3 - Forasteros: Puedes querer o no querer

Màu nền
Font chữ
Font size
Chiều cao dòng

Sam no vino a buscarme a la mañana siguiente, así que fui yo la que se plantó frente a su puerta. Me abrió con una cara de espanto: tenía arrugas alrededor de los ojos, unas ojeras moradas y los cabellos completamente despeinados. Aún así, seguía siendo atractivo.

—¿Qué quieres, Cat?

—No pasó nada anoche. Solo lo que viste.

—He leído tus mensajes, no te preocupes.

Hizo amago de cerrar la puerta, pero interpuse mis brazos.

—Me he equivocado, ¿vale? Me asusté cuando casi nos pillan. Todo esto me da vértigo. Quiero estar contigo... pero siento que no puedo.

—Cat, puedes querer o no querer. Yo lo voy a respetar, cualquiera de las dos opciones. Lo que no puedes es querer no querer, pero querer. No voy a ser tu juguete. Lo quiero todo o nada.

—Sam... trabajamos juntos...

—¿Dices que no puedes estar conmigo porque trabajamos juntos? Y, ¿qué pasa con Matías? Él trabaja contigo también.

—Es distinto, a él no le conoce nadie. No tendría a la prensa encima. ¿Qué pensará la gente? ¿Y los productores? ¿Y los fans?

—Cat, deberías dejar de preocuparte por lo que piensen o digan los demás y empezar a vivir tu vida. A los productores les parecerá estupendo porque será publicidad para la serie y a los fans les encantará. Están deseando que estemos juntos. Pero tú no estás preparada y yo no voy a esperar indefinidamente. Tal vez no lo sepas, pero llevo esperando mucho tiempo.

Cerró la puerta tan rápido, que no le dio tiempo a escuchar mi respuesta:

—Sí que lo sé...

Llevaba mucho tiempo siendo consciente de lo que Sam sentía por mí, pero había decidido ignorarlo de manera deliberada. Me fui a mi habitación y comencé a prepararme. Ese día nos trasladábamos a Toledo, donde rodaríamos el final de temporada al amanecer del día siguiente. A lo largo de la jornada, teníamos una visita por la ciudad e íbamos a terminar dando una entrevista con la puesta de sol desde el Mirador de los Cigarrales. Me metí en el baño para maquillarme y saqué mi neceser.

Soplé la brocha como solo se hace cuando se está expulsando aire para respirar hondo. Estaba nerviosa. Me sentía aturdida e insegura.

Una vez terminé me vestí con ropa cómoda pero elegante, recogí mis cosas, devolví las llaves de la habitación en la recepción y esperé en el frío de la mañana a que llegase el resto del equipo para irnos a Toledo en nuestro autocar. Sam fue el último en aparecer. Había superado el desarreglo con el que me había abierto la puerta apenas una hora antes. Lucía impecable y sonriente.

Durante las dos horas que duró el trayecto hasta Toledo, nevó a ratos. Yo me dediqué a observar de manera furtiva a Sam. Compartía sitio con Laura, otra de las actrices de la serie. Sentí una punzada de celos al ver la complicidad entre ellos dos. Natalia, la escritora, iba conmigo. No se le escaparon mis miradas:

—A veces la química traspasa la pantalla —me dijo, guiñándome un ojo. No sabía si lo decía por Sam y por mí, o por Sam y por Laura—. Haríais una pareja estupenda, ¿lo sabes? —añadió, aclarándome las dudas.

—Eso dice él —contesté yo, suspirando, y pegando mi frente al cristal de la ventana.

En Toledo nos recibió un equipo de bienvenida. Unos se encargaron de llevarse las maletas al hotel y nosotros nos fuimos con los guías directamente. Recorrimos el casco histórico y nos contaron la relación de Cervantes con la ciudad. Comimos carcamusas y unos mazapanes de infarto. Por la tarde, nos llevaron por el camino del río. Cuando el atardecer se acercaba, acudimos a nuestra entrevista en el mirador. Se veía la ciudad completa y el río. Era una vista preciosa.

Nos sentaron en una hilera de asientos. Primero el presentador, con el cuerpo ligeramente girado hacia nosotros. Después, yo. A continuación, Sam. Luego Laura y el resto del casting principal: César, Ricardo y David. Frente a nosotros se desplegaba el público. El presentador dio la bienvenida al programa e hizo un resumen de la serie Forasteros. Después indicó quiénes éramos cada uno de nosotros y a quiénes interpretábamos. Nos hizo unas breves preguntas y, después, nos dijo:

—Es la hora de hacer un juego.

Sonreí por fuera, mientras que por dentro maldecía con todos los insultos que me sabía. Siempre había juegos en esas entrevistas. Y en esos juegos era donde más me costaba controlar mis sentimientos con Sam. Era donde más me costaba ocultarlos. Los juegos, además, solían hacer hincapié en la relación entre nuestros personajes y en la complicidad que nosotros teníamos como actores.

—A ver.... Vamos a jugar a Yo Nunca. ¿Todos sabéis no? —les repartieron unos vasitos con un líquido ámbar que Cat supuso algo parecido a la hidromiel, la bebida típica en la época de la serie.

Asentimos sonrientes. Yo empecé a temerme lo peor. El presentador dijo:

—Aquí va la primera. Yo nunca me he saltado un semáforo.

Todos bebieron.

—Pero no se debe —dijo César, otro de nuestros compañeros de casting, con una mueca divertida.

—Vamos a por la segunda: Yo nunca he enviado un mensaje de texto a la persona equivocada.

Sam y César bebieron, con la sonrisa asomando a sus labios. El presentador les miró con las cejas levantadas:

—Yo no voy a contarlo —dijo César.

—Yo creo que tampoco... —se rió Sam.

Seguimos unas cuantas rondas del juego. Hasta que, finalmente, el presentador dijo:

—La última de todas: Yo nunca me he enamorado de alguien de la serie. Para facilitar las cosas... —él mismo bebió y me miró—. Eres mi crush, Cat —dijo riéndose.

Yo intenté forzar una sonrisa, pero no pude. Solo podía ver la fuerza con la que Sam apretaba su vaso. Su inseguridad deshizo la mía. Estiré una mano y le cogí del brazo, dándole un pequeño apretón. Él giró la cabeza, mirándome con sorpresa. Nos miramos tan fijamente, que el mundo entero desapareció. Asentí ligeramente, respondiendo a su muda pregunta. El me devolvió el asentimiento. Yo rompí por un momento nuestra burbuja, para mirar a nuestro alrededor: Laura y César nos miraban boquiabiertos. Natalia me sonreía, intuyendo lo que iba a hacer. El presentador tenía una cara de emoción que no cabía en sí. El público parecía paralizado.

Volví la mirada a Sam y, lentamente, subí el vaso y lo coloqué en mis labios. Él precipitó su movimiento para corresponderme. El presentador se puso a gritar, la gente también. Se escuchaban aplausos.

—¿Cómo, cómo, cómo? —dijo el presentador—. ¿Estáis juntos? —pasó la mirada de uno a otro.

Yo moví la mandíbula, desplacé mi mano del brazo a la mano de Sam y, con los brazos estirados, entrelazamos los dedos.

—Sí, estamos juntos —respondí yo por los dos.

Por suerte, no quedaba mucho tiempo de programa y no tuvimos que dar muchísimas explicaciones. Laura y César nos abrazaron al salir:

—He ganado la apuesta —dijo César—. Yo dije que os enrollabais antes del final de temporada. ¡Laura! ¡Te he ganado! —me sorprendió que fuese tan obvio para todos.

No tuvimos tiempo de hablar. Nos llevaron a la cena, donde mantuvimos una actitud corporal similar a la que siempre habíamos tenido. Fue cuando la cena terminó y llegamos a la puerta de mi habitación, cuando Sam me dijo:

—Has dejado de tener miedo... —el alivio era tan evidente en su voz, que me derretí.

—Tú me haces sentir segura —le contesté.

Abrí la puerta de la habitación y le dije:

—¿Entras conmigo?

Nota de la autora:

¡Fin del segundo trirrelato! ¿Os ha gustado? Yo me he divertido mucho con esta historia, más desenfadada que la anterior, Musa.

Espero que en poquitos días pueda empezar el tercer Trirrelato de este recopilatorio, que va a ser muy especial (empecé a escribirlo hace ya unos años, aunque se quedó sin acabar). Va a ser una historia que habla de romper con la monotonía para encontrar el camino propio. Hablará de reinventarse y redescubrirse.

Como siempre, os invito a que me sigáis en Instagram, donde publico mucho contenido adicional relacionado con los trirrelatos (hacemos recomendaciones de lugares, os muestro las paletas de colores, os hago algunas adivinanzas, tenéis los relatos ilustrados, etc).

¡Besos y feliz semana!

Crispy World

PD: la prota de la siguiente historia será un personaje que ha salido en los dos trirrelatos, Musa y Forasteros, ¿adivináis quién es?

Bạn đang đọc truyện trên: Truyen2U.Pro