Capítulo 13

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Devin comenzó a reírse a carcajadas, mientras se tomaba del brazo herido, que de a poco comenzaba a sanarse, eliminando todo rastro de heridas.

—¿Qué harás ahora, proyecto de cazador? ¿Eh? ¿Estás seguro que aún puedes matarme? —dijo desdeñosamente.

Yo seguía retorciéndome de dolor, aunque iba mejorando de a poco, a medida que el demonio sanaba.

Ned estaba desconcertado, estaba claro que no sabía qué hacer y que se sentía  entre la espada y la pared.

—¡Mátalo! —exclamé, sin temor. No me importaba morir para salvar la vida de Ned. El mundo seguiría siendo el mismo sin mí pero Ned sí importaba para mantener intacta la línea de cazadores.

—Vamos, mátame —lo desafió Devin, apoyando su sable en el suelo y abriéndose de brazos. Se burlaba de Ned sabiendo que no le haría daño alguno. 

—¿Ustedes pensaron que podían ser más inteligentes que un demonio? —preguntó Devin entre risas, mientras Ned y yo permanecíamos callados—. ¿Pensaron que yo quería a Celeste en la prisión estatal? Es aquí, exactamente aquí donde la quiero. Aparte de alimentarme de ella, generé una conexión que me une a ella energéticamente. Si me matas, ella muere… Si me hieres, ella sufre… Y cada golpe de tu sable me afecta menos de lo que lo haría normalmente porque Celeste me hace más fuerte.

—¡Eres un desgraciado! —le grité, mientras me ponía de pie, ya recuperada, deseando no tener todas esas llamas a mi alrededor, que no me permitían ir a ninguna parte.

—¡Ned, reacciona! —le ordené—. ¡Tienes que matarlo! ¡Por favor, tienes que hacerlo!

—No puedo, Celeste —dijo Ned, incapaz de actuar, cada vez más  pálido. Era mi deber convencerlo de lo contrario inmediatamente. 

—Si no lo matas, me condenas a una vida en el infierno junto a él. ¿Qué prefieres? —Ned tragó saliva, se quedó en posición de lucha pero no se movió. Ahora veía que se le hacía imposible matar al demonio; no lo había convencido.

—No puedo, Celeste. Lo siento —dijo, cabizbajo.

—Oh, claro —interrumpió Devin con gran ironía—. Tu amor por ella es tan grande que prefieres morir antes de causarle sufrimiento. Eres patético, cazador. Será un placer acabar con tu línea de cazadores. Luego reinaré con la hermosa Celeste a mi lado. Juntos esclavizaremos a la humanidad, como debería haber sido desde un principio.

—¡No! —chillé. Me rehusaba a imaginarme como un perverso demonio, y mucho menos junto a uno tan perverso como Devin.

—Nadie te ha pedido tu opinión, mi querida Celeste —dijo Devin con reproche, levantando su sable azul del suelo nuevamente—. Muy bien, cazador. Ya que no quieres matarme, supongo que es mi turno de acabar contigo.

Y dicho esto, Devin comenzó a embestir contra Ned nuevamente, moviéndose con agilidad, como si nunca hubiera recibido ninguna tipo de heridas. Pero Ned todavía no se había rendido. Esquivó al demonio enérgicamente, aunque sin levantar su sable contra él, para evitar herirme a mí. “¿Qué es lo que está esperando?”, me pregunté,  “¿Que se hagan las tres de la mañana? ¿Qué pasará cuando llegue esa hora?”. Fuese lo que fuese que iba a suceder, el panorama no era nada alentador para Ned, ya que él necesitaba matar al demonio para completar su iniciación. ¿Qué iba a pasar si no lo hacía? No quería ni siquiera imaginármelo.  

Con cada segundo que transcurría, Devin parecía más fuerte. Ambos se movían a una velocidad sobrenatural, Devin tratando de herir a Ned, y Ned esquivando sus golpes. Un par de veces, Devin logró rozar la piel de Ned con su sable, dejando algunas heridas sangrantes. Yo cada vez estaba más nerviosa; mi corazón amenazaba con salirse por mi boca, o, si era posible, con explotar. No podía seguir soportando tanta tensión.

—¡Ned, por favor te lo pido! —exclamé suplicante—. ¡No podrás salvarme de ninguna manera! ¡Prefiero morir antes que irme al infierno! —Pero Ned no me escuchó. Yo no podía creer que aún pensaba que podría salvarme. Su actitud cada vez distaba más de lo racional. Encima, Ned parecía ir perdiendo sus fuerzas. Devin era más rápido, y lo rozaba cada vez con mayor frecuencia.

Con el terror que me embargaba, sabiendo que en cualquier momento ese demonio acabaría con el amor de mi vida, metí mis manos en mis bolsillos nerviosamente y descubrí algo que había olvidado completamente: el cuchillo que Devin me había dado para asesinar al guardia cuando estaba en la prisión. Lo había tomado mientras estaba en el coche de los policías, para usarlo si era necesario para escapar, y no lo había devuelto al bolso, ni lo había cambiado de lugar.

Lo tomé, viendo que ninguno de los dos me estaba prestando atención. Era el momento justo para actuar. Si Ned no se atrevía a matar a Devin… lo haría yo misma.

 Lo dudé unos segundos, pero todas mis dudas se disiparon en el momento en que vi a Ned cayendo al suelo y a Devin levantando su sable para acabar con él, tomándose su tiempo para disfrutar su inminente victoria.

Sin pensarlo más, junté el valor necesario y me clavé el cuchillo en lo más profundo de mis entrañas.  El dolor que sentí no se comparaba a nada que alguna vez hubiese sentido. Comencé a toser, ahogándome con mi propia sangre que manaba por mi boca; pronto me desplomé  al suelo y alcancé a ver las llamas extinguirse a mi alrededor. Devin también había colapsado, y se encontraba tosiendo desesperadamente al igual que yo. Mi herida mortal lo había afectado, estaba en agonía y se había debilitado por completo. Al igual que yo, estaba muriendo rápidamente.

—¡¿Celeste, qué has hecho?! —exclamó Ned con angustia, mientras intentaba correr a mi lado. En ese momento recordó que el círculo de sal le impedía salir de allí, no hasta que alguno de los dos hubiera resultado vencedor. Y ahora Ned debía acabar con Devin.

—Ter… termina con él —dije con gran dificultad. Apenas lograba que unas pocas bocanadas de aire entrasen en mis pulmones. Mis segundos estaban contados.

Ned lloraba desesperado. Quería salvarme a toda costa, pero ya no podía hacerlo. Y fue el verme así lo que lo obligó a actuar, a cumplir su objetivo.

Devin tenía la mirada fija en mí, mientras seguía tirado en el suelo. Había ligado su vida con la mía, confiando en que nunca me atrevería a hacer lo que había hecho. Se había equivocado; había visto en mí una chica débil que ya no estaba ahí, y ahora se lo había demostrado.  

El demonio abrió su boca para escupir sus últimas palabras, pero no alcancé a oírlas porque el sable de Ned descendió sobre su pecho, clavándose en su oscuro corazón. Yo sentí un gran impacto en el mío, que ahora pareció estallar de verdad, y en ese momento sentí como la vida me abandonaba.

El círculo de sal se rompió y Ned corrió rápidamente a mi lado, tomándome entre sus brazos.

—¡Celeste, no puedes morir! —exclamó con profundo dolor—. ¡Te amo, Cele y no puedo vivir sin ti, quédate conmigo!

Luchando por mantenerme con  vida un par de segundos más, alcancé a decirle mis últimas palabras, esbozando una tenue sonrisa.

—Adiós, amor.

Cerré los ojos y dejé de sentir el dolor agobiante en mi estómago y en mi pecho. Ya no sentí más nada. Devin había muerto, y yo con él. La línea de cazadores seguiría viva, la humanidad estaría a salvo. Me había sacrificado por el bien de todos, y no me importaba si terminaba en el infierno; sabía que el sufrimiento valdría la pena.

***

Dicen que cuando mueres toda tu vida pasa por delante de tus ojos. Y eso fue exactamente lo que me sucedió. Vi mi vida como en una película, comenzando con el día en que mis padres me habían concebido. Todo pasó rápidamente, excepto por mis últimos días, fue como vivir nuevamente todo lo que había sucedido. Esos últimos días habían sido los peores y a la vez los mejores de mi vida, porque durante ellos había conocido el amor; había sido feliz junto a Ned, el chico por quien ahora había dado mi vida.

Abrí los ojos y me di cuenta de que estaba cayendo en un abismo que parecía no tener un final. Todo era plena oscuridad y era aterrador. No recordaba cómo había llegado a ese lugar, ni por qué. A mí alrededor, pude ver otras personas, otras almas cayendo junto a mí. Y entre ellas, unos ojos azules brillaban en la oscuridad. Devin.

—¡Las pagarás caro, Celeste! —exclamó, dirigiéndose en caída libre, rápidamente hacia mí. Intenté ir a mayor velocidad, pero parecía que no podía ir más rápido, y Devin se acercaba cada vez más a mí. Pero lo extraño era que, en este lugar, ya no le tenía miedo. Había dejado atrás a aquella chica que el demonio  había aterrorizado día y noche. Esa Celeste no existía más.

—¡Ya no te temo, Devin! —exclamé—. ¡Puedes podrirte en el infierno!

Su rostro se desdibujó y continuó cayendo, pero ya no tan cerca de mí, sino que parecía estar cada vez más lejos. Él ya no tenía poder sobre mí, no podía dañarme. Yo era libre al fin.

“¿Dónde estoy yendo?”, no podía dejar de preguntarme eso una y otra vez mientras seguía cayendo.  Supuse que debía tratarse de ese lugar adonde van los muertos. ¿El purgatorio, el infierno o el limbo tal vez? Vaya uno a saber.

En un momento, pude divisar a lo lejos un final para aquel abismo donde aquellos que iban delante de mí caían, estrellándose contra un suelo negro con fosos llenos de putrefacción. También, en medio de toda esa oscuridad, pude ver a dos seres luminosos acercándose a mí. Podía sentir la paz que irradiaban por doquier. Me tomaron, uno de los pies y el otro de los brazos, y me llevaron con ellos, elevándome en el aire.

—¡No, no es justo! —exclamó una mujer desfigurada que pasaba junto a mí—. ¡Es una suicida! ¡Ella pertenece aquí! ¡Sáquenme a mí!

—¿Por qué ella? —gritó una horrenda figura masculina que se encontraba lejos, en el suelo, extendiendo sus brazos hacia nosotros—. ¡Llévenme a mí!

—¡Noooo! —gritó Devin, pareciendo estar ahora a unos cientos de metros de distancia—. ¡No se la lleven! ¡Es mía!

Devin intentó frenar su caída, para subir hacia donde yo me estaba elevando. Movió sus brazos, aleteando como si fuera un ave, pero le fue imposible y siguió cayendo, hasta que terminó sumergido entero en uno de los horribles fosos.

Los dos seres, que supuse eran ángeles, me siguieron llevando cada vez más arriba. De a poco comencé a ver más y más luz, proveniente de un punto en el cielo. El negro se convirtió en blanco, y la luz se volvió cada vez más brillante.

—¿Adónde me llevan? —pregunté. Sabía que me habían salvado de lo que fuera que me esperaba en el fondo de ese abismo. Yo no sufriría la misma suerte de Devin, ni la de los demás que había visto allí; yo estaría a salvo.

—A darte una segunda oportunidad —dijeron los dos seres al unísono, y continuaron elevándome, cada vez más arriba, hacia la luz infinita.

.....

¡Espero que hayan disfrutado este capítulo! Publicaré los dos siguientes los días 25 y 26 de diciembre, uno cada día. Y luego volvemos al capítulo semanal. 

Este fue el fin de la primera parte, y era la conclusión del antiguo primer libro (ahora es solo un libro, con una división, que estaría aquí). 

¡Que tengan un feliz fin de semana!

P.D.: ¿Participaste del sorteo en la página de Facebook? Pasa a ver los resultados. 

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