❄︎ | chapter 15: sacrifice runs in the blood

Màu nền
Font chữ
Font size
Chiều cao dòng

──────────── ✯ ────────────
libro uno: venganza en la oscuridad
capítulo 15: el sacrifico corre en la sangre
──────────── ✯ ────────────

🌘 La Sombra, Ravka
🌑 Día de la nueva ruina

LA PERDICIÓN TENÍA A Darya y Galina en sus garras, y al haberlas atrapado luego de todo este tiempo no iba a soltarlas. Las miraba desde el cielo tormentoso donde los volcra aguardaban a que alguien ingresara a sus dominios, sin haber identificado todavía la intromisión del esquife con ultralight donde un poco más de una docena de personas se habían subido con más de un plan malévolo en proceso.

Darya Starlington observaba los alrededores con una mano en el pomo de león de su daga y la otra un poco levantada con los dedos flexionados, aguardando el peligro que jamás se le alejaba demasiado. El Darkling estaba posicionado a su lado, como era su sitio usual, con Ivan su más leal Mortificador detrás. La única otra persona cerca de ellos era Alina, encadenada al suelo y mirando el cielo con intenciones de mover sus manos y que se hiciera la luz. Ledi Zvezda se volteó para comprobar la seguridad de las personas posicionadas en las velas, las únicas a las que protegería si todo terminaba en caos, además de a la Invocadora del Sol. Zoya y Gavrel, los dos Vendavales bajo sus órdenes, dirigían las velas con el poder de la Pequeña Ciencia, conduciéndolos a un paso lento pero seguro hacia el otro lado.

—¿Preparada para tener tu venganza?

La pregunta del Darkling hizo que Darya se volviera a mirarlo, con una sonrisa monstruosa tirando de sus labios.

—¿ estás preparado, Aleksander?

A Darya le gustaba decir su nombre para verlo temblar, por lo que desde que había admitido conocer su identidad lo usaba bastante seguido. Aleksander le mostró una media sonrisa que exudaba adoración y reprimió la tentación de tomar su mano. Ya habría tiempo para eso cuando su trabajo en la Sombra acabara. Darya retornó sus ojos hacia el exterior del esquife y si los hubiera mantenido en sus espaldas unos segundos más habría visto a cuatro figuras escabullirse hacia la bodega.

Galina Verlaten, o mejor dicho Starlington, no paraba de subir su cabeza hacia la parte superior del esquife. Los gruñidos de los volcra, las pisadas de las personas y la perpetua sensación de la presencia de Darya la ponían inquieta. Como el resto de sus amigos, debía prepararse para la posible pelea que podría suscitarse al bajar del transporte de pesadillas una vez que llegaran a Ravka Occidental, pero ella no tenía nada que hacer. Sus temblorosas manos pintadas de cicatrices no podían sostener ningún arma y su fuego, a menos que la luz de la Invocadora del Sol los protegiera, solo atraería al peligro que sentía reptando por su espalda.

—Esta es una mala idea —decía Jesper mientras limpiaba sus pistolas y cambiaba las balas.

—Creo que es práctica —refutó Kaz haciendo lo mismo con su propia arma.

—¿Qué? ¿Por qué?

—No veo cómo saldremos del barco sin sacar las armas. Entonces, limpiarlas es una buena idea.

—No hablo de esto. Hablo de esto —levantó un dedo señalando el esquife y justo en ese momento se oyó uno de los horribles sonidos que hacían los volcra—. Estamos en el peor lugar del mundo, en un barco lleno de gente que nos quiere muertos, rodeados de monstruos que quieren comernos. Debí traer a Milo.

—¿Quién es Milo? —preguntó Inej con el ceño fruncido, arreglando la posición de sus cuchillos en su traje.

—Su amigo imaginario —intervino Galina sin apartar los ojos del techo.

—La cabra —le contestó el zemeni, herido, dándole una mala mirada a la rubia que ni siquiera lo registró.

—¿Cuántas balas tienes? —inquirió Kaz con premura, aunque su atención se había deslizado hacia la Inferni.

—No suficientes.

El Bastardo del Barril no se molestó en tomar su bastón para acercarse a una preocupada Fatua. Kaz no necesitaba que Galina le confirmara sus emociones para saberlas, aunque su armadura no se hubiera fragmentado él podía ver todo en su postura mucho más rígida de lo normal y sus manos cerrándose y abriéndose sin cesar.

—Galina —la llamó cuando estuvo a su lado, buscando que le devolviera la mirada, pero la rubia no se movió—. ¿Qué pasa? Háblame.

Galina no era una persona supersticiosa. Es más, hasta hacía unos días atrás ni siquiera creía que los Santos existían. Aunque continuaba teniendo ciertas dudas al respecto, al ser una descendiente de Sankta Svetlana un resquicio de fe se introdujo en su interior por una simple cuestión de lógica. A pesar de que fuera bastante ilógico creer en algo que jamás había visto. Pero lo que ocurría era que Galina sentía que algo malo iba a suceder, por eso se negaba a apartarse de las escaleras por si era necesario subir corriendo y pelear, escapar o esconderse.

—Tengo un mal presentimiento.

—¿Los sientes? —preguntó el Darkling en la parte superior, refiriéndose a los volcra que volaban muy cerca de ellos.

—Aún no hay latidos, señor —le respondió Ivan con sus manos en posición.

—Pero se acercan —intervino Alina con preocupación mirando el cielo, esperando que el General hiciera algo—. Debería destruirla ahora.

—¿Y qué puedes hacer sola? —le cuestionó despectivamente, colocando su mano con la parte del asta del Ciervo en su pecho—. Además sería un gran desperdicio de poder.

—Nadie en este esquife va a morir si cooperan —la tranquilizó Darya, aunque le faltaba tranquilidad a su discurso y sus palabras tampoco eran tan amenas—. Y ya tienes que dejar de temerle a la Sombra, no es nada de lo que debamos preocuparnos con tu luz a nuestra disposición.

—Pero si no actúan ahora...

—No te preocupes, Alina. Ninguno de nosotros planea morir hoy.

Cada vez se escuchaban más gruñidos y el batir de las alas se confundían con el movimiento de las velas. Hasta se los podía ver en la oscuridad gracias a los truenos que atormentaban el páramo de oscuridad. La última vez que Darya había entrado a la Sombra fue hacía unos meses atrás, un tiempo antes de la aparición de Alina. Su misión era comprobar en qué términos se encontraban con los líderes de Ravka Occidental, en especial con el General Zlatan. Había vuelto con un particular malhumor y por alguna razón, la Sombra jamás le había causado tanto temor ni recelo. Tal vez desde siempre se había considerado el monstruo más temible de Ravka y no gastaría su tiempo en bestias subdesarrolladas.

—Haz algo —le rogó Alina al Darkling, ya que no podría invocar su luz gracias a la conexión generada por el asta del Ciervo.

Alina intentó levantar sus brazos, pero sin permitirle ni siquiera crear una gota de luz, el Darkling aferró la mano en su hombro para contener sus poderes. Para disimular su repentina acción, Darya imitó el gesto en el otro hombro de la mitad shu y por un momento también creyó sentir el poder de Alina en el centro de su corazón.

—No. Recuerda quién tiene el control.

Bajo el comando del Darkling, un rayo de luz fue expulsado del cuerpo de Alina, creando un vasto túnel que se abría hasta la orilla del oeste. Darya cerró los ojos y pestañeó varias veces para acostumbrarse a la nueva luminosidad, distinguiendo la ciudad de Novokribirsk a la distancia. De esta manera, ni las sombras ni los volcra podían tocarlos.

—Tu poder ahora es mío.

Quien también se tuvo que acostumbrar a la luz fue Galina, quien al notar la retirada de la oscuridad tuvo el instinto de subir las escaleras y averiguar qué estaba pasando.

—¿Bien? ¿Cuál es nuestra jugada? —preguntó Jesper, rozando levemente su hombro con el de la Inferni para que le prestara atención a los presentes y no al desconocido exterior.

—Esperamos —ordenó Kaz, ganándose miradas incrédulas del resto.

—¿A qué?

—A lo que sea que haya planeado el General.

—¿Por qué tenemos que esperar a que ese psicópata haga lo que sea que pretenda? —se metió Galina con los brazos cruzados y golpeando su pie en el piso con nerviosismo—. ¿No se te pasó por la cabeza que tal vez lo que haya planeada puede, no sé, matarnos?

—Espera, chispita, no nos adelantemos a los hechos. Si nuestro querido jefe todavía no nos ha dicho lo más importante: ¿descifraste su plan?

Kaz observó a sus cuervos y con un entendimiento mutuo que habían conseguido con el tiempo, los cuatro se pusieron de pie para formar un semicírculo.

—Aún no —admitió y sostuvo la mirada de Galina para que no lo interrumpiera y le permitiera exponer su razonamiento—. Consideren la situación. La Invocadora del Sol huyó del palacio, ahora está atada a cubierta. Vamos a una ciudad donde otro general ravkano contrató a Arken para matarla. Y vi su cara al abordar. Y la de Ledi Zvezda. Conozco esa mirada. Están consumidos por la venganza.

—La ves mucho en el espejo, ¿no? ¿También será un tema sanguíneo? —la rubia le pegó un codazo y el zemeni rodó los ojos—. Bueno, bueno. ¿Entonces? ¿Qué clase de venganza planean exactamente?

—Requiere a la Invocadora del Sol, lo que la hace valiosa para nosotros. Es la que nos mantiene a todos a salvo aquí. Si la controlamos, estaremos al mando. Debemos amenazar su vida.

—¿Qué? —preguntaron dos voces a la vez.

Galina abrió mucho los ojos, sorprendida por ver que Inej había desaparecido de su lado y estaba apuntando con un arma que no era suya a la cabeza de un chico desconocido con las manos levantadas. Chocó sus pulseras y controló una chispa, escondiéndola detrás de la palma de su mano, fuera de la vista del extraño. No le gustaba la manera en la que miraba a Kaz, como si estuviera a punto de atacarlo. Mucha gente reaccionaba así cuando conocían a Dirtyhands, pero nadie lo había hecho con Fatua cerca para defenderlo.

Jesper sacó su arma al instante.

—¿Quién es él? —preguntó Jesper con una de sus pistolas en su mano y cuando no respondió repitió—. ¿Quién eres?

—Un polizón —habló Inej en su lugar—. ¿Por qué elegiste este esquife?

—Para matar al General, a Ledi Zvezda y salvar a Alina.

Ninguno adivinó los siguientes pasos de Galina, quien de dos zancadas llegó frente al muchacho y convirtió la chispa escondida en un nuevo guante flamígero, colocándolo cerca de su cuello. El fuego iluminó sus orbes, su expresión mortífera, creó sombras debajo de sus ojos que le dieron un aspecto terrorífico. Esa era Fatua, no la que había creado Saksa en el Cirque Hart, sino la que Galina fraguó del otro lado del Barril alimentada por el odio y la necesidad de sobrevivir. Y la venganza, que tal vez sí corría en sus venas después de todo.

—Tu nombre —exigió sin alterar su tono de voz.

—Mal Orestev.

Para darle crédito al tal Mal, el aspecto de Galina solo lo había hecho dar un tentativo paso hacia atrás.

—Mal Orestev, me importa poco si quieres llenar de agujeros el pecho del General, pero te voy a dar un consejo por si quieres llegar a Novokribirsk sin la cara chamuscada: a Ledi Zvezda no la puede matar nadie que no sea yo.

—Si está desprotegida y en ángulo de tiro...

—¿Desviarás tu pistola?

—¡Es peligrosa!

—Yo también —dijo Galina perdiendo su poca paciencia y girándose hacia Kaz—. ¿Puedo matarlo?

Su amigo la miró con una ceja arqueada, acercándose con Jesper detrás.

—¿Conoces a Alina? —le preguntó, ignorando la indignación de Galina ante su tranquilidad.

—Sí.

—¿Quién la controla?

—El General que mataré —le dio una rápido vistazo a la Inferni que lo seguía amenazando con su mano de fuego y Kaz la señaló levemente con la cabeza, indicándole que dijera lo que ella quería escuchar. Debido a eso, agregó con los dientes apretados—, y Ledi Zvezda, quien no será dañada.

—Inej, dale su arma.

—¿Por qué?

—Sí, ¿por qué? —el tono furioso de Galina era todo lo opuesto a la melodiosa voz que utilizaba cuando cantaba.

—Porque si no está con Kirigan, está con nosotros.

—Él no está conmigo si pretende matar a Darya.

Galina bajó la mano cuando Kaz se colocó junto a ellos, temiendo quemarlo por equivocación. Le envió una mirada ofuscada hasta que se dio cuenta lo cerca que estaban y respiró hondo, sin querer retroceder frente a Mal. Quería que tomara en serio sus amenazas, porque las cumpliría si se atrevía a cuestionarla. No era la idea que creyera que Galina era una tonta que se avergonzaba al estar cerca de un chico, porque tampoco había tiempo para explicarle la aversión de Kaz por el contacto físico.

Maldito Kaz Brekker, siempre complicando las cosas.

—Si intenta algo contra Darya lo matamos —le prometió Kaz, conteniendo la respiración y poniendo distancia entre ambos poniendo el bastón entre sus cuerpos.

Galina se volteó hacia Mal, considerando matarlo de todas formas y enfrentarse a la furia de Kaz más tarde, pero el defensor de la Invocadora del Sol asintió. Estaba de su lado. La rubia formó una línea con sus labios y apretaría sus puños si sus manos no se quejaran al respecto.

—Perfecto —aceptó mirando una última vez a Kaz para darse vuelta y regresar a su vigilia cerca de las escaleras.

—Perfecto —dijo Darya admirando la salida de la Sombra desde el extremo de la proa—. Ya estamos por arribar.

—¿Por qué a medias? ¿Por qué solo un túnel? Me tienen a mí. Tienen esto —cuestionó Alina señalando las astas. Darya caminó hacia ella, poniéndose a su lado y observando al Darkling—. Destruye la Sombra. Dijiste que podíamos hacerlo.

—¿Y por qué destruiríamos la Sombra? —le contestó con una media sonrisa digna de un villano, intercambiando una mirada cómplice con Darya—. Es el arma más poderosa que tenemos.

La anticipación dominaba los músculos de Darya, rogándole que se pusiera en acción, que hiciera algo. Sin embargo, no era su hora de actuar, solo debía ser espectadora como el resto de las personas del esquife. El Darkling movería la Sombra, demostraría el poder en sus manos y solo quedaría presenciar cómo todos se arrodillaban ante ellos. Luego llegaría la hora de ver a la pesadilla caer sobre Fjerda y Darya no solo se refería a la Sombra.

El esquife se detuvo a solo centímetros de atravesar la oscuridad y Darya sonrió con malicia al escuchar que los dignatarios comenzaban a preocuparse, preguntándose entre sí por si alguno sabía lo que estaba pasando. Abajo los cuervos se cuestionaban lo mismo, Galina se había sentado en las escaleras tratando de escuchar algo, lo que fuera, que le indicara que estaban yendo por buen camino.

—Una demostración más —la voz del Darkling alcanzó todos los rincones del esquife, incluso donde los cuervos se ocultaban—. Vieron lo que puede hacer la Invocadora del Sol. Ahora miren lo que yo puedo hacer con su poder.

Sus pasos lo condujeron hacia donde se encontraban Alina y Darya. Su mirada gris, casi lúgubre, recayó en la última y los músculos de Ledi Zvezda se tensaron. ¿Qué era eso? La sombra desconocida que asolaba los ojos de Aleksander, la que no estaba ahí en su charla de ayer, ni hacía unos minutos atrás. Instintivamente, Darya volvió a poner su mano sobre su daga sin dejar que él lo notara.

—No sé qué quieres que haga, pero no lo haré —lo desafió Alina, adoptando una postura defensiva para que no pudiera agarrarla.

—Ya hiciste lo tuyo —le respondió sin mirarla, parándose delante de ella y haciendo un gesto para que Darya se pusiera junto a él—. Ahora haré lo mío.

Le extendió la mano como hacía desde esa fatídica noche donde los sentimientos de ambos cambiaron para siempre, esperando que la mujer la tomara como desde el inicio había deseado que hiciera. Darya ocultó las dudas nacidas en su mente al ver su expresión anterior, aguardando unos segundos en aceptarla para analizar la situación. Nada malo iba a pasar, no tenía sentido. Tenía su daga al alcance de sus dedos y el viento putrefacto de la Sombra para ayudarla en caso de emergencia. Desconfiar ahora era lo mismo que tener a la muerte enfrente e intentar correr. Ya era demasiado tarde.

Estrechó la mano del Darkling, uniéndolas para que todos lo vieran y comprendieran que quienes alguna vez se trataron como enemigos ahora eran aliados imparables.

—Darya.

Ante su llamado, se volteó para verse atrapada una vez más en la conexión entre sus miradas. Aquella que los había dominado desde que se conocieron. El azul eléctrico de los rayos y el gris de una estrella sin brillo. Un monstruo mirando a otro monstruo. O eso es lo que querían creer.

—Este es solo el inicio —dijo con una sonrisa agotada, había esperado años, décadas, siglos para ese momento; pero solo enseñaría su verdadera esencia y su extenuante espera a la única persona que lo acompañaría en el camino por venir—. ¿Estás conmigo?

Y Darya, que estuvo sola por la mayor parte de su vida, viviendo a base de venganza, muerte y destrucción, no tenía mucho que pensar, ni varias respuestas que barajar. Este era el inicio y el final. Así que haciéndole caso a la motivación por la que se levantaba todas las mañanas, por la que entrenaba hasta desmayarse y mataba hasta estar bañada en sangre, por la que se esforzaba a respirar y no caer muerta al suelo; le contestó lo que le otorgaría la posibilidad de cumplir la meta por la que seguía viva.

Por sus hermanos.

—Sí.

Solo se necesitó esa palabra para que Aleksander se girara de nuevo hacia adelante y levantara la mano que no estaba unida a la de Darya. La Sombra comenzó a arremolinarse bajo su poder, plegándose y ampliándose para seguir las órdenes de su amo. Al principio, no ocurrió nada, solo se podían presenciar los leves movimientos de los zarcillos de oscuridad desde el otro lado del túnel de luz de Alina. Hasta los volcra estaban inquietos, gruñendo y batiendo sus alas cerca de la luz para moverse según lo hiciera su hogar. El apretón en sus manos se tornó más fuerte. Decisivo. Asfixiante. Y en el segundo siguiente, Darya Starlington se dio cuenta de su error mortal.

Bajo la influencia de Aleksander, la Sombra empezó a avanzar sin detenerse hacia Novokribirsk, donde la gente los esperaba y ahora corría despavorida para escapar de la trampa. Pero esa no era la única trampa de ese día. Darya sentía que la sangre quemaba sus venas como si solo hubiera fuego en su interior, haciéndola soltar un grito de dolor y arrodillarse al suelo. Buscaba aire entre esa sensación horrible de la asfixia y la calcinación, pero solo se cruzaba con más dolor y oscuridad.

—¡Darya! —el llamado de Aleksander no tuvo el mismo efecto que antes y cuando alzó la vista soportando la tortura, lo observó sin una pizca de afecto.

—Tú...

—No, Darya —se negó, arrodillándose a su lado... pero sin detener su control sobre la Sombra ni soltando la mano de la estrella convaleciente.

—¿Qué estás haciendo?

Darya. Darya. Darya.

El tono estrangulado de Darya emergió con dolor no solo físico, sino también mental. Ese no había sido el plan. Ella jamás había acordado que arrojarían la Sombra sobre Novokribirsk, aunque estuvieran contra ellos, Darya jamás iría contra su nación. Había creído que la movería un poco hacia atrás, que la eliminaría creando un agujero para que se viera el esquife a la distancia. No que asesinaría a centenares de personas tomando de su mano, haciéndola cómplice de asesinatos a los que nunca estaría de acuerdo.

—Ellos intentaron matar a Alina, nos quieren abandonar, independizarse. Por nuestro propio bien no se los podía permitir. Tenían que morir. Pero tú...

Darya. Darya. Darya.

Su explicación se interrumpió por un nuevo grito de Darya, más sonoro que el anterior, que alteró no solo a los dignatarios y a los Vendavales que habían estado observando el espectáculo del Darkling con horror. Escapando de sus amigos, una cabeza rubia tapada por un pañuelo se asomó desde la bodega, buscando el origen del grito y subiendo al nivel superior para que nadie le estorbara la vista.

—Eres un amplificador —admitió Aleksander con desesperación, batallando consigo mismo entre cumplir su cometido o abandonar todos sus planes por Darya.

—Me mentiste...

—Todos los Starlington son amplificadores, así es como Svetlana obtuvo los poderes de sus hermanas. Los amplificó hasta que las mataron y se los robó sin quererlo.

—Me estás matando... —Darya apenas podía comprender lo que le estaba diciendo, el peligro que significaba para sus propios hermanos, porque su único pensamiento era la traición—... Aleksander, me estás matando.

—No, Darya, no —lo negó, a pesar de que lo estaba haciendo.

Darya. Darya. Darya.

No soltaba su mano, la unión entre ellos que le traspasaba su fuerza a él, la capacidad de manejar la Sombra con mucha más facilidad de la que tendría por su propia cuenta. El estado de Darya era tal que apenas podía mover su mano libre, ningún viento la salvaría y tampoco resistiría el peso de su daga. Aleksander estaba presenciando la ruina de Darya Starlington y lloraba mientras la veía partir.

—Por favor, resiste un poco más, te lo ruego.

Pero Darya no estaba llorando. Sucumbía de dolor y sin lugar a dudas se estaba encaminando a su propia muerte, pero Darya no estaba llorando. No le tenía miedo a morir, ni a lo que fuera que se encontrara del otro lado, ella ya se había ganado la reputación suficiente como para no temerle a nadie, ni siquiera a la Muerte misma si venía a buscarla en persona. Lo que Darya pensaba era en cómo le explicaría esto a sus padres, cómo les contaría que había fallado de la peor forma en la única cosa que tenía que hacer. Odiaba a Aleksander, mucho peor que antes, porque mientras su sangre hervía matándola lentamente y su piel se fracturaba en fragmentos de sombras; solo se imaginaba asesinándolo y viendo a su alma partir hacia un sitio donde nunca hallara la paz. Sus manos seguían aferradas y sabía que de soltarse todo acabaría, pero le faltaban fuerzas y comenzaba a confundir la oscuridad de la Sombra con los puntos negros en su visión. Un grito desgarrador escapó de sus labios cuando la sangre de fuego se concentró en su corazón, eliminando a la venganza que habitaba en él para dejar lo que siempre había estado allí oculto: desolación.

Darya. Darya. Darya.

Darya estaba sola. Así había vivido y así moriría. Con la venganza abandonándola y todos sus pecados juntándose para torturarla una última vez. Sus oídos también confundían los sonidos, susurros con gritos, sin embargo uno resaltó entre su dolor. Una luz que le dio un respiro de aire fresco por solo un instante.

—¡DARYA!

Galina gritaba su nombre haciéndose oír entre el bullicio de la desesperación y la voz de Aleksander, que tiraba de ella hacia ese sitio común donde su conectaban como nunca lo había hecho con nadie. En el último tiempo había dejado de luchar contra aquel llamado, siguiéndolo sin inconvenientes, por lo que ahora al querer enfrentarse a él se encontró con la resistencia de un ejército. Aleksander la llamaba para que se quedara, sufriendo, desfalleciendo, muriendo en sus brazos. Galina la llamaba para que reaccionara y tomara el sendero de la luz de las estrellas. Las que siempre la guiarían a casa.

—¡DARYA!

DARYA. DARYA. DARYA.

Son estrellas unidas en una constelación y aunque las separen, sus luces siempre se hallarán de nuevo.

En un último acto de fe, Darya destruyó por completo la conexión que la unía con Aleksander, liberándola de la voz que atormentaba su cabeza queriendo dividir su mente para confundir el camino que debía tomar. La destrucción de su lazo consiguió que Aleksander también la soltara en el mundo material, liberando su mano y cayendo hacia atrás, provocando que Darya terminara acostada en el suelo. Pero aunque sus manos se hubieran separado ya no había vuelta atrás.

Darya sentía la vida deslizarse de su agarre de la misma manera que oía la voz de Galina cada vez más lejos. Con todos sus esfuerzos, dio vuelta su rostro para buscarla entre las personas que miraban la escena completamente horrorizados. Vio a Alina luchando contra la cadena para intentar alcanzarla. Un par de vientos rozaron su cara, dándole unos segundos más de respiración pura sin las cenizas que dejaba su sangre. Y avistó una figura blanca en el fondo del esquife. Una luz. Una estrella. Asomándose en la oscuridad. Abrió lo más que pudo los ojos, peleando contra las sombras que querían llevársela y al fin pudo verla.

Galina estaba tapándose la boca, agarrada a una de las paredes del esquife mientras temblaba de pies a cabeza. Al notar que Darya la había encontrado volvió a gritar aunque esta vez su hermana mayor no la oyó. Darya solo escuchaba el sonido de gritos amortiguados, pero no los distinguía y dentro de poco solo escucharía un eterno silencio. Aún con el dolor atenazando su cuerpo y matándola con parsimonia, alcanzó a negar con la cabeza tan imperceptiblemente que solo Galina lo captó. Le estaba ordenando que se quedara donde estaba, que no hiciera nada, que no se arriesgara a que Aleksander la encontrara ahora y se siguiera alimentando de otra Starlington. Que no tenía que hacer nada más que existir para que Darya la amara con lo que quedara de su ser, porque que estuviera allí ya era suficiente.

Y Darya comenzó a llorar, pero no porque se estuviera muriendo, sino porque no había podido salvarla. Galina tendría que volver a Kerch donde alguien le había ordenado que la matara, por lo que no era libre, estaba bajo el poder de una escritura a la que tendría que regresar apenas pisara el puerto. No podría buscar a sus hermanos perdidos, ni vivir lo suficiente para que los cuatro se reencontraran luego de que los separaran haciéndolos creer que estaban muertos. Moriría y se perdería de todo lo que más había anhelado.

Pero ahora tenía a Galina a solo unos pasos y aunque no pudiera pararse, correr hasta ella y abrazarla, haría lo único que su cuerpo le permitía antes de que no quedara nada. Apretando los dientes y conteniendo los gritos, saboreando la sangre en su boca y sintiendo sus extremidades convertidas en fuego, Darya agarró la daga Starlington con sus últimas fuerzas. Desconocía cómo lo estaba haciendo, pero no había tiempo que perder. Todavía con la mirada sobre su hermana menor, Darya sonrío soltando un alarido mientras arrojaba la daga hacia donde estaba Galina, consiguiendo que el filo se clavara a un lado de su brazo. Porque ahora le pertenecía y esperaba que la usara mejor de lo que ella lo había hecho. Era el último regalo que podía brindarle, la única ayuda para su salvación.

Con las imágenes de Galina, Markov y Yelena reproduciéndose en su mente, Darya le mostró al cielo tormentoso una sonrisa que no había salido a la luz hacía quince años. Su brazo cayó inerte a su lado y dio su respiración final, con la esperanza acabando con el rencor. Su cuerpo desapareció en un cúmulo de sombras que se unirían con las que su asesino había creado siglos atrás. En un suspiro, Darya Starlington se desvaneció como si jamás hubiera existido, consumida por su venganza en la oscuridad.
















From sprinkler splashes

to fireplace ashes

I gave my blood,

sweat and tears for this

I hosted parties and starved my body

Like I'd be saved by a perfect kiss

The jokes weren't funny, I took the money

My friends from home don't know what to say

I looked around in a blood-soaked gown

And I saw something they can't take away...






╭────────── ♛ ✯ ♛ ──────────╮
Que tu luz nunca se apague,
Darya Starlington 💜💫🌪

╰────────── ♛ ✯ ♛ ──────────╯



Bạn đang đọc truyện trên: Truyen2U.Pro