Capítulo 17

Màu nền
Font chữ
Font size
Chiều cao dòng

22/12/2015

-Estoy bien -respondió Asher sentándose en su sofá con un café mientras hacía una video llamada por medio de su portátil.

La expresión de Skye fue de puro escepticismo, ni siquiera la distancia aminoraba su intrépida personalidad. Aunque sí la hacía ver con un par de kilos más, pero si se lo comentaba a su hermana existía la posibilidad de que atravesara el país con el fin de patearle el trasero con botas de nieve. Hablando de nieve, está cubría todo el panorama de la ciudad y representaba la imagen perfecta para una tarjeta navideña.

-Eso no es lo que dijo Clyde - contradijo ella con desdén.

A él le entró hipo y se ahogó con la bebida con altos niveles de cafeína, se limpió la boca con un par de pañuelos de papel que tenía en el bolsillo. Desde hacía una semana que no se sentía bien, presentía que le daría una gripe en cualquier momento y detestaba estar enfermo así que estaba tratando de cuidarse lo más posible.

Volviendo al asunto de la llamada:

-Dile que no volveré a contarle nada
-contestó frustrado.

-Vaaaamos... soy tu hermana, no debería ser mi esposo el que me cuente tus problemas, Asher.

-Él es mi mejor amigo.

-¿Y yo qué?

-Eres mi hermana pequeña -recalcó sonriéndole-, hay un límite entre lo que debes saber y lo que no, porque tienes mala fama de entrometerte con muy poca discreción.

Skye alzó un ceja.

-Siento que se ha perdido el equilibrio de poder fraternal, tienes que darme algo a cambio -recitó ella con interés.

-No te daré un carajo -respondió divertido por molestarla-. Además, soy el mayor, el equilibrio de poder siempre está a mi favor.

-Eres un cretino, pero ya en serio... prométeme que me dirás la próxima vez que te sientas al límite. Estas demasiado lejos como para guardarte cosas como esas.

El profesor se cruzó de brazos con la tasa de café humeante quemándole la piel del antebrazo, se pasó la lengua por delante de los dientes frontales en lo que consideraba cómo decirle que no sin mentirle, se resignó a asentir con la cabeza para dar por cerrado ese tema. No es que no confiara en su hermana, pero no quería sobrecargarla con preocupaciones que solo debían concernirle a él y más aún cuando ella se estaba adaptando a ser madre de dos niños. Calculó un instante las fechas, se dio cuenta de que Willow tendría entre siete u ocho meses; aún no había tenido la oportunidad de cargarla en sus brazos ni de conocerla en persona.

-¿Y qué otras noticias tienes? -
indagó para distraerla.

No funcionó.

-La próxima se mas disimulado para cambiar de tema -aconsejó ella juntando las manos bajo el mentón. No obstante, adquirió una expresión preocupada-. Lo dejaré pasar por esta vez, pero únicamente porque te ves como un zombi teñido de rubio. ¿Estas comiendo bien?

-Estamos haciendo una dieta.

Sí, una que Erin había insistido desesperadamente en seguir por recomendación de sus amigas modelo. Supuestamente era la misma que seguían "Los Ángeles" de Victoria 's secrect, consistía en un chupito de vinagre de manzana a la mañana, una pieza de fruta, ensalada verde con proteína procedente del pollo o de pescado, frutos secos, vegetales al vapor, arroz integral o proteína de pollo, pavo o pescado... a él lo único que le generaba era hambre todo el tiempo. Había bajado unos cuantos quilos desde que la habían empezado.

-Si te veo peor la próxima semana, voy a volar hasta allá a patear ese trasero caído que tienes por imbécil y al trasero huesudo de tu novia. Hablo muy en serio y lo sabes -amenazó su hermana ceñuda.

-Lo que digas, Skye -dijo con un sonrisa.

-Es en serio, no te rías.

Él negó con la cabeza, seguía echando de menos a su familia, a Tucson, a su casa que seguía sin venderse luego de meses. Los extrañaba a todos. No se parecía al sentimiento que había tenido cuando se mudó de California a los veinte años, en esta ocasión no superaba el sentimiento de pérdida que lo deprimía a medianoche.

-Vamos, dime como esta todo ¿Mamá está bien?

Ella asintió.

-Esta fantástica, no bien. Charles la hace muy feliz, es como esas imágenes de tarjetas donde hay un par de viejitos adorables caminando por la playa tomados de la mano ¿Te das una idea?

-Eh... si -comentó mientras consideraba ir por una manta, ya que el frío le ponía la piel de gallina. Negó disconforme, no iba a enfermar-. Es un hombre... agradable, lo acepto.

Skye sonrió al oírlo hablar de esa forma de la pareja de su madre luego de haberse negado a la idea en un principio. Ella le contó muchas trivialidades después de eso, desde como Timmy dibujaba las paredes hasta como había comprado una mecedora automática para Willow. Habló sobre como Clyde se empecinó en pintar la habitación de su hija de un morado perfecto que no conseguía replicar hacía semanas, también de las reparaciones que tenía que hacer en la casa que compraron y de cómo está tenía una habitación donde la luz del sol te cegaba en la mañana, pero te recompensaba con una vista delirante de la costa.

Incluso le envió una foto de un girasol que crecía en el jardín de la casa.

Asher deliró observando esa flor gigante de color miel y amarillo con una hermosura incierta.

Amarillo, un lindo tono de entre muchos. Miró a su alrededor, todo era negro y blanco; monocromático. El amarrillo le traía inconscientemente recuerdos tanto malos como buenos: en la bicicleta que lo atropelló dos veces, en los zapatos favoritos de alguien, en los vestidos, blusas y faldas de una mujer que reía indomable contra el sol del amanecer mientras tomaba un camino diferente al suyo, con quien lloró y quien lloró con él, alguien que lo hizo morir por tocarla bailando You 're The One That I Want.

Una voz desconocida susurró en su pecho y de repente, extrañó algo más que solo se encontraba en Tucson.

Se humedeció los labios antes de preguntar:

-¿Qué tal esta Ivelisse? ¿Sigues en contacto con ella?

Skye desvío la mirada y cuando sus ojos lo buscaron de nuevo se veían mordaces, eléctricos y capaces de todo. Ella le escribió un mensaje en vivo, cuando le llegó fue imposible no alarmarse.

¿Esta Erin contigo?

-No, ella tenía una sesión de fotos -respondió el.

Su hermana apretó los labios y adoptó una expresión desafiante.

-Bien, no quería causar problemas por lo que voy a preguntar. -Oír eso no le gustó-. Escucha, Asher. Se sincero conmigo ¿De verdad sentías algo por Ivelisse?

Escucharla lo dejó bloqueado, se le tensó el cuerpo de inmediato y se puso nervioso. Mentir no tenía justificativo, ellas eran amigas y probablemente habían hablado de esto cuando se lo confesó a la prima de su esposa.

-Sí -contestó, Skye no se sorprendió y él quiso saber si O'Neal había dicho otra cosa sobre lo que pasó. Si lo odiaba o si se había sentido ofendida-¿Ella... te dijo algo más?

Su cuestionamiento inexplicablemente si impactó a su hermana.

-¡¿Se lo dijiste?! -exclamó sobresaltada-. No lo puedo creer.

-Espera ¿No fue ella quien te lo dijo?

Lo miró como si fuera un imbécil.

-No fue necesario ¿Crees que no tengo ojos? Coqueteabas cada segundo que estaba con nosotros.

-Yo no coqueteaba -refutó colérico.

-Claro. -Entonces ella imitó su voz-: Poltergeist fue dirigida por Spielberg... bla, bla, bla... Primero necesito saber si es niño o niña sandia... bla, bla, bla... me encanta como te queda esa blusa de espalda descubierta, Ivy. ¿Ves? Ese eres tú.

Se mordió el interior de la mejilla indignado. No había estado coqueteando con Ivelisse, solo fue él mismo.

-Nunca dije nada sobre una blusa.

-Pero lo pensaste, recuerda lo que dije: tengo ojos.

-Mierda -escupió frustrado-. Si lo sabias ¿Por qué nunca dijiste nada?

Ella subió los hombros refiriendo el gesto mundial de "No sé". La vio mentalizarse antes de hablar y decirle la verdad:

-No me correspondía, Asher. Decirlo te habría inhibido y tampoco había algo que yo pudiera decirte, era algo que te pertenecía para descubrir tú. Fue agradable ver esa parte de ti, no la conocía en absoluto e Ivy parecía... parecía que sus sentimientos eran mutuos. Te juro que la conexión entre ustedes era tan fuerte que pensé que de un segundo a otro dejarías a Erin para quedarte con ella, pero no lo hiciste y llegué a considerar que había estado equivocada todos estos años.

-Como ves no te equivocaste, pero elegí a Erin porque la amo y ella me ama. Este es el futuro que quería.

-Sí, veo ese "futuro" y se ve como la mierda -murmuró Skye con rencor hacía el destino.

Asher captó el doble sentido de las palabras de su hermana, esto resultaba una mentira con una fachada bonita, nunca había pensado que terminaría de esta forma: viviendo para ir a para trabajar, regresar y tener que quedarse encerrado en un apartamento frío. Solitario. Lejos de su familia. Siendo incapaz de reconocer al extraño que le devolvía la mirada en su reflejo, en el espejo solo aparecía un hombre rubio mucho más pequeño de lo que él recordaba haber sido alguna vez, una ostentación de enajenación materialista con relojes caros y depresión marcando una sonrisa engrapada a sus mejillas. Sin embargo, esta fue su decisión. Nadie lo apuntó a punta de pistola a irse a New York, ni a casarse, ni a cambiar su exterior para verse mejor de lo que su anterior versión. Esta era y sería su vida. La felicidad vendría cuando pudiera acostumbrarse a dejar las cosas atrás.

De golpe, en la pantalla de la portátil Timothy apareció detrás de su mamá para asustarla y lo consiguió porque Skye saltó de la impresión, Asher contempló como su hermana bromeaba con su sobrino para finalmente enseñarle la video llamada con él. En cuanto el niño se cercioró de su presencia, brincó al regazo de su madre para hablarle entusiasmado luego de tanto sin verlo.

Él se animó de verlo tan grande y como demostraba haberlo extrañado.

La puerta de entrada se abrió, Erin apareció con un precioso traje blanco y unos tacones altos. El profesor la saludó con la mano y ella le envió un beso mientras entraba a la cocina.

Su sobrino siguió hablando:

-¡Le pedí una armónica a Santa, tío! ¡Me porte muy bien, así que me la dará como regalo! ¡Cuando vengas a visitarnos podemos tocar juntos!

Sonrió encantado.

-¿De verdad? A tu mamá le va a encantar escucharla toooodas las mañanas -dijo y Skye le sonrió con los dientes apretados.

-¡Sí! ¡¿Todavía tienes la tuya?! - preguntó el niño lleno de expectativa.

-Claro que sí ¿Quieres escuchar una canción?

-¡¿En serio?! ¡Sí quiero!

Los ojos de su sobrino brillaron por la emoción desmedida, se agitaba inquieto tratando de aproximarse a la computadora como si fuera posible atravesar la pantalla. Él se levantó del sofá para buscar su armónica, caminó directo a su habitación y se dirigió a la mesa de noche, abrió el cajón de esta para hallar varios objetos sin encontrar el instrumento.

Frunció el ceño y se rascó el mentón, estaba seguro de que la había guardado ahí.

Hace unas cuantas semanas que no la usaba ¿Dónde la habría puesto?

Revisó el cajón del lado en que su esposa dormía, nada. Fue hasta la sala y husmeó en el austero mobiliario, el artefacto musical no daba señal de aparecer; tampoco la encontró en la cocina así que se despidió apresuradamente de su familia y prometió llamar en cuanto encontrara la armónica.

Una hora más tarde, seguía con las manos vacías, por lo que recurrió a Erin que se cambiaba de atuendo en su cuarto, la interrumpió cuando se ponía una falda roja. Ignorando esto avanzó para saludarla y darle un beso.

-Hola, cariño ¿Cómo te fue? -indagó ayudándola a ponerse la camisa de seda negra que tanto le gustaba exhibir.

-Bien, las fotos quedaron increíbles -respondió ella abotonando los botones.

-Genial. Oye, quisiera saber ¿Has visto mi armónica?

Erin se rió con picardía.

-Tranquilo, no necesitas esa cosa. Siéndote sincera me alegro de que la perdieras ¿Tienes idea del dolor de cabeza que me dabas?

Parpadeó y retrocedió con desolación, el shock lo enfrió por completo mientras la miraba de espaldas a él.

-¿Qué hiciste con mi armónica, Erin?

Ella lo miró sobre su hombro con la clara molestia latiendo en sus labios rosados. El corazón de Asher empezó a golpearlo, bombeando la sangre por todo su cuerpo al doble de velocidad por consecuencia de la decepción.

-¿De qué hablas? ¿Piensas que yo tiré tu estúpido juguete? -escupió su esposa.

-¿Qué hiciste con la armónica? - exigió saber con la furia huyendo en su respiración.

La menor de las Mckenna lo encaró con autoridad, pero cuando notó que él se hallaba muy sobrepasado por la vehemente ira, se doblegó para abrazarse avergonzada por sus acciones y se acercó para acariciarle el rostro. Él no cedió a sus caricias y le apartó las manos. Erin bajó la cabeza, su cabello pelirrojo ocultó su rostro.

-La empeñé -susurró ella con un hilo de voz.

Asher la soltó y caminó hacia la cama taciturno, silencioso como un hombre vacío y acabado, se sentó en el colchón en lo que se inclinaba hacia adelante para apoyar los codos sobre los muslos.

-¿Por qué lo hiciste?

-No hagas eso. No actúes como un perro vagabundo para hacerme sentir culpable. Yo no tengo la culpa, es tuya. ¿Tienes casi cuarenta y sigues tocando la estúpida armónica? ¿Te das cuenta de lo humillante que es? Te estoy ayudando a dejar esas manías de niño, tienes que cambiar y madurar ¿Qué pensarían los demás de ti? ¿Y de mí? ¿No piensas en mí?

-Me gustaba, era un pasatiempo - murmuró entre dientes.

-No tienes quince años, Asher. Supéralo.

-Era mía. Fue un regalo que me dieron que mí. No tenías derecho a decidir sobre ella. No era para los demás, ni para ti... era mío. Era yo.

-Te regalaré algo más, un piano o un violín son más adecuados para nosotros.

-No sé tocarlos y no quiero aprender... -Negó con el alma rota-. Ya vete.

-¿Disculpa?

-Vete, Erin. Necesito estar solo.

El repiqueteo de aquellos zapatos de tacón se aproximó a la cama, pero volvió a alejarse rumbo a la puerta con una velocidad inusitada por la pelea matrimonial.

-¿Ah, sí? Pues púdrete, tú y tu estúpida armónica. Estoy aquí queriendo ayudarte a progresar, pero lo único que haces es culparme de todo. ¡Jodete!

La puerta se cerró de un portazo y Asher pudo llorar en paz.

Ivelisse metió el trozo de chocolate en su boca mientras se encontraba descansando en un cubículo del baño de mujeres, de pie contra una de las cuatro claustrofóbicas paredes rojas del sitio y releyendo el mensaje del amigo de su madre a quien quería comprarle un viejo Volkswagen Beatles al que había que hacerle algunas restauraciones, pero cuya cuota podía pagar cada mes con su presupuesto.

El auto era bonito, un escarabajo de color rojo y con asientos de cuero blanco, tenía algunas abolladuras en la puerta del conductor que hacía un poco difícil abrirla o cerrarla y también se ahogaba el motor de vez en cuando.

Sin embargo, iba a ser suyo. Pintado de amarillo y con un lavado intenso quedaría precioso. Aunque no tenía que ser hermoso para cumplir su cometido. Su madre tenía tres deseos, el primero era conocer el legado de Elvis Presley -el cantante favorito de la irlandesa-, en Memphis; el segundo era ver el océano una última vez y el tercero un misterio porque supuestamente era uno que ella no podía cumplir. Golpe bajo para su ego.

Alzó las cejas cuando Skye le envió un par de mensajes.

Este es el nuevo número de Asher, si quieres deséale un feliz cumpleaños. Créeme que lo necesita》

Bạn đang đọc truyện trên: Truyen2U.Pro