Acto II: Capítulo 19

Màu nền
Font chữ
Font size
Chiều cao dòng

Las palabras del policía no salieron de su mente durante toda la obra. "Disfruta tu tiempo con ese violinista, porque no lo verás en mucho, mucho tiempo". ¿Qué quería decir, exactamente? ¿Qué le haría a Jean? ¿A ella? Y más importante todavía, ¿cuándo regresaría para arruinar su vida? ¿Cuántos meses de paz de verdad le restaban?

Aquellas preguntas la hicieron darse cuenta de que durante toda su existencia, había estado atascada en el fondo de una profunda zanja, inhóspita y solitaria. Podía ver la luz del día desde ahí, pero no sabía de dónde venía. Sabía que existía una salida, pero no sabía cómo escapar. Presentía que su futuro sería morir en ese oscuro y repugnante surco, siempre ilusionándose con la posibilidad de ser libre, siempre anhelando un rescate milagroso, en vano.

No quería hacerlo. No quería pensar así. Pero ser positiva era más difícil que aceptar dicha derrota.

Reconocía que su padre era un hombre cruel, pero no sabía por qué. Tenía conocimiento de que él estaba dispuesto a herirla de todas las formas que encontrara conveniente, pero no se imaginaba cómo lo haría. Y entendía que no podría jamás huir de su sombra, porque Aurelio siempre estaría cerca, listo para apalearla y desesperanzarla con sus viles actitudes.

Su paz de espíritu era tan frágil como la de un infante asustadizo en medio de una tormenta, o la de un anciano en plena epidemia. Estaba destinada al fracaso y al temor eterno, así como estaba destinada a ser tragada por la tierra, sin poder esquivar el derrumbe. 

En otras palabras, si no le confesaba a Jean lo mucho que lo amaba ahora, existía un enorme riesgo de que jamás pudiera hacerlo de nuevo.

Porque su padre lo mataría, y entonces, todo su cariño y sus pedidos de disculpa serían entregados a una lápida. 

—... ¿Cómo me fue? ¿Crees que la orquestra tocó bien?—el violinista la despertó de sus enrevesados pensamientos al elevar el volumen de su voz, luego de haber pasado varios minutos hablándole, a oídos sordos.

Ambos estaban en la entrada del teatro, cerca de las escaleras. Se habían quedado atrás para ver la reacción de la prensa a la presentación que acababa de terminar. 

—Por la ola de aplausos que recibieron todos, creo que excelente.

Su respuesta fue sincera, pero genérica. Y su tono de voz, grave y tenso, lo hizo fruncir el ceño. Había percibido que ella estaba algo distraída de golpe, pero pensó que se debía al cansancio. Ahora sospechaba que se había equivocado.

—Elise... ¿estás bien? ¿Pasó algo adentro?

—No... —corrió una mano por su rostro—. Solo tengo sueño. No te preocupes por mí, solo sigue hablando, te escucho.

El muchacho abrió la boca para contra-argumentar, pero fue detenido por una voz melodiosa, que lo hizo voltearse con una sonrisa repleta de orgullo.

—¿Interrumpo algo? —Lilian se acercó al dúo, ya despojada de su disfraz, luciendo un precioso vestido azul.

—No, no. Para nada —la empresaria se apresuró en decir, al percibir la horda de gente que se aproximaba a la rubia para conversar con ella, y lo mucho que la mujer en cuestión parecía querer deshacerse de sus seguidores.

Si se disponían a charlar entre los tres, la casualidad de su interacción alejaría a cualquier desconocido. Esto porque, en Levon, era extremadamente mal visto que un extraño se sumara a una conversación informal entre amigos de larga fecha. Nadie arriesgaría su reputación en los círculos de la alta sociedad apenas para conocer a una bailarina, por más famosa que fuera, mientras estuviera acompañada.

—Debo decir que usted tiene bastante talento... Fue una presentación preciosa, la que hizo esta noche —Elise añadió, aliviada al ver la muchedumbre dispersándose.

—Gracias... confieso que me puse muy nerviosa, siendo esta mi primera vez presentándome en el Puerto. Pero por su comentario, ¿pienso que me fue bien?

—Más que bien, te fue excelente —el músico a su lado aseguró, entusiasmado—. Le pedí a mi segundo violín que me cubriera durante el inicio del pas de deux del segundo acto, para que pudiera verte bailar. Y no tengo palabras para expresar lo hermosa que fue esa escena... estaba tan interesado en la trama que casi pierdo mi marca y estropeo el tiempo de la orquesta —ambos se rieron—. Tu delicadeza interpretando a Odette* me fascinó. Te aplaudo. Fue una presentación magistral.

—Y creo que al príncipe Sigfrido* también le encantó, a juzgar por las miradas que le está dando —la dueña del Colonial señaló con la cabeza al compañero de escenario de Lilian, Victor Sokolov, quien había resurgido de los camarines vestido con su mejor traje de gala, listo para abandonar el teatro y dirigirse a algún baile cercano.

—¿Me está mirando?

—Con poquísima discreción, sí.

—¿Está solo?

—Acompañado de Benno*.

—Ah. Ese sería Alastor Hayward... —la rubia ponderó la relación de ambos—. Él y Victor no son amigos íntimos, así que podría ir a hablarle... Pero, ¿creen que debería hacerlo?

—No es necesario, él está viniendo aquí.

—¿Qué? —la bailarina se volteó, sorprendiéndose al ver la alta silueta del actor tan cerca suyo.

—Buenas noches —el apuesto caballero se presentó ante el grupo—. Lamento mucho incomodarlos. De verdad.

—No se preocupe —de inmediato, Jean hizo un gesto con la mano para tranquilizarlo.

—Sí, sin problemas —Elise lo respaldó—. No nos está incomodando en lo absoluto.

—¿Qué necesitas? —Lilian fue la próxima en hablar, con un tono mucho más directo e impaciente.

Victor no se dejó intimidar por su ello. Apenas sonrió y entrelazó los dedos tras su espalda, antes de mirarla.

—Mademoiselle Jones, yo fui invitado a cenar en la casa del secretario del ministro de salud y me preguntaba si usted estaría dispuesta a acompañarme. Gran parte del elenco también vendrá.

La oferta la dejó un poco desconcertada, pero de buena manera.

—Yo... —la perpleja bailarina observó la reacción de Jean, quien, al percibir laduda en su mirada, le guiñó como respuesta, incentivándola a ir—. Claro. Claro que puedo —Sokolov le ofreció su brazo y ella lo tomó, luego de un breve instante de contemplación.

—Si quieren, ustedes también pueden acompañarnos.

—No, no... —Elise respondió en nombre del muchacho a su lado—. Lamentamos rechazar la propuesta, pero ya tenemos planes para la noche.

—Lanzarme a mi cama a dormir, es el principal —el músico bromeó—. Me temo que estoy exhausto.

—Jean es el concertino de la orquesta —Lilian le explicó a su colega.

—Pero si lo conozco... ¿No era usted miembro de la real academia de música de Merchant?

—Por un tiempo, sí... lo fui.

—Creo que lo vi tocar en el teatro Odeón. ¿No fue usted fue el que tocó a Paganini tan bien que algunos de los presentes tuvieron la osadía de decir que estaba poseído?

Jean se rio al recordar el rumor.

—Así es...

—Es un placer conocerlo, formalmente eso es. Soy Victor Sokolov, miembro de la Compañía de Ballet de Merchant —le estrechó la mano, fascinado.

—¡Ah! Entonces sin duda ya me escuchó tocar mientras practicaba.

—Y por ello puedo decir que concuerdo plenamente con la mademoiselle Jones, usted es un músico ejemplar. Su técnica es impecable, así como su pasión —el bailarín sonrió.

—Muchísimas gracias.

—Es una pena que no nos pueda acompañar. Me encantaría seguir hablando sobre su carrera, su entrenamiento... y bueno, todo lo demás. Un talento tan grande como el suyo solo ve una vez a cada generación.

—Me halaga. Pero me temo que estoy demasiado cansado hoy. En otra oportunidad, sin duda iré.

—No hay problema alguno. Lo comprendo... —Victor asintió y en seguida miró a Lilian—. ¿Nos vamos entonces?

—Claro... —considerando la clase de ambiente en el que estaban, ella se despidió de sus amigos con una pequeña reverencia—. Hasta mañana, monsieur Chassier, madame Chassier.

—Hasta mañana —los dos le respondieron, observándola marcharse junto al apuesto artista, y dirigirse al centro de la multitud de espectadores y periodistas que aún rellenaban el vestíbulo del teatro.

—No sé con quién ese caballero quería coquetear más, con Lilian o conmigo —Jean bromeó, intentando levantarle los ánimos a Elise.

—No estaba coqueteando contigo, tú solo no estás acostumbrado a recibir cumplidos.

—Vaya manera de decir que nadie me ama.

Al verla reírse y negar con la cabeza, él le ofreció su mano. Ella, deseando más que nada salir de aquel conglomerado recinto, la tomó. Se escabulleron con pasos rápidos, antes de que cualquier otra persona los pudiera detener. Decidieron ir a dar un pequeño paseo por la plaza, antes de regresar a su carruaje y devolverse a la cabaña. No se demorarían mucho, pero necesitaban estirar un poco sus piernas luego de horas sentados.

—Entonces... —Jean retomó el diálogo, así que se acercaron a la fuente—. Puedo estar muy equivocado, porque mi visión no es de las mejores... —se sentó en una banca paralela a la pileta—. Pero creo que vi a tu padre en uno de los balcones.

Elise, tomada de sorpresa, se acomodó a su lado con la faz en blanco.

—Tu visión no es tan mala como crees, entonces.

—¿Qué quería contigo? —la aprensión del joven no fue disimulada—. ¿Estás bien?

—Físicamente, sí... mentalmente, no. Creo que no.

Él se le acercó.

—¿Qué quería?

—¿Amenazarme, supongo?

—¿Supones?

—Me dijo que mataría al hombre al que amo más que todo en este mundo.

—¿A Claude? —ella negó con la cabeza, mordiéndose el labio. Con la revelación, la postura de Jean se endureció aún más, sus ojos se oscurecieron y su fuerza de voluntad flaqueó—. Entonces... ¿a mí?

Al recibir como confirmación un leve movimiento de su cabeza, él se vio desnortado. Pestañeó un par de veces, esperando a que elaborara la respuesta, sin fuerzas para abrir la boca y expresar todas las dudas que tenía.

—Siempre te he amado —Elise confesó, expresando profunda agonía con cada nueva palabra—. Como colega, como amigo, como... amante. Siempre lo hice.

—P-pero me dijiste... y Claude...

—También lo amo... —no negó aquella verdad—. Pero de una manera muy diferente a la que te amo —él contempló interrumpirla, pero ella prosiguió con su discurso—. Y sé, sé que soy su esposa, que me comprometí con él, y que nunca me voy a perdonar por haberle entregado mi todo, tan pronto... pero créeme cuando te digo, no hubo un día en el que no haya pensado en ti. No hubo una noche, en la que no soñara con tu rostro. Y no hubo un solo momento de felicidad que haya tenido junto a él que no deseara haberlo pasado junto a ti —murmuró, ya casi sin ánimos—. Entiendo que lo que te hice es inolvidable. Y admiro tu bondad y tu buen carácter, porque no sería capaz de perdonarme, no cómo tú lo hiciste... 

—Elise...

—Pero te amo. Y no quiero morir, o verte morir, sin que lo sepas.

—No vas a morir... —él aseveró, sobresaltado y conmovido por tanta información—. Yo no voy a morir. Nadie lo hará.

—Pero mi p-padre...

—Lo detendremos —le dio un apretón a su mano, enseguida jalándola a un abrazo—. No sé cómo, pero lo haremos.

—No quiero que te lastime otra vez.

—No lo hará.

—Jean...

—También te amo —proclamó, sabiendo que era inútil seguir luchando con sus emociones—. Nunca dejé de hacerlo, ni siquiera después de todo lo que ocurrió. Y no te abandonaré ahora... no permitiré que Aurelio te haga nada —acarició su espalda—. Lo único que pido es que pares de culparte por algo que ya pasó. Quiero que pares de sufrir por errores que ambos no podemos arreglar. Los dos somos humanos. Y los dos hicimos cosas de las que no estamos orgullosos. Pero estamos aquí, pesar de todo... juntos. No importa si apenas como amigos.

—Lo siento... —ella volvió a repetir la frase, sin saber qué más decir.

Se mantuvieron así, unidos en su agonía, por varios minutos, hasta que él - dándole un beso en la mejilla-, se apartó y le ofreció sus manos. La ayudó a levantarse, limpió sus lágrimas con la punta de sus pulgares y la llevó de vuelta a su vehículo. 

Joffrey, quien se había quedado afuera del teatro conversando con los otros cocheros y mayordomos hasta el regreso de su patrón, se les acercó con una expresión preocupada al ver el estado de la dama. La ayudó a subirse al carruaje sin hacerle preguntas y se sentó sobre el pescante sin demora.

—No puedo parar de pensar en lo que dijo mi padre... — Elise volvió a dirigirle la palabra al violinista una vez la puerta se cerró—. Él piensa que me he separado de Claude... y quiere que me case otra vez con él.

—¿Por qué?

—Porque no ha desistido de sus planes... le quiere robar toda su fortuna.

—¿Entonces descubrió otra manera de hacerlo que no sea por la ley de economía familiar?

—Sí, una peor.

—¿Qué podría ser peor?...

—Él lo quiere asesinar. Y me dijo que, si te contaba algo, te mataría primero —los músculos de su cuello se contrajeron y su voz se afinó. Elise cerró los ojos por un momento, y al abrirlos los tenía llenos de lágrimas—. Lo siento en mis venas... algo terrible se avecina. Lo que Aurelio dice no son apenas amenazas vacías. Él no tiene control sobre sus impulsos, sobre su sed de sangre... es como un león hambriento, siempre queriendo más y más. Y sus rugidos anticipan una mordida sangrienta, lo sé por experiencia —sus cejas se curvaron—. ¿Por qué ese monstruo tiene que ser mi padre, Jean?... ¿Por qué?...

—No lo sé.

—Ya no lo aguanto... — ella soltó el primer sollozo, tan fuerte y repentino que la hizo curvarse hacia adelante—. Ya no soporto más esto... —el músico, sin contemplar las implicancias de su acción, la envolvió con sus brazos, protegiéndola con su cuerpo—. Lo único que q-quería era estar trabajando en el Colonial... tener u-una familia que me ama... tener estabilidad y ser feliz... ¿Es eso p-pedir demasiado? ¿Es esa una ambición demasiado grande, u ostentosa?

Sintiendo el peso de sus lamentos, Jean volvió a besar el costado de su cabeza, y cubrió la mano que Elise descansaba sobre su vientre con la suya.

—No... no lo es. Pero te lo aseguro, todo estará bien. Le escribiré a Claude. Le pediré que contrate más guardias de seguridad para su casa y que nos asigne una escolta a ambos. No dejaré que nada le pase... ni a ti, ni a tu hijo... ni a mí.

—Promételo, por favor...

—Lo prometo —contestó, pese a su propia inseguridad—. En nombre de todo lo que es sagrado, lo prometo.


----


"Odette": Heroína y protagonista del ballet "El Lago de los Cisnes" de Piotr Ilich Chaikovski

"Sigfrido": Héroe del ballet "El Lago de los Cisnes" de Piotr Ilich Chaikovski

"Benno": Personaje del ballet "El lago de los Cisnes" de Piotr Ilich Chaikovski


---

Puse un video con la parte del ballet en la que Jean paró de tocar para mirar a Lilian jeje

Bạn đang đọc truyện trên: Truyen2U.Pro