de guerra.

Esperaba, al menos, poder hacer recapacitar a la gente de que no habían muchas posibilidades de un entendimiento entre la oráculo y el Sidereo del agua.

Ya sabría ella lo cabezas duras que podían ser las deidades en ese mundo, incluso ahora cada que tocaba el anillo de Lucii oía a los Lucis Caelum fallecidos hablar a través del objeto, parecían algún tipo de congreso que hasta ahora no entendía.

Le gustaría decirle a Noctis que ahora Lunafreya estaba enlazada a la magia de los Caelum, le serviría para encontrarla pero también estaba la posibilidad de que enojará con ella, a pesar de ser una gran bendición, la magia de la familia real de Insomnia era peligrosa.

Lunafreya ya tenía la bendición de ser una Nox y la magia de luz que tenía por derecho al ser última descendiente de los oráculos de Tenebrae; su magia le traería la luz al mundo y era la mayor razón de que aún el sol saliera por las mañanas.

Lunafreya era la luz de esperanza de ese mundo en más de una razón y expresión de la palabra, era por eso que era la mujer perfecta para ser la prometida de Noctis.

Cuanto quería decirle a Noctis que ahora también podía sentir a Luna, que ambos ahora estaban más conectados que antes, pero estaba demasiado lejos como para hacérselo saber y dudaba que Luna supiera como escuchar la voz de Noctis dentro de ella; pero tenía fe en que demorará menos que Noctis, quien se demoró 1 año de su vida en poder saber con exactitud en donde se encontraba.

Sus pensamientos fueron detenidos cuando escuchó la destartalada radio del barco, dirigiendo toda su atención hacia el objeto y frunciendo el ceño, casi dejando de respirar por lo que estaba escuchando.

Así como lo han escuchado, el oráculo de Tenebrae, la dama Lunafreya Nox Fleuret, invocará al Leviathan y pedirá su poder para llevar la luz a todo Eos, la ceremonia...

A (...) se le fue el aliento.

Todo este tiempo pensó que Luna estaba siendo obligada a tratar con el Leviathan, pero ahora que había escuchado sus palabras solo pudo asegurarse, aun más, de que Lunafreya era una líder innata y un gran prospecto a reina.

La sangre del oráculo y de Sylva, su vieja amiga, corrían por sus venas, no habían dudas; por un momento pensó que estaba escuchando a Sylva, eso le hizo soltar más de una lágrima y llevarse las manos a la boca sin darse cuenta.

-Hey -se acercó al hombre, que en esos momentos estaba comiendo- tengo que llegar a Altissia, lo más rápido posible, ahora.

-En estos momentos no -le dio una mala mirada, probablemente hastiado de estarlo apresurando.

-Le daré esto -le tendió en la mesa varias piezas de plata y dos de oro, los ojos del hombre y su tripulación parecieron desorbitarse durante unos segundos antes de poner a toda marcha el motor.

Fue a sentarse con mayor tranquilidad, pasándose las manos por las mejillas húmedas y tomando aire de una gran bocanada, calmando sus sentimientos.

-Oh, Sylva -miró hacia la derecha, metiendo su mano al bolsillo del jean negro que usaba y sacando la placa de plata de él, el escudo detallado de los Fleuret dibujado en la plata con un relieve hermoso y fino; hace años, cuando acompañó al rey Mors, el padre de Regis y abuelo de Noctis, hacia Tenebrae por motivos políticos, conoció a la joven princesa Sylva, quien aspiraba a ser la oráculo después de su madre.

Al ser, aparentemente, de edades similares la joven rubia se le acercó, la amistad floreció rápidamente y cuando llegó el momento de volver a Insomnia se despidieron con la promesa de volver a verse.

-No puedo aceptarlo -fue lo que dijo cuando Sylva le tendió su placa, símbolo de los Fleuret, con una cálida sonrisa.

-Seres como tu, que están encadenados a esta tierra ya han aprendido que lo material es lo último que vale -tomó sus manos, depósito la placa en su palma derecha y uso su otra mano para cerrar sus dedos sobre ella- es por eso que quiero que atesores esto, porque simboliza que eres mi amiga.

Era uno de los regalos más significativos que le habían dado en su vida, y así como se le fue dado a ella, (...) se lo quería dar a Lunafreya para que fuera al altar.

Sonrió con mayor felicidad cuando divisó en el horizonte la arquitectura del templo del Sidereo del agua, guardó la placa con cuidado de que no se le cayera y empezó a preguntarse en donde encontraría un vestido a tiempo para la boda.

Estaba feliz por ellos, le dolía el pensar que Noctis no la amaba, pero saber que ello dos se querían y estaban dispuestos a ir todo el camino que les deparaba, juntos, era más que suficiente.

Lástima que esa felicidad se iría tan rápido como llegó con el rugido furioso del Leviathan.

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