Capítulo 23 Dahir

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Camino por los pasillos del edificio del nivel tres, todo es tan silencioso y escalofriante y acompañado de la tormenta, parece una verdadera escena de película de terror.

Recapitulo todo lo sucedido hoy: la fiesta, la casi pelea entre Ean y Ferdinand, Collette tratando de besarme, el baile con Solar y lo felices que se veían mis pacientes hoy.

—Parece que todo ha salido bien, después de todo... Aunque seguramente la doctora Brown se molestará por el ponche adulterado... Y tengo que saber lo que Solar quería decirme, me ha sembrado la duda...

El fuerte golpe de una puerta azotando contra la pared me asusta, doy media vuelta y veo una silla de ruedas abandonada.

—¿Hola? —Doy un par de pasos hacía ella—. ¿Hay alguien ahí?

De pronto alguien se lanza sobre mi.

—¡Aaaaah! —Me apunta con una aguja, es un paciente y seguramente dueño de la silla.

—¡No me atraparan! ¡Ha ha ha ha! —luce realmente perdido.

—¡Ayuda! —forcejeamos un poco, intento apartarlo pero es muy pesado y todo su cuerpo está sobre mi—. ¡Alguien ayúdeme! —alcanzo a ver el botón de la alarma de emergencia, pero me es imposible levantarme sin lastimarlo.

—¡Él también viene por ti ha ha ha ha! —Sus ojos se clavan en los míos, amenazantes y divertidos—. ¡Todos ustedes solo nos hacen daño!

—¿Sabes quién soy? —intento distraerlo para que se aleje.

—Eres como ellos... La doctora Brown, ella no es mala... Tú si... Él también... —levanta la jeringa en dirección a mi—. Ean Radcliffe...

Sus ojos se tornan blancos y cae a mi lado, levanto la vista y veo a Ferdinand asustado con una jeringa en la mano.

—Parecía que necesitabas ayuda... Yo solo lo he dormido... —Su mano temblorosa suelta la jeringa y cae de rodillas junto a mi.

—¿Escuchaste lo que dijo? —Me pongo de pie y él también, ambos tratamos de levantar al paciente para sentarlo en su silla, aún pensando en lo que acaba de suceder.

—Si, creo que debí escucharlo antes de dormirlo, pero es que el tío realmente esta perdido. —Ferdinand conduce la silla a la habitación trece—. Pensé que podría hacerte daño... Este paciente es muy difícil de tratar, tiene delirios de persecución la mayor parte del tiempo.

Entramos a la habitación que es totalmente blanca, no hay muebles más que una cama, una pequeña puerta que conduce al aseo sin embargo no hay artículos de aseo personal.

—Nunca se sabe cuando esta hablando en serio, o cuando se trata de un sueño vivido.

—¿Entonces lo que iba a decir pudo haber sido mentira? —Cuando pensaba que podría tener una nueva pista sobre el doctor Radcliffe, esta termina por esfumarse.

—Yo no tiraría esa idea al valde de basura, tío, puede que en los momentos de lucidez de Joaquín, exista algo de cordura. —Fer me observa con aquella mirada de tristeza y pena que uno recibe de alguien a quien le han roto el corazón, y aún así trata de encontrar esperanza en la humanidad—. Venga, ayúdame a acostarlo que hay más pacientes por ver.

Subimos a Joaquín a su cama y su enfermero llega para cuidarlo, parece que alguien le dio una falsa alarma y por ello descuidó su puesto.

Ferdinand me ayuda a terminar la revisión a todos los pacientes y con todos los enfermeros de vuelta en sus lugares, caminamos a los dormitorios de los enfermeros del nivel uno, donde nos acomodamos en una litera.

—Oye, Dahir... —Me llama Fer desde la cama de abajo.

—¿Qué sucede, Fer?

—Estuve hablando con Serena... —escucho su leve llanto y mi corazón se apachurra—. Parece que esta embarazada...

—¿Se hizo la prueba? —asomo mi cabeza para verlo y mejor bajo la escalera para sentarme a su lado.

—Si, una de esas que venden en las farmacias, pero no esta segura al cien —voltea a verme, sus ojos son una tormenta a punto de estallar—. No supe qué decirle, solo pienso que el crío es del gilipollas de Radcliffe.

—Tendrá que hacer una prueba clínica para determinar el tiempo de embarazo...

—Eso es lo que más me duele... —Por fin se suelta a llorar y lo tomo entre mis brazos—. Que no es necesario otra prueba... Hace meses que ella y yo no estamos juntos... ¡Casi podría jurar que el crío es de ese mal parido! —Fer llora entre mis brazos, berreando como niño chiquito.

—Lo siento tanto, Fer... Lamentablemente nunca terminamos de conocer a las personas, y jamás podremos saber de lo que son capaces... Y sé que ahora te duele, así que vive tu duelo, desahogate, llora todo lo que quieras, aquí estoy para ti. —Lo único que se me ocurre es abrazarlo y ofrecer mi hombro.

—Ahora entiendo por qué tus pacientes te han tomado tanto cariño —voltea a verme y sonríe ligeramente—. Que sepas que esta es la única vez que me verás llorar.

Ambos reímos y lo abrazo hasta que logra calmarse.
El resto de la noche pasa tranquila, hasta que el fuerte ruido de una alarma nos despierta a todos.

—¿Qué sucede? —bajo a prisa de la litera y me pongo unos jeans sencillos y una playera de manga larga, mis tenis y alcanzo a tomar la bata que dejé anoche en la puerta.

—Un paciente ha escapado de las instalaciones —Ferdinand también se viste a prisa y ambos salimos corriendo al patio donde están los demás practicantes reunidos—. ¡Ostias!

Fer observa con miedo a los dormitorios del nivel tres, personal entra y sale a prisa, mientras las sirenas de la policía se escuchan cerca del hospital.

—¿Fue un paciente del nivel tres? —volteo rápido a verlo y él asiente, mis ojos van a los dormitorios de mis pacientes, todo ahí luce tranquilo.

—Ellos ya están bajo llave con sus enfermeros —explica Fer siguiendo mi mirada—. Cuando estas cosas pasan, los enfermeros han de aplicar un protocolo donde los encierran bajo llave y les piden permanecer en calma, mientras la policía revisa el perímetro fuera del hospital y los doctores tienen que venir si se trata de uno de sus pacientes.

—Ha sido un paciente de la doctora Brown —comenta Collette acercándose a nosotros—. Pero como ella no puede estar aquí, el doctor Radcliffe se esta haciendo cargo.

Tan pronto pronuncia ese apellido, volteo a ver los dormitorios del nivel tres y lo veo salir con un folder entre las manos, el cual muestra a los oficiales.

—Vengan chicos. —Joseph, el asistente de Amelia, nos llama para acercarnos a Ean, quien termina de hablar con los oficiales, entregándoles una fotografia del paciente que se escapó—. Ean, ¿qué paciente se escapó?

—Es él. —Ean nos muestra la fotografía y Fer y yo volteamos a vernos—. Al parecer no recibió su medicamento anoche, su enfermero no estaba en el lugar y...

—Eso es imposible. —Lo interrumpo con brusquedad—. Nosotros dejamos a Joaquín en su cama anoche, su enfermero estaba ahí.

—Que nos ha pegado un susto de muerte —Ferdinand toma la fotografía—. Si. Definitivamente es él, yo le puse un calmante porque intentó atacar a Dahir, es imposible que se haya escapado si su enfermero lo dejó atado en su cama...

—¡Ustedes qué van a saber! —Ean le arrebata la foto y la guarda en el folder—. Hagan lo mismo que los demás y busquen por cada rincón del hospital.

Todos se quedan extrañados, mientras que Ean se va a su oficina.

—Ya lo oyeron, chicos... —Joseph duda de lo que debe hacer, pero aún así da instrucciones—. No es posible que esté en los dormitorios, ya que todo esta cerrado, así que busquen en los jardines y las aulas, debajo de cada piedra, esperemos que él aún esté en el hospital.

—Ven conmigo —Fer y yo vamos en busca del enfermero que cuida de Joaquín, pero nadie lo ha visto desde ayer por la tarde, ni siquiera lo vieron entrar a los dormitorios—. Se supone que estos son los únicos edificios con cámaras de seguridad, y justo ayer las han dejado en mantenimiento, no sé tú, tío, pero todo esto me parece sospechoso.

—A mi también —caminamos por los pasillos de los dormitorios y llegamos a la habitación trece—. Mira la puerta, ni siquiera parece forzada...

—Es lo mismo que yo dije —ambos volteamos para encontrarnos con un detective—. Buen día, doctores, soy el detective Marshall Omalli, estoy investigando este caso y ustedes no pueden estar aquí.

—Solo estamos buscando al enfermero de Joaquín, nosotros lo vimos anoche —comento alejándome de la puerta, lo mismo que hace Fer.

—¿Por qué han llamado a un detective? —Fer voltea a ver la habitación.

—Eso mismo pregunto yo. —Ean nos sorprende y el detective lo encara.

—La doctora Brown lo pidió —saca unos guantes y una cinta y la coloca en la puerta—. Nadie puede entrar a esta habitación hasta que terminemos de revisarla.

—¿Qué? —Ean asoma la cabeza por la pequeña ventanilla de la puerta—. ¿Cuándo se pusieron en contacto con la doctora Brown? —voltea a verlos con una expresión de molestia.

—Hace una hora, ella llamó a la oficina de la policía y pidió que un detective revisara el caso, pues hace años que esto no ocurre —Marshall nos observa con seriedad—. Voy a tomar su declaración, vengan conmigo.

Sin decir más, salimos del edificio directo a mi consultorio, le damos todos los detalles al detective, quien menciona que la doctora Brown tiene fuertes motivos para pensar que lo sucedido fue causado por alguien más.

—En la habitación de Joaquín Fernández se encuentra su silla de ruedas, así que alguien se lo llevó, y mientras su enfermero no aparezca, es el principal sospechoso.

La radio del detective comienza a sonar y responde, Fer y yo esperamos un momento mientras recibe la llamada. Mientras tanto, a nosotros nos llega una notificación para que vayamos a ver a nuestros pacientes, pues alguien abrió los edificios dejando expuestos a los pacientes.

—Detective —susurro para no interrumpirlo—. Vamos a ver a nuestros pacientes. —Él asiente y salimos a prisa al edificio del nivel uno.

—¿Leíste el expediente de Joaquín Fernández? —Me observa Fer angustiado, mientras caminamos al edificio.

—No... ¿Debí hacerlo? —llegamos a la entrada del edificio y la reja se encuentra abierta, el oficial que vigilaba no está.

—Es un paciente con esquizofrenia —sube con cuidado por las escaleras y voy detrás de él—. Es sumamente peligroso, ya que en su juventud fue soldado y vive constantemente en una guerra imaginaria.

«Si no mal recuerdo, los síntomas principales de la esquizofrenia son los delirios, alucinaciones, el discurso desorganizado al igual que el comportamiento muy desorganizado o catatónico y la expresión emotiva disminuida».

—Gracias por la información —llegamos al tercer piso y me despido de él—. Cualquier cosa te mando un mensaje.

—Estaré pendiente.

Asiento y subo al cuarto piso, reviso a Peter y Violeta, ambos se encuentran bien y bajo llave, mientras que la habitación de Jimmy se encuentra vacía.

—¿Dónde está Jimmy? —busco por todo el pasillo al enfermero, pero no esta, cuando veo a la enfermera Gutiérrez saliendo de la habitación de Solar—. Lucía, ¿dónde está Jimmy?

—En la enfermería, pasó ahí la noche, parece que el ponche le hizo daño —comenta molesta—. Tus pacientes necesitan estar contigo.

—En un momento bajo a verlo, ¿Solar esta despierta?

—Si, de echo ha estado preguntando por ti.

—De acuerdo, nos vemos después.

Camino al final del pasillo y golpeo levemente la puerta.

—Soy Dahir, ¿puedo pasar?

—Adelante... —abre la puerta y se arroja a mis brazos—. Por favor... Ayúdeme... No he podido dormir... Las sombras me persiguen... Los recuerdos... Los mostruos... —habla tan rápido que apenas y la entiendo.

—Solar, Solar —La tomo por los hombros para que me vea—. Tranquila, estoy aquí.

Camino dentro de la habitación llevándola hasta la orilla de la cama y me arrodillo delante de ella.

—¿Qué sucede?

—Hay... Veo una sombra bajo la puerta, todas las noches... —Su voz se quiebra un poco pero se resiste a llorar—. No sé si estoy soñando o alucinando, porque soy la única que la ve.

—¿Has preguntando a los enfermeros si son ellos?

—Si, pero ellos se van en cuanto apagamos las luces y no vuelven hasta el amanecer... Además, tengo estos sueños donde me veo haciendo cosas que no haría... O no sé si son recuerdos y realmente lo hice... —Se acerca un poco a mí y me susurra aún inexpresiva—. Temo estar perdiendo la razón.

La veo a los ojos tratando de mantener la calma, sé que todo esto tiene explicación.

—Solar, tú misma has creado los monstruos en tu cabeza —explico tranquilo—. Solo tienes que buscar el sentido de todo, porque tiene una buena explicación... Y... ¿Qué más ha pasado? Tú querías decirme algo ayer.

—Si. —Sus manos temblorosas se unen sobre su regaso—. Es... Es algo sobre mi ma-Camille...

Se pone de pie y camina hasta la ventana, sé que se trata de algo importante porque hace eso cada vez que revela información valiosa, así que la sigo de cerca, pero mantengo mi distancia.

—Usted ya sabe que mi padre ha servido por años al ejército, esta en sus genes... Cuando yo tenía ocho años... Camille empezó a llevar una doble vida. —Sus manos sujetan el marco de la ventana y veo sus dedos perder el color rosado por la presión que ejercen—. Tenía un amante que la visitaba constantemente... Mmmm... No recuerdo su nombre, pero recuerdo que el hombre solía fumar pipa cada vez que terminaban de tener relaciones.

Su mirada se pierde en el amanecer, los delicados rayos del sol comienzan a acariciar el cielo con sus naranjas y amarillos.

—Ella me amenazaba con hacerme daño si le decía algo a papá... Así que me quedé callada por años... Uno por uno veía desfilar a todos los tipos que ella llevaba a casa, estaba aprovechando que su fama como diseñadora empezaba a crecer, se codeaba con la crema y nata de la sociedad, así conocía a todos esos tipos y yo sabía que iba a tener algún encuentro con alguien porque...

Me observa por un instante, sus ojos se ven amenazantes y su postura es totalmente rígida. Camina directo al armario y abre las puertas de par en par, se inclina para meterse en el interior, justo debajo de la ropa que cuelga del pequeño perchero y se hace ovillo.

—Ella me amarraba de pies y manos, cubría mi boca con cinta y me dejaba así adentro del armario —levanta la mirada y me observa, yo trato de tragar el nudo en mi garganta—. Pasaban las horas y yo permanecía ahí, debía estar en completo silencio o me haría daño, incluso hubo ocasiones en las que se le olvidaba desatarme... Yo podía estar así por horas... O días.

Sale del armario y regresa a la ventana.

—Lucy in the sky with diamonds...

—¿Cómo? —Mis pensamientos acribillan la razón, sin darme cuenta he hecho de mis manos puños y solo pienso en todo el odio que puede albergar el pequeño corazón de Solar.

—Lucy in the sky with diamonds, la canción de The Beatles, ella me ponía esa canción para que no la escuchara, a ella y sus amantes cuando ponían la casa de cabeza.

—¿Alguna vez hablaste con tu padre sobre esto?

—Nunca. —Veo su cuerpo agitarse un poco, parece que su respiración se esta alterando—. Él solo conoció al último amante de Camille... Ese... Él... —Su mandíbula tiembla y por un momento pienso que romperá en llanto, pero no lo hace—. Ese hombre solo destruyó nuestras vidas... Y yo...

Hay un silencio que hace ruido en mi cabeza.

—¿Tú qué?

—¿Ya vio lo hermoso que es el amanecer? —voltea a verme ilusionada, como si no acabase de exponer su vida frente a mi.

—Así es, Solar, es un hermoso amanecer. —La luz del día nos regala un poco de calma, pero mis pensamientos siguen gritando por más información—. ¿Hay algo más que quieras decirme?

Sin esperarlo corre a mis brazos y siento su pequeño cuerpo temblar.

—¡Yo iba a saltar por la ventana! —Siento la fuerza de sus manos sujetando mi bata—. ¡Yo quería saltar! No sé qué fue lo que me sucedió... Solo quería saltar y alejarme de todos... Por favor... —voltea a verme y trato de mantener la calma—, no le diga nada a la doctora Brown, o me cambiará de nivel... Solo fue un lapsus... No volverá a pasar. Ya estoy tomando los ansiolíticos, ya me estoy sintiendo mejor y...

—Calma, Solar... No diré nada. —Al sentirla temblar con más fuerza, la sujeto de los hombros—. Mírame. —La obligo a levantar la mirada—. Esta es la única que voy a pasar por alto, de ahora en adelante tienes que ser completamente honesta conmigo, de lo contrario no servirá la terapia.

—Grazie. —Me abraza para después caminar al aseo—. Ło veo después, tengo que bañarme porque me ha pegado sus germenes, y aún hay algo más que debo decirle —sonrío un poco al escuchar su queja.

—Nos vemos en un rato, Solar, tienes que bajar a recibir tus visitas.

Salgo de la habitación y cierro la puerta.

—Quisiera saber lo que piensas.

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