Capítulo 20

Màu nền
Font chữ
Font size
Chiều cao dòng

31/06/2016

Elvis Presley's Memphis, un complejo de exhibiciones y entretenimiento de última generación de más de 200,000 pies cuadrados de tamaño, la majestuosa atracción que permitía seguir el camino de la vida que tomó Elvis, rodearse de las cosas que amaba y experimentar los eventos, las vistas y sonidos de la ciudad que lo inspiró... impresionante, pero a Ivelisse le dolían los pies.

Habían dormido casi 24 horas en el hotel después de dos días enteros viajando en coche, más de veinte horas manejando y haciendo paradas en moteles o estaciones de servicio para descansar y cargar combustible respectivamente. Había tenido que esperar a sus vacaciones para traer a su madre, pero valía la pena al verla tan radiante mientras hablaba con un desconocido hombre de 60 años sobre la increíble colección de discos de oro y platino de Elvis, sus impresionantes monos y los recuerdos de sus películas.

Alzó una ceja al verlos reírse e intercambiar miradas cómplices. Sonrió y bebió un trago de su botella de agua. Dios, tal vez debería preocuparse porque parecía que existía la posibilidad de volver con un padrastro.

—Aaahhh... mírala —murmuró viendo a su madre poner su mejor cara de seducción.

Podían decir cualquier cosa de Moira O'Neal, pero no que la vejes no la había tratado con amor. Era una rosa roja de sesenta y siete años con un aura de sensualidad intacta.

De repente, su madre se giró hacia ella.

—¡Lissy, ven a conocer a Larry!

Se mordió los labios, su mamá era una belleza codiciada con un precio que ningún hombre mortal podía comprar.

Pasaron el día recorriendo el museo, su favorito fue el Museo del Automóvil de Presley Motors que mostraba algunos de sus vehículos favoritos. Los más llamativos fueron el Cadillac rosa, un Dino Ferrari de 1975 y un Stutz Blackjack de 1973. También la exhibición ubicada dentro de la Mercería, que trataba sobre Lisa Marie Presley con varios artículos personales de su infancia, incluido su tocadiscos, patines y ropa, así como artículos de su carrera musical. Los conjuntos de ropa eran la representación de la moda en estado puro. Sin embargo, el que las enamoró a ella y a su madre, fue el set de filmación en la exhibición Hollywood Backlot, que presentaba los decorados reales utilizados en el programa de CMT "Sun Records", el set WHBQ y el set Sun Studio, y también lograron ver escenas del programa que fueron filmadas en esos sets.

Después de eso, regresaron al hotel donde se hospedaban, que novedad de novedades... tenía temática de Elvis y que estaba a una calle de la mansión del cantante.

Ya a altas horas de la noche, Ivelisse se dio un largo baño relajante luego de comer con la mujer que amaba en un café cercano con ambiente inmerso en el rocanrol, cuando volvió a la habitación —anaranjada, inmensa y con una cama extra grande—, la encontró vacía y entró en crisis al no encontrar a su madre en ella. Sobre la cómoda había una nota de papel con letras torcidas y casi ininteligibles, tras leerla se vistió con un vestido de crochet amarillo para salir de la habitación en una carrera entusiasta con el cabello húmedo.

Recorrió el hotel hasta llegar a la zona de la piscina, el sitio estaba desolado por la hora y las únicas espectadoras eran sillas de playa, un par de árboles y algunas mesas de piedra con sombrillas verdes; una pared con un el cartel grafitiado de Las Vegas se iluminaba detrás de la cerca enrejada que delimitaba el final de la propiedad.

Cuando su respiración se normalizó, caminó alrededor de la piscina con forma de guitarra y luces azules, donde una anciana mujer flotaba sobre el agua vestida con un antiguo traje de baño.

—Vaya, miren a esta candente jovencita en la piscina —dijo en voz alta con las manos en las caderas.

—Oh, eso dijo el empleado del hotel hace rato.

—Diablos, mamá —exclamó divertida.

Moira rió y nadó hacia su hija con una vitalidad inusitada de alguien de su edad.

¿Dónde estaba la enfermedad? ¿Dónde estaba la vejes? ¿Dónde estaba el acecho de la muerte?

Ivelisse no lo sabía, pero ojalá que estuviera tan lejos como para no conocerlas nunca más.

—Gracias por esto, Lissy —susurró su madre.

—No tienes que agradecerme por cumplir una promesa —afirmó ella agachándose.

—Lo habrías hecho aun si no fuera una promesa. —La miró con una dulce antelación conveniente de una madre—. Métete conmigo.

—Solo los pies, acabo de ducharme —aclaró sentándose en el borde de la piscina e introduciendo sus piernas en el agua, chilló por el contacto—. Mierda, esta helada.

Hubo una pausa, un silencio cómplice que las mantuvo tranquilas observándose la una a la otra como dos planetas inexplorados por el resto de la humanidad menos ellas. Ivelisse pensó en todos los secretos que ocultaba para que jamás saliera herida, desde los maltratos de Nessa hasta la infelicidad de su vida, no podía jurar haber tomado las mejores decisiones al obligarse a padecer todo eso. Debía aceptar que la madre de Erin había sido muy inteligente y comprensiva con su hermana menor, la vieja Mckenna siempre guardaba apariencias cuando Moira estaba presente. Guardaban su odio para lanzarlo en secreto. Algo insano e injusto para todos. Sin embargo, viendo a su madre nadar despreocupadamente ahora, no cambiaría ni una de sus acciones porque la habían traído aquí.

—Extraño a tu tía —reveló Moira.

—Yo no —contestó ella.

—En el fondo te quiere mucho.

Se pellizcó los labios para no reírse como una condenada infeliz por esa mentira universal.

—Claro —respondió con ironía.

—Nuestra madre solía decir que fuimos cortadas por la misma tijera —narró la anciana dejándose flotar en las aguas—. Aunque nunca creí que eso fuera cierto, Nessa siempre fue la líder entre las dos, la que sabía qué hacer y cómo responder en los momentos límites. Quien se resiste a los vientos del cambio con uñas y dientes, por eso me oculté tras ella toda mi vida. Me cobije en su sombra, hacía exactamente lo que me pedía porque era mi protectora y los años prósperos vinieron para ambas porque ella era perfecta. Me casé con el muchacho que me presentó, usé el vestido que usó en su boda y seguí sus consejos para tener un matrimonio feliz... pero cuando por fin estuve sola viviendo como mi hermana lo haría... me di cuenta de lo infeliz que era realmente y una vez fui consiente... ya no hubo seguridad ni confort, las cosas se arruinaron antes de saberlo. Entonces llegó la epifanía cuando estuve en Puerto Rico y se suponía que tenía que dar lo mejor de mi para reparar ese mundo en que había vivido.

—¿Fue cuando conociste a mi padre? —cuestionó Ivelisse atenta a la historia.

Moira estiró los brazos para bracear de espaldas, no parecía que estuviera cansada o que algún dolor la molestara. La luz de la piscina hacía ver su piel azul y sus ojos como estrellas.

—Sí, él fue un vendaval en la quietud. Cuando lo conocí me encontré a mí misma, me di cuenta de que si daba lo mejor de mí, al contrario de lo que todos querían... repararía el mundo, pero no el que conocía sino uno nuevo donde ya no tenía que ser una sombra ni una parte de otra persona. Era simplemente yo bailando con una falda amarilla. Los años que siguieron a tu nacimiento fueron los más felices de mi vida, enseñarte a vivir siguiendo tus latidos y convertirte en la mujer más feliz fue mi meta... hasta que empecé a enfermar cada vez más seguido. Te acuerdas cuando empezó ¿Verdad?

Ella desvió la mirada. Claro que lo recordaba, en su adolescencia solía anhelar los años en que solo eran ellas dos y su pequeña casita con crisantemos en la entrada. Antes de Nessa.

—Sí, lo recuerdo.

Su madre asintió.

—Allí fue donde Nessa volvió a mi vida, yo necesitaba que alguien me ayudara a criarte o que se hiciera cargo de ti si algo me pasaba y ella necesitaba una familia para superar la muerte de su esposo. Erin y tú solían ser muy unidas de niñas.

—Éramos como hermanas —agregó con pesar.

Ciertamente, ella y su prima habían sido mejores amigas durante su infancia, pero desgraciadamente Erin siguió las enseñanzas de su madre y aprendió a odiarla.

La anciana O'Neal siguió:

—Hoy me doy cuenta de que fue un error darle tanto poder a mi hermana.

—¿Qué?

Ivelisse no comprendía, su madre nadó hasta ella y puso sus arrugadas manos sobre sus rodillas.

—Lamento haber permitido que fueras infeliz siendo una niña, Lissy.

Negó con la cabeza mientras le tomaba las manos frías.

—Yo fui fel...

—No me mientas más, hija.

Diablos, el momento de decir la verdad había llegado y no quería hacerlo.

—Tú no tienes que disculparte por nada, mamá. Estabas enferma.

—Sí tengo, debería de haber puesto límites. Siempre he estado enferma y no es un justificativo. —La mujer comenzó a llorar abrazada a sus piernas—. Lamento habernos hecho infelices.

A la hija de Moira no le importó meterse en la piscina para poder abrazarla como correspondía, la rodeó con los brazos sintiendo su propio cuerpo responder al cambio brusco de temperatura y percibió como los dedos de su madre acariciaban su cabello húmedo.

—Lo siento, Lissy —lloró la anciana.

—No lo sientas, está bien.

—Es mi culpa.

—No.

—Perdóname, mi niña.

—Está bien, estoy contigo y estoy bien. Estamos bien.

La dama mayor se apartó para acariciarle el rostro con desespero y dijo:

—Te juro que no moriré sin poder darte la felicidad que mereces.  

*****

Asher se miró en el espejo del baño con una sonrisa ganadora después de ducharse, allí en el reflejo, su antiguo yo le devolvía la mirada con una sonrisa y lo emocionaba. Su cabello oscuro y corto estaba devuelta, dejarse la barba aún estaba en discusión porque le gustaba como acentuaba su rostro.

Retrocedió un poco para estudiar su abdomen, ir al gimnasio daba muy buenos frutos porque sus músculos empezaban a marcarse. Además, lo había ayudado a hacerse muy amigo de uno de sus nuevos colegas de trabajo, un profesor de historia llamado Matthew.

Salió del cuarto de baño bastante animado, sosteniendo una toalla amarrada a su cintura y se dirigió a su cuarto para vestirse.

En un rato saldría a beber a un bar con su colega así que quería apresurarse y vestirse para tener un poco de tiempo para él mismo antes de irse porque seguro que llegaría tarde. Se puso unos tejanos negros y una camisa del mismo color, regresó a su estudio para organizar las cosas que había desperdigado por todos lados al corregir exámenes y luego se sentó en su sofá con su nueva armónica para tocar un par de canciones.

No era malditamente feliz, pero sentía que recuperaba partes que creía perdidas de su corazón y... pues no había nada mejor que aprender a pasar el tiempo con uno mismo luego de un lapso de olvido, heridas y rencor.

Bạn đang đọc truyện trên: Truyen2U.Pro