Capítulo 24

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01/04/2018

-Estoy muy orgulloso de ti hijo ¿Cómo estás? ¿Quieres que paremos? -preguntó su padre en el asiento del conductor.

El Jip dio un salto que le revolvió el estómago, Jules padeció el ataque del vértigo en el estómago, no obstante era producto de la peligrosa conducción de Tino y no de sus contundentes traumas. Miró a Nicolleta a su izquierda y a Pietro a su derecha en los asientos traseros, los dos sujetaban rígidos al cinturón de seguridad, sudaban nerviosamente y parecían rezar a la par.

-¡¿De verdad pasaste el examen de conducir?! -bramó aferrándose al asiento con los dedos blancos.

-¡Claro que sí! -se quejó el chico.

Frenaron de repente, un latigazo los disparo hacia adelante y volvieron a acelerar.

-¡No me jodas! -chilló su hermana mayor- ¡Les dije que me dejaran conducir!

-Está bien, necesita un poquitín de práctica -comentó calmado Francesco con las manos en la ventana.

Otro salto, un freno repentino y una sacudida de lado a lado.

-¡Ya detente! -gritaron él y Pietro al mismo tiempo.

El vehículo paró y los tres en el asiento trasero pudieron respirar aliviados, Tino bajó del coche a regañadientes a la vez que lo hizo Nicolleta que tomó su lugar al volante e inició un viaje recto y suave sobre el camino escoltado por un arco de árboles y ramas. Jules tiró la cabeza hacía atrás mitigado por el pánico a la conducción nociva del muchacho veinteañero, se cubrió la cara con las manos en busca de normalizar su frecuencia cardíaca y aplacar el desequilibrio en su sistema digestivo vuelto de gelatina.

-Siempre hacen lo mismo -dijo Florentino recostado contra la puerta del Jip.

-Cuando aprendas a manejar puedes quejarte -escupió Pietro apretando el puente de su nariz.

Iban al centro para hacer las compras y llevar al anciano a una revisión con el médico, su papá había insistido en ir con ellos tres específicamente -Nicolleta se había auto invitado al viaje-, para pasar el rato luego de salir del hospital, ya que eran los que menos lo visitaban; así que estarían una gran parte del día fuera. Le inquietaba dejar a Erin sola, su último deseo era que se sintiera incómoda por su causa y él no pudiera estar allí, en cierto grado se alegraba de que ella se hubiese quedado con Pia y Fiorella, ya que se llevaban bien. Además, también estaba Mary que era una mujer encantadora y amable. Rayos, aún le preocupaba.

Mierda, pensó estrujando sus dedos.

-¿Qué ocurre, Jules? -cuestionó Nicolleta observándolo por el reflejo retrovisor.

¿Cómo lo había descubierto? Ni idea. Magia. Poder de hermana mayor. Telepatía. Brujería. Cualquier opción podía ser válida.

-Nada, estoy bien.

-¿Necesitas que pare?

-No. No. No.

Realmente no se encontraba del todo cómodo, no obstante el malestar era soportable.

-Ella va a estar bien -dijo Nicolleta y él levantó el mentón asombrado.

Una conexión vibraba entre ambos desde que era un niño, se entendían como nadie lograba hacerlo y caminaban en una misma sintonía. No eran mellizos. Sin embargo, ahí estaba aquella sensación de unión entre sus corazones. La escuchó reír por saber que había dado justo en el clavo y negó avergonzado de que lo leyera como una mentalista profesional.

-¿Hablas de la señorita Mckenna? -inquirió Pietro con aires de superioridad-. Dios, Jules. Esta en la casa, si quiere salir lo hará y si no, se quedará encerrada en la habitación hasta que llegues, así podrá seguir fingiendo que le interesa la familia.

-Pietro, cierra la boca. No tengo ánimos para discutir hoy -respondió tenso-. Es un lindo día como para joderlo tan temprano.

-No te estreses tanto. -Siguió el otro-. Cuando vuelvas podrán comportarse como unos niños de quince que se besuquean por los rincones. Podrás soportar hasta ese momento ¿Verdad?

Sus puños temblaban, hacía demasiado que su hermano pedía a gritos que lo golpeara y le rompiera la nariz. No le daría el gusto. Aunque tampoco se quedaría callado.

-¿Y qué hay de ti? ¿Cuándo fue la última vez que besaste a tu esposa? ¿Un año o dos? Pobre Mary, debe estar tan aburrida.

Pietro abrió la boca para contestar y Nicolleta intervino:

-Vas a quedarte en silencio, te tragaras tus comentarios y te comportarás como un hombre empático, comprensivo y abnegado. Si insistes con esto, vamos a hablar seriamente y lo que menos va a preocuparte es tu masculinidad pisoteada por tu inexistente vida sexual.

Fue directa, visceral e impasible. La incomodidad se extendió por el interior del Jip y se evaporó cuando su padre tosió para aclararse la garganta.

-Usemos los días que nos quedan para que aprendas a conducir, hijo -sugirió Francesco al menor.

-Yo sé manejar -reprochó Tino.

-Y yo sé volar -agregó Jules con burla.

El muchacho lo golpeó en el hombro molesto, su ceño fruncido lo hacía ver como un hombre adulto y no como un niño malhumorado.

-¡Ya cálmense! -bramó el esposo de Mary- ¡Ni mis hijos hacen tanto escándalo como ustedes dos!

Jules y Tino se miraron cómplices, sonriendo le enseñaron el dedo de en medio en un movimiento sincronizado y su padre rió en la parte delantera del coche.

-Me encanta tener a mis muchachos conmigo -opinó el anciano, peinó su barba introduciendo sus dedos en ella y asintió optimista-. Ha pasado mucho desde que bebí un trago con mis hijos.

-No vas a ir al bar -sentenció Nicolleta con los ojos fijos en el camino.

-Oh, será solo un trago -argumentó el hombre mayor apesadumbrado.

-No.

Tras eso, Jules captó algo importante en el dato de la salida "padre e hijo" que Francesco estaba proponiendo.

-Un segundo ¿Para qué viniste, Nicolleta?

-¿Qué quiere hacer papá? -respondió ella con una pregunta.

-Beber un trago.

-¿Qué estaba haciendo Tino?

-Conducir como un niño de doce años.

-¿Qué estaba haciendo Pietro?

-Ser un imbécil como siempre -dijo indiferente a la mirada glacial del hombre a su derecha.

-¿Qué hacías tú?

-Enseñarle mi precioso dedo de en medio.

La mujer alzó ambas cejas.

-Y es por eso por lo que vengo yo, los hombres de esta familia son unos idiotas.

-¡Oye! -clamaron los tres hermanos en el asiento trasero.

El señor D'amico rió fuerte, sus barba rebotaba sobre su esternón por la contracción de su cuerpo, cuando se tranquilizó miró a su izquierda y le dio apretón en el hombro a su hija mayor.

-Te extrañé muchísimo, Nico.

Erin huyó de una incómoda conversación sobre su familia con la madre de Jules, la mujer le había preguntado algo común: ¿Cómo es tu madre? ¿Y tú padre? ¿Tienes hermanos?

Contestó a todo con información fundamental:

"Mi madre es una irlandesa con los unos ojos fenomenales".

"Mi padre falleció hace mucho tiempo ".

"No, no tengo hermanos... "

Sí, no podía decir la verdad a ninguna de esas preguntas. Caminó fuera de la cabaña con los brazos cruzados bajo el pecho intentando sentirse mejor. Sin embargo, oyó un par de voces que despertaron su curiosidad y se asomó a la entrada de la propiedad, encontró a Mary con su bebé hablando con un desconocido -tal vez un vecino-, junto al buzón. Identificó de inmediato el nerviosismo de la mujer y el pánico que sintió cuando el hombre le acarició la mejilla, vio como retrocedió asustada y como el extraño la sujetaba de la muñeca en lo que avanzaba hacia ella. Aceleró el paso y empezó a gritarles para llamar la atención:

-¡Hey, Mary!

Trotó hacía ellos con el abrigo deslizándose de sus hombros a sus antebrazos, agitada y enfurruñada se interpuso entre los dos con las manos en las caderas.

-¿Disculpen, interrumpo algo?

Mary abrazó al niño y se ocultó tras ella. Listo, no necesitaba más persuasión.

-Estaba conversando con la señorita, soy paisajista y quería ofrecer mis servicios -dijo el desconocido.

-¿Ella te lo pidió? No -aclaró con autoridad- ¿Ella te permitió tocarla? No ¿Te vas a ir para jamás en tu maldita vida volver? Claro que sí.

Él se molestó.

-Ya relájate. Además, no es contigo. Vete a retocarte el maquillaje o alguna mierda.

-Te dije que te fueras ¿Quieres ver cómo puedo llamar a la policía y usar mi tacón para agujerear tu condenada cabeza al mismo tiempo?

-Zorra -escupió enfadado alejándose.

-Exactamente, así que sigue caminando o te arrepentirás -murmuró indignada viéndolo marcharse.

Se giró hacía la otra mujer, Mary estaba llorando con Massimo dormido en su pecho, le puso una mano en la espalda y la llevó al interior de la casa.

-Gracias, Erin.

-Ni lo menciones. Debería de haberle pateado el trasero con estos lindos tacones.

Entraron angustiadas. Dejaron al pequeño en su habitación y se sentaron juntas en la cocina. Más tarde, se sumaron las hermanas de Jules y la señora D'amico. Pia trajo un vodka de la colección del estudio de su padre y sirvió un vaso para la esposa de su hermano, luego se atrevió a servirle a las demás.

-No sé de dónde salió, dijo que era paisajista y empezó a hablar de su trabajo, le respondí que no me interesaba y siguió insistiendo. Cuando me di cuenta me tenía cogida de la muñeca mientras tocaba mi rostro, ni siquiera alcancé a gritar... me paralicé... soy una idiota -lloró la mujer bebiendo otro trago hasta el fondo.

Fiorella le sostenía una mano y la consolaba.

-No digas eso -susurró la chica con voz ronca por haber bebido también.

-Fio tiene razón. No te culpes por esto ¿Oíste? Ese animal es el responsable -opinó Erin enfadada. El calor subía por sus mejillas a la par que el vodka bajaba por su garganta-. No, los animales no merecen que los denigre a ese nivel.

-Pero tú no tuviste miedo -dijo Mary-. Te plantaste delante de él y lo mandaste al diablo.

-Tengo práctica con ese tipo de imbéciles.

Pensó en Derek y quiso golpear la pared hasta dejarse los nudillos a carne viva, estaba furiosa hasta una cúspide inusitada. Interceptar a una mujer indefensa en su propia casa con un niño. Eso era caer en lo más bajo de la calidad humana.

-Oh, es verdad. Lo siento, esto debe parecerte una tontería comparado con lo que te pasó.

-No te atrevas a minimizarlo. Es espantoso.

Grace, la anciana madre de familia, se limpió un par de lágrimas de frustración.

-No puedo creerlo, este solía ser un sitio tan tranquilo y... estoy en shock. Mira si no nos hubiéramos enterado y para peor estabas con Massimo, un bebe... por Dios ¿A qué ha llegado el mundo?

-¡Okey, ya basta de lágrimas! -exclamó Pia dando un golpe en la mesa-. Vamos a sentirnos orgullosas de nosotras y no permitiremos que nos gane el miedo. -Se puso de pie y se mareó de tal forma que se desplomó en la silla de nuevo. Observó su vaso con desconfianza-. Mierda, este vodka es fuerte.

La anciana tomó la botella y leyó la etiqueta, se golpeó la frente mirando con atención a su hija del medio.

-Pia, este es el vodka ruso de tu padre ¿Sabes cómo se pondrá cuando se entere?

-¿Se va a reír y va a querer probarlo? -preguntó Fiorella.

-¡Sí y acaba de tener un maldito infarto!

-¡¿Y yo como demonios iba a saber que es un vodka ruso?! ¡No soy ruda... digo rusa! ¡Vi una botella y la tomé!

Se quedaron en silencio.

-¿Podemos beber otro trago? -cuestionó Mary.

-Oh, debes estar muy mal para querer beber. Usualmente eres una santa -dijo Pia impresionada, pero de acuerdo en servir una nueva ronda.

Grace le quitó la botella y le colocó la tapa.

-Están ebrias con unos amenos tragos. No se excedan. Ustedes no saben lo fuerte que es esta bebida.

-¿Y usted sí? -inquirió Erin.

-Tengo muchísima tolerancia al alcohol.

-Bien, simplemente serán uno o dos vasos más -murmuró Mary.

Así comenzaron a beber en una ronda de vulnerabilidades, risas y un anhelo de sentirse seguras. Dos tragos. Fueron solo dos tragos más de aquel potente vodka ruso. Cuatro en total. La conversación se fue por un caño, reían de cualquier estupidez y lloraban por nimiedades sin sentido. El mundo de Erin giraba, era como estar perdida en el espacio o debajo del mar mientras respiraba gas de la risa. Bebiendo de aquel líquido que la hacía sentirse en el infierno.

-Te envidio mucho -murmuró la esposa de Pietro a la irlandesa.

-Sabía que tenías un problema conmigo -bramó victoriosa. Frunció el ceño de golpe- ¿Por qué?

-¿Por qué no? Mírate. -La apuntó-. Eres hermosa y segura de ti. Literalmente, eres una modelo... y Dios, tu relación con Jules es... ¿Sabes hace cuanto no beso a mi esposo? Desde que Massimo nació e incluso antes, Pietro y yo hemos estado tan distantes como dos extraños. -Sorbió por la nariz-. Él trabaja todo el día, yo cuido de los niños y no alcanzan las horas del día. Mírame... ya no queda rastro de la mujer que era. Me siento patética.

-Mary...

Grace se acercó a abrazar a la sensible mujer que lloraba por las sábanas frías de su matrimonio, por la ausencia de amor de su esposo y la decadencia de autoestima. Fiorella sonrió empática y empezó a decir: Todo va a estar bien. Por su lado, Erin miró el suelo sin saber que hacer.

-Es que te vistes como mamá vagabunda -soltó Pia con cruda sinceridad.

-¡Pia! -castigaron su hermana y su madre.

-¡Es la verdad! -bufó la chica.

-Tiene razón -susurró Mary ahogada-. Por ese motivo Pietro debe haber perdido todo interés en mí.

-Cariño, si tu esposo no te hace sentir hermosa entonces es un idiota -opinó Erin furiosa y combativa-. Mírate, eres preciosa, pero dejas que esa belleza se apague con esos pantalones que hacen que parezca que no tienes figura y la tortura a la que sometes a tu cabello no la mencionaré.

-¿Y qué hago? ¿Me pongo pantalones de cuero y uso un látigo? -espetó la mujer sarcásticamente.

La irlandesa levantó la mano y chasqueó los dedos a modo de aprobación.

-Si es lo que quieres, sí -respondió determinada-. Si es lo que te hace sentir sexy, bella y cómoda... ¡Adelante, cielo!

-Soy mamá ahora...

-¿Y qué? ¿No tienes derecho a sentirte sexy por eso?

-No, no es eso -susurró Mary-. Tal vez deba hablarlo con Pietro...

-¡Obvio que tienes que hablar con él, pero para solucionar todos sus problemas matrimoniales! -aclaró altiva- ¡No para pedirle permiso acerca de tu guardarropa! ¡Si le incomodaba ver a su mujer con pantalones de cuero y un látigo, pues que se vaya al demonio! -bramó con sarcasmo.

La esposa del mencionado rió al igual que las demás, excepto Grace que la miró atónita por insultar a su hijo.

-Te juzgue mal, señor... -inició Mary.

-Me dices "Señorita Mckenna" y voy a gritar.

-Lo siento, Erin. Te juzgué mal y te traté de manera condescendiente. Perdón.

-Sin rencores, cuando quieras te presto mis tacones -sugirió simpática-. Ya verás que nada te hace sentir más reina del mundo que unos jodidos tacones rojos de quince centímetros.

Brindaron juntas y otra ronda de tragos las hizo sentirse mareadas. La madre de Jules secó las lágrimas de su nuera y volvió a abrazarla de manera maternal, repetía que era hermosa, una persona excepcional y una gran mamá. Incluso mientras consolaba a la mujer, Grace interactuaba con sus hijas y allí flotaba nuevamente ese sentimiento de ausencia en su pecho. La pelirroja no pudo evitar los celos que nacieron en la boca de su corazón, jugó con un mechón de su pelo y las palabras salieron a tropezones de sus labios:

-Yo las envidio ¿Qué se siente tener una madre que las ame?

Las cuatro la miraron. No aguantó la compasión en sus ojos, se le estrujó la garganta al borde de las lágrimas. Quería cambiar de tema y borrar su miserable pregunta. La mano de Grace tomó la suya y le sonrió. Dios, ¿qué acaba de hacer?

Maldito vodka, todo es tu culpa. Farfulló mentalmente.

-Tranquila -dijo la madre de Jules.

Erin carraspeó y entonces se le ocurrió una idea para aliviar el ambiente sentimental que crecía en torno a la falta de figura materna en su vida.

-¡Ya sé cómo alegrarte, Mary!

Salió corriendo fuera de la cocina y subió las escaleras -estando por morir de un resbalón en el intento-, hacía la habitación que compartía con Jules. Arrastró su maleta al piso de abajo y se encontró con todas en la sala cuando iban a buscarla. Con la piel de gallina, tiró su maleta en el suelo y la abrió. Al salir de Nueva York había cogido lo primero que vio en su armario, y acabó por traer conjuntos de todo tipo. Levantó su botiquín de maquillaje y se lo mostró a Mary.

-¿Me dejas traer a la tú de quince años a la vida?

La madre de Massimo se quedó muda, pero Pia y Fio se aproximaron a husmear en su maleta.

-Lindos tacones -opinaron a la vez.

Jules respiró profundamente cuando pudo bajar del coche, después de estas "vacaciones" en Virginia se tomaría un descanso de los vehículos. Afortunadamente, tras salir del hospital su padre fue al bar para alardear frente a sus amigos sobre haber sobrevivido a la muerte. Ahora que la noche caía inmisericorde, le resultaba revitalizante estar de vuelta.

Cerró la puerta del Jip y se dio cuenta de que salía música de la cabaña de sus padres.

-¿Eso es música? -balbuceó incrédulo.

Los cinco se quedaron viendo las ventanas que vibraban por la canción a máximo volumen, esperó un instante para confirmar que su cerebro no lo engañaba y se apresuró hacia la entrada con los demás a su espalda. Entró mentalizándose acerca de lo que podría encontrar, pero no se comparó a lo que había allí. En el comedor de la sala se encontraban su madre con Massimo, Erin, Mary y sus hermanas bailando desquiciadas mientras cantaban a gritos "You Give Love a Bad Name" de Bon Jovi. Bebían de una botella de vodka que se pasaban la una a la otra.

Reconoció los atuendos de Erin. Fiorella saltaba con aquel vestido rojo de enorme falda que la irlandesa usó en la cita al jardín botánico. Pia gritaba mientras usaba la chaqueta de cuero roja que había llevado en su caminata por el parque. Y bueno, Mary estaba despampanante con un corsé rojo vino acompañado de unos pantalones negros de cintura alta que realzaban cada mínima curva de su cuerpo. Ella bailaba espalda a espalda con Erin. Decir que su hada era una maravilla, sería blasfemar en contra de la sensualidad. Se deleitó en el largo y lustroso cabello rojizo que se balanceaba libre mientras bailaba. Contempló su agraciada silueta forrada en pantalones de cuero que cubrían sus torneadas piernas y un body rojo que alzaba la plenitud de sus senos sin sujetador moviéndose bajo el encaje y ¡Click! Lo apuñaló una ola de euforia y tormento espiritual.

Era como si ella ardiera con un profundo fuego interno. Verla legítimamente feliz lo elevó y lo emocionó hasta anudarle la garganta.

Todas traían el cabello suelto y tacones aguja rojos, incluyendo a su madre que aguardaba sentada en una silla con su nieto ¿Cómo bailaban con eso? Ni jodida idea.

-Mierda, Mary tiene piernas -balbuceó Tino inconsciente, pero cerró la boca y volteó temeroso a Pietro. Éste no hizo más que asentir con la boca abierta viendo a su esposa riendo.

-Ellas se están divirtiendo y yo tuve que ir con ustedes. Si eso no es injusticia, no sé qué lo sea -dijo Nicolleta.

-Sin duda tuve unas hijas muy bonitas, lo heredaron de mi parte de la familia -comentó su padre divertido.

-¡Te escuché, Francesco! -gritó su madre.

-Tú también eres bonita, cielo -se disculpó el hombre.

Una nueva canción dio inicio, Erin reparó en su presencia y le sonrió arrebatadora en lo que se le acercaba para jalarlo a bailar con ella.

Mary tiró de Pietro para que la abrazara por la espalda, fue notorio que su hermano se hallaba abrumado por el repentino dominio de su esposa. Ambos desaparecieron demasiado rápido tras un beso de bienvenida.

Francesco invitó a Grace para unirse al festivo ambiente y ella lo rechazó ofendida por su anterior comentario, así que mientras la mujer mayor se sumaba al dúo de baile de los mellizos menores, él quiso bailar con Pia y también fue rechazado por no haberla invitado a su salida de la mañana; fue Nicolleta quien contentó a su padre siendo su compañera durante esa canción.

Sin embargo, Jules estaba preocupado por otras cosas como para seguir pensando en su familia. Una de esas cosas era el perfume de la irlandesa que lo bloqueaba de la realidad.

-Te extrañé -susurró roncamente en su oído.

-Yo también -rió ella.

Lo obligó a rodearle la cintura, completamente pegado a su cuerpo, moviéndose lento y rápido cuando el estribillo gritaba en sus oídos. El hada danzó con sus labios pintados delante de su boca, tentándolo como un pecado mortal escrito en sus iris; la giró en su lugar y al regresar a él, la alzó del suelo y sin saber lo que hacía se hundió contra ella. Su corazón aporreaba como los fuertes golpes de un mazo y su piel se revistió de una delgada columna de fuego.

-Jules...

-¿Sí?

-Hicimos un trato ¿Recuerdas? -Tragó saliva sonoramente- ¿Y si nos fugamos como un par de adolescentes idiotas a cualquier lugar para besarnos toda la noche?

El control de Jules desapareció del mapa, la cogió de la mano para salir corriendo y como despedida gritó: ¡Buenas noches, me voy al infinito y más allá! ¡No quemen la casa!

Subieron a tropezones las escaleras y en un parpadeo ya estaban en su habitación besándose desesperadamente contra la puerta. Le encantaba sentir la textura del encaje en las yemas de los dedos, recorrió con las manos el largo de su torso. Desde las caderas a la hinchazón de sus senos. Dios, "You Give Love a Bad Name" seguía jurando en su cabeza:

Intentas mostrar una sonrisa de ángel
Me prometiste el cielo
y me hiciste pasar un infierno
Cadenas de amor me atan
Cuando la pasión es una prisión,
no puedes escapar.

La cargó hasta la cama. Ella emitió un sonido, un grito de sorpresa que él consumió succionado sus labios voluptuosos, se apoyó sobre sus antebrazos para no aplastarla. La tenía atrapada entre sus manos y su boca.

-Necesito amarte ya mismo -rogó jadeando.

-Entonces continúa besándome y muéstrame lo que quieres, Jules.

Su beso era suave, encendido, pero el control que ejercía en él era dominante. Deslizó una mano por su cintura y la ayudó a moverse hasta la cabecera. La irlandesa lo mantuvo en el lugar, un brazo bloqueado en su cuello y una mano en la nuca, él colocó un muslo entre sus piernas y presionó el cuerpo contra la mujer. La oyó gemir y como premio mordió su labios haciéndolo jadear. Esa hada era insaciable, todo el rato adentrándose en las profundidades de su boca sin tomarse un respiro y comiéndole los labios como una experta en volverlo loco.

Oh, eres un arma cargada
No tengo un lugar a donde correr
Nadie puede salvarme
El daño está hecho

No, ya no tenía salvación, el sabor y la textura de Erin era un asalto impactante de sus sentidos, el dulce en los labios calientes y agresivos. Sus manos se sentían ásperas contra la piel de la pelirroja, y abrió los ojos encontrándose con sus largas pestañas abundantes y rojizas. Gruñó cuando la sintió mover el cuerpo bajo suyo mientras la necesidad le comía las entrañas. Era pequeña en todas partes, un cuerpo menos del doble de su tamaño.

-Realmente eres un hada -dijo mirando sus labios-. Mi hada.

Comenzaron a sacarse la ropa deprisa. Los gemidos y el deseo iban en aumento. Arrojó más sábanas y mantas al suelo. Necesitaba ver cada parte de ella, adorar cada centímetro de su piel y que nada se interpusiera en su camino. La irlandesa parecía resplandeciente bajo el azulado fulgor de la luna que entraba por la ventana, con la cabeza hacia un lado, mirándolo con sus ojos de bosques y secretos. Descendió para reclamar su boca como suya. Teniéndola expuesta para él, se estremeció y rompió a sudar profusamente.

Tiro directo al corazón
Y es tu culpa
Tú le das mala reputación al amor
Yo interpreto mi papel y tu juegas tu juego
Le das mala fama al amor
Le das mala fama al amor

Besándola, acarició sus hombros y descendió con su boca por el centro, deteniéndose sobre su corazón. Sus aceleradas pulsaciones lo alentaron a continuar. Presionó los labios contra su clavícula, recorriendo el camino hacia su esternón y trasladándose luego a los senos. Erin emitió un sonido estremecedor, un gemido ahogado que la hizo levantar la cabeza de modo que él pudo verle la cara: sus ojos cerrados y los dientes apretados.

Pintas una sonrisa en tus labios
Uñas rojas en las puntas de tus dedos
El sueño de un chico de escuela,
actúas con timidez
Tu primer beso fue el primer beso del adiós

Se detuvo sobre su boca. Admiró lo hinchados y húmedos labios con labial borroneado, se unió a ella sintiendo su respiración cálida y desesperada. La besó todo el tiempo hasta que el frenesí lo encegueció en una escalada a la cima del mundo. El hada pronunciaba su nombre y le arañaba la espalda conforme los movimientos entre ambos se volvían salvajes. La estrechó con fuerza mientras se estremecía y arqueaba su cuerpo. Gimió desde lo más profundo de su pecho, su propia respiración era agitada, su vientre bajo, hombros y caderas se tensaron. Siseó y jadeó derrumbándose sobre la pelirroja.

La abrazó mirando aquellos ojos satisfechos. Sin que nada lo impidiera, la amó una y otra vez esa noche. Dormían, despertaban y la consumía de nuevo en un ciclo de ansioso desenfreno que no podía resistir.

Él se dejó llevar por la emoción que rompía sus costillas y ella lo recibía enamorada; el anhelo no parecía tener fin, y no había cómo detenerlo. Ni querían hacerlo.

Oh, eres un arma cargada
No tengo un lugar a donde correr
Nadie puede salvarme
El daño está hecho

No hubo angustia o dolor. Lo único que sintió fue un cálido dulzor en el pecho. Era amor, sí, amor sin el peso del pasado a cuestas. No había sitio al cual huir y no lo haría.

Tiro directo al corazón
Y es tu culpa
Tu le das mala reputación al amor
Yo interpreto mi papel
y tu juegas tu juego
Le das mala fama al amor

Sí, solía interpretar un papel protagónico de solitario amante fatídico y de repente apareció esta mujer con una mala reputación en temas del corazón. Entonces lo cambió todo, ya no le importaba nada.

Solo ella y él. Juntos. Haciendo el amor.

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