❄︎ | chapter 10: cosmic love sighting

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libro uno: venganza en la oscuridad
capítulo diez: avistamiento de amor cósmico
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🌟 Fiesta de Invierno, Pequeño Palacio, Os Alta, Ravka Oriental

MORIR ERA MENOS DOLOROSO, había sido la opinión que predominaba en la mente de Darya desde que conocía lo que era la tragedia. Más fácil habría sido que al desmayarse, luego de fallar en perseguir el carruaje en el que secuestraban a Markov, no se hubiera despertado nunca más. Así no sentiría la revolución de emociones que la persiguieron por el resto de su vida, estaría muerta como el resto de su familia y no tendría que sufrir la devastación de ser la única Starlington con vida.

Esa idea solo se reforzaba en una fecha específica. El mismo día en que había visto la Finca Starlington en llamas, el mismo día en el que el Darkling la había salvado de perder el control, el mismo día de su cumpleaños número veintitrés. Marcando quince años desde el instante en el que su corazón solo siguió latiendo porque era alimentado por el agrio sabor de la venganza, cuyo apetito amenazaba con devorarle el alma. Si alguien más estaba enterado del significado que esa fecha tenía para ella no se lo hicieron saber.

¿Por qué en vez de quince años parecía que todo había ocurrido hace quince segundos?

Esa mañana se había despertado con los gritos desesperados de Markov, las súplicas de Yelena y los llantos de Galina como si los fuera a tener frente a ella al abrir los ojos. Su mano acarició el tatuaje y la marca de nacimiento en su brazo cada pocos minutos, en reemplazo de su corazón impulsado a continuar por motivos siniestros. Las iniciales unidas cual constelación en su brazo solo le recordaban la paz antes del caos en el que se había convertido. Darya había querido inventar una excusa para no asistir a la fiesta de invierno de esa noche, allí no se salvaría de felicitaciones y pésames a la par y temía perder su autocontrol y causar una crisis internacional. Sin embargo, se había prometido que no dejaría sola a Alina, y Genya fue contundente cuando fue a ayudarla a prepararse: Ledi Zvezda iría o la Invocadora del Sol no controlaba un solo haz de luz.

Por lo tanto, solo una puerta separaba a Darya de los emocionados invitados. Sus vitsaniki habían insistido en acompañarla durante su entrada, pero ella les ordenó que se dispersaran y disfrutaran de la fiesta. Necesitaba estar sola, pensar con claridad, controlar la tormenta que se agitaba con impaciencia en su interior. Se había preparado mentalmente para este momento durante semanas y aún así sus manos tardaron en soltar el mango de su daga al abrir la dichosa puerta, llamando la atención de las personas cercanas. De todas formas, ella no era la atracción principal esa noche, sino Alina Starkov y sus milagros.

Su singular kefta azul grisácea estaba abierta para enseñar su vestido negro sin mayor decoración, al igual que su cabello suelto sin ningún broche. Lo único que resplandecía eran los bordados plateados de estrellas en su kefta y el pomo del león de plata en su daga. Darya no miró a los ojos a nadie, solo avanzó por el espacio que los invitados habían desocupado para abrirle el paso y decidió que esperaría en el sitio por el que entraría Alina. Debería saludar a los Reyes, pero no se hallaba de humor para lidiar con ellos esta noche y dudaba que les importara demasiado que la temperamental Ledi Zvezda los privara de su presencia.

Una ráfaga de azul pasó a su lado y Darya se encontró enfrentando a una ceñuda Zoya. Le había enviado una carta para pedirle especialmente que asistiera a la fiesta y le permitía regresar al Pequeño Palacio con la condición de que le demostrara que su actitud había mejorado. Darya la veía tan seria como siempre, pero esperaba que no le diera motivos para echarla de nuevo.

—Zoya —la saludó, decidiendo no hablar de su última discusión justo hoy.

—Ledi Zvezda —fue su escueta respuesta, aunque en sus ojos titilaba un sentimiento ajeno al resentimiento.

Darya sabía que Zoya estaba al tanto de la relevancia de ese día para ella. Podría estar enojada porque Darya la había obligado a irse del Pequeño Palacio, pero no se metería en una acalorada discusión justamente en esta noche.

—¡Darya!

Por los Santos. La suerte no estaba del lado de Darya ese día, eso era lo único que tenía claro mientras observaba con desprecio a Narkissa y Samuil Vasilyev, quienes se acercaban a ella con la única intención de arrojar sal en su abierta e inflamada herida. Zoya le susurró algo que no alcanzó a oír y se fue antes de que la comitiva de serpientes venenosas llegara. El único consuelo de Darya era que Zaria se hallaba hablando con otras vitsaniki un poco más lejos y no había señales de Edmon.

—Feliz cumpleaños, querida —la felicitó Narkissa con una sonrisa forzada que Darya no se gastó en copiar.

—Su presencia le sacó todo lo feliz que podía tener —dijo sin ocultar el odio que los tres conocían más que bien, estas amabilidades falsas no engañaban a nadie—. Al menos espero que hayan puesto buenas defensas en Veztbrot antes de venir a pavonearse a Os Alta.

—Tranquila, Darya, no se repetirá lo que ocurrió hace... catorce..., no, quince años, ¿no? —preguntó Samuil con una duda fingida y una predisposición a dañar que arruinaba su fachada preocupada—. Mientras no haya Starlingtons pisando nuestra ciudad, ningún enemigo nos enfrenta con la seguridad de la victoria. Por eso tú no estás allí.

Los vientos que azotaban las ventanas de cristal querían atravesarlo para alimentar la indómita furia que se estaba gestando en el pecho de Darya. Los quería ver muertos, deseaba que un equipo de fjerdanos invadiera Veztbrot y solo acabara con ellos, pero sabía mejor que nadie que así no era cómo funcionaban las guerras.

—Los enemigos de Veztbrot son los que están en el poder —espetó apretando sus manos detrás de su espalda para que ninguno de sus movimientos terminara con un vendaval descontrolado—. Y si tengo que matarlos de igual manera que a los Drüskelle lo haré sin dudar.

—¿Es una amenaza, niña? —cuestionó Samuil en susurros furiosos a la vez que su esposa comprobaba que nadie los estuviera escuchando.

—Sí.

—Si intentaras atacarnos como esos bárbaros, recibirás su mismo trato por parte de nuestros soldados.

—¿Hablas de los soldados grisha que me obedecen a ? —la sonrisa de Darya estaba desprovista de alegría, en ella solo residía el rencor y el reflejo de la ira de los Vasilyev—. ¿Te refieres a los Inferni que ayudan a evitar avalanchas en las montañas? ¿Los Agitamareas que manejan el cauce de los ríos para su conveniencia? ¿O los Alkemi que comprueban que las aguas afluentes de Fjerda no vengan contaminadas? Porque si todos ellos están allí es porque yo lo ordene, y la única razón por la que no los llamo de regreso es por mi ciudad y mi gente.

—¡Nada de Veztbrot es tuyo! —exclamó Narkissa, enseñando el repudio que le había costado un rato dejar salir.

—Lo es, y más pronto que tarde, ustedes comenzarán a aceptarlo. Sea porque lo entienden, o a la fuerza.

Una mano en el hombro de Darya la detuvo de dar un paso hacia adelante para provocar que los Vasilyev se cayeran al suelo. Apenas sintió el filo de un anillo clavarse levemente en su kefta, Darya adivinó de quien se trataba, sin contar que solo el Darkling podría ser tan molesto como para interrumpirla, tocarla y molestarla durante ese día. Movió el hombro disimuladamente para que la soltara, pero lejos de hacerle caso, Kirigan solo afianzó su agarre.

—Buenas noches, Duque Vasilyev, Duquesa —su muestra de respeto causó que Darya pusiera los ojos en blanco.

Los odiaba a todos y prometía que se encerraría en su habitación apenas la demostración de Alina acabara. No le importaba la cena, solo quería quedarse sola y que nadie la estuviera importunando.

—General Kirigan, es espléndido lo que han hecho con el Pequeño Palacio —lo felicitó Narkissa mientras su esposo continuaba escondiendo su rabia por las palabras de Darya—. En Veztbrot no pueden esperar a que les confirmemos el rumor sobre la Invocadora del Sol.

—Nos iluminará a todos con la verdad en unos minutos —respondió el Darkling con poca emoción pero sin perder el tono respetuoso, como bien mentiroso y manipulador que Darya sabía que era—. Al Rey y a la Reina les gustaría contar con su compañía, yo me quedaré aquí con Ledi Zvezda.

Los Vasilyev no tuvieron que oírlo dos veces antes de despedirse con rapidez y aventurarse hacia los tronos dorados que eran ocupados por los soberanos de Ravka. Parado a su lado, Vasily Lantsov estaba teniendo una conversación con Zaria, que por su rostro no parecía muy entretenida. A Darya el heredero a la corona le daba fiebre, era un adorno más de la fiesta con su expresión vacía y su falta de interés en los alrededores. Si llegaba a ser Reina de Ravka, lo encerraría para siempre en los establos de los caballos con los que tanto amaba apostar.

—Es una fiesta pacífica, Darya —le recordó el Darkling con una media sonrisa que ella no creía poder copiar en toda la noche.

—Ya sé, por eso no me gusta —contestó, quitándole la mano de su hombro como si fuera un insecto que tuvo la osadía de intentar picarla—. La próxima vez que organicemos una fiesta para demostrar poderes, invitemos a fjerdanos para usarlos como sujetos de prueba.

—Excelente sugerencia, como siempre, pero no creo que podamos permitirnos ese plan tuyo.

—Entonces usemos a los Vasilyev, apuesto a que les encantará ser cegados por la luz divina de Alina.

—Dudo que Alina se preste a eso.

Sí, Darya dudaba que Alina prestara sus habilidades para muchas cosas poco nobles, entre ellas usar la Sombra como un arma contra sus enemigos. Estos últimos meses que pasó ayudándola a manejarse en el Pequeño Palacio, a defenderla contra los grisha que la miraban con recelo y a conocer a la chica detrás de la parafernalia que contraía ser la Invocadora del Sol, le enseñaron que no sería tan fácil de manipular como el Darkling pensaba. Alina Starkov no accedería a completar su macabro plan, pero para eso mismo era que habían enviado a buscar al Ciervo de Morozova, para amplificar su luz y para controlarla. A pesar de todo, Darya esperaba que cuando el momento llegara Alina comprendiera sus motivaciones y no tuvieran que obligarla de la misma manera con la que trataban a sus prisioneros de guerra.

—Si deseas irte más temprano, hazlo —la incentivó el Darkling, a lo que Darya alzó una ceja.

—¿Por qué? ¿Tienes un plan malvado organizado para la cena y prefieres no incluirme?

—Sé qué día es.

—Pues me alegro que sepas leer un calendario.

—Darya.

Darya. Darya. Darya.

Por supuesto que el Darkling recordaba esta fecha. En sus ojos grises se agitaba el huracán que había amenazado con destruir la Finca Starlington la misma noche en la que Darya juró que lo odiaría para siempre. Entre ambos se sentía la tensión que permanecía por su charla nocturna, la cual no se había repetido porque ella era muy precavida para no cruzárselo sola de nuevo. Lo detestaba tanto que ya estaba pensando en traicionarlo cuando dominaran Ravka, asesinándolo y quedándose con el trono para ella sola. Después recordaba que él era el único capaz de mover la Sombra y lo descartaba para su pesar.

—Estás más encantadora que una estrella.

Sí, definitivamente Darya lo asesinaría lentamente si no lo necesitara.

—Tú estás igual que siempre, al menos podrías esforzarte en cambiarte la kefta —lo retó, con su odio bullendo con violencia al ver que su sonrisa solo se agrandaba—. Te aborrezco.

—Feliz cumpleaños, mi bella némesis.

Némesis era una excelente palabra para describirse entre sí, sin importar que estuvieran aliados de momento y que tal vez nunca iban a poder separarse por completo.

—No me hables, némesis insufrible.

—Ah, veo que ya están disfrutando de la fiesta.

Ambos se sorprendieron al encontrarse con Alina, quien había ingresado a la fiesta siendo seguida por Genya, que rápidamente se había escabullido entre el resto de los invitados. Darya ocultó su impresión al verla vestida con una kefta negra con bordados dorados que combinaba con la del Darkling, pero la notaba tan contenta que no tuvo el valor de decirle nada. Más tarde o probablemente mañana, Darya la apartaría de las paredes con oídos del Pequeño Palacio y le hablaría sobre los peligros de la influencia de Kirigan.

—Debías entrar acompañada de guardias del palacio —la reprochó el Darkling, aunque parecía conforme con su decisión de atuendo.

—No quería esperar y me parecía mejor hacerlo sola —le contestó una sonriente Alina, recibiendo un asentimiento de aprobación por parte de Darya.

—Fue una excelente idea, después de todo el Sol tiene que estar brillando solo sin que nada obstruya su luz —dijo enviándole una mirada fría al Darkling por su intento de atiborrar a Alina con sus inútiles guardias.

Él iba a decir algo más que seguramente sacaría de quicio a Darya cuando las luces del salón bajaron su intensidad para permitir que se apreciara el fuego. Los gemelos Inferni Pavel y Polina comenzaron a arrojarse una bola de fuego entre sí como si fuera un balón normal. Los invitados observaban impresionados, lanzando suspiros de sorpresa por las llamas siendo manejadas con tanta facilidad. Darya se cruzó de brazos con una mueca que demostraba lo poco que le importaba. Claramente esos hermanos eran predilectos del Darkling, ya que anteponían la demostración de sus habilidades antes que el perfecto control y preparación. Eran unos pomposos que querían que la gente los observara obnubilados, por eso Darya aplaudió bien fuerte cuando terminaron, para que bajaran de las tarimas y no volvieran a subirse.

—Ven. Vamos a mostrarles —le dijo el Darkling a Alina cuando los aplausos y felicitaciones cesaron.

También le hizo una seña a Darya para que los siguiera y lo hizo solamente porque quería, no porque él se lo hubiera pedido. El tumulto les abrió el paso intercambiando susurros de emoción y Darya cruzó miradas con sus vitsaniki principales para que estuvieran atentas ante cualquier movimiento sospechoso. La vida de Alina era más valiosa que todo el oro del mundo y no podían permitir que se viera amenazada.

Frente al escenario, Darya se detuvo quedándose abajo mientras que los invocadores de la luz y de la oscuridad subieron para desempeñar la demostración más importante de todas. Alina miró a Ledi Zvezda con nerviosimo y ella formuló lo harás bien con los labios, porque no solo confiaba en sus habilidades, sino que sabía que la Invocadora del Sol había ganado confianza en sí misma. El Darkling enfrentó al público con sus ojos que ahuyentaban la luz y esperó a que los cuchicheos cesaran.

—Su nombre es Alina Starkov —declaró contra el silencio, pronunciando el nombre que había estado en boca de todos durante meses y del que al fin se confirmarían las verdades detrás de los rumores—. Y nos liberará a todos.

Se bajó del escenario hasta quedar enfrentado a Darya. Sus ojos se cruzaron por un segundo antes de que el Darkling aplaudiera y el salón se sumiera en una profunda oscuridad. Empezaron a haber murmullos de preocupación, eran lo único que Darya escuchaba en la penumbra. Un brazo rozó el suyo totalmente a propósito, a lo que ella le devolvió un sentido empujón para que se alejara. Aunque fue mucho más fácil ocultar su sonrisa cuando nadie tenía chances de verla. Hasta que de repente una esfera de luz nació de las manos descubiertas de Alina, seguida por otra igual que se elevó hasta que fueron unidas con un hilo luminoso. Se transportaron hacia el centro donde nadie que las pudiera perder de vista, tornándose en una tonalidad más blanca que amarilla.

Darya no podía creer que estuviera sonriendo en su cumpleaños, pero la tensión en sus labios le probaba que todo era posible. Ya había visto a Alina conjurar luz, le había aconsejado decenas de veces cómo afianzar su postura, relajar sus respiraciones y modificar sus movimientos para tener un mejor control. Sin embargo esta demostración no solo le maravillaba a la vista, sino que iluminaba las partes de su alma que se habían dejado dominar por las sombras. Le daba esperanza.

Esperanza de que la guerra no sería eterna. Esperanza de que aunque la violencia y los deseos de venganza jamás la abandonaran, al menos no experimentaría de nuevo la devastación de la pérdida en carne viva. La luz de Alina no solo brindaría la paz en tiempos bélicos, también conseguiría que Darya tuviera paz por primera vez en años. En quince años. Y cuando la luz se expandió por completo envolviéndolos en una gran esfera, se giró hacia el único que al igual que ella no estaba siendo iluminado. El Darkling la miró como si supiera, como si estuviera leyendo sus pensamientos y fueran una réplica de los suyos. Era la primera vez que Darya estaba sonriendo enfrente de él, sin ironía, ni sarcasmo. Una sonrisa de verdad.

El hechizo se rompió con el retorno de la luz y el desvanecimiento de las sombras. Darya respiró hondo como si hubiera estado sumergida debajo del agua, volviéndose hacia Alina, que sonreía con sus manos aún juntas en su última posición. La Invocadora del Sol, el orgullo de Ravka. Ahora el resto del mundo sabría con quiénes se estaban enfrentando.

—Sankta Alina.

Darya creyó haber oído mal, pero al examinar a los invitados vio a varios arrodillados en el suelo y a algunos con las manos en sus corazones. De cada uno de sus labios, en múltiples susurros que se mezclaron para formar una unidad, solo emergían esas dos palabras: Sankta Alina. Un ruego esperanzador, un nombre con una devoción que se creía perdida y la promesa de que los Santos no los habían abandonado. Les habían enviado una luz esperanzadora.

El tiempo desfiló sin mayores acontecimientos frente a Darya mientras la gente asimilaba lo que acababa de ver y Alina era bombardeada por preguntas, pedidos de bendiciones y demás cosas que no podía hacer en verdad. Se aseguró de siempre estar medianamente cerca de ella, para asistirla en caso de que algún dignatario de Kerch, Novyi Zem o de la Isla Errante la estuviera incomodando. Darya también tuvo que conversar con algunos nobles interesados en que los vean interactuar con Ledi Zvezda, pero acababa las conversaciones antes de que pudieran enervarla. Es más, estaba a punto de marcharse. La cena empezaría dentro de poco y no tenía pensado asistir considerando lo poco que estaba aguantando las charlas triviales que ni su peor mirada podían evitar.

Buscó a Zoya o a Larissa para avisarles de su partida, pero sus pasos se detuvieron al escuchar la letra de una canción que nunca había oído. Frenó en su lugar, volteándose hacia el escenario en el que se habían instalado unos hombres con algunos instrumentos y la cantante que entonaba aquellas estrofas prohibidas.

La chica estaba cantando su canción. En realidad no era suya, pero hablaba sobre Darya y sus hermanos. Hablaba sobre la ruina de los Starlington y sus terribles destinos. Darya jamás la había escuchado en vivo, la conocía y se sabía de memoria la letra, pero nunca nadie había tenido las agallas de cantarla con ella presente entre el público.

La cantante era rubia, con un peinado medio recogido que le otorgaba una elegancia exquisita, potenciada por su brillante vestido dorado. Sus grandes ojos marrones observaban a los invitados sin temor a sus atentas miradas, aunque una señal de sus nervios podía ser su mano enguantada acomodando un pañuelo del mismo color del sol atado en su cuello. Su voz era comparable con la de las sildroher, criaturas marinas de relatos fjerdanos que utilizaban el poder de sus canciones para hacer magia. Son cuentos con los que se había familiarizado para conocer mejor a sus enemigos, pero Darya llegó a pensar que esta chica era una sildroher que se había aventurado a tierra firme para embrujar a los desprevenidos mortales. Cada vez que entonaba una nota grave, se sentía transportada a la noche en la que su vida se había hecho añicos.

No podía dejar de mirarla y tampoco quería, porque el resto de las personas la estudiaban a ella. Darya era capaz de sentir sus ojos curiosos clavándose en su figura mientras su atención no se despegaba de la talentosa cantante y el embrujo en el que la había inmerso. Cruzó miradas con la chica y pestañeó, escapando del trance. No sabría decir si era tonta o valiente al cantar esa canción en su presencia. Se decidió por la segunda opción al haber transcurrido unos segundos en los que la cantante no desvió los ojos, ni pareció sentirse amenazada.

Amor Cósmico se llamaba la canción. Y amor fue todo lo que Darya sintió al recordar a su familia con cada verso y rima que la chica cantaba.

Solo se percató de que la canción había finalizado cuando una mano rozó la suya con sutileza, pero aún así no dejó de observar a la cantante mientras bajaba del escenario recibiendo unos impresionados aplausos del encantado público. Y al sacarse el pañuelo un segundo para atarlo mejor, el corazón de Darya se detuvo al creer que estaba viendo a un fantasma.

—Darya.

Se dio vuelta incapaz de quitarse esa sensación de reconocimiento y apartó de un manotazo los dedos que el Darkling había unido con los suyos.

—¿Qué? —le preguntó, aunque su mente no estaba envuelta en las sombras con las que Kirigan solía engullirla.

Sin poder contenerse, Darya se volteó hacia el lugar en el que había visto a la cantante por última vez. Para su suerte seguía allí, aunque con el pañuelo colocado de nuevo. Hablaba con Edmon Vasilyev, dándole la espalda, por lo que no le permitía comprobar si se había imaginado o no la mancha de nacimiento en su cuello. Tal vez había sido una creación de su cerebro, podía ser que la canción hubiera activado algo en su memoria, en su duelo, en su dolor. Pero iba a confirmarlo.

Con su corazón latiendo como si hubiera revivido de entre los muertos, Darya abandonó al Darkling sin escuchar lo que le estaba diciendo caminando hacia la cantante con su vida realmente dependiendo de ello. Edmon la vio primero y le susurró algo a la chica, que al instante se dio vuelta para quedar frente a Darya. Si estar tan cerca de la Coronel del Segundo Ejército después de su actuación le dio miedo o la perturbó, ella no lo demostró. Mientras tanto, Darya creía que estaba viviendo el mejor sueño de su vida.

—Edmon —debía ser la única vez que Darya pronunciaba el nombre de alguno de los Vasilyev sin ni una pizca de odio—, ¿por qué no me presentas a la talentosa cantante?

Edmon parecía querer hacer todo menos eso, pero la atención de Darya estaba anclada en ella. Sus ojos marrones la miraban como si estuviera contemplando una tormenta eléctrica a punto de desatarse y Darya la observaba con la misma expresión con la que uno avistaría una estrella fugaz.

—Sí —dijo Edmon con poca seguridad—. Ledi Zvezda, ella es Eleni. Eleni, creo que ya sabes quién es Ledi Zvezda.

—Encantada de conocerte, adoré tu actuación —respondió Darya antes de que la rubia pudiera emitir una palabra—. ¿Me harías el favor de acompañarme para que tengamos una charla en privado?

Los segundos en los que esperó que Eleni le contestara se le hicieron eternos, aunque la cantante no tardó ni tres en sonreír.

—Por supuesto.

Darya podría haber estado bailando en el camino a su estudio. Le había pedido a Larissa que las acompañara y sus pasos eran tan apresurados que su Inferni Principal le preguntó si había ocurrido algo malo. La tranquilizó con un gesto de sus manos, incapaz de explicarle la situación en la que estaban y la razón por la que se iban por unos minutos de la fiesta. Solo le pidió que permaneciera afuera y cerró la puerta cuando Eleni la atravesó detrás de ella. La supuesta Eleni, en realidad, ya que si sus suposiciones eran acertadas la adolescente que la acompañaba tenía un nombre distinto.

No se sentaron, permanecieron de pie y Darya no tuvo la fuerza para atenerse a las formalidades. Temía que se tratara de un sueño y se despertara para repetir ese día una vez más. Temía que la chica fuera una alucinación que solo su corazón roto estaba viendo. Pero más que nada, Darya temía estarse equivocando.

—Tu voz es muy hermosa —fue lo primero que salió de su boca. Era la verdad, aunque no la que quería pronunciar.

—Gracias, Ledi Zvezda —agradeció sin cruzar sus miradas, con sus ojos observando su atuendo para no subir a su rostro.

—Puedes llamarme Darya —dijo para tranquilizarla, sonriendo con normalidad y sin la necesidad de obligar a sus labios a hacerlo—, y creo que tu verdadero nombre puede que no sea Eleni.

Eleni alzó la cabeza y adoptó unos postura completamente distinta. Defensiva.

—No sé de lo que está hablando.

—Espera, déjame explicarte, por favor.

Darya nunca en su vida había rogado por algo. Lo que pedía lo tenía. Lo que ordenaba lo hacían. Lo que reclamaba se lo otorgaban temerosos de haber tardado demasiado. Aún así, Darya rogó para que la rubia la escuchara, para que le concediera la chance de ser feliz sin la necesidad de derramar sangre.

—Debes conocer la historia de la ruina de mi familia, la canción que acabas de cantar fue escrita en forma de tributo a mis padres, a mis hermanos —comenzó con cautela, quitándose la kefta con lentitud para que se diera cuenta que podía confiar en ella y que no iba a atacarla—. Mis hermanos y yo tenemos manchas de nacimiento características en nuestros cuerpos, como la que yo tengo en el brazo.

Extendió su brazo derecho para que Eleni la viera, haciendo un círculo con su dedo para dejar afuera los trazos del tatuaje.

—Markov la tiene en la espalda, Yelena en la pierna izquierda y... y mi hermanita menor en el cuello. Galina.

Y por la impresión en sus ojos, por la manera en la que una de sus manos se apoyó en su cuello, Darya supo que la chica que tenía allí en su misma habitación era Galina. Las lágrimas amenazaron con empañar su visión y se secó con sus puños, dejando que cayeran con libertad por sus mejillas. Llorar, mostrar su debilidad, enseñar cuán rota estaba no era un problema frente a ella. Frente a su hermana. Frente a su hermana viva.

Sé que te costará creerme, tenías dos años cuando todo ocurrió y no debes recordar nada. Pero yo sí lo hago, es mi maldición acordarme de todo lo que ocurrió esa noche. Y es mi bendición acordarme de los momentos de paz que viví con ustedes, contigo. Lo sé, sé que no me crees, pero hazme caso cuando te digo que mi corazón solo está latiendo porque tú lo mantuviste con vida. Tú, Galina. Porque siempre supe que no habías muerto, ni tú, ni tus hermanos. Nuestros hermanos, por los Santos...

—Para.

La voz de Galina detuvo la de Darya. Ledi Zvezda, que si la interrumpían creaba una ráfaga de viento furioso para atacar al culpable, se cayó apenas su presunta hermana pronunció solo una mísera palabra. Quería disculparse por haber hablado sin contenerse, pero prefería esperar a que ella reaccionara. Vio que Galina miró sus manos envueltas en pulcros guantes blancos y se guardó las miles de preguntas que le quería hacer en el mismo sitio en el que escondía sus ganas de abrazarla. Hacía años que no abrazaba a nadie. Hacía quince años.

—Yo... —se interrumpió, frunciendo el ceño hacia Darya como si hubiera arruinado algo—. Yo no soy tu hermana. No tengo hermanos. No... no soy quien crees que soy.

—Solo sé que eres Galina Starlington —dijo con una sonrisa incapaz de ser borrada—. El resto tendrás que contármelo tú.

Galina parecía atrapada en las confesiones de Darya, negando con la cabeza, tocando su cuello y abriendo y cerrando las manos en un espiral sin control. Darya quiso contenerla de alguna manera, pero no era buena consolando personas y lo que menos buscaba era que la expresión desesperada de la rubia creciera. Antes de que pudiera pensar en algo bueno que decirle, tenía a su hermana encima y la envolvió con fuerza en sus brazos sin poder creer que estuviera viviendo esto. Después de los muertos que había dejado a su paso, de los asesinatos que había efectuado sin una chispa de remordimiento y de sus devoradoras ansías de venganza, Darya pensó que moriría como había vivido. Falta de alegría y sobrándole odio. Sin embargo..., aquí estaba Galina dándole con solo un abrazo toda la felicidad que ya no creía que merecía.

Si fuera por ella no se separarían nunca, pero Galina se hizo para atrás y lo siguiente que Darya sintió fue un frío helado perforando su abdomen. Sus rostros estuvieron solo a centímetros cuando Darya vivió con horror el dolor que sufrían sus enemigos al utilizar su daga para acabar con sus vidas. Pero lo que más le dolió no fue que la estuvieran atacando con su legado familiar, ni que la hubieran apuñalado en un lugar del cuerpo en el que la herida podría ser fatal. Lo que más le dolió a la temible Ledi Zvezda fue la persona que empuñaba la daga.

Galina estaba asesinando a Darya.








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RIP DARYA, siempre te recordaremos por querer a tu hermana aunque te estuviera matando😍.

Decirles que escribir el encuentro de las hermanas me dio mil años de vida es poco, ya que escribí todo este cap en un solo día sin poder parar de lo emocionada que estaba. Galina cantando, Darya sonriéndole al Darkling, Darya viendo la marca de nacimiento de Galina, Darya explicándole todo y Galina apuñalándola son probablemente las cosas que más ansiaba escribir desde que empecé con la historia.

Y btw, Cosmic Love de Florence + The Machine es el anthem de los Starlington, está en multimedia y esa es la manera en la que me imagino a Galina cantándola🎤.

Hablando de nuestra apuñaladora, digo Galina, pueden ir a leer Apocalypse para ver su pov de todo esooo.

(Pd: aclaración para quienes se queden preocupados, Darya no está muerta, es nuestra prota, YA VAN A VER).

Love you at midnight, Vic
🖤🖤🖤

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