23: Tu apuesta te matará

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Severin

Corro a mi casa, buscando a Jaled. Este se encuentra, como siempre, tecleando en su notebook con cara de muerto. Golpeo la mesa con ambas manos, entonces se detiene. Gira sus ojos, llenos de ojeras, y se me queda observando, sin entender mi reacción. Se mantiene sentado sin mover ni un músculo.

―¿Conoces a Renart? ―le pregunto, rápido.

―Qué impulsiva estás, hermanita.

―¿Lo conoces o no? ―insisto.

―Sí, es tu novio, ¿no? El que arregló la casa.

―¡¡A eso no me refiero!! ―me quejo.

―¿Y por qué iba a conocerlo? ―Enarca una ceja―. ¿Me has visto salir de estas cuatro paredes?

―¡¡Hablo de antes del incidente!!

Hace una pausa.

―No.

―¡¿Por qué te tardaste en responder?! ―Golpeo la mesa otra vez.

―No sé, me duele la cabeza. ―Refunfuña―. ¿Qué pasa con tu novio el rico? Deja de dar tantas vueltas.

Bufo, me alejo, voy a la cocina, sirvo un vaso de agua y busco un analgésico. Luego vuelvo al comedor, entonces le entrego las cosas. Me mira mal, pero luego las acepta.

―Su nombre completo es Renart Nowell ―agrego información, mientras continúa bebiendo el agua.

―Solo conozco a un Nowell y no se llama Renart ―aclara, tranquilo.

―¡¿Y me lo dices tan campante?! ¡¡¿A quién?!

Hace otra pausa y deja el vaso, luego se da cuenta.

―¿Por qué sales con ese chico? ¿Él sabe que eres Wagner?

―Yo pregunté primero. ―Gruño.

―Y yo pregunté después.

―¡Agh! No se puede hablar contigo.

―¿Y ahora te das cuenta? ―Enarca una ceja.

―Jaled, esto es importante.

―Yo que tú, termino con Renart, así no te cruzas con el otro Nowell.

Cierra su laptop y se levanta de su silla. Esa es la señal de que no seguirá respondiendo mis preguntas. Luego se encerrará en su cuarto, quién sabe por cuánto tiempo. Esta vez, no lo permito. Corro hasta la escalera, entonces me pongo en su camino, así que frunce el ceño ante mi accionar.

―No te enfades. ―Intento calmar las aguas, aunque sé que lo siguiente le molestará más―. No estoy saliendo con Renart, lo he estado fingiendo todo, para que guarde el secreto de que soy Wagner.

Hace otra pausa que parece eterna, hasta que responde.

―Lo voy a matar.

Renart

Entro a hurtadillas al despacho de mi padre. Cierro despacio la puerta detrás de mí. Avanzo muy lento, entonces busco los micrófonos y cámaras en su escritorio. Sonrío triunfante, entonces los guardo en mis bolsillos.

―No te tenía de ladrón, primito.

Esa voz, maldita sea.

―Hall. ―Me giro a mirarlo―. Te tenía en el extranjero.

Estira sus cabellos rubios hacia atrás.

―Volví antes, sabes lo mucho que tus padres me aman, incluso más que a ti ―se burla―. Triste historia.

―Ni tanto. ―Me cruzo de brazos y sonrío―. Un huérfano tiene que tener la atención de mis padres inútiles, así que es una historia feliz.

―No finjas que no te duele.

―¿A qué viniste? ―Ignoro su provocación.

―No he olvidado nuestra apuesta. ―Se forma un silencio incómodo, luego se ríe―. Descubrí que tienes novia, ¿no pensabas contármelo? Eres un tramposo.

Suspiro, cansado, luego sonrío.

―Tú me engañaste y me hiciste firmar esos papeles con trampas, es justo que yo haga lo mismo.

―El maquiavélico y manipulador, el gran Renart Nowell, no puede con su vida, qué triste ―vuelve a burlarse―. No te culpo, siempre he sido mejor que tú, en todo. Incluso para ser hipócrita, así que te perdono. ¿Quién es la afortunada?

Me carcajeo.

―Ni una mierda te voy a dejar conocerla.

Enarca una ceja y sigue con su confianza.

―Sabes que lo averiguaré, ¿cierto?

―Lo descubrirás cuando yo gane y todo el mundo sepa que Hall Nowell no es más que mi sombra.

―Ay, la hipocresía, Renart. Pobrecito, en esa siempre gano yo. Dime, ¿cómo vas con la mentira a tu novia? Piensa que eres un santo como todos los demás.

―Sabe de sobra que soy un maldito desgraciado.

―¿Y aún te quiere? ―Se ríe―. Qué horror.

―Sí, me ama mucho ―digo, serio.

―Ya veremos.

No creo que Severin pueda fingir delante de él. La necesito bien lejos de Hall. Maldita sea, ¿por qué volvió tan pronto? Estaba tan cerca de ganar. 

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