Capítulo 3

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22/02/2010

—No estoy jugando ahora Skye, estoy en la escuela y tengo que dar una clase en unos minutos —contestó molesto con su hermana por llamarlo por onceava vez ese día.

Dio vueltas por el patio central del edificio educativo que milagrosamente se hallaba desierto dado que los alumnos estaban en clases.

—¿Qué hay de malo? Tú eres el único que cree que a unos chicos de quince años les importa calcular la energía mecánica... habla conmigo solo un rato por favor. Me siento sola.

Suspiró exhausto. Amaba a Skye, pero sus emociones desequilibradas empezaban a ser un problema y acabaría siendo un foco de riesgo para ella o el bebé en su vientre. Él y Clyde lidiaban con los rutinarios llantos de la mujer, a veces lo llamaba para preguntarle si creía que su amigo la engañaría o si se veía atractiva a los ojos de un hombre y terminaba llorando nuevamente aunque Asher insistiese en que era una mujer hermosa; también extrañaba desesperadamente a la madre de ambos, pensaba que su hijo no la querría y a toda esa dramática rueda de depresión desde la semana pasada que se sumaba el hecho de que ella se sentía sola cuando no había alguien en la casa e incluso cuando estaba con ellos.

Skye se había mudado a Tucson hacía apenas unos meses y vivía con él en su casa, algo que no le molestaba en absoluto, pero no tenía amigos o conocidos con quiénes charlar ni pasar el rato. Habían intentado incluirla en un grupo de madres primerizas y... terminó terriblemente, ya que una de las miembros tenía un carácter explosivo decidido a estallar en contra de su hermana menor.

Asher cumplió el capricho de Skye hasta que no le quedó más remedio que colgarle para ir a impartir clase a sus queridos alumnos, que como ella había dicho, no estaban interesados ni en fingir que les interesaba algo acerca de la energía mecánica. Pasó el resto de la jornada dándole vueltas a la situación, en definitiva necesitaba ayudar a su hermana a conseguirse un amigo y le entró nostalgia al sentirse como cuando iban a primaria; recordaba como la acompañaba a presentarse a sus compañeros porque su madre le había dicho:

"Ayuda a tu hermanita a encontrar amigos, eres el hermano mayor y tienes que cuidarla muy bien".

Bueno, el hermano mayor no tenía idea de qué hacer. Al regresar más tarde a su casa se le ocurrió algo y llamó a Erin mientras buscaba todo para ducharse.

Ivelisse pasó un brazo por la manga del vestido con cuidado, no quería hacerse daño a un día de poder quitarse la maldita férula de la muñeca y tampoco deseaba seguir ausentándose en el trabajo. Los de la editorial la matarían si les decía que había vuelto a lastimarse por actuar inconscientemente en su recuperación. Además, desde que Nessa había regresado estaba insoportable como nunca antes. Su tía era como un T-Rex, si hacías un movimiento en falso te comía viva en un latido.

—Te ves preciosa, Lissy —dijo Moira desde la cama.

Ella se miró en el espejo de cuerpo entero que tenía su madre y no pudo ver lo que la mujer veía, ese vestido de crochet multicolor le resultaba insultantemente feo en esta dimensión y en cualquier otra. Remangó el dobladillo hasta los muslos tratando de visualizar cómo sería si le quitaba los tres metros que le sobraban de tela. No, seguía siendo horrible. Sin embargo, era un regalo de su madre y si la hacía feliz lo usaría al menos dentro de la casa.

—Es un vestido muy feo, pero en ti todo queda maravilloso —agregó la anciana.

Tiró la cabeza hacia atrás y rió fuerte.

—Ese es un buen chis... ¡Auch! —La pantufla le dio en la nuca y se frotó el sitio con las manos—¿Y eso por qué fue?

El arrugado rostro de su madre estaba tan rojo como su cabello.

—¡Eres HERMOSA! Deja de bromear con ello o me harás enojar, eres joven y tienes una personalidad radiante, deberías de estar divirtiéndote con tus amigos o saliendo con muchachos en tu tiempo libre en vez de quedarte encerrada conmigo en la casa.

—Tú eres mi mamá estas moralmente obligada a decir que soy hermosa —dijo arrastrando los pies a la par que se acercaba a la cama de sábanas amarillas.

Con cuidado se subió al colchón y se dejó caer en el regazo de Moira, inhaló el perfume de la habitación tan profundamente que colapsaron sus sentidos en el aroma a coco; el amable tacto de su madre le acarició la cabeza con lentitud. La luz que entraba por las ventanas llegaba a rozar la cama, envolviéndolas en su cálida capa brillante que iluminaba la habitación en consecuencia y resaltaba las paredes crema donde miles de adornos de madera colgaban como heredades familiares.

Una rosa amarilla —como todo lo que orbitaba en su vida—, se tambaleaba sobre un escritorio por la brisa que empujaba las cortinas transparentes y su delgada sombra se dibujaba en el piso de madera con suavidad.

Una enorme parte de su vida había sido recluida en este espacio, desde los doce años que sus ojos se encontraban observando siempre la misma imagen del armario antiguo en un rincón con aquel sombrero gracioso con un girasol de plástico y por muchas veces que deseara algo diferente, nunca cambiaría ni un minuto de las tardes con su madre. Esa mujer en la cama sufría Parkinson hacía un par de años y desde que tenía memoria que las enfermedades en el cuerpo débil de su progenitora eran tan cotidianas como desayunar cereales todas las mañanas.

Hacer amigos dejaba de ser fácil cuando crecías, la amistad se volvía más compleja que el simple hecho de jugar con el niño a quien le gustaba el mismo dibujo en televisión. A sus treinta y dos años estaba... sola.

—¿Me darás nietos antes de ser un fósil?

—¿No quieres un conejo? Es más fácil conseguir uno.

Moira la empujó amistosamente y la golpeó con una almohada pequeña, Ivelisse le sacó la lengua mientras esquivaba un nuevo ataque mortal de la anciana. La puerta se abrió inesperadamente, Erin entró con una sonrisa encantadora en sus labios rosados por labial; el conjunto que traía le quedaba como un guante. A ella las faldas y las blusas ajustadas le iban increíblemente despampanantes a su aún más fascinante figura.

Su prima avanzó hasta ellas con el gracioso ruido de sus tacones rojos en el suelo como música de fondo.

—¡Ay, Lissy que lindo vestido! —exclamó.

Ivelisse se mordió el interior de la mejilla, Erin solo la llamaba "Lissy" cuando quería algo y el tono dulce exagerado se debía a la presencia de su madre en la escena. De lo contrario, la hija de Nessa Mckenna convergería en la reina del sarcasmo y la ironía para hacerla reír antes de pedirle un favor. Le iba a pedir algo que requería del bono extra de la manipulación, esto quería oírlo.

—Hola Erin —saludó.

—¡Oh, cielo! Llegaste temprano de la tienda de ropa —habló Moira.

—Es una boutique, tía. Yo confecciono la ropa y desgraciadamente hoy me vi obligada a traer todo el trabajo a casa. Las demás chicas son muy lentas y tenemos muchos encargos atrasados que no pueden esperar. —La pelirroja se masajeó la nuca—. De pensarlo me entra dolor de cabeza.

—No te preocupes, seguro podrás hacerlo —aseguró la mujer mayor.

La muchacha se sentó a los pies de la cama y colocó su cabello sobre su hombro.

—Claro que sí, pero tengo un problema por lo que necesitaría su ayuda... la de Lissy quiero decir.

¡Lo sabía! Gritó la mente de la joven O' Neal.

—¿Ah, sí? —inquirió mordiéndose la lengua para no destornillarse de risa.

Erin le sostuvo la mirada, las dos querían matarse de risa por pretender que eran unas primitas buenas y educadas que se apoyaban la una a la otra. No es que no lo hicieran en verdad, pero esto de las niñerías de chicas adorables le producía una sensación de hipocresía en el estómago; había pasado bastante tiempo desde que ambas fueron adorables y lindas jovencitas inocentes.

—Mi novio, Asher. El lindo chico a quien le rompiste la nariz accidentalmente, me invitó a salir hoy en una cita doble con su hermana embarazada y su cuñado, la pobre chica está pasando un momento muy tormentoso al tratar de adaptarse a una nueva ciudad donde no conoce a nadie.

—Oh, que terrible. Debe de estar muy estresada y con un bebé en camino... pobrecita —dijo Moira preocupada.

—Sí ¿Verdad? Por eso necesito la ayuda de Lissy. Hoy estoy muy ocupada para asistir y me encantaría que ella fuera en mi lugar a pasar el rato con ellos para no decepcionarlos. Además, a nuestra Lissy le haría bien salir un poco de la casa y socializar con alguien que no seamos nosotras. ¿No lo crees, tía?

A Ivelisse se le congeló el cerebro. Y maldita sea, un comercial de TV se reprodujo en una repetición perpetua en su cerebro, no podía sentirse peor ni aunque le entraran cólicos de golpe. Sonrió absolutamente radiante y abrió la boca:

—No —respondió aun sonriendo. Entonces habló fugaz—. Oh, creo que me dio hambre ¿A ustedes no? Iré a prepararme algo, mamá.

—Eh... que... claro, cielo —murmuró su madre.

Antes de que Erin pudiera protestar, Ivelisse ya estaba fuera de la habitación y huía por el pasillo a su propio cuarto. Había sido un escape táctico de último segundo porque realmente la propuesta hizo a sus neuronas hacer síntesis tantas veces en un latido de incredulidad que se le fundió medio cerebro... ¿Qué clase de chiste era este? Sabía que su prima tenía problemas en sus relaciones amorosas, pero meterla a la fuerza en una cita con Asher, sin lugar a dudas era el límite.

El sonido de los pasos acelerados detrás de ella la hicieron girar para encarar nuevamente a su nada inocente prima. Su expresión había dejado de ser el de una niña buena para adoptar el de una mujer tenaz y mortalmente mordaz que coqueteaba con la picardía.

—¿En serio no vas a hacerme ese pequeño favor? —exigió saber Erin apretando los labios.

—Escucha, te digo esto porque te amo... ¡Estas demente! ¡Me estas obligando a ir en una cita con tu novio!

La pelirroja negó con la cabeza como si fuera una idiota malinterpretando la situación.

—No subas la voz, mamá está en la cocina y si te escucha la pasaremos mal. Además, por Dios, no estoy obligándote a nada.

Ivelisse alzó una ceja.

—¿Estas bromeando? La vocecita de niña linda y los movimientos raros con las pestañas para hacerte la tierna con mi mamá ¿Qué son?

La otra mujer se exasperó un poco.

—Necesito tu ayuda, no soy estúpida ni una lunática como piensas que soy. Créeme que lo que menos quiero es esto, pero me quedé sin opciones. Asher está tratando de que yo y su hermana nos volvamos "amiguitas por siempre", es algo con lo que no me interesa lidiar. Él esta tan concentrado en su propia mente que no se da cuenta de que su hermana me detesta, es una mujer muy irritante y... está embarazada. ¿De qué vamos a hablar? ¿Pañales y biberones? —Su boca se torció en una mueca culpable—. No, eso no es para mí. La evité desde que la conocí y ahora estoy contra la pared.

—Erin, eso es una locura. Si tanto te molesta dile a tu maldito novio que no, él lo entenderá. Es un ser humano, no una piedra. Seguro que a él también le incomodan situaciones o personas y si a su hermana no le agradas tampoco suena descabellado.

—¿No puedes hacer esto por mí? Será solo una vez.

—¿Por qué yo? Tienes otras amigas.

Otra vez la miró como si fuera imbécil.

—Esa es justamente la razón, Ivelisse. No eres el tipo de chica para un hombre convencional y no hay riesgos contigo. ¿Entiendes? También eres buena para agradarle a los demás, algo así como una maestra de preescolar.

Aguantó la respiración un instante, fue una punzada en el pecho que la ensombreció levemente y arruinó su buen humor para dejarla flotando en el aire. Ella no tenía problemas con estar soltera, tenía que encargarse de su madre y del trabajo, una relación ni cabía en su lista por el momento. Llegaría su tiempo, lo sabía muy bien porque era el orden de la vida y el amor te tocaba de una u otra forma. Sin embargo, la desazón de vivir constantemente oyendo aquel "No eres el tipo de chica" le sentaba fatal.

—Incluso si te hiciera este favor hoy, mañana Asher podría volver a proponerlo y lo siento, pero es su hermana. Lo que quiere decir que irremediablemente tendrás que lidiar con ella si el pobre te interesa de forma seria.

—Lo resolveré sobre la marcha. ¿Me vas a ayudar o no?

—Ya te dije que no lo haré, Erin. Se racional y madura. HABLA. CON. ÉL.

Agotada, la joven O' Neal se dio la vuelta lista para dar por terminado el tema, no obstante la voz de su prima le llegó como una caricia fría:

—Es una lástima que seas tan egoísta, tal vez deba contarle a mi madre sobre tu charla con Asher... me pregunto qué dirá de eso.

Se giró impactada.

—No puedes hablar en serio —dijo sintiendo que le faltaba el aire.

Si Nessa llegaba a enterarse de que había estado a solas con Asher... bueno, un huracán sería menos destructivo que imaginarlo. Prácticamente la acosaría 24/7 y quién sabía qué más le haría con el mal carácter a flor de piel.

—Es una sugerencia, yo hablo mucho con ella y podría comentarlo equivocadamente en alguna ocasión.

—Erin, Nessa va a matarme si se lo dices.

—No seas tan dramática, aunque si sería... malo. Vamos, es por esta única vez. No me hagas quedar como la villana por un favor insignificante.

Se llevó las manos a la cara, caer bajo era una cosa y la manipulación era otra diferente, pero desgraciadamente prefería cualquier basura a lidiar con algo como su tía molesta.

—¿Y qué demonios le dirás a Asher? Oye, cielo. Tu hermana me da grima y por eso te mando a mi prima. Wow, incluso rimó —respondió sarcásticamente.

—Tú dile que me dio alguna alergia.

—¿También me vas a hacer mentir por ti?

—Le comentaré a última hora para que no tenga tiempo de cancelar planes.

—Si te conoce un 5% sabrá que no las tienes, por lo menos inventa algo más creíble y dile que tienes cólicos menstruales.

—Prefiero la alergia. Entonces lo harás ¿Cierto?

—Ya que.

Erin la abrazó y plantó un sonoro beso en su mejilla, la marca de sus labios le quedó pintada en la piel. Ivelisse frunció el ceño, engañar a estas personas se sentía como besar un cactus y le apretaba la garganta. Sin embargo, pelear con Nessa era la otra opción así que la decisión estaba tomada.

—¡Gracias! Te lo agradezco muchísimo. —La liberó de su agarre y se volteó rápidamente a las escaleras—¡Prepárate, vendrán por ti a las 8:00! ¡Por cierto, cámbiate el vestido por los dioses de todo lo bello! 

—Hidrógeno, helio, litio, berilio, boro, carbono... —murmuró para sí.

Asher no podía creer lo que pasaba exactamente, se quedó con la palomitas en una mano y las bebidas en otra mientras miraba la puerta del baño de mujeres con el entrecejo fruncido. El viaje en el coche de Clyde había sido incómodamente silencioso luego de que Erin prácticamente le enviara un mensaje diciendo que no podría ir cuando estaban en su puerta, apenas consiguió reaccionar para cuando la prima de su novia salió de la casa y decir que estaba enfadado era una burla.

Se encontraban en el cine e iban a ver el estreno de una película de terror con un nombre tan cliché como el 90% de las que la precedían. Su amigo compraba las entradas, las chicas habían ido al baño y él repetía los elementos de la condenada tabla periódica —ordenada por su número atómico—, tratando de disuadir su mal humor para no hacer peor la situación.

—Nitrógeno, oxígeno, flúor... maldita sea.

No recordaba exactamente cual seguía. La decepción no lo dejaba pensar.

—Sodio, potasio... eh, fósforo y calcio —dijo Ivelisse asustándolo—. Son los únicos que recuerdo de mis clases de química en secundaria ¿Ha ayudado en algo a tu extraño ritual de la tabla periódica?

Ella le sonrió radiante, seguía sin ver el parecido con su madre y menos con el resto de la familia de la chica. Alzó una ceja, ilógicamente pensó en una trivialidad que le resultaba interesante: Ivelisse siempre vestía alguna prenda amarilla. Tal vez era mera coincidencia, pero incluso ahora traía una blusa de mangas largas de un amarillo pálido y unos pantalones blancos arremangados hasta los tobillos.

Entonces sus ojos se clavaron en sus pies y la pregunta salió antes de considerarla:

—¿Tienes los zapatos de mi hermana? —cuestionó confundido.

—Fue un trueque, lo juro —contestó nerviosa.

—¿Qué?

—Tranquilo, Asher ¿Crees que la pobre chica me iba a robar en el baño?

La voz de Skye apareció detrás de la prima de Erin. Su hermana era unos pocos centímetros más baja que la otra muchacha, llevaba su largo pelo oscuro recogido en una coleta alta y su overol negro no disimulaba para nada los ocho meses de embarazo; las perlas azules en sus ojos eran tan obstinadas como delicadas y sus mejillas estaban rojas por haber estado encerrada en el sofocante cubículo del baño de mujeres, seguramente se había agitado de más.

Ella calzaba las sandalias de Ivelisse.

—¿Intercambiaron calzado?

—Se me hincharon los pies y me dolían mucho, ella insistió en ayudar... además, sus sandalias son cómodas —explicó Skye ligeramente avergonzada.

—¿Tienen el mismo número?

—No, pero a mis pies de hipopótamo no le sienta mal el espacio extra. —Su hermana señaló hacia abajo. Tenía razón, las patas de un hipopótamo serían más pequeñas—¿Nos compraste palomitas?

—No, solo las tengo para exhibición.

Ivelisse se rió y Skye bufó.

—Que malo eres con tu hermana pequeña, profesor. No te contara las buenas noticias si te comportas así —dijo O' Neal.

—¿Buenas noticias?

A su hermana se le iluminó el rostro, parecía una adolescente y realmente estaba contenta.

—¡Ja! ¡Voy a ser la modelo para la portada de un libro!

Eso lo sorprendió.

—¿En serio? Imagino que un libro de maternidad —dijo a la par que sus ojos caían en el abultado vientre de la chica.

—Profesor, estoy decepcionada por tu corta visión —exageró la prima de Erin—¡Skye tiene unos ojos fascinantes y es el rostro de la irrefrenable protagonista del primer ejemplar de una trilogía de vampiros sexys que recorren las calles de New York a medianoche! ¡Iremos a una sesión de fotos este viernes y luego haré los arreglos para presentárselo al Director de Arte para que las revise!

—No sabía que trabajabas en una editorial —comentó él tendiéndole las palomitas a su hermana.

Ivelisse subió los hombros restándole importancia.

—Diseñadora Gráfica. Ilustradora. Parte del equipo de diseño. Soy un cofre de secretos, pero tú tampoco presumes ser tan normal. Por ejemplo: acabo de oírte citando los elementos de la tabla periódica con mucha concentración.

Skye hizo una mueca y esperó a tragar las palomitas para hablar.

—Ay, no inventes. ¿Sigues haciendo eso? —La menor de los Davies se giró a la otra mujer con una expresión de cansancio—. Mi mamá suele hacerlo cuando se pone muy nerviosa, ella es profesora de química y parece que le contagió el hábito al cascarrabias de su hijo mayor.

—Oh, que tierno. Se ve que eres muy cercano a tu madre —opinó O' Neal.

Asher sintió una burbuja de humillación explotar en su nuca, Skye lo miró alegre por haberlo avergonzado delante de una desconocida y él no pudo luchar contra la sonrisa que se formó en sus labios. Independiente de la vergüenza que le generaba que Ivelisse lo tomara como un niño de mamá, esto era con exactitud lo que quería, ver a su hermana riendo y molestándolo; alejar la pesada atmósfera depresiva que la cubría en los últimos meses.

—Bueno, puedes decir que llevo la química en la sangre. Mi madre, mi abuelo y creo que también mi bisabuelo eran profesores de química —respondió empezando a caminar.

—Eso te convierte en el único traidor al optar por la física —acusó la mujer con orígenes irlandeses y puertorriqueños.

Él rió mirándola de reojo.

—Al principio solo quería llevarle la contraria a mi madre, pero acabó gustándome esa rama de la ciencia.

Pasaron delante de la cartelera de una película de terror, Ivelisse se le quedó viendo con los ojos entrecerrados como si analizara su calidad en base al título.

—Adoro el género de terror y díganme anticuada, pero jamás he superado Poltergeist. La vi cuando tenía diez años y sigo teniendo escalofríos cada que la veo —dijo ella.

—Es una película de culto, no esperaba menos de una obra dirigida por Steven Spielberg —opinó él.

—¡Muérdete la lengua! —exclamó ella con tono de reproche—. Eso es solo un rumor, Poltergeist fue dirigida por Tobe Hopper, quien revolucionó el cine del terror.

Asher sonrió de lado y alzó una ceja desafiante.

—Lamento decirte que estas equivocada, Spielberg la dirigió. El problema fue que en aquel momento también filmaba E.T, el extraterrestre y una cláusula de su contrato con Universal le impedía rodar otra película en 1982.

—Rumores por aquí y por allá, varios actores han defendido la posición de Hopper como director —contratacó la muchacha con las manos en las caderas y el mentón levantado.

No hubo remedio, soltó una fuerte carcajada. La altanería con que Ivelisse lo retaba le divertía, la ilustradora de editorial estaba convencida de lo que decía y a él le agradó esa pequeña contienda competitiva entre los dos.

Sin embargo, no la dejaría ganar.

—Zelda Rubinstein, también fue parte del reparto y en 2007 dijo que Steven estaba al mando.

Ella lo apuntó con un dedo que demostraba una manicura con esmalte amarillo.

—Lo discutirás a muerte ¿Verdad?

Asher se agachó un poco para verla a la cara.

—Claro que sí. Porque sé que tengo razón.

—Vaya presumido ha resultado, profesor.

Contempló por un breve instante, la imagen del rostro femenino: la nariz arrugada por su astuta expresión, los ojos café ocultos tras unas largas pestañas oscuras por el rímel y los hoyuelos marcados por la sonrisa que no desaparecía como un espejismo en el desierto. Skye se colgó de su brazo en lo que se acercaban a un cumulo de gente que esperaba a que les permitieran entrar para buscar las salas de proyección de sus respectivas películas y lo despertó de aquel hilo de pensamiento en que se había perdido.

—¿Clyde sigue comprando las entradas? —inquirió su hermana.

—Lleva cinco años detrás de la misma mujer —contestó él con cansancio—. Me jubilare antes de que vuelva.

—Bueno, su hijo lo extraña y yo quiero decirle que le seré infiel en una novela erótica de vampiros así que voy por él. Ustedes terminen su dilema sobre Spielberg y Poltergeist en mi ausencia —avisó ella en lo que se daba la vuelta y se marchaba con un buen humor iluminando su rostro.

Asher la vigiló hasta que la vio desvanecerse entre un par de adolescentes que reían.

—Es una mujer agradable —comentó Ivelisse a su lado.

—Me alegra que se esté divirtiendo. Gracias por venir, ella necesitaba esto y la propuesta que le hiciste sobre ser la cara de la portada de un libro le levantará el autoestima. —De repente, captó un vistazo de la férula en el brazo de la mujer y recordó el incidente—¿Cuándo podrás quitarte eso?

O' Neal levantó el brazo con la muñeca esquinzada.

—Mañana iré al doctor para que me haga una revisión y si me lo permite seré libre. ¿Y tú que me dices de tu nariz?

—En una o dos semana estaré bien. —Se rascó la nuca con la mano libre. Algo seguía molestándolo desde hacía rato—. Oye, quiero hacerte una pregunta ¿Qué pasó con Erin?

La sonrisa de Ivelisse se quebró, eso lo preocupó de inmediato y negó con la cabeza para no hacerse ideas equivocadas. Ella lo miró consternada, como si una piedra se hubiera atorado en su garganta asfixiándola y evitando que soltara una palabra.

—¿Erin no te dijo nada? —preguntó ceñuda.

—No, solo envió un mensaje diciendo que no vendría y que tú querías salir con nosotros.

La mujer apretó los labios, sus ojos huyeron de él, cayó sobre ambos una capa de incomodidad que no había estado antes y no le gustó.

—Ella tuvo un problema con las alergias —contestó molesta.

Asher dudó.

—Pensé que no tenía alergias.

Ella dio un paso atrás, cabizbaja admiró sus propios pies con disimulo.

—Pues ya ves que si las tiene. Tal vez lo olvidó. A veces pasa.

No era un idiota, sabía que algo raro pasaba con Ivelisse y verla angustiada por algo tan mínimo despertaba sospechas. Aunque podría estarlo pensando demasiado, probablemente Erin le había hablado sobre alguna alergia y él no lo recordaba o incluso ella misma podría haberlo olvidado. No era algo tan grave, más tarde charlaría con su novia del asunto.

—Hey, tranquila. No te estoy acusando de nada. No es tu culpa que Erin no me haya dicho. Ya no te molestaré con esto, solo vamos a pasarla bien —aseguró tratando de regresar al buen ambiente de hacía unos segundos.

—Bien —susurró ella con obvio alivio.

—¡Asher! —gritó Clyde acercándose con los brazos levantados en señal de triunfo y las entradas apretadas entre los dedos.

—Que bien, las consiguió antes de que te jubilaras —bromeó Ivelisse.

Después de eso, vieron una película de terror ridícula que parecía más una comedia ridícula que los hizo reír bastante y la pasaron bien haciendo chistes malos sobre ella al salir de la sala. Al regresar pasaron por un McDonald, luego de que a Skye se le antojara un milkshake e insistiera en que todos compraran uno. Mientras los demás hablaban sobre la sesión de fotos para la portada del libro, Asher decidió ir al baño y cuando salió, se dio cuenta de que tenía varios mensajes de Erin en donde la mujer indaga los motivos de la tardanza del regreso de su prima.

Optó por tomarse un minuto para contestarle y se recostó en la pared del pasillo a los baños.

Pasamos por un McDonald por algo de comer. Te aviso cuando estemos en camino. ¿Cómo estás? ¿Necesitas algo?

Erin contestó en un parpadeo.

Estoy muy adolorida, pero ya sabes lo mal que la paso en estos días con los cólicos

Se mordió el labio, hasta donde él sabía ella había faltado a la cita por "alergias". Volvió a escribirle:

¿Tienes cólicos?

Y ella respondió con naturalidad y un Emoji.

¡Claro, tontito! ¿No te dijo Ivelisse? :)》

Él no le escribió de nuevo, se llevó el móvil a los labios en lo que consideraba la situación. La mentira ya se olía a quilómetros, las dos primas le habían mentido en la cara y eso le desagradó hasta hacerlo sentir un idiota. Estaba molesto con Erin por engañarlo, pero por extraño que sonara... se lo esperaba de ella. Sin embargo, le irritada el hecho de que Ivelisse le hubiera mentido en la cara cuando no se conocían demasiado.

¿Lo creía un imbécil acaso?

Esto no era una mentira blanca, él trataba de ayudar a su hermana y Erin lo sabía.

No dijo una palabra cuándo regresó a la mesa, disimuló lo mejor que pudo para no arruinar el día de Skye y tampoco indicarle a O' Neal que se había enterado de sus juegos de niñas con su prima. Se limitó a sonreír con los labios sellados. Demasiado molesto para repetir los condenados elementos de la tabla periódica. Aguardó pacientemente a que terminaran de comer y se ofreció para conducir, estar al volante siempre lo tranquilizaba. Observó a la mujer sentada en el asiento trasero a través del retrovisor, se le veía emocionada hablando de la terrible película con su hermana y Clyde que estaba en el asiento del copiloto.

Cuando ella capturó su mirada de golpe, Asher por fin pudo fingir que no había olvidado su enfado por un minuto perdido en el tiempo.

Así condujeron a casa de su novia para dejar a Ivelisse, se estacionaron en la calle y cuando ella empezó a despedirse, él salió del auto para acompañarla a la entrada.

—No es necesario, puedo ir sola —aclaró O' Neal sonriendo e intentando sin éxito recogerse el cabello en una coleta alta.

—Déjame acompañarte —dijo rodeando el vehículo para ponerse a su lado.

—Wow, que caballero de antaño. —Rió ella, pero Asher no pudo.

Empezaron a encaminarse a la casa pasando por encima del césped.

—¿La has pasado bien? —preguntó.

—Claro, me hacía falta salir al exterior después de dos semanas con gripe.

Se detuvieron a un lado de unos arbustos junto a la puerta.

—Oye, Ivelisse. —Ella se giró para mirarlo—. Dime si Erin necesita algo con sus alergias, ya sabes lo testaruda que es.

—Oh, sí. No te preocupes por ello. Sus alergias no son tan malas como suenan.

—Tanto como para no existir ¿Verdad? —cuestionó. El rostro de la mujer mostró su sorpresa, pero no defendió la mentira—. Dile a Erin que si tiene algún problema conmigo o mi familia solo lo diga y que deje de poner excusas. Buenas noches.

—Asher, espera...

No le interesó escuchar y simplemente se fue de allí.

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