1 - Molinos: Nuestro viaje

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Por distintos azares del destino en forma de hermanos, llegué tarde a coger el autocar que el instituto había alquilado para llevarnos a pasar el finde por la Ruta del Quijote con Antonio, el profe de literatura.

—¿Subes o qué?

Iván me miró desde el asiento del conductor, mientras mascaba chicle de una manera demasiado sexy para la versión de mí que era yo a las ocho de la mañana. Él era el otro alumno tardón de la clase y los dos nos habíamos quedado en Madrid. También era un año mayor porque repetía el último curso para subir su nota media y estudiar medicina. Otras palabras que definían a Iván eran: guapo, rompecorazones, atleta y mi amor platónico desde tercero de primaria. ¡Ah! Y en mi grupo le llamábamos el Pokemon, porque sus amigos le llaman Ivy y a nosotras nos recuerda a Eevee, el Pokemon.

—Vamos, sube, friki. Antonio me ha dicho que vayamos en mi coche y pillamos al resto en Consuegra.

Que tu crush te llame friki no es agradable, aun cuando yo sé que lo soy y me enorgullezca de ello, con mis gafas como Harry Potter y mi look que haría encajar en la Umbrella Academy. Quise decirle que se atragantase con el chicle y otras muchas cosas. Tantas, que me monté una reel en mi cabeza (con filtros que me ponían el pelo granate y los ojos tan azules como los suyos), en la que le decía lo equivocada que estaba conmigo y cómo iba a ser capaz de enamorarle gracias a mi inteligencia. Pero como yo no me llamo Raquel sino Claudia y él no es Ares Hidalgo, me tragué mi orgullo y me senté en el asiento del copiloto, mirando a través de la ventanilla, por el mero hecho de no mirarle a él. No tardamos en salir de la ciudad. Suspiré y me reconocí que prefería que me pasase el chicle al más puro estilo de un morreo de Hollywood a que se atragantase con él.

—Yo he llegado tarde por culpa de Lucía, ¿la conoces? —asentí, Lucía era su amigovia desde el año pasado, pero hacía tiempo que no la veía, pues ya estaba en la universidad—. Ella entra más tarde y he dormido en su casa... no nos ha sonado el despertador —genial, pensé—. Y tú, ¿por qué has llegado tarde?

Podría haberle contado la verdad: que mis dos hermanos pequeños se habían puesto creativos en la cocina, obligándome a cambiarme de ropa tras desparramar por la encimera y mi vestido un batido de frutos rojos y leche de coco. Sin embargo, decidí darle un poco de misterio a mi vida:

—Ayer llegué tarde a casa, y me he quedado dormida —por lo menos sí que me acosté tarde, pero fue viendo vídeos de BTS en Youtube.

—Aaaajá...

—¿Por qué dices ajá en tono condescendiente?

—¿Hay una manera condescendiente de decir ajá? —dijo, mientras adelantaba a un coche.

—Sí, la manera en la que tú lo has dicho.

—No te sigo, Claudia —el Pokemon me miró por encima del hombro.

Mi corazón dio un brinco tan extraño que casi me da hipo. Yo pensaba que el hipo quitaba el susto, pero lo que yo sentía una aterradora sorpresa:

—¿Sabes quién soy? —pregunté, juntando las cejas.

—¿Cómo no voy a saber quién eres? Si cada vez que nos ordenan alfabéticamente en el insti, tú eres el número X y yo el X+1.

Pensé que era mejor ser una X que nada para él, pero mi orgullo se defendió:

—¿Acabas de aprender lo que es la incógnita de una ecuación?

Iván me miró sorprendido primero, después entornó los ojos y, finalmente, se echó a reír. Entonces pensé que sí que podría gustarle y decidí suavizar un poco el tono.

—Olvídalo, es que estoy un poco de mal humor.

Iván me miró de reojo mientras esbozaba una media sonrisa. Dejamos correr el tiempo en silencio y yo miré mi iPhone. En el grupo de WhatsApp que tenía con mis amigas, Besties, había un aluvión de notificaciones, emojis y memes: se habían enterado de que estaba en un coche con Eevee. No tenía mucho que contarles, así que bloqueé el móvil y me dispuse a dormirme, asumiendo que ya no hablaríamos más hasta llegar.

Cuando ya estaba soñando que estaba en la playa, me preguntó:

—¿Te gustó El Quijote cuando lo leíste? —abrí un ojo y luego el otro, mientras salía de mi aletargamiento.

—Sí, es un gran libro. A mí, además, me gusta mucho leer —si supiese la de horas que pasaba en Wattpad... En esos momentos estaba enganchada a una historia que giraba en torno a una escritora, una mochila y un estuche de lápices.

Su móvil interrumpió nuestra decadente conversación. En la notificación apareció el icono de Pokemon Go y no pude evitar soltar una carcajada.

—¿Qué pasa? —me preguntó mirándome con diversión de nuevo. Me mordí los labios y vi que seguía el movimiento de mi boca. Me sentí bien y le expliqué lo de su mote entre mis amigas.

—¿Hablas mucho de mí con tus amigas? —dijo, con cierta autosuficiencia.

No hizo falta que respondiese. Yo tengo algo que llamo el ciclo de retroalimentación de la vergüenza: cuanta más paso, más me provoco. Esta vez vino en forma de un rojo en mi cara que daría envidia al emoji enfadado de WhatsApp.

Iván volvió a reírse y me dijo:

—Te gusto, ¿no?

—No creas que soy especial. Eres un año mayor, listo y guapo, le gustas a muchas chicas —aún me pregunto por qué tuve que decir eso. ¿No pude encontrar una respuesta que dejase mi dignidad menos por los suelos y la suya menos por las nubes?

Iván volvió a reírse.

—Me gusta tu honestidad, Claudia. Pareces diferente a las chicas con las que suelo estar —dejó pasar unos segundos de silencio—. Me gustas.

Lo dijo como si nada, como si no tuviese la más mínima importancia. En mi cabeza, en cambio, sonaba la versión instrumental de Wildest Dreams de Taylor Swift , esa que pusieron de moda los Bridgerton.

—¿Te gusto? Tienes novia.

—¿Lo dices por Lucía? Si consideras que Lucía es mi novia, entonces yo tengo muchas novias y ella tiene muchos novios.

—El poliamor...

—Puede ser poli —me miró fijamente—, pero no es amor. Yo nunca me he enamorado.

Le miré a través de mis gafas. No me sorprendía que no se hubiese enamorado, pero sí que me lo contase. Iván normalmente era bastante parco en palabras y se limitaba a seguir las chorradas que decían y hacían sus amigos. En aquel viaje, me estaba mostrando una faceta suya desconocida y no sabía por qué.

—Yo tampoco —le dije.

—Mentira.

—¿Cómo?

—¿No habíamos quedado en que estabas enamorada de mí? —me dijo, mientras aparcaba en una gasolinera.

—¿Qué haces parando aquí?

—Tengo hambre, voy a comprar algo de desayuno —dijo, bajando del coche.

—Vamos a ver, flipado—dije yo, bajándome también y rodeando el coche para ponerme enfrente suyo—, que hay que dejar esto claro —le apunté con el dedo—. Que yo he dicho que me gustas, objetivamente, igual que me puede gustar Harry Styles. Pero no estoy, ni mucho menos, enamorada de ti, así que ya te vas quitando esa idea de la...

—¿Segura? —dijo levantando la cabeza y mirándome con los ojos azules entrecerrados.

—Sí —pero mi voz sonó demasiado frágil e insegura.

Él aprovechó el momento: me cogió de la cintura, me estampó contra el coche y me dio un beso que ni Damon y Elena en aquel Promise me this is forever bajo la lluvia.

—¿Sigues tan segura? —dijo con sus labios tan pegados a los míos, que se movían con los suyos.

Sus ojos sonrieron y se fue a la gasolinera. Cogí el iPhone: el grupo Besties iba a arder con lo que acababa de pasar.

Nota de la autora:

Esta historia, de todo lo que he escrito, es la que más ha conectado con vosotros. Para mí fue un soplo de aire fresco y un desafío personal. Desde que publiqué por primera vez la historia de la friki y el Pokémon, me habéis preguntado muchas veces si la voy a continuar más allá de este trirrelato. Es posible que algún día lo haga... siempre he pensado que, cuando acabe este proyecto de Trirrelatos, os preguntaría por vuestro favorito y me tomaría unos meses para expandir la historia. Pero, mas allá de eso, voy avisando ya de que, en cuanto acabe este recopilatorio, empezaré a publicar una novela que tengo ya lista y que espero que os guste mucho... será de juvenil, de fantasía urbana  ☺️

PD: os recuerdo que tengo en 

https://society6.com/crispyworld/collection/trirrelatos-13564492

las láminas de todos los trirrelatos, incluidos la friki y el Pokémon. Os dejo una imagen para que lo veáis.

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