SEIS

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— entretiempo —

—Quizá eso fue lo que sucedió —siguió diciendo Chloe—, con todas esas alarmas sonando.

—¿Crees que se irían sin buscarnos? —cuestionó Minho, quién no sabía que creer.

Chloe no respondió, en realidad, a pesar de haber dicho esa posibilidad, no quería que fuera cierto. No cuando aún quedaban un par de personas en el otro grupo por las que aún se preocupaba.

—Ellos no nos abandonarían. —comentó Thomas, sonaba seguro de sus palabras pero la chica creyó que sólo intentaba convencerse a sí mismo.

—Tal vez algunos Cranks lograron ingresar y tomaron las armas que había acá, usaron los Lanzadores para dejar aturdida a la gente y luego comenzaron a comerse sus mierteros cuerpos. ¡Es posible que solo nos hayamos topado con unos pocos guardias porque los demás están muertos!

Brenda lanzó un suspiro.

—Odio tener que admitirlo, pero es muy posible que tengas razón —reconoció y luego pensó durante unos segundos—. En serio, eso explicaría todo. Alguien entró acá y se llevó un montón de armas.

Thomas sintió un escalofrío y Chloe no se opuso a la idea, tampoco le interesaba discutir del tema por mucho tiempo, sólo deseaba escapar; salir de ese lugar.

—Si eso es verdad, nuestros problemas son mucho peores de lo que pensamos. —hizo notar Minho.

—Me alegra que el tipo que no es inmune a la Llamarada no sea el único al que todavía le funcione el cerebro. —dijo entonces Newt, desde la puerta.

Chloe se volteó hacia él, parecía estar más calmado.

—La próxima vez sé un poco más claro en vez de ponerte tan susceptible —espetó Minho con voz carente de compasión—. No pensé que enloquecerías tan rápido, pero estoy contento de que hayas regresado. Quizá necesitemos un Crank para olfatear a los otros si realmente están adentro.

Una punzada de dolor apareció en el pecho de Chloe ante tan hiriente comentario, por unos segundos no pudo respirar. No podía imaginar a su mejor amigo perdiendo la razón por la Llamarada; verlo loco y violento como los que había visto en el Desierto, tan cerca del Final. Ella no quería eso para Newt, y desde que la Rata les había dado aquella noticia, una pequeña voz había aparecido en su cabeza diciéndole que, si ayudaba a CRUEL, tal vez podría salvarlo de aquel final. Chloe podría salvar a su mejor amigo, y eso era lo único que le importaba. Salvar a sus amigos, a su familia.

—Tu nunca has sabido cuándo mantener el maldito hocico cerrado, ¿no es cierto, Minho? —escupió Newt—. Siempre tienes que decir la última palabra.

—Cierra tu boca garlopa. —repuso Minho.

La tensión que había en la habitación era evidente. Newt caminó despacio hacia Minho y se detuvo ante él, el resto apenas entendía lo que sucedía cuando, veloz como una serpiente, el rubio le pegó un puñetazo en la cara al asiatico. Chloe soltó un grito ahogado, viendo como Minho retrocedía dando tumbos, terminó por chocar contra la estantería vacía y después salió disparado hacia adelante y arrojó a Newt al suelo con una zancadilla.

Chloe y Thomas de inmediato se acercaron para separar a sus amigos de aquella estúpida pelea que habían comenzando, sin embargo, antes de que pudiera hacer algo, un codazo le llegó a Chloe justó en la nariz, que la obligó a alejarse. Thomas y Brenda lograron sujetar a Minho por su cuenta y Chloe terminó por impedirle el paso a Newt, quedándose frente a él con una mirada asesina mientras mantenía su mano derecha en su nariz, que aún sangraba. Estaba más que molesta.

—¿Acaso son estúpidos? —aulló Thomas—. Estamos escapando de un enemigo o quizás dos, ¿y ustedes se ponen a pelear?

—¡El empezó! —disparó Minho

—¿Cuántos años tienen? ¿ocho? —preguntó Brenda.

Chloe no dijo nada, estaba paralizada frente a Newt. Estaba tan cerca de él que, por primera vez, había observado un brillo de locura en sus ojos. De furia. A pesar de estar molesta con ambos, podía notar que ya estaba perdiendo la razón y aquello era algo que Chloe no iba a aceptar. Era la primera vez que creía que CRUEL les había dicho la verdad, y no quería aceptar que su mejor amigo estaba volviéndose loco.

—Es mi culpa, todo me irrita —se disculpó Newt—. Ustedes decidan que deberíamos hacer, yo necesito un maldito descanso. —y diciendo aquello, volvió a salir de la habitación.

Con un suspiro de frustración, Thomas y Brenda soltaron a Minho. Chloe volteó hacia el asiático con el rostro afligido, intentando esconder la pena y miedo que sentía en ese momento. Miró a Minho entre las lágrimas que comenzaban a agruparse en sus ojos.

—Bien hecho, Minho —le espetó con un tono glacial, mientras se limpiaba la sangre de su rostro—. Siempre tan elocuente.

Y sin esperar más se alejó hasta el otro lado de la habitación, necesitando un momento a solas para calmar sus emociones mientras ocupaba su mente en otras cosas.

Luego de que las tensiones se calmaran dentro del grupo: Chloe, Thomas, Minho y Brenda lograron reunir todo lo que podrían transportar entre los cuatro. Además de sostener un Lanzador en las manos, la pelinegra llevaba uno colgado en cada hombro, tenía dos pistolas cargadas en los bolsillos delanteros y varios clips de municiones en los bolsillos traseros. Minho y Thomas habían hecho lo mismo, y Brenda sujetaba una caja de cartón llena de granadas azules y más balas. Encima de todo eso, había apoyado su Lanzador.

—Eso parece pesado —comentó Thomas señalando la caja—. ¿Quieres que…?

Brenda lo interrumpió bruscamente.

—Puedo arreglármelas sola hasta que venga Newt.

—Quién sabe en qué anda ese tipo —dijo Minho—. Nunca antes había actuado así. La Llamarada ya le está comiendo el cerebro.

—¿Puedes dejar de hablar por un segundo? —espetó Chloe, dándole una mirada de molestia. Pocas veces la chica había actuado de esa forma con Minho, pero ya estaba colmando su paciencia—. ¿O es demasiado difícil para ti no dar tu opinión cada maldito segundo?

—¿Qué pasa contigo? —preguntó Minho, claramente consternado por la actitud de Chloe—. Hace un rato estabas diciéndome lo atractivo que era y ahora…

Chloe estaba lista para responder, pero Brenda se le adelantó.

—Creo que todos deberíamos calmarnos. —comentó Brenda.

—Newt dijo que regresaría enseguida —explicó Thomas, también cansado de la actitud de Minho—. Y fíjate en lo que dices delante de él. Lo último que necesitamos es que lo hagas enojar otra vez.

—¿Recuerdas lo que te dije en el camión, cuando estábamos en la ciudad? —le preguntó Brenda a Thomas.

—¿Qué? —preguntó—. ¿Quieres decir que algunas de las cosas que me contaste eran ciertas? —insistió.

—Thomas, lamento mucho haberte engañado acerca del motivo por el cual me encontraba allí. Y sobre eso que te conté de la Llamarada manipulando mi mente. Pero el resto era verdad. Lo juro —hizo una pausa y con la mirada le rogó que le creyera—. De todas maneras mencionamos cómo los crecientes niveles de actividad cerebral lograban acelerar el ritmo de la destrucción: eso se denomina destrucción cognitiva. Por eso esa droga, la Felicidad, es tan popular entre la gente que puede pagarla. La Felicidad disminuye la velocidad de la función cerebral y prolonga el tiempo anterior a que te vuelvas chiflado. Pero es muy cara.

—¿Acaso las personas siguen haciendo su vida normal cuando están bajo el efecto de esa droga?

—Hacen lo que tienen que hacer, pero están más… relajadas con respecto a su enfermedad. Tal vez eres un bombero que está rescatando de las llamas a treinta chicos, pero no te vuelves loco si alguno de ellos se te cae en medio del incendio.

Thomas sintió terror al pensar en un mundo semejante.

—Eso es… espeluznante.

—Tengo que conseguirme un poco de esa droga. —masculló Minho.

—No entienden lo que estoy tratando de decir —insistió Brenda—. Piensen en el infierno en que ha vivido Newt, en todas las decisiones que tuvo que tomar. No me sorprende que la Llamarada haya avanzado tanto en él. Ha estado muy estimulado, mucho más que la gente que lleva una vida común y corriente.

—Entonces es culpa de CRUEL, ¿no? —concluyó Chloe, apretando con fuerza el Lanzador en sus manos—. Si no nos hubieran hecho pasar un infierno las últimas semanas…

Thomas suspiró.

—Bueno, no hay nada que podamos hacer hasta que estemos en un espacio más seguro.

—¿Hacer qué?

Cuando miró hacia la puerta, Chloe vio que Newt ya había regresado.

—Nada, no te preocupes. ¿Dónde estabas?

—Tommy, necesito hablarte. Solo a ti —agregó cuando notó la mirada de Chloe—. No llevará más de unos segundos.

—¿Qué es toda esta estupidez? —preguntó Minho.

—Vamos, no seas tan duro conmigo. Tengo que darle algo a Tommy. Nada más que a él.

—Como quieras, hazlo de una vez —exclamó Minho mientras se ajustaba las correas de los Lanzadores a los hombros—, pero tenemos que darnos prisa.

Thomas acompañó a Newt hasta el pasillo y Chloe se preguntó qué era lo que tenía que decirle con tanta importancia, ¿y por qué no a ella?

Momentos después, cuando Chloe aún no dejaba de pensar en aquel secreto de Newt, lo vio volver al depósito de armas solo, y salió cargando él mismo la caja de munición, seguido de Minho y. A continuación salió Brenda con otro par de Lanzadores y pistolas en los bolsillos, y Chloe cerró la fila.

—Vamos —dijo Thomas—. Tenemos que encontrar a nuestros amigos.

Los buscaron durante una hora, lo que a Chloe le pareció una gran pérdida de tiempo, y por más que buscaron en el lugar el resto del grupo parecía haber desaparecido. La Rata y los guardias que habían quedado atrás ya no estaban, y la cafetería y todos los dormitorios, baños y salones de reunión se hallaban vacíos. No había nadie a la vista.

Finalmente, después de haber revisado cada rincón del edificio, Thomas habló:

—Chicos, ¿están seguros de que no nos queda algún sitio por registrar?

—No que yo sepa —replicó Minho—. Pero no me asombraría mucho que hubiera habitaciones secretas.

Thomas estuvo de acuerdo, pero, al igual que Chloe, consideró que no debían perder más tiempo en la búsqueda. Lo único que podían hacer era seguir adelante.

—Muy bien —asintió—. Caminaremos de manera zigzagueante hasta el hangar. Entretanto, estén alerta por si ven a los chicos.

Ya llevaban un rato largo de marcha cuando Minho se detuvo bruscamente y se señaló el oído. Era difícil ver alrededor, ya que el pasillo solo contaba con las débiles luces rojas de emergencia.

Chloe se detuvo, trató de respirar más despacio y prestó atención a su alrededor. Todos hicieron lo mismo, y lo escucharon de inmediato: un gemido débil que les provocó un escalofrío. Provenía de un punto situado unos metros adelante de ellos, de una extraña ventana en el pasillo que daba a un gran salón.

Desde donde se hallaba Chloe, el recinto parecía estar completamente a oscuras. El vidrio de la ventana había sido destrozado desde el interior: los fragmentos estaban desparramados en el piso debajo de la abertura.

El gemido se escuchó nuevamente.

Minho se llevó un dedo a los labios y luego se descolgó los dos Lanzadores suplementarios con mucho cuidado. Chloe, Thomas y Brenda lo imitaron, mientras Newt colocaba la caja de munición en el piso. Los cinco prepararon las armas y, con Minho adelante, se fueron deslizando hacia el origen del ruido. Sonaba como si hubiera un hombre intentando despertar de una horrenda pesadilla.

Minho se detuvo junto al marco de la ventana, con la espalda contra la pared. La puerta de la habitación se hallaba al otro lado de la abertura y estaba cerrada.

—Listos —susurró Minho—. ¡Ya!

Chloe fue la primera en adelantarse con un salto y apuntó el Lanzador hacia el interior de la sala oscura mientras Thomas se ubicaba a su izquierda y Minho a su derecha, con las armas preparadas. Newt y Brenda vigilaban a sus espaldas.

El dedo de Chloe se movía alrededor del disparador, lista para oprimirlo sin titubear, pero no se produjo ningún movimiento. El destello rojo de las luces de emergencia no revelaba demasiado, pero todo el piso parecía estar cubierto de montículos negros que se movían lentamente. Poco a poco, sus ojos se adaptaron a la penumbra y comenzó a distinguir formas de cuerpos y ropa negra. También divisó unas cuerdas.

—¡Son guardias! —exclamó Brenda, cortando el silencio.

En medio de los sonidos ahogados que escapaban de la habitación, lograron por fin divisar una gran cantidad de rostros. Estaban amordazados y tenían los ojos totalmente abiertos por el pánico. Los guardias se encontraban atados y distribuidos en el piso uno al lado del otro, con el cuerpo estirado, tapizando todo el recinto. Algunos estaban quietos, pero la mayoría luchaba por liberarse.

—De modo que aquí estaban todos. —comentó Minho jadeando.

Newt se inclinó para ver mejor.

—Al menos no están colgando del maldito techo con la lengua de fuera como la última vez.

—¿Cómo la última vez? —preguntó Chloe, confundida mientras se adentraba en la habitación sin lograr ser detenida por Thomas—. ¿De qué hablan? —comenzó a pasar entre los guardias, golpeando sus extremidades para saber si estaban muertos o solo fingían estar inconscientes.

—Fue la mañana después de que desapareciste —le explicó Newt—. El comedor estaba repleto de esos cuerpos.

Chloe alzó las cejas mientras seguía revisando a los guardias—. Eso debió ser aterrador.

—Tenemos que hablar con ellos y preguntarles qué pasó. —dijo Brenda, intentando acercarse a uno de ellos, como Chloe.

Sin pensarlo dos veces, Thomas la sujetó del brazo—. No.

—¿Qué quieres decir? ¿Por qué no? ¡Ellos pueden contarnos todo! —señaló.

—Brenda tiene razón —comentó Chloe, volviendo a la puerta—. Así sabremos qué ocurrió.

—Tal vez es una trampa o quién hizo esto podría regresar pronto. Tenemos que marcharnos de aquí.

—Sí —dijo Minho, sosteniendo la mano de Chloe y jalando de ella—, no hay discusión posible. No me importa si hay Cranks o rebeldes o gorilas rondando por aquí. Estos guardias garlopos no son nuestro problema actual.

Brenda se encogió de hombros y Chloe se soltó del agarre mientras volvía al pasillo.

—Bueno, solo pensé que podríamos extraerles información —hizo una pausa y luego señaló con el brazo extendido—. El hangar está en esa dirección.

Después de reunir las armas y las municiones, Chloe y los demás atravesaron innumerables pasillos sin dejar de buscar a los responsables de haber reducido a todos aquellos guardias. Por fin, Brenda se detuvo ante otra puerta de doble hoja.

Una de ellas se encontraba ligeramente abierta y una brisa sopló a través de la rendija y le alborotó el cabello. Sin esperar la orden, Chloe se puso en posición, levantando su Lanzador, Minho, Thomas y Newt se ubicaron a ambos lados de la puerta y con la pistola en el hueco de la puerta, Brenda apoyó la mano en el picaporte. Desde el otro lado no llegaba ruido alguno.

—Ábrela. —dijo Thomas.

Brenda empujó la puerta y se prepararon para disparar.

El imponente hangar parecía haber sido construido para albergar al menos tres gigantescas naves, pero solo había dos Bergs en sus plataformas de carga, que se cernían sobre ellos como dos enormes ranas en cuclillas. Tenían el metal chamuscado y los bordes gastados, como si hubieran trasladado soldados a centenares de batallas violentas. Además de algunos cajones de embalaje y lo que parecían ser talleres mecánicos, el resto era un gran espacio abierto.

Thomas avanzó inspeccionando el hangar mientras los otros cuatro se dispersaban a su alrededor. No percibieron un solo movimiento.

—¡Ey! —gritó Minho—. Aquí. Hay alguien en… —no terminó la frase, pero se había detenido cerca de una caja enorme y apuntaba su arma contra algo que se encontraba detrás.

Thomas fue el primero en llegar junto a él, luego Chloe. Entonces, vieron a un hombre escondido del otro lado de la caja de madera, el tipo gruñía y se rascaba la cabeza. No tenía sangre en el pelo oscuro pero, a juzgar por el esfuerzo que hacía para incorporarse, debio recibir un golpe muy fuerte.

—Tranquilo, amiguito —le advirtió Minho—. Cuidado, sin movimientos bruscos o quedarás achicharrado antes de que puedas reaccionar.

El hombre se apoyó en un codo, y cuando apartó la mano de su rostro, Brenda soltó un grito, corrió hacia él y lo envolvió en un abrazo.

Era Jorge, por lo que Chloe recordaba. Habían encontrado al piloto y, salvo por algunas magulladuras, estaba entero. Brenda no pensaba del mismo modo. Sin cesar de bombardearlo a preguntas, examinó a Jorge para constatar que no se encontrara herido.

—¿Qué ocurrió? ¿Cómo te lastimaste? ¿Quién se llevó el Berg? ¿Dónde están todos?

Jorge volvió a gruñir y la apartó con delicadeza.

—Tranquila, hermanita. Tengo la cabeza como si me hubieran pisoteado los Cranks. Dame un segundo para aclarar la mente.

Con la cara enrojecida y expresión de ansiedad, Brenda se distanció un poco y se sentó, Mientras contemplaban cómo Jorge iba recuperando poco a poco el sentido y la orientación.

Jorge cerró los ojos con fuerza, parpadeó varias veces y luego empezó a hablar:

—No sé cómo lo hicieron, pero tomaron el complejo, se deshicieron de los guardias, robaron un Berg y salieron volando con otro piloto. Yo me comporté como un idiota e intenté hacerlos esperar hasta averiguar qué estaba sucediendo. Y ahora mi cabeza está pagando las consecuencias.

—¿Quiénes? —preguntó Brenda—. ¿De quiénes estás hablando? ¿Quiénes se fueron?

Por alguna razón, Jorge alzó la vista hacia Thomas al responder.

—Esa chica, Teresa, junto al otro chico musculoso. Ellos y el resto de los reclutados. Bueno, todos excepto ustedes, hermanitos.

—¿Qué chico? —preguntó Chloe de impulso, pero en cuanto sintió la mirada celosa de Minho, agregó—: No importa, yo se los dije —espetó alejándose del grupo—. Nos abandonaron.

Todo a su alrededor parecía difuso, como si el mundo se hubiera vuelto un borrón sin sentido. Lo único claro en su mente era que se sentía traicionada, más de lo que hubiera imaginado.

La verdad era que Leo había escapado sin ella, la abandonó sin siquiera buscarla; ella creía que él se preocupaba por ella.

Chloe cerró los ojos, tratando de calmarse, pero en su mente se dibujó una escena vívida; Leo liderando el camino del grupo mientras Teresa lo seguía de cerca, ni una sola mirada hacia atrás, ni una palabra de preocupación por ella. Simplemente se había ido.

Una punzada de dolor atravesó su cabeza, la imagen de Leo se hizo más clara, hacía tanto tiempo que no pensaba en él. ¿Cómo pudo Leo hacerle esto? ¿Cómo pudo abandonarla?

—¡Cierren el hocico! —gritó Jorge por encima del torbellino de preguntas de Minho y Newt, trayendo a Chloe y Thomas al presente—. Es como si martillaran en mi cabeza. Dejen de hablar por un momento, necesito ayuda para levantarme.

Newt tomó su mano e hizo fuerza hasta ponerlo de pie. Chloe volvió junto al grupo, más no observó a Minho. Se sentía culpable por pensar en Leo.

—Es mejor que empieces a explicar qué diablos pasó. Desde el principio.

—Y date prisa —agregó Minho.

Sin dejar de pestañear, Jorge se reclinó en la caja de madera y cruzó los brazos.

—Mira, hermano, ya te dije que no sé demasiado. Lo que te conté es lo que ocurrió. Siento que la cabeza…

—Sí, ya entendimos —dijo Minho bruscamente—. Te duele la cabeza. Solo dinos lo que sabes y yo te conseguiré una garlopa aspirina.

Jorge sonrió débilmente.

—Qué palabras tan valientes, muchacho. Si mal no recuerdo, tú eres el que tuvo que disculparse y pedir clemencia cuando estábamos en el Desierto.

Minho arrugó la cara y se puso rojo.

—Bueno, es sencillo hacerse el duro cuando uno tiene una banda de lunáticos armados que lo protegen. Ahora las cosas son un poco distintas.

—¡Basta ya! —les dijo Brenda a ambos—. Estamos todos del mismo lado.

—Maldición. Continúa hablando —intervino Newt—. Así sabremos qué tenemos que hacer.

—Mira —dijo Jorge—. Yo pasé la mayor parte del tiempo en este hangar, ¿está bien? Empecé a oír todo tipo de gritos y advertencias por el intercomunicador y luego las luces de la alarma silenciosa comenzaron a destellar en forma intermitente. Salí a investigar y me volaron la cabeza.

—Al menos así ya no te dolería. —balbuceó Minho.

Jorge no escuchó el comentario o simplemente lo ignoró. —Entonces las luces se apagaron y corrí hacia acá para buscar la pistola. Antes de que pudiera reaccionar, Teresa y Leo, junto a un grupo de vándalos amigos tuyos irrumpieron a toda prisa como si fuera el fin del mundo, arrastrando al viejo Tony para que piloteara el Berg. Solté mi estúpida pistola cuando tuve siete u ocho Lanzadores apuntándome al pecho, y les pedí que esperaran y me explicaran qué ocurría. Pero una chica rubia me aporreó la frente con la culata de su arma. Me desmayé y al despertar me encontré con sus horrendas caras encima y un Berg desaparecido. Eso es todo lo que sé.

—Nos abandonaron —dijo Thomas casi en un susurro—. No puedo creerlo.

—¿Qué? —preguntó Minho.

—Habla más alto, Tommy —añadió Newt.
Thomas intercambió largas miradas con los dos.

—Nos abandonaron.

—Eso fue lo que dije. —gruñó Chloe.

—Por lo menos nosotros regresamos a buscarlos. Ellos nos dejaron acá sabiendo que CRUEL hará con nosotros lo que quiera.
—Tal vez sí estuvieron buscándote —comentó Brenda—. Y no te encontraron. O quizá el enfrentamiento se puso muy feo y tuvieron que marcharse.

Al escuchar la explicación, Minho hizo una mueca burlona.

—¡Todos los guardias están atados en aquella maldita habitación! Tuvieron tiempo de sobra para ir a buscarnos. Está claro: nos dejaron.

—Deliberadamente. —dijo Newt en voz baja.
A Thomas, nada de eso le resultó demasiado convincente.

—Es claro que esos larchos solo se preocupan por sus malditas vidas.

Fue notoria la molestia de Chloe, ninguno lo pasó por alto. Y mientras Thomas y Newt se preguntaban que tan cercana era su relación con las chicas del grupo B, Minho sabía que aquel comportamiento se debía a Leo.

—No hay nada que podamos hacer, lo mejor es olvidarse de todos esos garlopos. —agregó Minho, observando a Chloe mientras decía lo último.

Ella lo ignoró, era un manojo de confusión en ese momento.

—Hay algo raro —siguió Thomas—. Últimamente, Teresa ha estado actuando como si fuera la fan número uno de CRUEL. ¿Por qué habría de escapar? Tiene que tratarse de algún engaño. Vamos, Brenda, tú me dijiste que no confiara en ellos. Tienes que saber algo. Habla.

Brenda sacudía la cabeza.

—No sé nada de esto. ¿Pero por qué les cuesta tanto comprender que a los demás reclutados se les haya ocurrido la misma idea? ¿Escapar? Simplemente tuvieron más éxito que nosotros.

Minho profirió un ruido que sonó como el gruñido de un lobo.

—Si yo fuera tú, no insultaría. Y si vuelves a usar la palabra reclutados una vez más, aunque seas mujer te voy a dar un golpe.

—Inténtalo —advirtió Jorge—. Golpéala y será lo último que hagas en tu vida.

—¿Podemos abandonar estos juegos machistas? —dijo Brenda poniendo los ojos en blanco—. Tenemos que decidir qué haremos ahora.

—No hay ninguna maldita decisión que tomar —dijo Newt—. Nos largamos de aquí. —anunció, y apuntó hacia un Berg.

—Yo estoy con Newt.

Thomas también estaba de acuerdo—. ¿Realmente eres piloto? —le preguntó a Jorge.

El hombre sonrió abiertamente.

—Ya lo creo, muchacho. Uno de los mejores.

—¿Y por qué te enviaron al Desierto? ¿No eres valioso?

Jorge le echó una mirada a Brenda.

—Adonde Brenda vaya, yo voy con ella. Y detesto admitirlo, pero ir al Desierto me pareció mejor que permanecer aquí. Yo lo tomé como una vacación. Terminó siendo un poco más difícil que…

Una alarma comenzó a sonar con el mismo sonido chirriante que la anterior. El ruido era mucho más fuerte en el hangar que en el pasillo, y producía un eco en los muros y los altos techos.

Con los ojos bien abiertos, Brenda y Thomas clavaron la mirada en las puertas por las que habían ingresado y Chloe los siguió para ver qué había llamado su atención: Con las armas en alto, unos doce guardias vestidos de negro brotaron por la abertura y comenzaron a disparar.

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