Capítulo 6

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07/03/2010

Asher dejó su vaso y la botella de coñac sobre el escritorio. Se desplomó sobre la silla de su estudio, las luces estaban apagadas y la oscuridad cubría su alrededor como una capa negra; las cortinas entreabiertas solo permitían ingresar furtivamente a un voluble rayo de luz lunar que dibujaba una línea en su alfombra. Su fin de semana había sido bastante agitado y finalmente hace un par de horas su sobrino Timothy había nacido con 2, 500 kg un día domingo.

Clyde se la había pasado llorando como un niño junto a Skye llenos de felicidad. Él también estaba extremadamente feliz al ver como su hermana menor se convertía en mamá, ahora se daba cuenta de que jamás había considerado su embarazo como una realidad hasta que entró a la habitación del hospital y la encontró con su bebé en brazos.

Skye era madre. Tenía una familia. Ya no era una niña. Literalmente estaba en shock.

Su amigo le había pedido que fuera a su nueva casa -donde ellos se habían mudado hacía unas semanas-, para llevarles algunas cosas necesarias al hospital.

Miró la hora en la pantalla del móvil para confirmar que solo habían pasado cinco minutos desde que lo chequeó por última vez.

Brillaban 04:00 A. M. Genial.

Tiró el aparato sobre el escritorio, pero tuvo que volverlo a coger porque tenía una llamada entrante y tragó saliva al ver el nombre de Ivelisse en la pantalla. Habían salido mucho la última semana en compañía de su hermana y su amigo. Debería estar acostumbrado al cosquilleo que sentía en los dedos de los pies cuando se trataba de ella, pero su ritmo cardiaco seguía agitándose como el primer día.

Contestó esperando el....

—¡FELICIDADES! —chilló en su oído a una frecuencia que los perros del vecindario seguramente pudieron oír.

Sí, ya veía venir aquella tortura para sus tímpanos. Sonrió negando con la cabeza.

—¿Qué es lo primero que quieres saber?

—Obvio que necesito ver fotos de él, estuve esperando desde que empezaron las contracciones y Clyde dijo que podía ir mañana si quería hacerlo, pero no puedo esperar.

Hablaba a la velocidad de un tren bala.

—Calma, si te da un ataque al corazón no podrás verlo.

—Eso. No. Es. Gracioso. —Separó las palabras molesta—. No seas malo, tengo todos los pelos de punta desde que la dejé esta tarde.

Cierto, su hermana la había contactado antes de viajar al hospital y la emblemática O'Neal apareció casi en una respiración para acompañarlos; aparentemente Skye necesitaba la compañía de alguna mujer que reemplazara a su madre porque estaba muy nerviosa. Después de eso, ellos dos habían montado guardia entre una máquina expendedora y otra de café hasta que Ivelisse tuvo que irse cuando Nessa la llamó para avisarle que Moira se había descompensado.

Todo un desastre en resumidas cuentas.

—¿Tu madre está bien?

—Sí, no te preocupes. Esta lista para seguir seduciéndote.

Rió.

—¿Aun quiere salir conmigo?

—Te lo dije. Si terminas con Erin, luego de dos minutos imagínate a mi madre en tu puerta con un vestido amarillo y labial rojo.

—Dios mío.

—Exacto.

—Aunque suena tentador.

—No te rías de mi madre, profesor.

Se masajeó la mandíbula y bebió un sorbo de coñac.

—¿Cómo sabes que me estoy riendo?

—Lo noto en tu ridícula voz de hombre con pelos en el pecho.

Fue inevitable, escupió el líquido que estaba bebiendo por la risa que se le escapó por la sorpresa del comentario de la mujer.

—Mierda —murmuró limpiando los restos de coñac en su camisa y sus pantalones—. Arruiné mi ropa por tu culpa. Dios ¿Cómo siquiera sabes si tengo pelos en el pecho?

La escuchó reírse.

—No lo sabía hasta ahora. No lo negaste, Genio.

—Siento romper tus fantasías, pero no es así. Tardé en responder porque mi cerebro está saturado, ya que mi hermanita acaba de dar a luz.

—Personalmente no me parecen atractivos los tipos peludos que exudan testosterona así que mis fantasías están intactas —contestó ella.

Sin embargo, tras eso se quedó callada un largo tiempo.

—¿Ivelisse?

—Perdón, estaba pensando.

Asher se recostó sobre su escritorio usando sus brazos como almohada, manteniendo el teléfono contra su oído y cerrando los ojos. No quería ir a trabajar mañana.

—¿En qué pensabas? —preguntó.

—Es raro ¿No te parece?

—¿Qué cosa?

—Ser padre. Digo, debe ser... extraño que de repente una cosita tan pequeña e indefensa pase a depender de ti. Puedes mentalizarte, pero es aterrador cuando llega el momento.

Sí, ciertamente debía ser aterrador.

—Siento que hace no mucho Skye era una niña y haberla visto hoy tan... adulta. Creo que es la primera vez que la he visto como una mujer en lugar de mi hermanita. —Suspiró—. Se veía tan feliz y fui yo quien tuvo miedo, pienso que nadie está preparado para ser padre, pero allí es donde empiezas a dar lo mejor de ti por hacer que el mundo sea lo más perfecto posible para él o ella.

—Estas susceptible a ponerte profundo hoy —dijo ella como un cumplido.

—Corren las 4:00 A. M. Es de madrugada. Es el momento de ser profundos.

Una brisa se metió a la habitación y le dio un respiro.

—Oye, profesor.

—¿Qué?

—¿Te hago una pregunta?

—Mmnnn...

—¿Qué quiere decir "Mmnnn..."?

—Tus preguntas resultan ser peligrosas.

—Es lo interesante de la vida.

Suspiró por segunda vez.

—No —contestó a modo de broma.

—¡Hey! No es justo, tú sabes mucha basura de mí y me viste llorar dos veces, me debes chismes personales.

Dio un tragó largo mientras se recostaba en su asiento.

—No te debo nada, Ivy.

Un estruendo intervino del otro lado de la línea, prosiguió una sucesión de roces y ajetreos insistentes que no permitan oír otra cosa.

—¡Aquí estoy! —bramó Ivelisse ansiosa. Él apartó el aparato de su oído por el grito repentino—. Lo siento, se me cayó el teléfono bajo la cama de la impresión.

—¿Te impresioné?

—Me llamaste "Ivy", no aparentabas ser alguien a quien le gustaran los seudónimos y me sorprendió.

Diablos, se le había escapado. La única persona con quien hablaba usando apelativos era Clyde, ya que nunca lo llamaba por su nombre cuando estaban juntos, y tal vez a Erin al decirle cursilerías en algunas ocasiones.

Skye era la culpable por pegarle ese hábito.

—No me di cuenta —se defendió.

—Tranquilo, me gusta como suena. Además, regresemos a nuestra discusión ¿Qué me dices si yo te regalo una pregunta libre en cualquier momento a cambio de que respondas la mía?

—Tentador. ¿Podré hacer la pregunta cuando yo quiera? ¿No tiene fecha límite?

—Sí, lo que quieras preguntar sin expiración.

—Bien, es un trato. Haz tu pregunta.

Una sensación de expectación le erizó los vellos del cuerpo al imaginarse qué podría salir de aquella demente dama de amarillo.

—¿Listo?

—No, pero lo harás de todos modos.

—¿Cómo te sientes al saber que Skye logró tener una familia antes de tú?

Un bloqueo mental le nubló el razonamiento, se enderezó en su silla y el rechinido de esta le irritó. No había considerado eso o más bien no había querido considerarlo con anterioridad porque se conocía lo suficiente como para saber que lo llevaría a una obsesión deprimente.

—De más joven había pensado que a este punto de mi vida, cuando estoy tan cerca de cumplir cuarenta, ya me habría establecido con una casa propia y una familia —narró desilusionado—. Me gustaría ser padre algún día.

La palabra "padre" le producía escalofríos porque traía recuerdos muy amargos para tener en una noche así.

—A mí también me gustaría ser madre —opinó Ivelisse silenciosamente—. No te preocupes, tengo fe de que aún tenemos tiempo para eso.

—Tengo 35 —dijo enfatizando en el número como si fuera una barbaridad.

—Wow, eres tres años mayor que yo —respondió ella sarcástica—. Discúlpame fósil caminante de la época neolítica.

Chasqueó la lengua irritado.

—Okey, tienes razón no soy tan viejo como pienso ¿Eso querías oír?

—Sí —exclamó orgullosa—. Tienes posibilidades. Si deseas una familia la tendrás algún día. Robert de Niro tuvo un hijo a los 55 y Mel Gibson una hija a los 53 el año pasado.

Mordió sus labios oyéndola recitar una lista de celebridades que habían concebido niños o formado familias incluso con sesenta años, de pronto su propia autolimitación perdía todo sentido.

—¿Cuál era el punto principal de esto? —cuestionó él porque ya no se acordaba.

—Las fotos de Timothy.

—Claro, le enviaré algunas tan pronto como acabemos de hablar, Señorita O' Neal —contestó con tono profesional.

—Gracias, profesor Davies. —Lo dijo de una forma burlona tomándole el pelo.

—¿En serio te interesaba tanto saber cómo me sentía con esto de la paternidad?

Ella se rió al otro lado.

—Deseaba saber cómo estabas porque te noté extraño en el hospital esta mañana, bastó con indagar y simplemente dijiste lo que sentías.

—Porque lo preguntaste —replicó él.

—Tú aceptaste el trato.

Asher negó con la cabeza y soltó una carcajada.

—Touche. —Aguardó un segundo—¿Realmente llamaste por las fotos o para saber si estaba bien?

Ella tardó en responder.

—¿Soy tan poco disimulada?

—Sí.

—Maldita sea... sí, llamé porque me preocupas.

El mismo sentimiento egoísta lo acarició, le hacía creer que era especial e importante, que se preocupara por él y lo llamara para saber cómo lo llevaba. Lo hacía hablar sobre paternidad y deseos de algo más. Paternidad. Niños. Familia. Pensándolo ahora, su propia madre debía de estar muerta de nervios en California aguardado que alguien la llamara para darle noticia...

—Mierda, soy un imbécil.

—¿Qué pasa?

Se pasó las manos por la cara exasperado.

—Olvidé llamar a mi madre para decirle como fue todo, espero que Clyde se halla contactado con ella porque si no va a matarme.

—Insensible —acusó la prima de Erin.

—¿No se supone que deberías hacerme sentir mejor?

—Estoy moralmente obligada a decirte la verdad porque soy tu mejor amiga.

Hizo girar el coñac en el vaso de cristal con una ceja alzada por la incomprensible conversación que tenían los dos.

—¿Entonces de repente eres mi mejor amiga?

—Está bien, tu segunda mejor amiga. Imagino que Erin tiene el primer puesto.

Sonrió.

—Eres muy arrogante.

—Siempre. —El roce de las sabanas lo distrajo durante un latido—. Ya que cumplí mi cometido te dejo, mañana es lunes y tenemos que trabajar.

—Tienes razón. Adiós, O' Neal —se despidió.

—Adiós, Davies. Llama a tu madre antes de ir a dormir.

Cortó y el silencio se lo comió vivo. Empezó a imaginar qué ocurriría si silbaba, existía la posibilidad de que el eco fuera nulo o de que apegándose a una trama terrorífica, el sonido regresara con una voz desconocida. Vaya estupidez, se notaba que estaba cansado. Le envió las fotografías a Ivelisse y está le respondió con un Emoji de corazón. Se puso de pie únicamente para caminar unos cuantos pasos directo hacia el sofá que tenía en la pared este, golpeó un librero con el hombro y consideró encender la luz, pero no le interesó. Bostezó mientras se acostaba sobre los malditos duros cojines de tono verde, colocó una mano sobre su estómago y se quitó los zapatos; entonces su imaginación se desbocó.

Un bebé se ilustró en su mente, una personita diminuta con las manos hechas un puño y que fruncía los labios en tonalidad cereza. ¿Sería tan torpe al cargarlo? ¿No lo lastimaría? ¿Sería tan imbécil como su padre?

Maldición, ni siquiera tenía un hijo como para tener delirios de padre primerizo.

—Joder —se quejó.

Las ideas lo inquietaban y le hacían imposible conciliar el sueño.

La puerta del estudio se abrió cegándolo tanto que se cubrió los ojos con el antebrazo, los ligeros pasos lo alertaron y el sutil toque de unas manos suaves le acariciaron el mentón. Un perfume se le metió por la nariz hechizándolo. El peso de otro cuerpo sobre el suyo le quitó el aire, miró a Erin en el momento exacto en que ella descendía a sus labios para envolverlo en un acalorado beso que le sacó un jadeo estrangulado.

—¿Hace cuánto que estas aquí? —indagó apartando un mechón pelirrojo del rostro femenino.

Erin le dio una sonrisa enamorada.

—Me dormí en tu cuarto esperándote porque sabía que llegarías exhausto y sin haber cenado, vine a cuidarte esta noche —explicó ella paciente.

—Gracias.

La besó de nuevo, Asher se derritió contra la mujer y se apresuró a separar sus bocas. No cabía duda de que Erin dominaba el arte de besar, haciéndolo ver a él como un desprotegido de la lujuria, contrario a su persona ella despertaba: la exigencia, la agresividad, lo sensual, lo ardiente y lo ávido... crepitando los cimientos de su cuerpo en llamas.

La bella pelirroja mostró su elegante dentadura perfecta.

—Sabes a coñac, veo que has estado bebiendo y me gusta demasiado —musitó depositando sus labios contra su cuello.

Él se estremeció.

—Hey, Erin... espera... quiero hablar de algo contigo...

—Háblame, no te estoy deteniendo.

Su precioso perfume sumado a la caricia de su boca contra su piel le impedían pensar con claridad, pero esta madrugada necesitaba hablar, no acostarse con ella. Bien, ahora le gustaría hacer ambas operaciones... solo que en un orden diferente a lo que pasaba.

—¿Crees que sería un buen padre? —preguntó con un hilo de voz.

La menor de las Mckenna se detuvo, con movimientos gráciles se posicionó cara a cara con él, la nariz de uno pegada a la del otro mientras sus alientos se entremezclaban y sus iris aceituna titilaban como una estrella en el horizonte. Apartada. Inalcanzable. El núcleo del átomo, siendo este último especial por su complejidad.

—Tú y yo no tenemos que pensar en eso —contestó en lo que regresaba para besarlo.

Consumió sus argumentos y sus diluciones. Si Erin lo oyó, no le hizo caso —aunque él no objetó—, lo besó con intensidad sin dejar cabida para más.

—¡No, no lo hagas! ¡No te acuestes con ella, imbécil! —Dio vuelta la página y siguió leyendo los primeros renglones. Ivelisse arrugó la nariz indignada y bufó estrellándose la novela romántica contra el rostro—. Mierda, te dije que no. Le romperás el corazón a Judy, pedazo de animal.

Hojeó el reloj: cinco horas de insomnio, media hora desde que cortó con Asher y cuarenta minutos desde que había cogido su libro de romance rosa favorito. Onceava vez que lo leía y aún no se cansaba de él. Se estiró para alcanzar su teléfono y volvió a observar las fotografías de Timothy con sus papás, eran increíbles.

Algo explotó contra la pared.

—¡Erin! ¡Erin! ¡¿Dónde diablos estás?!

Tragó saliva frente a la colérica voz de Nessa haciendo erupción entre las paredes, su tía había estado gritando casi toda la noche por estar bebiendo para calmar el dolor de su operación de cadera y de más estaba decir que su prima se había esfumado para no lidiar con ello. No la culpaba. De poder lo haría también... escuchó a la perfección como su propia madre se levantaba de su cama arrastrando los pies.

No, eso sí que no.

Saltó de la cama encaminándose como bala a la puerta para salir de su habitación, dos pasos a la derecha en el pasillo e impidió que su madre saliera de su cuarto.

El arrugado y avejentado rostro de Moira se fijó en ella en una agónica cámara lenta, su débil figura palidecía en un camisón largo color amarillo gastado por los años; su irrefrenable cabello rojo y canoso estaba recogido en una trenza que le llegaba a los hombros.

—¿Qué pasa? —preguntó fingiendo que no sabía.

—Nessa necesita algo —dijo su madre queriendo pasar de ella.

Ivelisse no se apartó del marco de la puerta.

—Yo me encargo, tú ve a la cama ya mismo.

—¿Segura?

Dudó, su cerebro se resistió y gritó que no lo hiciera, pero las cosas ya habían sido dichas.

—Sí.

—Gracias, cielo —dijo Moira despreocupada, sonriendo mientras se regresaba a la cama.

Ella no se movió hasta que se cercioró de que la anciana mujer se metió entre sus sábanas para volver a dormir. Cerró la puerta y rehuyó a la obligación de ir con su tía, giró dando un paso adelante por el pasillo; contó hasta diez en lo que llegó al infierno... perdón, al cuarto de la madre de Erin.

—¿Qué necesitas, Nessa? —cuestionó entrado en la oscuridad.

Nunca entendería como podía ser factible que el negro se adhiriera tan contundentemente a cada esquina del sitio cerrado. La asfixió acercarse a la respiración de la eclíptica dama irlandesa recostada sobre varias almohadas, podía oler el perfume de la edad en su tía y se paró con los brazos cruzados a modo de protección cuando llegó junto a ella.

—Ve a comprar más vodka. Hay dinero en mi bolso, se cuánto cuesta y contaré el cambio. Si me quitas un centavo lo sabré —dijo Nessa con una mirada negra.

—Son las 5:40 de la mañana —recordó desbordante de inquietud.

—Te dije que me hicieras un maldito recado, es lo mínimo que puedes hacer por mí, desagradecida bastarda. Vives en mi casa gratis desde hace veinte años, trabajé para meter comida en tu boca y no tenía la responsabilidad de hacerlo; te vestí y sigo aguantando tus estupideces. Eres una vaga que se aprovecha del dinero de mi hija...

Mentira. Hace veinte malditos años, ella solo tenía doce y había sido Nessa quien se introdujo en su hogar. Nunca había pagado por nada que fuera para ella, su propia madre había trabajado hasta el cansancio y aún en su adultez seguía manteniéndose sola. Tanto ella como Erin pagaban las cuentas. Sin embargo, argumentar con la verdad en esta circunstancias no sonaba como una decisión viable para nadie.

—Iré por tu vodka —mintió dándose la vuelta.

Podría mentirle y alargar esto hasta que se durmiera.

—Estúpida arrogante, no me dejes hablando sola —acusó Nessa.

—¿No querías que fuera por un recado? —preguntó indignada.

—No me hables en ese tono o te juro que volveré a darte una lección —amenazó.

Fue como si una mano le estrujara los pulmones como si fueran una bolsa plástica, se llevó las manos a la cabeza por reflejo y la marca de aquella cicatriz en su cuero cabelludo provocó desequilibrio en su respiración. Su ritmo cardíaco se aceleró. Las paredes se tornaron claustrofóbicas, aprisionándola en la densa capa de desolación proveniente del odio de su tía.

—Te acuerdas ¿Verdad?

La voz de Nessa Mckenna fue una cinta helada alrededor de su cuerpo, exprimiéndola como una boa constrictor que le rompía los huesos y el crujido la empujó a salir a zancadas para salvarse de un ataque de pánico. No regresó a su habitación, se desplazó escaleras abajo y frenó en la mitad para sentarse en los escalones.

Tomó su móvil y le envió un mensaje a Erin.

《Te necesito, Nessa ha estado bebiendo》

5:47 A. M: No respondió.

—¡Niña! ¡Ven ya mismo! —gritó su tía.

Esperó. La llamó y no contestó.

《Erin ayúdame, por favor 》

6:20 A.M: Sin respuesta.

—¡¿Dónde está mi bebida?! ¡Me estás robando mi dinero!

Esperó. La llamó y no contestó.

6:40 A. M: Nada.

Esperó. Pronto debería vestirse para el trabajo, pero no quería dejar sola a su madre con Nessa ebria. Avergonzada llamó a Asher y él tampoco respondió, no tenía el número de otro conocido de su prima. Afortunadamente, su tía cayó dormida un rato después mientras ella se lavaba los dientes y decidió salir antes a trabajar, probablemente no vería al "chico de la bici roja" como le decía su madre. Dejó unas aspirinas, las medicinas y un vaso de agua en la mesa de noche de ambas hermanas irlandesas con las que vivía.

Cuando estuvo en el garaje, a punto de salir a toda velocidad para olvidar a sus problemas un rato, recibió un mensaje de su prima.

《No puedo, lo siento》

Otro mensaje, esta vez de Skye.

《Ten lindo día y ven a visitarnos cuando puedas. Hay una doctora rusa que parece una súper modelo ¡Tienes que verla! ♡》

Sonrió. Entonces le llegó un mensaje de Asher.

《Perdón, estaba durmiendo. ¿Puedo ayudarte en algo? 》

A los tres les respondió lo mismo.

《 ¡Todo genial! ¡Nos vemos luego! ♡》

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