Se consideraba alguien deleznable, destinado al desprecio.

Se dio cuenta de ello mientras divagaba a media madrugada en su habitación, indagando entre sus escritos algo medianamente decente, porque desde hace días estaba dudando mucho de su capacidad para plasmar ideas en dulces y poderosas palabras.

Gimió de frustración mientras que sus ojos se humedecían al leer in relato de hace semanas. No por las emociones que transmitía, fue más porque no logró sentirse a gusto con la redacción .

Sentía como si había perdido toda su vida escribiendo oraciones sin sentido, creyendo en un talento que no poseía.

¿Qué era lo que hacía? No pintaba, no dibujaba, ¿cuál era su talento? Podría decirse que cantar, pero había alguien llegaba a notas altas con mayor facilidad. ¿Bailar? Ni en broma. Y ahora, veía que escribía terrible.

Quiso hacerse evanescente, había una gresca en su mente que oprimía su pecho sin piedad, de una forma inexorable.

Tiró la carpeta al suelo con un quejido, jadeó en busca de aire porque sentía que su respiración se agotaba.

Quería esfumarse, desintregrar su lamentable existencia.

Todo pronosticaba algo fatídico, y eso destrozaba su frágil salud mental.