5

Màu nền
Font chữ
Font size
Chiều cao dòng

Ágata estaba tirada en el suelo con la cabeza apoyada sobre una almohada, leyendo un libro, una pierna apoyada sobre su talón y la otra sobre ésta en posición relajada. Klara por su parte estaba sobre un butacón leyendo una revista de moda.

—¿Crees que este corte de pelo me quedaría bien? —preguntó la chica a Ágata mientras se bajaba del sillón y se sentaba a su lado mostrando la foto de una modelo.

—Seguramente, eres muy guapa, te hagas lo que te hagas te quedará bien —respondió tomando entre las manos la revista y alternando la mirada entre la foto de la modelo y la cara de su amiga. Klara chasqueó la lengua y le agarró la cabeza con las manos, moviéndola con brusquedad—. ¡Joder, Klara, me haces daño!

—¿Sabes que tienes unas raíces feísimas? ¿Cuánto haces que no vas al peluquero?

—Yo qué sé. —Se encogió de hombros—. Supongo que desde que estoy aquí. De todas formas, mi color de pelo no es feo.

Klara se tiró al suelo a su lado, y empujó a la cantante para hacerse un hueco y apoyar la cabeza sobre la almohada, a su lado.

—Siempre pensé que eras rubia natural.

—Que va, soy morena, pero mi representante pensó que como buena alemana que soy debería ser rubia, que eso vendería más entre el público.

—Si quieres, yo puedo arreglarte el pelo antes de que te marches. —El tono de Klara era casi un susurro. Ágata se incorporó y se quedó mirando sorprendida a su amiga.

—¿Podrías devolverme mi color natural y cortarme el pelo?

—Pero si te vuelves morena nadie va a reconocerte —respondió extrañada la chica.

—Esa es la idea —comentó Ágata con una sonrisa en los labios—. Nadie puede saber que he salido de aquí, Klara. Si la prensa se entera me acosará día y noche. No estoy lista para enfrentarme a eso aún.

Klara sonrió dulce y asintió.

—En ese caso, lo mejor será que le pidamos a las enfermeras que nos traigan todo lo que necesitaremos. Si lo pedimos hoy, seguro que mañana por la tarde lo traerán. Creo que hacen la compra por la mañana.

Ágata sonrió y al ver que su amiga se incorporaba, se puso en pie dispuesta a seguirla para hacer la petición.

A la tarde siguiente, Ágata trató de salir del aseo, pero el cuerpo delgado de Klara y una mirada autoritaria que hasta ese momento no le había visto se lo impidieron.

—¿A dónde crees que vas?

—Pues... —balbuceó—. Voy a pasearme un poco.

—Val, vas a ponerlo todo perdido de tinte, lo mejor es que te sientes en el váter y esperes.

—Pero es que es mucho tiempo lo que tengo que esperar y me aburro —gimoteó Ágata mientras hacía un mohín y se sentaba en el borde de la bañera.

Klara no cedió, y se mantuvo en la puerta los cuarenta minutos que tuvo que esperar hasta que, por fin, para alegría de la cantante, se pudo lavar el pelo y quitar los restos de tinte.

—Genial, ahora sí puedo salir, ¿verdad?

—¡No! —respondió Klara exasperada—. Ahora tengo que cortarte el pelo.

—¡Pero aquí no hay espacio! Mejor fuera, en el dormitorio. Mira. —Ágata salió hasta la habitación, sacó la silla del escritorio y la colocó frente a la ventana, corrió las cortinas y se giró con una sonrisa en los labios y los brazos extendidos—. ¿Ves? Aquí hay mucha luz y mucho espacio.

—Está bien —se rindió Klara, quien, tijeras en mano se acercó hasta su amiga que ya estaba sentada en la silla a la espera de que le cortasen el pelo—. ¿Cómo lo quieres?

—Tú eres la peluquera, haz lo que quieras.

—Val, yo no soy peluquera —respondió avergonzada en apenas un hilo de voz.

—Ya lo sé. Pero confío en ti.

Ágata se giró y cogió las manos de su amiga, regalándole un beso tierno en el dorso. Aquella chica estaba tan necesitada de cariño y confianza como lo estaba ella. Tras abrazarla, Ágata se giró en la silla y dejó que su amiga comenzara a cortarle la larga melena. Tras más de media hora, Ágata se levantó y se miró en el espejo del baño. Klara le había cortado el pelo al más puro estilo pixie.

—¡Guau! ¡Klara, está genial! —sonrió mirando cómo su amiga se sonrojaba.

—He copiado el corte de Jennifer Lawrence. Te queda bien.

—¿Bien? —dijo mirándose de nuevo en el espejo—. Chica, me has dejado... ¿por qué no te dedicas a esto? Deberías estudiar estilismo.

Ágata se quitó la toalla que le cubría los hombros, cogió una escoba y un recogedor que había dejado en la entrada del dormitorio y comenzó a limpiar el desaguisado que habían dejado alrededor de la silla.

—La verdad es que me gustaría, pero... —Klara se sentó en el borde de la cama, mirándose las manos—. Para eso hace falta dinero y no lo tengo.

Ágata se rascó la cabeza mirándola con el gesto torcido. El centro en el que se encontraba era privado y muy caro, no comprendía entonces cómo podía costearse rehabilitarse allí. En ese momento, Klara chasqueó la lengua y, como si pudiera leerle el pensamiento, respondió.

—Estoy en aquí porque mi madre movió cielo y tierra hasta conseguir que el gobierno pudiera pagarme la rehabilitación. Este no es el primer centro en el que estoy, ¿sabes? He pasado por dos más, pero, siempre recaía. Mi madre me dijo que esta sería la última cosa que haría por mí, luego desapareció.

—Klara, eso es... —Ágata sintió una punzada de dolor enorme. La madre de aquella niña la había abandonado a su suerte en ese centro. Sí, era un centro privado, el mejor de Estocolmo, pero, aun así, la había abandonado desentendiéndose de todo cuanto le pasara, ya fuera bueno o malo—. Lo siento.

—No lo sientas. La verdad es que la comprendo. Yo también estaría harta si mi hija no dejara de recaer en el crack una y otra y otra vez, y todo lo que yo hiciera no sirviera de nada. —Klara se encogió de hombros, acto seguido se limpió una lágrima con la manga y aspiró con fuerza.

Ágata suspiró y se quedó meditando unos minutos mientras terminaba de barrer. Aquella niña estaba sola, tan sola como ella misma. La diferencia estaba en que ella era unos años mayor y tenía recursos para pagarse aquel centro y vivir una buena vida. Frunció el ceño ante ese pensamiento, aunque no estaba segura del todo. El mundo de la música era duro, y siempre había estado ligado a las drogas, pero, aun así, la esperanza de recuperación de una persona adinerada como ella, al lado de una sin recursos como lo era Klara era siempre superior. La imagen de Marco se le vino entonces a la mente, sus ojos abiertos mirando al techo, vacíos y sin vida, un escalofrío le recorrió la espalda al imaginar a Karla de aquella manera. No podía tolerarlo, no podía dejar que aquello pasara. Ella tenía al padre Artur, pero Karla no tenía a nadie. Sonrió ante la idea que estaba tomando forma en su cabeza. Se acercó hasta su amiga y se sentó a su lado.

—Escúchame, voy a hacerme cargo de ti, ¿vale? Pero quiero que me prometas que vas a esforzarte por recuperarte. Quiero que me escribas todas las semanas y me cuentes todo. Y cuando salgas de aquí, yo pagaré de tus estudios.

—Estás loca, Val. ¿Por qué ibas a hacer algo así? Apenas me conoces.

—Porque necesitas ayuda, igual que la necesito yo. Y no voy a quedarme de brazos cruzados si sé que puedo hacer algo para darte la vida que las drogas te han robado.

Los ojos negros de Klara la observaban confusos, pero, en el fondo de ellos, se podía ver un atisbo de esperanza.

—Pero... —Ágata posó sus dedos sobre los labios de su amiga y la hizo callar, abrazándola después.

—Confío en ti, Klara. Sé que lo lograrás.

En ese momento, el cuerpo de Klara, diminuto y esquelético, comenzó a mostrar los espasmos propios del llanto. Ágata la acunó y siseó para calmarla, pero sabía que aquel llanto silencioso era la manera que su amiga tenía de darle las gracias. Un sentimiento de tranquilidad y alegría se instaló en el pecho de la cantante.

—¿Por qué eres tan buena conmigo, Val?

Ágata suspiró al oír la tristeza con la que aquella pregunta se disipaba en el aire.

—No me parece justo que tengas que pasar por este calvario sola, Klara. Eres muy joven para sufrir tanto, y no te lo mereces —suspiró.

—Tú también eres joven. —Klara hizo una pausa y se deshizo del abrazo de Ágata—. ¿Qué edad tienes?

—Tengo treinta y uno pero, yo me lo merezco.

Klara la miró a los ojos. Los pozos negros de la joven la observaban tristes y curiosos. Los labios formaban una línea fina y apretada.

—Eso no es verdad, no has hecho nada.

—Ese es el problema —respondió Ágata acunando el rostro de su amiga. Sentía cómo una lágrima caía por su mejilla—. No hice nada cuando debí hacerlo y por eso estoy aquí. Pero, no me va a volver a pasar, Klara, no contigo. Eres mi amiga, y voy a cuidar de ti. No voy a abandonarte.

Bạn đang đọc truyện trên: Truyen2U.Pro