✒c a p í t u l o 1 3

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  Raphael y Setsuko se quedaron en silencio durante varios minutos apreciando la presencia del otro.

–¿Estás más tranquila? –preguntó sin mirarla.

–Sí. Me siento mejor. ¿Debería encender la luz de la habitación?

–No me molesta la oscuridad. Mis hermanos y yo protegemos la ciudad bajo la luz de la luna.

–Cierto. Son mutantes. ¿Algún día ellos vendrán?

–Tal vez. No lo sé.

–Anda –hizo un puchero que le pareció tierno, le daba un toque adorable y un aspecto de niña pequeña.

  Al final, él accedió. Prometió presentarle a sus hermanos en alguna ocasión que los holgazanes no tuvieran nada que hacer. Además, a ella le vendría bien conocer a alguien más para aprender a convivir.

  El tiempo restante, hablaban de diferentes temas. Ninguno con coherencia, la mayoría eran tonterías que se les ocurrían en el momento. Como por ejemplo, ¿por qué la pizza es redonda si las porciones son triangulares y la caja cuadrada? Eran preguntas que no tendrían respuestas nunca.

  La joven tenía un gran sentido del humor y eso le recordaba a su hermano menor, Miguel Ángel. Seguramente se llevarían muy bien.
Miguel Ángel sin duda sabía cómo hacer reír, pero a veces, él era un amargado y a pesar de eso, su hermanito nunca se rendía por ponerle una sonrisa en el rostro. Era uno de los mejores hermanos en el mundo.

–Son cosas tontas pero dan mucha risa –limpió las lágrimas que salieron de sus ojos por reír tanto, pero no había notado que Raphael mantenía una expresión neutra– ¿se te acabó la risa?

–No. Me quedé pensando de repente.

  Se acercó a él un poco más para intentar ver su rostro, pero la oscuridad no ayudaba, aun así no quiso encender la luz. El ambiente era agradable.

–¿Qué piensas?

  No pensaba en algo específico o tal vez sí. En ella.

  Esa noche se sentía extraño y Setsuko no ayudaba en lo absoluto con la repentina cercanía que tenía con él. Era difícil admitir que le ponía nervioso.

–No hago cumplidos, pero luces linda –se encogió de hombros ante sus propias palabras y ella miró a otro lado, con el rostro ardiendo en un notable rubor que se pintó en su lechosa tez–, tienes una bonita risa, también.

–¿Te sientes bien? –no sabía como tomarlo. A lo largo de cinco meses Raphael no había hecho comentarios halagadores, por lo qué le sorprendía. No le molestaba pero había sido muy repentino.

–¿Te molesta?

–¡Claro que no! Pero, es primera vez que me dices algo así –tapó su boca con una de sus manos para ocultar la pequeña sonrisa que se le había escapado.

–Lo sé –era capaz de dejar su orgullo y ego para hacer un sencillo cumplido aunque el esfuerzo no había sido mucho. No se le estaba obligando, lo decía porqué era cierto. Ante sus ojos era hermosa y nunca había escuchado una verdadera risa llena de energía.

  Setsuko era una estrella brillante. La estrella que había aparecido en su constelación y estaba comenzando a brillar para mostrarle el camino. Y Raphael estaba tomando buen rumbo de nuevo, siendo temeroso pero dispuesto. 

–No te acostumbres –dijo volviendo a su tono brusco de siempre. Ella sólo volvió a sonreír, le parecía lindo que intentara mantener su fachada de chico malo y temperamental al que nadie entiende. Pero la peligris aprendiendo a leerlo y comprenderlo, y había visto el gran corazón para amar que tenía. Lo que se puede hacer con cinco meses, ¿no?

  Todos necesitamos a alguien con quien podamos hablar de tantas tonterías como de amor.

  Temía que pudiera lastimar a Raphael. Tenía unas alas tan frágiles, unas que ya habían sido dañadas antes y ella no quería cooperar en eso. Quería ayudarlo a sanar para que volviera a volar.

  Sin embargo, deseaba que no decidiera volar lejos de ella, dejándola abandonada después de darle una pequeña pizca de esperanza y comprensión. Sería una triste historia de la que no quisiera ser protagonista.

  Lo miró y tomó su mano. Raphael se exaltó un poco, mirando las manos de ambos.

–Te ayudaré a confiar.

–¿Confiar? ¿Por qué lo dices?

–Has tenido miedo tanto tiempo. Te ayudaré a salir de esa oscuridad, verás la luz y vas a sonreír de nuevo, honestamente.

  No sabía qué responder a eso. Involuntariamente la abrazó, aferrándose tanto, sin pensar que podría lastimarla por la fuerza que estaba ejerciendo. Quiso llorar, nunca le habían dicho algo como eso.
–Gracias, Setsuko.

  Y ella nunca imaginó una respuesta así por parte de él. No solía expresar demasiado sus sentimientos, con eso comprendió que de verdad él necesitaba de alguien. Ella sería ese alguien.

  Pero aún faltaba mucho camino por recorrer.

  Él debía saber quién era realmente ella. Y no porqué fuera mala persona, sino por sus secretos.

25.O1.2O19

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