8

Màu nền
Font chữ
Font size
Chiều cao dòng

¿En qué momento he decidido que era buena idea venir a entrenar con Charles, Carlos Sainz y mi mejor amiga? ¿Es que he apagado mi cerebro a la hora de decir que sí a esto o tal vez este no estuvo encendido nunca?

Las preguntas y los reproches no dejan de rondar mi cabeza mientras Carlos y Charles se esmeran en hacer de profesores para nosotras. El español es todo un caballero, asegurándose de que entendemos cada ejercicio y de que estamos cómodas con todos los estiramientos, pero el monegasco tiene la cabeza en otras cosas... y las manos.

—Y ahora, seguimos con el perro boca abajo —indica Carlos, antes de apoyar las manos sobre el suelo y estirar sus extremidades todo lo posible—. Tenéis que sentir cómo se estira cada músculo y estiraros todo lo que podáis.

Bibiana y yo imitamos a la pareja, empeñándonos en hacerlo bien, aunque mi cabeza está en otra parte. Soy incapaz de no prestar atención a todos los músculos que se tensan cuando Charles se estira, y trato de mirar con el mayor disimulo posible. Sin embargo, ahora que mi visión es significativamente reducida, no encuentro sus manos frente a mí, donde estaban hasta ahora. Alzo un poco la cabeza, buscándolas, hasta que, de repente, las siento sobre mis caderas.

—Estira más las piernas —susurra en mi oído, ayudándome con gentileza a hacer lo que dice—. ¿Ves? Justo así.

Charles termina de guiar mi cuerpo hasta que mi culo queda apretado contra su entrepierna. El resultado es una postura obscena que, junto con su tacto y proximidad por todo mi cuerpo, hace que mi respiración se entrecorte y sienta escalofríos por todo el cuerpo.

¿Cuándo ha empezado a hacer tanto calor?

—Charles, esto no es una sesión de Kama Sutra en público —le recuerda Carlos entre risas, haciendo que se separe de mí muy poco a poco, tentándome con su presencia.

Mi cuerpo parece quejarse al volver a sentir el frío en mi trasero y cuando me levanto, miro a Charles con el rostro acalorado y el deseo en la mirada. Una sonrisa de pillo danza en sus labios, prometiéndome más de lo que acaba de ocurrir, aunque yo no estoy segura de si estoy muerta por el deseo o la vergüenza.

—Bueno, a mí ahora me toca piscina. Tu tienes que hacer cardio primero, ¿verdad, Carlos? —pregunta Charles sin apartar los ojos de mí—. ¿Quieres venir conmigo, Atenea?

—Sí, pero recuerda que luego Bibiana y yo vamos a la piscina, así que úsala para nadar, por favor.

Las implicaciones de sus palabras no ayudan a bajar la rojez de mis mejillas y lo peor es que Charles rompe a reír malévolamente junto a mi mejor amiga mientras Carlos trata de reprimir la sonrisa, como si los tres estuvieran conchabados para lograr que me muera de la vergüenza.

—¿Pero cómo voy a hacer algo en la piscina, estás loco? Yo siempre me comporto como un ciudadano educado y con clase —bufa Charles, aunque de forma poco creíble, y me ofrece la mano—. ¿Vienes, ma chérie?

—Sí, pero te aviso que no soy capaz de nadar tanto como tú, así que ten piedad conmigo, por favor.

—No te preocupes, no hace falta que nades. Tendré toda la piedad del mundo.

Sin embargo, por la media sonrisa oscura que esboza cuando me toma de la mano, sé que no tiene pensado tener ningún tipo de piedad conmigo. Ni siquiera quiero mirar a Bibiana, sabiendo que hará algún gesto obsceno para demostrarme lo que quiere que haga con Charles en la piscina y, para qué mentir, a mí también me encantaría.

Una vez desaparecemos de la zona de ejercicio y caminamos a la piscina cubierta adyacente, la sonrisa de Charles parece haberse ampliado. Su mano rodea mi cintura y me aprieta contra su cuerpo de forma que siento su respiración contra mi oreja.

—Si no quieres meterte al agua, no hace falta que lo hagas. Seguro que te aburre hacer todos estos ejercicios. Puedes quedarte fuera y mirar o hacer lo que quieras.

—No te preocupes —murmuro, sonriendo un poco al sentir cómo la parte de mi piel que está en contacto con la suya empieza arder bajo las yemas de sus dedos—. Me apetece nadar un poco contigo.

Antes de que pueda responder, me separo de su agarre y entro en los vestuarios de mujeres para cambiarme. Dado que preveía la posibilidad de que hubiese piscina, me he traído uno de los dos trajes de baño que había metido en la maleta. Sin embargo, lo que he traído no es lo que se dice adecuado para nadar con el cuerpo cubierto, por lo que salgo del vestuario con un bikini de triángulos y braga brasileña.

Y, sí, también tenía que ser rojo.

Charles, que ya ha empezado a nadar cuando salgo, frena en seco junto al bordillo y veo cómo sus ojos doblan su tamaño al mirarme. Viendo su reacción, siento que soy yo ahora la que tiene el poder de tentarle y no al revés, por lo que procuro entrar lentamente a la piscina por una de las escalerillas, como si no fuese consciente de que le estoy ofreciendo un primer plano perfecto de mi culo.

Es por eso por lo que no me sorprende la bienvenida de sus manos cuando mis pies tocan el suelo de la piscina, y una sonrisa curva mis labios.

—¿Es que antes de venir te has comprado todas las prendas rojas que has visto para volverme loco e impedir que cumpla con mi entrenamiento? —susurra en mi oído, abrazándome por la espalda de forma que noto su cuerpo contra el mío.

—Me has cazado. Soy una agente doble enviada por Aston Martin para descentrar al resto de pilotos y quitarle competencia a Alonso. ¿Está funcionando mi plan malvado?

—Definitivamente... —Sus manos acarician la parte baja de mi cintura, acercándose peligrosamente a mi braga del bikini y secuestrando todo el aire de mis pulmones—. Aunque la parte en la que pierdo no va a funcionar. Yo nunca pierdo.

—No sé si ganar porque tu compañero de equipo te deje pasar realmente cuenta, pero lo que tú digas, señor Arrogante...

—Ese día mi objetivo no era ganar la carrera, sino otra cosa, y creo que se me dio bastante bien, ¿no crees?

—Si crees que ese objetivo es más importante que ganar el mundial de Fórmula 1, entonces supongo que algo bien debiste hacer. Sin embargo, no sé si ahora vas a poder lograr lo mismo...

Cuando alzo un poco la barbilla, Charles aprovecha para posar besos húmedos por mi cuello, haciendo que mis ojos se cierren involuntariamente y que un suspiro escape de entre mis labios. A pesar del agua tibia que empapa mi cuerpo, siento cada milímetro de mi piel ardiendo, deseando ser tocada por él.

—Bueno, teniendo en cuenta de que no te has dado cuenta de que hay una pared de cristal que da al gimnasio y dudo que quieras montarles un espectáculo a Carlos y Bibiana, no creo que vaya a lograrlo —susurra en mi oído entre risas.

Me pongo alerta de inmediato, girándome en sus brazos como movida por un resorte. A su espalda veo que efectivamente esa pared ha sido sustituida por un cristal a través del cual puedo ver a Carlos y a Bibi. Afortunadamente para mí, ambos están ocupados con su propia sesión de flirteo, pedaleando de espaldas a nosotros en las bicis estáticas. A pesar de ello, mis mejillas se tiñen de rosa y me escondo tras Charles, golpeándole suavemente en el pecho.

—¡Idiota, imagínate que nos hubieran visto! ¡¿Por qué no me lo habías dicho antes?!

—¿Y perderme esta reacción? Ni de coña, preciosa —responde entre risas, abrazándome para esconderme mejor—. Además, te lo merecías por el numerito al entrar en la piscina.

—¡Venga, sigue con el entrenamiento que no quiero que luego me eches la culpa también de lo que no harías por pervertido!

Todavía riéndose, Charles posa un último beso sobre la punta de mi nariz antes de alejarse nadando para comenzar de nuevo con sus largos. Por mi parte, aprovecho para observarle desde la calidez del agua, deleitándome por el espectáculo que es su cuerpo semidesnudo. Estoy completamente embobada mirándole, analizando cada centímetro de él que puedo ver, hasta que empieza a hacer largos nadando a mariposa.

Siento que me falta el aire cuando veo cómo cada músculo de su espalda se tensa, grabando la imagen en movimiento a fuego en mi mente. Mis pensamientos, hasta ahora embelesados pero normales, pronto se ensucian y me paro junto al borde de la piscina para verle mejor.

En ese momento, Charles acaba su largo y hace una pausa a pocos metros de mí. Cuando me mira, se da cuenta de que sigo devorándole con los ojos y sonríe, travieso, acercándose hasta rodearme de nuevo con los brazos.

—¿Te gusta lo que ves?

—Mmmmm, no sé, ¿puedes hacerlo de nuevo para que pueda evaluarlo mejor?

Él ríe un poco y me mira de arriba abajo, admirándome como si fuese un obra de arte o un postre que está a punto de comerse.

—Lo siento, ma chérie, pero para disfrutar del espectáculo hay que pagar, y tu estás aquí gratis... Eso no puede ser, ¿no crees?

—¿Y qué sugieres?

Charles me aprieta contra él de forma que mis piernas quedan alrededor de su cintura y le abrazo, pasando mis dedos por su pelo.

—Bueno, creo que lo justo sería espectáculo por espectáculo...

Antes de que pueda responder, Charles me besa con una pasión que me deja sin aire, dejándome completamente rendida. Le devuelvo el beso con ganas, apretándome todo lo posible a su cuerpo. Sus manos aprietan mi culo, aprovechando que este está expuesto para acariciarlo a su gusto.

Cuando su boca se separa de la mía, suelto un suave quejido, pero este es pronto sustituido por un suspiro cuando empieza a dejar besos húmedos por mi cuello. A la vez, siento sus dedos abriéndose camino entre mis piernas, rozándome por encima del bikini para jugar conmigo.

—Charles, nos van a ver —gimo, luchando por mantener los ojos abiertos y fijos en el cristal que nos separa del gimnasio.

—No me importa —murmura contra mi cuello antes de apartar mi braga con dos dedos para abrirse camino en mi sexo.

La intromisión me hace soltar un gemido y me derrito por completo en sus brazos, deseando que se mueva para darme el placer que llevo ansiando desde que he entrado en el gimnasio. Como si me hubiese leído la mente, Charles empieza a mover sus dedos, dejando que su pulgar roce mi clítoris en círculos suaves de una forma que me vuelve completamente loca. Mientras tanto, su boca sigue su camino hasta mi pecho, apartando uno de los triángulos del bikini para capturar mi pezón izquierdo entre sus dientes.

—Charles, por favor...

—¿Sí, ma chérie?

—No pares, por favor, te necesito...

Él ríe contra mi pecho, cambiando al derecho para asegurarse de que ambos reciban la correspondiente atención de su boca. A la vez, sus dedos empiezan a moverse más rápido y siento cómo mis caderas se amoldan a ello, buscando que rocen esa parte de mi interior que me hace ver las estrellas. A estas alturas ya estoy follando su mano, perdida completamente en la búsqueda de ese culmen de placer que tanto ansío... hasta que, de repente, sus dedos salen de mí, haciéndome soltar un quejido.

—No pares ahora, por Dios —me quejo, apretándome más contra él en busca de cualquier tipo de fricción.

—Tranquila, preciosa —responde con la respiración agitada y los ojos oscuros. Siento su mano moviéndose cerca de mí de nuevo y no sé qué está haciendo hasta que dejo de notar su bañador y siento su piel desnuda en su lugar. Cuando aparta mi braga a un lado, mi respiración se acelera y me mira—. ¿Puedo?

Asiento fervientemente, pensando fugazmente en que tendré que comprar la píldora cuando salga de aquí si Charles y yo vamos a seguir así mientras estemos juntos, antes de notar su miembro entrando en mí, eliminando cualquier cosa que había en mi cabeza de un plumazo. Mis uñas se clavan en su espalda, que se tensa al notarlas, y cuando empieza a coger el ritmo, dejo caer mi cabeza sobre su hombro, perdiéndome en él.

Mientras su boca se ocupa de mi cuello, asegurándose de marcar cada milímetro de piel que no haya sentido sus labios todavía, siento dos dedos acariciando mi clítoris de una forma que me hace ascender al Cielo directamente. Cuando siento la punta de su miembro rozando continuamente ese punto en mi interior de puro placer, sé que mi clímax es inminente.

—Charles, ya llego, ¡ya...!

—Vamos, vente conmigo, déjame escucharte —gime en mi oído, aumentando la velocidad de sus embestidas, así como sus caricias en círculos en mi clítoris.

El placer puro aumenta el volumen de mis gemidos y muevo las caderas para adecuarme al compás que marcan las suyas, sintiendo cómo el orgasmo me inunda con la fuerza de un tsunami. Su nombre escapa de entre mis labios entre gritos ahogados y pronto le noto correrse dentro de mí, componiendo con sus gemidos y los míos la banda sonora del placer.

Cuando abro los ojos, sonriéndole, dos figuras pegadas al cristal que tiene a la espalda captan mi atención al instante, principalmente porque ninguno de los dos disimula a la hora de mirarnos y en su lugar, ofrecen una imagen que en otras circunstancias, me parecería el epítome de la comedia: Carlos Sainz y mi mejor amiga con las caras pegadas al cristal, muertos de risa mientras se codean el uno al otro.

—¡Charles, que nos han visto! —chillo, hundiéndome más en el agua para esconderme, especialmente porque tengo la parte de arriba del bikini puesta de cualquier manera alrededor del cuello—. ¡Que se me ve todo, me muero de la vergüenza!

Charles me abraza más fuerte, procurando taparme a pesar de que es él el que tiene su bañador flotando a la deriva por la piscina y el culo al aire. Mira hacia atrás, a nuestros amigos, y sé que aguanta una sonrisa y frunce el ceño con reprobación. Sin embargo, cuando me vuelve a mirar, parece el niño más inocente del mundo.

—Se me olvidó comentarte un pequeño detalle.

—¿Cuál?

—Tal vez desde el gimnasio se oiga todo lo que pasa en la piscina, o tal vez no..., y tal vez se escuche con un eco bestial, o tal vez no...

Su confesión me hace soltar una exclamación ahogada y darle un golpe en la cabeza, tratando de alejarme de él hasta que recuerdo que los triángulos de mi bikini están sobre mis hombros. Vuelvo de inmediato a sus brazos, escuchando carcajadas al otro lado del cristal y, para mi sorpresa, me encuentro aguantando la risa.

—Esta me la pagas, Charles Leclerc. ¡Me la pagas!

¡Holitaaa!

Lo siento, los exámenes me han hecho desaparecer durante 15 milenios PERO he vuelto con un capítulo repleto de trama, profundidad y metafísica, sí, sí 🤓☝🏼

¿Os ha gustado la trama? 😂

Os leo! ❤️

Bạn đang đọc truyện trên: Truyen2U.Pro