00. Prólogo

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Los Julius eran una familia perfecta, hasta que los padres, Harper y Reed decidieron divorciarse por los problemas de juego de Harper, por lo que Reed cogió a su hija de trece años, Roma MacKenzie y la llevó a una pequeña ciudad de California.

Sus vecinos, en cuanto vieron quienes eran los forasteros, no dudaron en comenzar rumores que no eran ciertos, como que Reed había secuestrado a Roma, debido al color claro de la piel del hombre y el oscuro de su hija, o que la madre de Roma había muerto en un accidente de coche, pero la verdad era muy distinta.

Por suerte, los Wilkerson, los vecinos de al lado, estaban acostumbrados a los rumores, por lo que se encargaron de que Reed y Roma se sintiesen acogidos en el barrio, por lo que les invitaron a comer un día.

-¿Tenemos que ir?- preguntó la morena arreglándose los rizos en una coleta alta.

-Son los únicos que se han dignado en ser amables con nosotros. Se lo debemos.

-Augh, está bien.- la morena se terminó de colocar los rizos y salió de su cuarto.

Decidió ponerse algo sencillo, su camiseta blanca con un dibujo de Los Beatles y sus pantalones vaqueros ajustados disgustaron a su padre, que quería causar una buena impresión.

-Por favor, ponte el vestido que te he elegido.

-¿El morado?- asintió.- Me lo pongo solo si puedo elegir los zapatos.

-Trato hecho.- la chica corrió a su cuarto y se puso el vestido morado pastel con sus botas militares.

-¿En serio, Ro?- preguntó el padre.

-Un trato es un trato, además, conjuntan bien.- el hombre sonrió derrotado por el ingenio de su hija y la abrazó.

Padre e hija salieron por la puerta y caminaron cincuenta metros hasta la puerta de sus vecinos. LLamaron, y abrió un niño de unos doce años, les saludó e invitó a pasar. Roma dejó las galletas que habían hecho sobre la encimera, donde otro niño, de su edad cocinaba.

-¡Necesito limón y cilantro!- gritó y se giró, cuando vio a Roma, se quedó estático en su sitio.- ¿Quién eres tú?

-Roma, tu vecina de al lado la que ha venido a cenar hoy aquí.

-Ah, ¿tienes limón y/o cilantro?- la morena negó.

-Teniendo en cuenta que vas a cocinar cordero, yo te recomiendo ponerle mermelada de fresa antes que limón.- el chico, de pelo negro miró su receta.

-Eres una genia.

-Gracias.

-Soy Reese.- ambos sonrieron un poco y la chica se fue a presentar al resto de la casa.

Hal y Lois eran dos personas encantadoras, agotadas de sus cuatro hijos, pero completamente enamorados de ellos. Francis era... diferente, se notaba que quería a sus padres y hermanos, pero algo en su cara le decía a Roma que tenía cierta maldad en su interior. Dewey era el mejor niño que Roma había conocido jamás, adorable y bastante inteligente para su edad.

Una vez todos sentados en la mesa, en el ambiente se podía notar que los Wilkerson estaban haciendo un esfuerzo terrible para no liarla durante la velada. Roma se sentía incómoda, podía notar que alguien la miraba todo el rato, pero no podía saber quién.

-Y bien, ¿qué os hizo mudaros aquí, si no es mucha molestia preguntar?- dijo Hal, los Julius se miraron entre sí.

-Harper, mi ex-mujer, tenía problemas con el juego, y por el bien de Roma decidimos que lo mejor era alejarla de su adicción.

-Oh, lo lamento mucho.- contestó Lois.

Cada vez, ese grupo de sentía más cómodo entre sí, una vez terminaron, Dewey decidió poner música y enseñarle a Roma sus pasos de baile, a lo que Roma contestó bailando con él, dejando completamente sorprendidos  a todos los presentes menos a Reed.

-Lleva tomando clases de danza desde que tenía cuatro años.- Malcolm y Francis se unieron a la sesión de baile junto a Dewey y Roma.

-¡Vamos Reese!- Roma se acercó al chico, le cogió la mano y le llevó a la pista de baile improvisada.

-No sé bailar.- reaccionó Reese.

-No pasa nada, mira, empiezas con las manos.- ambos chicos se movieron a la vez.- Bien, luego, con el pecho.

Siguieron bailando hasta que los adultos decidieron que era hora de irse a dormir. Todos se despidieron y en cuanto llegaron a su casa, los Julius entraron entre risas. Se tumbaron en el sofá y descansaron un poco.

-Les has dejado boqui abiertos, Ro.

-Es que soy fantástica.

-Y muy presumida, por lo que veo.- la chica rio y se subió a su cuarto para dormir un poco.

A la mañana siguiente, mientras desayunaban. alguien llamó a la puerta de la casa Julius, Roma abrió y se encontró a Malcolm en la puerta. Le invitó a pasar y ambos se sentaron en las sillas del comedor.

-Mis padres quieren que te enseñe el camino al instituto.

-Oh, pues muchas gracias.- agradeció la morena.- Me cambio y vamos.

Una vez salieron, se encontraron con el resto de hermanos Wilkerson, que acompañaron a Roma hasta el instituto, donde todo el mundo se la quedó mirando. Ella, incómoda, no se separó de Reese y Malcolm.

-¡Eh, la nueva!- gritó un chico.- ¿Es cierto que tu padre pegaba a tu madre?- Roma horrorizada por ese rumor, se tapó la boca con las manos.

-No...

-¿Y es cierto que tu madre abusó de tu padre?

-Callaos ya, no tenéis ni idea.- gritó Reese.

-¿Qué nos vas a hacer, pegarnos?- dijo otro chico, del grupo de matones del instituto.

-Sí.- y lo siguiente que se escuchó fue el golpe del puño de Reese contra la nariz del abusón.

Y así pasaron el siguiente año y medio, Reese protegiendo a Roma y Roma curándole las heridas que le producían las peleas. Ambos se hicieron inseparables, entre otras cosas, porque tampoco tenían muchos amigos, por lo que les venía bien la compañía del otro.

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