DIEZ

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— noche de sorpresas —

La mayoría de los Habitantes solían dormir afuera en épocas normales, de modo que acomodar todos esos cuerpos dentro de la Finca trajo como resultado que todos quedaran bastante amontonados. Los Encargados habían organizado y distribuido a los chicos en las distintas habitaciones, junto con mantas y almohadas. A pesar de la cantidad de personas y del caos producido por semejante cambio, un silencio inquietante rondaba la casa, como si nadie quisiera llamar la atención.

Una vez que estuvieron instalados, Chloe subió a reunirse con Newt, Alby, Minho y Thomas, para terminar la conversación que había comenzado más temprano en el patio. Chloe y Newt se sentaron en la única cama que había en la sala, mientras que Minho, Alby y Thomas se ubicaron cerca de ellos en tres sillas. La chica no observó al Novato, aún se sentía molesta con él.

—Esto es lo más cerca que he estado de rendirme —Decía Newt—. Mandar todo al demonio y despedirnos de la posibilidad de vencer a los Penitentes. Suministros cortados, malditos cielos grises, paredes que no se cierran. Pero todos sabemos que no podemos abandonar ahora. Los miserables que nos enviaron aquí nos quieren ver muertos o nos están provocando. De cualquier forma, tenemos que partirnos el alma para seguir vivos o morir de verdad.

Thomas hizo un gesto afirmativo, pero no dijo nada. Chloe echó un vistazo a Alby, que tenía la mirada fija en el suelo, aparentemente perdido en sus propios pensamientos lúgubres. Mantenía esa expresión de cansancio y de depresión, con los ojos hundidos y apagados.

—¿Alby? —Lo interrumpió Chloe —. ¿No tienes nada que decir?

El chico levantó la vista sorprendido, como si no hubiera notado que había más gente en la habitación.

—¿Eh? Ah, sí. Va. Pero ustedes vieron lo que ocurre por la noche. Sólo porque Thomas, el maldito superchico, lo logró, no quiere decir que el resto de nosotros lo haga.

—Yo estoy de acuerdo. Tenemos que dejar de quejarnos y de sentir lástima por nosotros mismos —Dijo Minho y se frotó las manos y se inclinó hacia delante en la silla—. Mañana por la mañana, lo primero que tienen que hacer es asignar equipos para que estudien los Mapas a toda hora mientras los Corredores salen al Laberinto. Vamos a llevar suficientes provisiones como para quedarnos afuera varios días.

—¿Qué? —Preguntó Alby, mostrando finalmente algo de emoción en la voz —. ¿Qué quieres decir con «días»?

—Eso: días. Con las Puertas abiertas y sin atardecer, no tiene sentido regresar. Es el momento de permanecer allá afuera y ver si algo se abre cuando los muros se mueven. Si es que todavía esto ocurre.

—Ni lo sueñes. -Dijo Alby.

—Minho tiene razón, no podemos quedarnos escondidos esperando que alguien venga a salvarnos. Eso no pasará. Ya no hay diferencia entre quedarse aquí y en el Laberinto, los Penitentes nos encontrarán de todas formar.

Y a pesar de que Chloe se veía segura de lo que decía, en el fondo tenía miedo. Sabía que el día de enfrentarse una vez más al Laberinto estaba cerca, y no creía estar preparada para ello.

—¡Chloe, no podemos pedirles a los Habitantes que vayan allá afuera a morir!

—Las provisiones no durarán para siempre, no como está la situación. Todos quienes quieran ayudar tendrán la oportunidad de hacerlo.

—¿Y quién se va a ofrecer para algo así? ¿tú? —Preguntó casi con sorna, lo que lastimó a Chloe.

—Yo lo haré —Dijo Minho de inmediato —. Y el Novato.

Todos miraron a Thomas, que asintió con la cabeza.

—Si es necesario, yo también voy —Intervino Newt. A pesar de que él nunca hablaba del tema, la renguera era un recordatorio constante de lo que había sucedido dentro del Laberinto —. Y estoy seguro de que todos los Corredores harán lo mismo.

—Tú, ¿con tu pata coja? —Preguntó Alby, dejando escapar una risa áspera. El rubio frunció el ceño y miró hacia el piso. Chloe sintió unas fuertes ganas de golpear al moreno por mencionar aquello

—Será más de ayuda que tú y tu negativismo.

—Pues a mí no me parece bien pedirles a los demás que hagan algo que yo mismo no estoy dispuesto a hacer.

Alby se acomodó y apoyó los pies sobre la cama—. Hagan lo que quieran, me da lo mismo.

—¿Acaso piensas que tenemos alguna opción? ¿crees que deberíamos quedarnos aquí sentados esperando que los malditos Penitentes vengan a matarnos?

—Bueno, al menos eso suena mejor que correr hacia ellos.

—Escucha Alby, si actuarás de esta manera mejor vete con los demás Habitantes —Dijo Chloe levantándose de la cama—. Estamos intentando encontrar una salida antes de que todo se vaya a la mierda, ¿entiendes?

Por fin, Alby respiró profundamente y fue mirando uno por uno a todos los presentes.

—Chicos, ustedes saben que estoy jodido. En serio... lo siento. Hey, les digo lo que haremos —Dijo entonces, comenzando a hablar más fuerte y con un extraño entusiasmo en la voz—. Pónganme a cargo de los Mapas. Haré que todos los Habitantes del Área se maten analizando esos dibujos.

—A mí me parece bien. —Dijo Minho.

—Estoy de acuerdo. —Dijo Chloe.

Alby apoyó los pies en el piso otra vez y se enderezó.

—Creo que fue bastante estúpido esto de dormir adentro. Deberíamos habernos quedado trabajando en la Sala de Mapas.

Minho se encogió de hombros.

—Seguramente tienes razón.

—Bueno, yo voy a ir —Dijo Alby, con un gesto de confianza—. Ahora mismo.

Newt sacudió la cabeza.

—Olvídalo. Ya oí los gemidos de los malditos Penitentes allí afuera. Podemos esperar hasta que llegue el despertar.

Alby se inclinó hacia delante, con los codos en las rodillas.

—Oigan, larchos, ustedes son los que comenzaron las charlas de aliento. No vengan a quejarse ahora que les hago caso. Si voy a hacerlo, tiene que ser ahora. El viejo Alby está de vuelta. Necesito concentrarme en algo.

Chloe dudó de esas palabras.

—Hablo en serio, necesito hacerlo. —Dijo Alby, poniéndose de pie y dirigiéndose hacia la puerta de la habitación.

—Tienes que estar bromeando —Señaló Newt—. ¡No puedes salir ahora!

—Voy a ir y listo —Lo desafió Alby, tomando la argolla con sus llaves y haciéndolas sonar en actitud burlona—. Shanks, los veo en la mañana.

Y sin más se retiró.

Ninguno hizo nada para detenerlo, creyeron que no tenía caso intentarlo. Decidieron ir a dormir, y cuando Thomas se fue junto a Newt a una de las habitaciones, ella no pidió perdón. La idea le había cruzado por la cabeza, casi como una necesidad de estar bien con el Novato, pero luego le pareció ridículo. ¿Por qué tenía que disculparse? Había sido él quien cuestionó su forma de tomar decisiones, y sólo porque parecía estar enamorado de la nueva chica. No, Chloe sabía que no podía permitir que dudaran de ella. Si le daba la razón a Thomas e iba a liberar a Teresa solo porque él se lo pidió las cosas se saldrían de su control, más de lo que ya estaban. Y no podía permitirse eso. Él debía entender su situación.

Chloe, antes que una amiga, era la líder del Área. Y si no hubiera estado dispuesta a hacer cosas que otros no, no estarían donde se encuentran ahora.

Aquel pensamiento fue el que la motivo a tener esperanzas de sobrevivir aquella noche, creía que detrás de aquellas murallas no podían correr tanto peligro. Mientras los habitantes se instalaron con sus mantas y almohadas para la imposible tarea de conciliar el sueño, ella se encontraba supervisando cada habitación. Asegurándose de que todos estuvieran allí dentro y ninguna linterna estuviera encendida. En cada una de las habitaciones el silencio era absoluto: había una atmósfera de tristeza y abatimiento. Sólo se oían los ruidos de los pies que se arrastraban suavemente y algunos susurros.

Acabó con sus rondas y Chloe terminó sola en la habitación donde se habían reunido minutos antes, sentada en la cama con una gruesa manta sobre ella, sabía que no iba a dormir y tampoco lo intentaría.

Miraba su alrededor con desinterés. El resto del mobiliario consistía en una cómoda de madera torcida y una mesita con una lampara, que ahora se encontraba apagada. Todo lo que se había podido hacer con tan poco tiempo para estar preparados ante un ataque de los Penitentes, se había hecho: las ventanas se habían sellado con tablas, los muebles se habían apoyado contra las puertas, se habían distribuido cuchillos para usar como armas. Chloe tenía dos machetes grandes bajo su almohada, pero dudada que pudieran hacer algún daño a esas criaturas.

Los aullidos lejanos de los Penitentes se acercaban a medida que avanzaba la noche; cada minuto parecía más largo que el anterior. Transcurrió una hora más. Y luego otra. El sueño nunca llegó, supuso que serían las dos de la madrugada cuando cambió de posición por millonésima vez.

—Chloe —Escucho un susurro luego de oír la puerta crujir—. ¿Estas despierta?

Gracias a la inexistente oscuridad no tuvo problemas en ver que se trataba de Minho, que había asomado su cabeza por la apertura de la puerta, pero no la miraba a ella, sino que sus ojos estaban fijos en el suelo.

—Sí, no puedo conciliar el sueño.

—¿Y estás presentable?

Ella rió—. Por supuesto.

—Maldición —Dijo él—. Entonces creo que volveré más tarde.

Chloe intentó no carcajear, se contuvo y le dedicó una gran sonrisa al asiático, haciéndole un gesto para que cerrara la puerta y se acercara. No iba a decírselo, pero su presencia la hacía sentir más tranquila, como si con él a su lado todo el mundo fuera más seguro. Él se acercó con cuidado de no hacer mucho ruido, se acomodó a su lado, apoyando la cabeza en la muralla y ladeándola para observarla.

—Esos Shanks están aterrorizados —Le dijo Minho en voz baja—. Estoy seguro de que más de uno se orino encima.

—¿Y tú no?

—¿Orinarme encima? —Preguntó—. No, no lo he hecho.

—Sabes a lo que me refiero —Espetó ella—. ¿No estás aterrorizado por lo que está pasando?

—No —Dijo Minho con sinceridad—. Creo que estar preocupado por ti me impide sentir miedo. Eso es bueno, supongo.

—¿Por qué estás preocupado por mí? —Quiso saber Chloe, aunque sabía cuál sería su respuesta.

—Nos conocemos hace mucho tiempo Chloe, y acabo de enterarme de tu miedo al Laberinto. Lo que sucedió... sé que los Penitentes también te deben aterrar, y quien sabe que otras cosas. Sólo quiero asegurarme de que estes bien siempre.

—Esa fue una de las razones por las que no te conté —Dijo entonces la chica—. No quiero que descuides tu seguridad por estar asegurándote de que yo esté bien. Puedo cuidarme sola. —Terminó por asegurarle.

—Eso lo sé bien, ¿te dije lo atractiva que te viste al inmovilizar a la Novata? —Dijo Minho con las cejas alzadas y una sonrisa ladina—. Aun así, aunque no estuviera al tanto de tu miedo, me sentiría igual. Tú siempre serás mi prioridad Chloe, no dejaré que nada malo te suceda.

Chloe sonrió una vez más, se quedó en silencio acogiendo aquella nueva confesión del chico, disfrutando de lo que sus palabras le hacían sentir hasta que una idea ocupo su mente. Era el tipo de pensamientos que intentaba evitar, porque una vez que aparecía comenzaba a hundirse en un mar de lamentos y tristeza. La sonrisa se desvaneció lentamente y una sombra se instaló en su rostro.

—¿Alguna vez has pensado en tu familia? —Preguntó entonces—. No puedo evitar preguntarme si ellos estarán esperándonos con los brazos abiertos una vez salgamos de este infierno.

Minho la miró con una ceja alzada, sin saber que decir al respecto.

—Sólo digo que eso sería extraño, ¿por qué dejarían que nos pusieran aquí en primer lugar? Puede que no tengamos familia ¿no? ¿Por qué quien en su sano juicio entregaría a su hijo para dejarlo en un lugar como este? Es horrible. Creo que prefiero pensar que no tenemos a nadie allá afuera, porque no podría confiar en alguien que nos entregó tan fácilmente. Aunque, si logramos salir, sería decepcionante descubrir que estamos solos.

Chloe no esperaba una respuesta, sólo quería liberar esos pensamientos antes de hundirse más. Había apoyado su cabeza en la muralla y mantenía los ojos cerrados.

Minho nunca había sido el mejor enfrentando los sentimientos de otras personas, no era bueno consolando ni animando por lo que usualmente respondería con algún comentario sarcástico. Pero creía que esa no era la ocasión.

—¿Qué intentas decir con que no tienes familia? —Exclamó él, intentando no ser muy brusco—. ¿Acaso Newt y yo no somos nada para ti? Si salimos de aquí no te dejaremos sola, nosotros somos tu familia.

—Si, familia... —Murmuró ella—. Creí nosotros podíamos ser algo diferente fuera de este lugar.

—Tú eres la que siempre insiste en que ignoremos cada encuentro que hemos tenido, que no han sido pocos. ¿Por qué te contradices ahora? —Minho insistió con su pregunta, y no era porque estuviera molesto, sólo deseaba saber de una vez por todas la razón de Chloe de evitar a toda costa que ambos formaran una relación.

—Soy la líder de este lugar Minho, se supone que debo actuar como una.

—¿Ser la líder no te permite hacer lo que deseas?

—Sé que no vas a entender mis razones, eres un chico después de todo —La castaña abrió los ojos y miró un punto fijo en el techo—. Aunque lo intentes, no comprenderás lo diferente que son las reglas para mí como una chica. Una mala decisión y los Habitantes dejarán de confiar en mí, no me respetarán. Y si pierdo su respeto, quien sabe que ocurriría con este lugar.

—Pero si salimos de este lugar...

—Si salimos y todo vuelve a ser normal ya no tendré ese peso sobre mí.

—¿Y podremos estar juntos? —Preguntó.

—Sólo si sigues interesado. —Comentó Chloe, con una sonrisa juguetona.

Y entonces un estallido de maquinaria que provenía del exterior comenzó a sonar dentro de la Finca, provocando que ambos saltarán del susto, seguido de los familiares repiqueteos metálicos: un Penitente rodaba sobre el piso de piedra.

Chloe y Minho entraron a la habitación con Habitantes más cercana a ellos. Todos se habían puesto de pie de un salto. De inmediato Chloe agitó los brazos sin hacer ruido haciendo callar a todos, llevándose el dedo a los labios. Caminó de puntilla hacia la solitaria ventana del recinto, cubierta por tres tablas de madera clavadas apresuradamente. Grandes rendijas permitían espiar hacia fuera.

Con cuidado, se acercó para echar una mirada y Minho se arrastró hasta quedar detrás de ella, con sus cuerpos bastante cerca el uno del otro. El chico se ubicó arriba de Chloe contra la tabla más alta, presionando el ojo sobre la grieta. Su cercanía fue la que la tranquilizó un poco, era aterrador para ella estar tan cerca de la pared y ser vista por los Penitentes, más no vieron nada delante de sí. No tenían lugar suficiente para mirar hacia arriba o hacia abajo, o a los costados; sólo hacia delante.

Volvieron a sentarse en una orilla mientras pasaban los minutos. Los sonidos de los Penitentes penetraban los muros con espacios de diez a veinte segundos: el chirrido de los motores acompañado del zumbido metálico, el golpeteo de las púas contra la dura piedra, el chasquido de las garras que se abrían y cerraban bruscamente. Cualquier ruido la estremecía de terror.

Parecía que había por lo menos tres o cuatro monstruos en el patio. Podía sentir a esos animales mecánicos esperando allá afuera. Zumbidos y traqueteos de metal, como si estuvieran burlándose de ella y de su terror hacia ellos.

Los otros chicos dentro de la habitación se mantenían quietos, rodeados de una tensión mortal. El miedo rondaba el aire cual humareda negra. Uno de los Penitentes emitió un ruido como si se estuviera trasladando hacia la Finca. De pronto, el repiqueteo de las púas contra la piedra se transformó en un sonido más profundo y hueco. Escucharon cómo las agujas trituraban la madera y luego rotaban para volverse a afirmar. El edificio entero se sacudía con el movimiento.

—Parece estar en el primer nivel —Murmuró Chloe mirando rápidamente a Minho—. Creo que no han subido más por las murallas.

Los crujidos, gemidos y chasquidos se convirtieron en los únicos sonidos existentes en el mundo, causándole horror. Con la cercanía, aumentaban el volumen. Los demás chicos se habían arrastrado a través del dormitorio, lo más lejos posible de la ventana. Todos quedaron amontonados contra la pared, mirando atentamente a ella. Unas luces parpadearon afuera, proyectando unos pocos rayos extraños a través de las rendijas de las maderas.

El nerviosismo que había en el aire era espeluznante: se podía escuchar la
respiración de todos. Una conversación a gritos se escuchó desde el piso inferior, pero ningún habitable logró entender siquiera una palabra. Chloe y Minho intercambiaron miradas y se atrevieron a mirar una vez más por la ventana. Lo que vieron unos momentos después los dejó sorprendidos. Gally se había arrojado por la ventana sobre el cuerpo retorcido de uno de los Penitentes. Chloe reprimió un grito mientras veía como el monstruo se retraía y sujetaba firmemente los miembros de Gally, haciéndole imposible la huida; Minho a su lado había salido corriendo de la habitación.

—¡Minho, espera! —Gritó Chloe, pero no pudo hacer nada para detenerlo.

La chica vio desaparecer al asiático pero volvió su vista hacia afuera logrando ver como el cuerpo de Gally se hundía varios centímetros en la piel viscosa emitiendo un dramático sonido de succión. Después, con una velocidad sorprendente, el Penitente retrocedió por el marco destrozado de la ventana y comenzó a descender y vio a los Penitentes salir del Área con chirridos y zumbidos que parecían los festejos de la victoria.

La chica no esperó más y siguió los pasos de su amigo cuando vio su figura solitaria correr a través del patio del Área hacia la salida por la cual se habían llevado a Gally. Corrió lo más rápido que pudo hacia la Puerta del Oeste, donde encontró se encontró a Newt y Thomas delante del umbral del Laberinto.

—¡Ese idiota salió detrás de los Penitentes! —Exclamó la chica, observando las profundidades del Laberinto—. Aunque eso ya deben saberlo.

Se apoyó en sus rodillas para recuperar el aliento y cuando pudo respirar con normalidad y no sentía su corazón latir contra su pecho, se reincorporó, notando por primera vez la toalla teñida de sangre que Newt sostenía en su cabeza.

—Diablos shank, ¿qué te sucedió?

—Sólo fue un golpe, aunque esto duele como el demonio —Dijo con una mueca en su rostro para luego volver su vista hacia el laberinto—. A Minho se le debe haber quemado la última neurona que le quedaba, por no mencionar a Gally. Aunque siempre supe que ése estaba loco.

—Hablando de Gally, ¿de dónde apareció ese larcho? —Preguntó Chloe al no lograr entender todo lo que había visto—. ¿Y por qué saltó sobre un maldito Penitente?

—Te juro que se volvió loco, comenzó a decir que los Penitentes nos asesinaran uno cada noche hasta que no quede ninguno, y algo sobre unas variables.

—¿Uno cada noche? —Aquello no hizo más que preocupar a la chica.

—Voy a ir tras él. —Declaró Thomas.

—¿Parece que otra vez llegó la hora de hacerte el héroe? —Soltó Newt, hiriendo al chico.

—¿Piensas que todo lo que hago es sólo para impresionarlos? Shank, a mí lo único que me importa es salir de aquí.

—Bueno, eres un tipo duro. Pero en este momento tenemos problemas más graves.

—¿Qué?

Thomas sabía que si quería alcanzar a Minho no tenía tiempo para seguir conversando.

—Alguien... —Comenzó Newt.

—¡Ahí está! —Exclamó Thomas, al ver a Minho doblando la esquina. Puso las manos alrededor de la boca para gritarle—. ¿Qué estabas haciendo, idiota?

El Corredor esperó hasta atravesar la Puerta. Luego se inclinó con las manos en las rodillas y tomó aire antes de contestar.

—Sólo... quería... estar seguro.

—¿De qué? —Indagó Newt—. Sería fantástico que te llevaran con Gally.

Chloe golpeó al rubio en el estómago por aquel comentario. Minho se enderezó y apoyó las manos en las caderas, seguía muy agitado.

—Sólo quería ver si se dirigían hacia el Acantilado, a la Fosa de los Penitentes.

—¿Y? —Preguntó Thomas.

—Bingo. —Contestó Minho, secándose el sudor de la frente.

—Eres un genio. —Exclamó ella, dándole un golpe amistoso en el hombro.

—Un genio y apuesto, ¿qué más podrías pedir?

Thomas frente a ellos carraspeó con fuerza, deseando que ambos dejaran de mirarse de aquella forma, como si en cualquier momento fueran a abalanzarse sobre el otro para besarse o algo más. Eso le repugnaba.

—¿Qué ibas a contarnos, Newt? —Dijo entonces Thomas, para desviar la atención—. Decías que teníamos peores...

—Sí —Dijo y señaló con el pulgar sobre su hombro—. Todavía pueden ver el maldito fuego.

Chloe miró en esa dirección: la puerta de metal de la Sala de Mapas estaba ligeramente abierta y una estela de humo negro emergía de ella y se elevaba hacia el cielo gris.

—Alguien quemó los baúles —Anunció Newt—. No quedó ni uno.

Chloe alzó las cejas. Ella, Newt y Minho tuvieron un extraño intercambio de miradas y luego se dirigieron a investigar el sabotaje a la Sala de Mapas, dejando a Thomas por su cuenta.

Lo primero que distinguieron fue a un grupo de Habitantes apiñados frente a la puerta de acero, que se encontraba todavía entreabierta y tenía el borde externo negro por el hollín. Lo que vieron los dejó sorprendidos: tirado de espaldas, con una herida profunda en la frente, se encontraba Alby. La sangre chorreaba por ambos lados de la cabeza y por los ojos, formando una costra.

—¿Qué fue lo que pasó? —Preguntó Chloe, agachándose junto a Winston que estaba limpiándole la herida.

—Lo encontré aquí afuera, medio muerto, con el fondo de la Sala de Mapas en llamas —Le informó el chico—. Algunos larchos apagaron el incendio.

Minho, quién se había adentrado en la Sala de Mapas volvió a aparecer con una mueca en su rostro, mirando a Chloe y Newt.

—Todos los baúles quedaron carbonizados. Quienquiera que haya hecho esto le golpeó la cabeza contra la mesa.

—Al idiota le abrieron la cabeza, pudieron haberlo matado. —Espetó la chica,

—¿Qué quieres hacer? —Le susurró Newt a su lado, mirándola expectante.

—El larcho escapó y no será fácil encontrar al culpable, ahora deberíamos asegurarnos de que los Docs traten esta herida.

—¿Crees que fue Gally? Pudo venir antes de aparecer en la Finca y volverse loco. —Newt susurraba bajo para que el resto de los habitantes que se encontraban mirando no los escucharan.

—Es una posibilidad, y la más probable, pero no hay manera de comprobarlo hasta que Alby despierte.

—¡Chloe, Newt! —Gritó Minho detrás de ellos.

—¿Qué? —Preguntó Newt, mientras se ponía de pie y giraba la tela ensangrentada hasta encontrar una parte que no estuviera roja. Minho señaló a Alby.

—Dejen que los Docs se ocupen de él. Tenemos que hablar.

Newt le lanzó una mirada inquisitiva y luego le pasó la tela al Habitante más próximo y le hizo una señal a la chica para que se levantara.

—Ve a buscar a Clint —Le pidió Chloe a Winston—. Dile que tenemos problemas más importantes que unos chicos con astillas.

—¿De qué tenemos que hablar? —Quiso saber Newt.

Chloe llegó a su lado justo a tiempo.

—Vengan conmigo. —Les pidió Thomas, y se dirigió hacia el Cuarto Oscuro sin esperar respuesta.

Chloe lo siguió sin mucho ánimo, no quería volver a discutir con Thomas.

—Suéltenla. —Exclamó delante de la puerta de la prisión, con los brazos cruzados.

La chica esbozó una sonrisa irónica—. Yo me voy de aquí. Tengo temas más importantes del que ocuparme. —Comenzó a alejarse cubierta de hollín y suciedad.

—¡Te va a interesar lo que tiene que decir! —Le espetó Thomas, logrando que se detuviera—. Por favor, sólo abre la puerta y déjala ir.

—¿Cómo podemos confiar en ella? —Preguntó Minho—. En cuanto se despertó, este lugar se vino abajo. Hasta admitió haber activado algo.

—Eso es cierto. —Repuso Newt.

—Podemos confiar en ella —Aseguró Thomas—. Fue enviada aquí igual que el resto de nosotros, es estúpido pensar que es la responsable de lo que está ocurriendo.

—¿Entonces qué mierda quiso decir con eso de que había activado algo? —Espetó Newt con un gruñido.

—Vamos —Insistió—. ¿Qué puede hacer? ¿Acaso saldrá corriendo a clavarle un cuchillo a cada uno de los Habitantes hasta matarlos a todos?

—¡No quiero volver a repetirlo, Thomas! —Espetó Chloe acercándose a él—. Deja de insistir o te meteré dentro con esa estúpida chica.

—¡Yo no soy estúpida! —Gritó Teresa, con la voz amortiguada por las paredes—. ¡Y además puedo escuchar cada palabra que están diciendo!

—Escucha Thomas —Siguió hablando, ignorando las palabras de la Novata—, no has pasado mucho tiempo en el área y has tenido bastantes libertades, así que entiendo que aún no sepas cómo funcionan las cosas por aquí. Te lo explicare de forma que entiendas, ¿sí? Yo digo algo, y eso se cumple. Tu noviecita se quedará allí hasta que lo crea necesario.

—No seas tan maldita... —El chico se arrepintió tan rápido como esas palabras salieron de su boca.

Una sonrisa cínica apareció en el rostro de Chloe, el asiático a su lado iba a reaccionar, pero se detuvo en cuanto vio la sonrisa.

—Tus palabras no van a afectar en mi decisión. ¿Quieren hablar de lo que sea que hayan descubierto? Háganlo, pero no voy a permitir que se extinga el poco control que aún queda en este lugar.

Thomas estaba más que molesto y parecía que no iba a hablar.

—Es tú decisión. —Y sin sentir arrepentimiento de su modo de actuar, estaba preparada para dirigirse a la Finca.

—El Laberinto es un código —Dijo entonces—, quizás, en vez de tener que resolver los enigmas que presenta para encontrar una salida, esté tratando de enviarnos un mensaje.

—¿Un código? —Preguntó Minho—. ¿Cómo sería eso?

—No estoy totalmente seguro, tú conoces los Mapas mucho mejor que yo. Pero tengo una teoría. Es por eso que tenía la esperanza de que ustedes pudieran recordar algunos de ellos.

Minho desvió la mirada hacia Chloe con las cejas arqueadas en señal de interrogación. Chloe le devolvió la mirada y Newt asintió.

—¿Qué pasa? —Preguntó Thomas—. Larchos, ustedes siguen comportándose como si tuvieran un secreto.

Minho se frotó los ojos con las dos manos y tomó aire.

—Thomas, nosotros escondimos los Mapas.

—¿Qué? —Preguntó con una mueca de confusión.

Minho apuntó hacia la Finca.

—Guardamos los Mapas en el cuarto de las armas y pusimos otros falsos en su lugar. Por el aviso de Alby y por el supuesto Final que tu novia activó. Están todos sanos y salvos —Afirmó Chloe—. Tal vez creas que soy una maldita, pero sé hacer mi trabajo.

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