Capítulo 7

Màu nền
Font chữ
Font size
Chiều cao dòng

29/07/2011

—¡Vamos, mi madre iría más rápido que tú y tiene 68 años! —gritó Ivelisse sobrepasándolo en un parpadeo.

Asher se desvivió en aumentar la velocidad, impulsado por la única razón de hacerla comer sus palabras. Corrían en una carrera montados en sus bicicletas, envueltos en el aire caliente y estático del verano autor de altas temperaturas. Incluso a esa hora de la mañana el sol quemaba la piel, condensaba la acera y evaporaba hasta tus lágrimas.

Quedaba una calle, sino la rebasaba ahora ella ganaría, sonrió con los dientes apretados porque claro era que no lo permitiría. Llevaba pagando los almuerzos desde hacía un mes, sin contar lo presumida que era la alegórica O'Neal y como esta disfrutaba burlándose de su carente habilidad con los pedales.

Imprimió su energía en ello, se acercó peligrosamente por detrás de la bicicleta amarilla de su contrincante y su risa burbujeante lo contagió haciéndolo disfrutar esto, aunque le dolían los músculos de las piernas estaba embelesado en la imagen delante de sus ojos: el sol emergiendo del horizonte con una lenta caricia a la bóveda azul y el cabello castaño de Ivelisse destellando como si fueran hilos luminosos que atrapaban los rayos del amanecer.

La larga falda de la mujer bailaba como una bandera amarilla proclamando libertad.

Inhaló hondo y aceleró a toda máquina, entonces la rebasó ya al final de la calle con un endemoniado sentimiento de victoria.

—¡Come el polvo O' Neal! —exclamó tirando la cabeza hacia atrás, contemplando el cielo joven y claro.

—¡¿No que eras un caballero?! — cuestionó ella eufórica un metro atrás de él.

—¡Comeré el plato especial de la casa el domingo y no me preocuparé porque tú invitas! —aclaró virando a la derecha.

Aquí se separaban.

—¡Ya veremos la próxima, anciano! —
contestó Ivelisse, su voz se oía lejana así que asumía que también había tomado el camino contrario.

Fue un impulso y durante unos segundos miró hacia atrás para verla marcharse antes de continuar su viaje, hoy su compañera desbordaba de emoción porque supuestamente tenía una cita con un amigo se Erin. Ojalá pasara una velada agradable y que el tipo fuera decente.

Siguió pensado en ellos hasta que se cruzó con uno de sus estudiantes, el chico lo saludó y Asher le devolvió el saludo con una seña. Las vacaciones habían llegado, ya necesitaba un descanso de dar clases porque lo tenían un poco estresado.

En este momento iba a la casa de Skye porque su hermana necesitaba ayuda con la instalación de un par de muebles nuevos y como orgullosa testaruda no quería esperar a que Clyde regresara del trabajo.

El viaje le llevó alrededor de veinte minutos, la casa se encontraba en el lado suroeste de Tucson en barrio Nopal, se trataba de una edificación de ladrillo en tono rojo con un porche construido con pérgolas de madera y tinte de cedro con un par de sillas de jardín debajo; las ventanas estaban enrejadas y tenía un patio lateral amurallado. Además del alambrado que dividía la acera del patio delantero lleno de plantas y árboles pequeños en masetas gigantes.

Entró directamente por el espacio de estacionamiento, Skye regaba las plantas con una manguera y lo roció con ella en cuanto lo vio. Él se detuvo de golpe, bajando torpemente de la bicicleta para huir del agua, pero fue demasiado tarde y acabó con la camiseta empapada.

Guardó silencio hasta que no corrió riesgo de enfadarse.

—¿Por qué? —preguntó apuntándose.

Skye cerró el grifo y enrolló la manguera en su brazo, traía puesto unos shorts rosados y una blusa floreada; su pelo recogido en una coleta tan mal hecha que varios mechones negros escapaban de su control.

—Hay casi seis metros de estacionamiento y pasas por el único sitio donde está creciendo el césped
—acusó ella acabando con la manguera y dejándola en una silla de jardín.

—¿Y qué hago ahora? ¿Me quedo aquí hasta morir de insolación, pero con la ropa seca?

Su hermana le mostró una sonrisa ladina.

—Puedo traer la manguera para refrescarte de nuevo —dijo poniendo las manos como jarras.

—Olvídalo.

—Aguafiestas. —Skye se masajeó el cuello mientras se giraba rumbo a la entrada. Él la siguió—. Te daré una camiseta de Clyde y pondré a secar la tuya.

Ingresaron a la sala, toda la decoración se enlosaba en madera rústica, sofás blancos al igual que las paredes y juguetes de bebé por todos lados. La televisión estaba encendida en un canal donde transmitían un programa sobre una competencia de tatuajes. Había muchas alfombras y bastante luz gracias a las cuatro ventanas de la estancia, en el centro del lugar se ilustraba un desastre de piezas gigantes de madera.

—¿No ibas a esperarme para armarlo?

—Shhh... —acalló ella. Señaló la esquina de la habitación donde Timothy dormía en el suelo dentro de un corral de colores para bebés con juguetes y cojines. Asher asintió, entonces ella apuntó las piezas de madera desperdigadas por todos lados
—¿Acaso ves esto armado?

—¿Y qué estuviste haciendo con esto?
—recogió una pieza mal atornillada a otra completamente diferente y se lo mostró.

Su hermana avanzó hasta un sofá, cogió un par de papeles y se los entregó.

—Hice lo que pude, pero las malditas instrucciones están en ruso o alemán no lo sé.

—¿De dónde sacaste este adefesio de madera? —indagó alzando una ceja, tratando de leer o fingiendo que podía leer las instrucciones.

—Lo compré en internet, estaba en rebaja.

—Okey —aceptó, no obstante olisqueó el aire—¿Huele a quemado?

Skye saltó espantada.

—¡El pan tostado!

Mientras ella salía corriendo a la cocina, él se puso de pie y se acercó a Timothy, su sobrino ya tenía un año. Era adorable, su piel café claro y su cabello verdaderamente oscuro como el de su madre; sus ojitos eran azules como dos piedras preciosas. Las enfermeras se habían muerto de amor cuando nació, no las culpaba para nada.

Escuchó los pasos de Skye regresando.

—¿Te gusta el pan... crocante, Asher?

La miró sobre su hombro y parpadeó cinco veces al admirar el plato con tostadas negras.

—Mierda ¿Estas segura de que eso es pan? Parece carbón.

—No sé por qué te invité —dijo ofendida y alegre observando su obra maestra.

—Para comer carbón... espero que no.

—Imbécil. —Rió tomando una de las tostadas para golpear el plato con ella—. Arrójalas a la basura mientras buscó una camiseta de Clyde.

—Gracias a Dios por ello —respondió tomando el recipiente.

Se pasaron la tarde intentando descifrar como reconstruir aquel aparador enorme de madera pesada. Asher la pasó bien con su hermana y mejor aun cuando su sobrino despertó. A eso de las seis aún no habían logrado juntar dos piezas juntas, fue solo cuando Clyde llegó de trabajar que pudieron hacerlo o mejor dicho aparentar que sabían lo que hacían mientras veían a su amigo construyendo como un profesional.

Skye se enamoró por segunda vez y se demostró que los Davies no tenían habilidades manuales.

Fue a las 7:30 P. M cuando cenaban en familia que Erin lo llamó y Asher salió al patio para tener privacidad.

—Hola amor —dijo en cuanto atendió.

—Hola cariño, quería hacerte una pregunta ¿Ivelisse está con tu hermana?

Su entrecejo se frunció lentamente.

—No, no está aquí —respondió.

—Ah, está bien... te llamaré en un rato o llámame tú si regresas a casa antes, estoy con mi madre —se apresuró a decir—. Adiós, te amo.

¿Qué? No podía dejarlo así.

—¡Espera, Erin! —gritó.

—¿Qué pasa?

—¿Cómo que "qué pasa"? ¿No sabes dónde está Ivelisse?

—Tranquilo, está un poco atrasada nada más.

—¿Hace cuando debería de haber llegado? —exigió saber.

—Asher, espera...

—¿Hace cuánto? —repitió serio.

—Tres horas.

Le cayó la presión al piso, por un instante el suelo se tambaleó y de repente, ya no escuchó más; el mundo reaccionó como una catástrofe a sus pies. La hija de Moira O' Neal contestaba todo el tiempo y si algo hubiera ocurrido les habría avisado. La paranoia lo ahogó en una completa envoltura de trágicos escenarios; un choque, un asalto o un infeliz abusador. La voz calmada de Erin le resultaba ofensiva, su prima no aparecía y aun así podía decirle "Adiós, te amo" como si nada.

—¿Tres horas y ahora te preocupas? —preguntó enfadado.

Erin no se quedó callada al respecto.

—¡Hey! ¡No me culpes por esto! ¡Es normal que la gente pierda la noción del tiempo cuando esta en una cita! ¡No seas imbécil!

—Una hora es válida, pero hablamos de tres. Ivelisse no va a alterar a su madre por un hombre, habría enviado un mensaje y dicho que tardaría en volver ¿No te parece que es momento de preocuparse?

Caminó de un lado a otro intranquilo.

—Conozco al hombre con el que está, es un conquistador y lo más probable es que estén teniendo sexo ¿Eso querías oír, Asher? ¡Tranquilízate, maldita sea!

—¡Estoy tranquilo y me importa una mierda que conozcas a ese tipo! —exclamó tan alto que su hermana se asomó a ver qué pasaba—¡Tres malditas horas! ¡¿Llamaste a tu jodido conocido para saber si esta con él?!

Su novia tardó en responder.

—Él no contesta —murmuró ella como si por fin captara lo mal que cuadraba la situación.

Mierda. Se sentía frenético, como un demente en pleno ataque de locura y se apretó el puente de la nariz, en momentos así debía mantener la calma o fácilmente se perdería en la histeria que definía con naturalidad lo que pasaba. Skye se aproximó asustada por lo que oía de la conversación, seguidamente Clyde también apareció en el umbral con su hijo en brazos.

—¿Sabes dónde vive? ¿Dónde era la cita? —interrogó con suspicacia.

Hasta donde él conocía era en un bar, pero carecía de más información.

—Sí ¿Qué vas a hacer?

—Voy a ir a buscarla. Si veo cualquier cosa sospechosa llamaré inmediatamente a la policía.


Su cabeza era el problema, daba un sinfín de vueltas sin sentido y palpitaba en crepitante dolor. Su pelo estaba mojado, percibía la humedad en su cuero cabelludo como una viscosidad inquietante. Olía fatal —a restos de comida podrida y a orina—, por lo que trato de abrir los ojos y enfocar dónde diablos se hallaba. Un callejón oscuro y apartado justo al lado del bar donde había sido su cita... su cita... los recuerdos vinieron como flashes de humo gris que la asquearon. Se había dormido después de...

Parpadeó para ajustar su vista al oscuro sitio, su espalda descansaba contra un contenedor y la basura la rodeaba. Capturó un breve vistazo del cielo nocturno y el brillo neón del cartel del bar, el tráfico orquestando a unos metros; el pavor la desbordó de pronto. Necesitaba volver a casa. Trató de levantarse lo más deprisa que pudo y se sorprendió al sentir un pinchazo en las costillas que la obligó a abrazarse en un intento de apaciguarlo.

—Todo está bien... tú puedes...

Usó el contenedor para impulsarse, ignoró el grito de su cuerpo y logró enderezarse, sus rodillas difícilmente resistían la forma en que la gravedad la atraía al centro de la tierra; espió la entrada del callejón para ver como la gente pasaba confiadamente como una marea difusa de colores. Distinguió la silueta de un vagabundo sobre unos cartones a unos pasos por delante, el tipo no había estado ahí esa tarde y seguro que no la había visto por la cantidad de basura acumulada cuando llegó.

Un mareo. Negó con la cabeza. Necesitaba llegar a casa, su madre estaría preocupada.

Emprendió su trayectoria fuera de ese horrible lugar con pesadez, le costaba caminar sin tambalearse. Encontró su bolso junto a una bolsa de basura y sonrió ilusionada.

—Todo está bien, llegaré enseguida —murmuró buscando su teléfono.

No lo encontró. De hecho, todo su bolso estaba vacío a excepción de las llaves del candado de su bicicleta que guardaba en el diminuto bolsillo interior. Miró con desconfianza al vagabundo, pero se distrajo en sus propias manos: le dolían los dedos, le sangraban los nudillos magullados y por algún motivo el pulgar estaba morado. También le ardía el labio en una historia diferente.

Arrastró los pies cuando salió del callejón, la gente se apartaba de su camino como si tuviera la peste y la observaban detenidamente alarmados. No le gustó sentir sus ojos en ella, tuvo miedo del espanto que dibujaban al verla y la hacían alterarse aún más.

Debía de verse peor de lo que pensaba.

Llegó al aparcamiento de bicicletas donde había dejado la suya, le costó quitar el candado porque la cerradura se movía por más que intentara enfocarla. Lo consiguió unos diez minutos después, pero no tuvo tiempo de alegrarse porque fue muy consciente de que no sería capaz de mantener el equilibrio cuando quiso subirse y casi cayó de lado.

—Caminaré, está bien —susurró a su persona.

Agradeció que los demás continuaran evitando cruzarse con ella, de esa manera era más fácil avanzar y le ahorraba el trabajo de hablar.

Necesitaba ir a casa para que su mamá no se preocupara.

¿Qué le iba a decir?

—La cita fue aburrida y fui a ver una película sola luego —mintió. Debía practicar una excusa creíble—. Me robaron y me quitaron el móvil de camino aquí.

¿Eso sonaba razonable? No estaba del todo segura.

—La cita fue bien, pero nos dimos cuenta de que no éramos compatibles y decidimos quedar como amigos. — Una risa rota se le escapó de los labios —. Él quiso acompañarme a casa, pero le dije que no. Hubiera sido mejor que fuéramos juntos porque me asaltaron a unas calles de aquí.

Pasaron veinte minutos, Ivelisse se apoyó en una pared y su bicicleta terminó en el suelo, a este punto tendría que estar cerca de su vecindario, pero al contrario de lo que esperaba... no discernía las calles o no dejaba de confundirlas, ya no estaba segura de absolutamente nada que no fuera el dolor que la golpeaba.

Necesitaba llegar a casa, su madre no tenía que preocuparse... no tenía que enterarse.

—¡¿Ivelisse?!

Le fallaron las piernas y se desplomó de la impresión. En cuatro sobre la acera, miró sobre su hombro para ver a Asher bajar del auto de Clyde y venir hacia ella. Mordió sus labios cuando la rodeó con los brazos, un arranque de pánico la abatió haciéndola llorar.

—¿Qué haces aquí? —susurró horrorizada—. No deberías estar aquí... tú no...

—¡Ivelisse, Dios mío! ¡¿Quién te hizo esto?!

Él estaba aquí, su mente lo consideraba imposible, pero sus ojos no mentían. Asher no paraba de tocarle la cara y acariciar sus mejillas, vio como sus dedos se manchaban de sangre. Su sangre. Un escalofrío subió por su columna, volvió a negar mientras luchaba por ponerse de pie y demostrarle que no había ningún problema.

—Estoy bien. Me daré un baño y...

—¿Qué mierda estas diciendo? Te llevaré a un hospital ahora mismo.

No, eso no. Otra vez no.

Asher la cogió de la cintura para ayudarla a levantarse, pero ella usó toda su fuerza para precipitarse hacia abajo y que no pudiera moverla. Peleó con todas sus fuerzas, el dolor se intensificaba tanto como para gritar.

—No quiero ir al hospital. Estoy bien, estoy un poco mareada... necesito darme un baño y nada más —argumentó con las lágrimas derramándose por su rostro.

—¡Ivelisse tienes un golpe en la cabeza y esta sangrado! —exclamó él furioso.

Se quedó quieta, por eso la gente la miraba extraño.

—¿Eh?

—Tienes un golpe en la cabeza, tu pelo está cubierto de sangre y todo tu rostro esta amoratado. Vamos a ir al hospital ya mismo, estés de acuerdo o no —aseguró el hombre con sensatez.

La noticia la heló, su piel se enfrió y se convirtió en una muñeca que manos ajenas zarandearon a gusto, alcanzó a ver a Clyde cuando la subían al auto, no obstante prefirió guardar silencio más por el estado de su corazón que por ser desdeñosa. Acurrucada en el asiento trasero deseó ser invisible, cedía rápidamente al sueño nuevamente. Cerró los ojos mientras el coche avanzaba en dirección a la institución de salud donde la atenderían, le daban miedos los hospitales desde que tenía ocho años y los médicos la hacían sentir insegura, analizada y sospechosa. Ellos preguntarían lo ocurrido porque era su trabajo, pero ella no quería contarles.

Su mamá se enteraría, lloraría y su salud se vería afectada. Enfermaría más por su culpa.

Llorar se transformó en su lenguaje, batalló un rato para negarse y perdió a la congoja de lo terrible de ese día. Tapó su rostro para que no la vieran. Pasaron por un bache y se golpeó la cabeza contra la ventanilla, reprimió el grito que la atravesó como una bala.

El cansancio le nubló la visión.

—No le digan a mi madre, se preocupará y todo empeorará.

La voz de Asher vino desde lo desconocido.

—Está bien, todo te parecerá mil veces mejor cuando te atiendan. Estarás bien.

Tuvo tantas ganas de decirle que no estaba bien.

Las horas corrieron lento como si se duplicarán, los médicos le suturaron el corte en la cabeza —más pequeño de lo que esperaba para semejante sangrado—, y le realizaron una variedad de análisis clínicos donde corroboraron que había sufrido: una lesión cerebral traumática leve, una encefalopatía traumática crónica y detectaron un síndrome de lesión cerebral repetitiva. Además de la intensiva sesión de preguntas a las que respondió mecánicamente.

Le recomendaron que se quedara bajo revisión por esa noche, pero contradiciéndoles optó por regresar a su casa. Dios, la ansiedad la mataría sino se metía en su adorada cama y desaparecía unos días envuelta en sus sábanas.

Decidió que tomaría un taxi para regresar, una enfermera registró su salida en el lobby y leyó las recomendaciones que el doctor había escrito en un papel mientras salía al exterior... Asher la esperaba recostado sobre la puerta trasera del auto de Clyde, sus miradas se fusionaron y hubo una construcción de un castillo de las palabras de un diccionario de silencios entre ellos.

Él era como la magia, la invadía y la llenaba para después desvanecerse, abandonándola con la pregunta de si era real o la definición de una ilusión efímera.

—Te dije que podías irte cuando me atendieran —acusó ella.

—Lo hiciste.

—Y aun estas aquí —señaló.

—Sí, lo estoy y te llevaré a casa —contestó abriendo la puerta del copiloto.

—¿Clyde? —preguntó al no ver al hombre.

—Regresó en taxi, me prestó el auto para llevarte.

Ivelisse no discutió, caminó directo al interior del coche y un alivio le cosquilleó el pecho cuando oyó el motor encenderse.

El viaje fue una línea vacía de sonido, apreció que no la presionara para contarle lo que pasó, aunque sabía que llegaría la hora de decirle y asumir que se sentiría patética al hacerlo. Tardaron bastante en llegar a su vecindario, pero inesperadamente Asher estacionó a una calle de su casa y apagó el vehículo, permanecieron callados en sus asientos con esa incomodidad paradójicamente afín que se desprendía en la atmósfera que los rodeaba en cada ocasión en la que eran el único espectador el uno del otro.

—¿Puedo ver? —indagó él refiriéndose a las notas médicas que ella arrugaba contra su regazo.

Se los tendió con un nudo en el estómago, organizó mentalmente lo que depararía de su explicación para no tornarlo largo.

—Síndrome de lesión cerebral repetitiva... ¿Te ha pasado antes?

La boca se le secó. Y él decía que ella hacía preguntas peligrosas ¡Ja! ¡Ironía!

—Un accidente hace años, es todo — rehuyó ella a responder.

—No suena como si fuera todo —dijo entregándole los papeles.

—¿Qué quieres sabes, Asher? No voy a contarte mi vida luego de la mugrosa noche que tuve —bramó molesta. Los nervios la hicieron sudar y el interior del auto le resultó sofocante—. Gracias por todo, buenas noches.

—¿Qué?

Quitó el seguro y abrió la puerta del coche, apenas había sacado una pierna que la mano del novio de su prima le sujetó el brazo.

—Espera, por favor.

—Déjame bajar —ordenó con calma.

—Escúcheme, Ivelisse. No pretendía hacerte enojar, háblame aunque sea un minuto ¿Por qué no dejas de escapar?

—¡Cállate! Déjame ir... necesito estar sola... ¿Por qué no te fuiste? ¡Tú no tendrías que estar aquí!

Dios, estaba siendo una mierda con él.

—¡Ya lo sé, Erin me llamó para pedirme lo mismo y debería de haberme ido, pero no pude hacerlo! ¡Le dije que me encargaría de que regresaras a salvo! —reveló Asher con una voz gutural. Ella lo observó atónita—¡Algo me empujó a buscarte y luego solo quería quedarme! ¡Quería esperarte y quería ver cómo te recuperabas!

Incoherentemente sonrió, dolió y aun así sonrió como si nada la lastimara o como si las palabras de este hombre no la hicieran sentir... importante.

—Está bien, te entiendo. Lo siento, es mi culpa... no debí hablarte así —dijo con una sonrisita curvándole los labios.

Él frunció el ceño, en sus ojos brillaba un sentimiento más allá de la ira.

—¡No hagas eso! Deja de actuar como si pudieras con esto y, por Dios, ¿puedes dejar de sonreír? ¡No tienes motivos para sonreír! ¡Te lastimaron e incluso dijiste que te sientes culpable! ¿No te sientes mal? ¿Por qué carajos estás sonriendo? ¿No deberías estar asustada o impactada? ¡Yo me volví loco cuando supe que no aparecías por ningún lado! ¡Estaba aterrado! ¡¿Por qué tú estás bien y yo no?! ¡No lo entiendo!

Algo se rompió. Una fractura pequeña en su pecho que dejó escapar todos los dolorosos recuerdos y pensamientos que prefería mantener ocultos detrás de sus sonrisas, de la máscara de una hija, sobrina, prima y persona feliz. Hacía mucho que no era feliz.

"Melancólica".

—Perdón... no quise desquitarme contigo —se disculpó destruida—, es que de repente todo está malditamente mal... es un desastre. Fui a una cita de la que no recuerdo casi nada y lo que recuerdo es una pesadilla, me siento sola, me preocupa qué va a ser de mi vida y me estresa la situación con la bruja de Nessa. Me da miedo el futuro. —Lloró desalmada con la nariz chorreando de mocos—. Quería intentar cosas nuevas... conocer gente nueva... deseaba olvidar que la única persona que me ama va a morir en cualquier momento, pero siento que me ahogo; quiero gritar y llorar... yo... perdóname por gritarte.

Asher la soltó y bajó del coche en un parpadeo, dio la vuelta hasta quedar frente a la puerta del copiloto donde ella estaba. Parado allí delante de su vulnerable ser parecía más alto que de costumbre, le extendió la mano y como una tonta no se negó a tomarla. De repente, la consumía entre sus brazos.

Abrazados en la calle. Dos idiotas que vivían el día a día. Dos estrellas desconocidas convertidos en un deseo fugaz de encuentros y desencuentros.

—Respira, yo estoy aquí —contestó él, puso una mano sobre su espalda y con la otra la acercó por la cintura.

Ivelisse lloró todo lo que quiso protegida por su abrazo. Más tarde, los dos estaban sentados en el capo del vehículo contemplando la inmovilidad del vecindario en que residían a altas horas de la madrugada.

Él habló con parsimonia:

—Escucha, no quiero presionarte, tú tienes la capacidad de hacerme hablar de mis problemas sin siquiera darme cuenta, exceptuando cuando te conocí... nunca me dijiste si algo te duele. Hoy desapareciste por horas, te encontramos perdida en las calles terriblemente golpeada y ahora sé que tuviste una conmoción cerebral. Quiero saber si estás bien.

Ella desvió la mirada hacia el piso y sollozó.

—¿Podemos dejar de decir "estás bien"? Nada lo está.

—Okey, eliminaré esas palabras de mi vocabulario mientras estemos juntos.

Asher tocó su hombro, giró el rostro hacia él y cerró los ojos cansada para comenzar la historia:

—Durante la cita TODO fue mal, era un hombre desagradable y vulgar que solo sabía compararme con sus compañeras de trabajo. En algún punto empezamos a insultarnos, nos pidieron que saliéramos del bar porque los demás clientes se sentían incómodos y pude darle gracias al universo de que me salvara de seguir odiando a ese hombre, pero él me persiguió fuera, estaba obsesionado con que no le dijera a Erin y empezó a asustarme, no me dejó coger mi bicicleta así que traté de irme a pie. Yo... no sé bien que pasó luego... la mayor parte de eso es borroso, terminamos en el callejón y de repente estamos peleando. Me arrancó el cabello y yo le mordí la mano, fue ahí donde me empujó... me golpeé la cabeza contra el contenedor he imagino que se asustó cuando vio que sangraba. Se fue corriendo y yo me quedé sentada allí, no sé cuándo perdí la consciencia... el resto ya lo conoces.

—Ese hijo de puta —escupió él indignado.

—Lo denunciaré en la mañana.

—Sí, tienes que hacerlo... ese pedazo de mierda podría haberte matado. Te dejó herida entre la basura como si fueras desechable —murmuró entre dientes.

—Asher, no necesito que le agregues leña al asunto. No quiero pensar en eso por un rato ¿Sí?

Él asintió.

—Llamé a Moira para decirle que te llevaría a casa.

—Oh, no...

Su respuesta lo confundió, fue notorio por la mueca que hizo con la boca.

—Tiene que saberlo, es tu madre y vas a necesitar que alguien cuide de ti las próximas horas. Lo que pasó no es un juego —musitó con seriedad.

—Dime algo que no sepa, Asher.

—Ivelisse, no quiero que lo tomes como un insulto, menos después de lo que pasó, pero estas comportándote como una imbécil.

¿Para qué decirle que no? Era verdad.

—Lo sé. —Se cubrió la cara con las manos—. Lo siento, es... que todo es una mierda.

—Claro, si dijeras lo contrario estarías loca.

Sonrío sinceramente.

—Yo no quería preocupar a mi madre, su salud NUNCA ha sido buena y esto de seguro lo complicará todo.

—No puedes evitar que cosas malas ocurran, es el orden natural del mundo.

—Pero puedo alejarme del mundo para evitar lo natural.

—¿Qué quieres decir?

—La primera vez que mi madre fue internada tenía nueve, su estado de salud era muy grave y hasta un resfriado podía dejarla en cama meses. Era habitual oír a los doctores decir: no creemos que pase de esta noche. Empecé a enfocar mi vida en ella, dejé de salir con mis amigos y ellos dejaron de invitarme, con los años fue más fácil rechazar a los demás que jugarme los últimos minutos con la mujer que me dio a luz. Después de ella y de Erin no tengo a nadie.

—¿Qué harás cuando Moira muera?

—No tengo idea.

El silencio colmó sus labios.

—¿Quieres volver? —preguntó Asher.

—Aun no, estoy pensado como le diré la verdad. ¿Podemos quedarnos un rato más?

—Claro, no tengo prisa y no me iré a ningún lugar.

Bạn đang đọc truyện trên: Truyen2U.Pro