V.

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Michelle no salió de la habitación en toda la tarde, cuando llegó la hora de cenar, al ver que no venía, Aiko fue a buscarlo personalmente.

Igarashi estaba preocupado e Imura se sentía como una completa basura, y aunque esas cosas pasaban de Aiko, no se sentía bien que quien se esforzó tanto en preparar la comida de todos pasara hambre.

¡Toc! ¡Toc!

(Sonó cuando Aiko tocó la puerta).

Al ver que no había respuesta, abrió con cuidado para no hacer ruido, en caso de que Michelle estuviera durmiendo, que así era.

—Al menos duermes de día. ¿Qué eres? Un vampiro.

—Ojalá fuera el caso, ellos se la llevan de maravilla —respondió Michelle.

—Es hora de cenar —dijo Aiko, ignorando su comentario—. ¿Comerás?

—No tengo hambre —seco.

—Entendido.

Aiko pretendía salir, pero se retractó apenas lo vio, algo definitivamente se sentía mal para ella. Y cerrando la puerta a su espalda, fue hacia su cama y se recostó boca arriba, mirando el techo comenzó a hablar.

—Lo-ugh-ty-san —se esforzó Aiko por pronunciar, los idiomas extranjeros no eran lo suyo—. Tú, no eres muy fácil de llevar.

Mira quien lo dice. Pensó Michelle.

—Pero no es porque seas un despreciable arrogante —continuó Aiko—, en realidad eres bastante amable y considerado, incluso conmigo, que soy quien te arrastro a todo esto. Tú solo no quieres tener a las personas cerca, no sé la razón y la verdad no me interesa, pero he notado que eres muy honesto con las cosas que te fastidian y es una sorpresa que nadie lo note.

Michelle escucho con gran atención, las palabras de Aiko sonaban casi como una disculpa, aun si era una mala.

—Lamentablemente, eres alguien que destaca, en especial sin esas cosas feas en tu cara, debe ser difícil ahuyentar a tanto entrometido siendo tan brillante. Así es que por eso, me disculpo.

Michelle no podía creerlo, esa mujer se estaba disculpando en verdad.

—Lo siento, en verdad, no fue mi intención romper tus lentes, es obvio que los necesitas para afear un poco tu cara. —Eso no era necesario—. Y lo de la calefacción, viéndote tan abrigado, parece que en verdad la necesitas. Quiero disculparme por eso igual, si sufriera una enfermedad crónica y alguien se metiera conmigo por ella, también me habría encabronado.

Un silencio cómodo quedo entre los dos, satisfecha, Aiko se levantó y cuando iba hacia la puerta, Michelle se incorporó y dijo:

—Yo también me disculpo, Yamamoto-san. Soy débil ante el frío, y no me gustan las personas, pero no debí decir eso. —Recordando su triada de insultos—. Soy el menos indicado para ofender a alguien por como luce.

—Estamos a mano entonces.

—Estamos a mano. Y creo que ya tengo hambre —respondió Michelle con una sonrisa ligera.

—Vamos a cenar entonces —dijo Aiko con una suave expresión que impresionó a Michelle.

Ella, es bastante linda. Le hizo pensar.

Con este buen ánimo, ambos fueron a cenar sin problemas. Imura se disculpó con Michelle e Igarashi le aseguró de que no lo dejaría hacer una tontería como esa de nuevo.

Una vez terminaron, el trabajo comenzó. El resultado del show de talentos había dejado a la alianza azul como ganadora, y habían escogido el trekking.

Igarashi junto con el resto guiarían la expedición hasta una zona de camping en una caminata de unas 2 o 3 horas, lo más seguro sería que pasarían allí el día y volverían antes del anochecer.

—Nosotros mismos haremos una parrillada con la carne y hamburguesas que apartó Loughty-san cuando lleguemos, asi es que no deben preocuparse por el almuerzo ni la cena de mañana —informó Igarashi.

—Podemos preparar sándwiches para el desayuno, así pueden llevarse unos para el camino —pensó en voz alto Michelle.

—Eso sería genial.

—El único percance es que Loughty-san, por su condición, no es bueno en exteriores —declaró Igarashi—, por lo que deberá quedarse en los dormitorios todo el día de mañana.

Como si lo hubieran olvidado, el resto quedo pensativo, no querían dejarlo solo, pero debían ir al recorrido para ayudar a los de primero. Con solo leer el ambiente, Aiko levanto la mano y se ofreció.

—Yo me quedaré con él, al fin y al cabo, no soy buena caminando largas distancias, asi es que me quedare con Lough...Lou... —tartamudeo Aiko forzosamente para al final solo decir— Miche...lle-kun.

—¿Miche...lle-kun? —murmuraron algunos.

Igarashi, como buen supervisor, se dio por enterado, era definitivo, ambos se habían arreglado, y eran lo suficientemente cercanos como para llamarse por el nombre libremente. Para Igarashi, eso era ¡misión cumplida! A la tarea que le había dejado Fujiwara-san de vigilarlos de cerca.

—Ok, con eso listo...

Una vez acordaron el orden de los grupos, la distribución de carga en las mochilas y qué cosa debían o no llevar, todos se despidieron para preparar sus mochilas e irse a dormir. Cuando Igarashi estaba dando su última ronda de guardia antes de cerrar todo, Aiko se le acercó y le pregunto una cosa que llevaba pensando desde la tarde.

—Igarashi-sempai, tengo una consulta que hacer.

—¿Qué pasa Yamamoto-san?

—¿Es obligatorio que nos quedemos en los dormitorios? ¿Quiero decir, si ustedes van a ir a caminar? ¿Cree que podríamos bajar al pueblo por unas horas?

........................

Luego de una larga noche insomne, en la que ni Michelle ni Igarashi pudieron dormir, otra vez. Las alarmas sonaron temprano, el desayuno fue preparado con rapidez y las mochilas cargadas sin problemas, eran eso de las 9:30 am. cuando el grupo salió a su excursión dejando a Aiko y Michelle en los dormitorios, fue en ese momento, justo cuando este terminaba de lavar los cubiertos, que Aiko le sorprendió en el comedor.

—Lo-ugh-ty-san, alista una mochila —dijo seria y optimista-, nosotros también saldremos hoy.

—¿Qué?

—Ayer pregunte a Igarashi-san si había algo que pudiéramos hacer y dijo que si seguimos por el camino unos 15 minutos encontraríamos la parada del bus que nos lleva hasta el pueblo. Es poco menos de una hora de viaje, y como es otoño de seguro habrá algo que hacer, ya he empacado sándwiches para almorzar.

No era bueno, Michelle había visto en la mañana unas peligrosas nubes grises cargadas en el horizonte, aun si era soleado, el clima en otoño era impredecible, por lo que su plan para el día era quedarse dentro, ordenar sus maletas para no olvidar nada puesto que mañana era el último día, cocinar omelette de arroz con hamburguesas en el almuerzo e intentar conversar con Aiko.

En los dos días que llevaban allí no había hecho más que trabajar, apenas había tenido tiempo para redimirse con Aiko y si quería comprobar sus sospechas respecto a si ella era realmente la mujer con quien había juramentado 5 años atrás, debía encontrar la forma de que hablara sin asustarla, después de todo, Aiko era solo una humana, no podía simplemente saltarle encima y preguntar:

«De casualidad, ¿tú tienes mi escama? Sí, yo soy el Ryūjin mestizo que salvaste, ahora necesito mi escama para no convertirme en un monstruo, por favor».

A su suerte, al ser los únicos en un edificio vacío que ni siquiera tenía televisión, no había mejor excusa que el aburrimiento para socializar.

Así, para cuando el resto llegara entrada la tarde, ya tendría el misterio resuelto y con suerte su escama devuelta, solo quedaría cenar e ir a la cama para mañana volver a casa, ¡al fin!

No importaba que tan alterada estuviera la realidad de Michelle, incluso a él le sorprendió lo simplista y optimista que estaba siendo con algo que llevaba ¡5 años agriándole la vida! Así es que el paseo de Aiko no hacía más que derrumbar su torre de naipes.

Por lo que, en simple palabras, Michelle no quería salir, no quería correr ningún riesgo yendo afuera, tampoco veía caso en pasear por un pueblo cualquiera a mediados de septiembre.

Michelle estaba decidido a rechazar la propuesta de Aiko, sin embargo, eso podría ser contraproducente también, si se enojaba y se quedaba no querría hablar con él, y si no se quedaba y se iba por su cuenta, perdería su oportunidad.

Por su puesto, Michelle medito todo esto tan rápido que casi quema su cerebro, lo que no le dio el tiempo de ver lo avergonzada que estaba Aiko, ni notar el leve sonrojo en sus orejas o el tamborileo nervioso de sus dedos.

Para ella, su salida a pasear sonaba como una cita, aun cuando esa no fuera su intención. Lo único que Aiko quería era compensar a Michelle bajando al pueblo y comprar unos lentes que le quedaran. Que llevaba un tiempo pensando en que los que usaba no eran recetados, ya que no parecía tener problemas para leer las pequeñas etiquetas de los condimentos ni para ver de lejos cuando lo llamaban.

Estaba segura de ello, por lo que si encontraban unos, los pagaría ella para así saldar cuentas. Pero el muy estúpido se había quedado en blanco apenas escuchó su propuesta y el silencio solo incrementaba sus nervios. Estaba a punto de soltar la lengua y decir algo inapropiado cuando Michelle contestó.

—Si Igarashi-san dijo que no había problema, no veo por qué no —con una media sonrisa torcida.

¡Aaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaa! No quiero ir. Se quejó Michelle internamente.

—Vamos entonces —respondió Aiko con una mueca igual de fingida.

¡AL FIN! ¿Qué tanto pensaba? Reprochó Aiko mentalmente.

........................

Tal como dijo Igarashi, no les tomó mucho llegar al pueblo, como no era un lugar muy conocido, era relativamente pequeño y con pocas cosas para hacer, pero lo suficientemente grande y apacible como para pasear un par de horas.

—Y, ¿qué quieres hacer? —preguntó Michelle apenas bajaron del bus.

—Pasear por aquí o por acá, comer algo, quizás... vrespondió Aiko como si se lo inventara mientras lo decía, que de hecho, así era.

¿Quizás? ¿Acaso cree que la he seguido hasta aquí para un "quizás"? Michelle realmente no quería salir, y ahora Aiko divagaba probando su paciencia.

Michelle quiso sencillamente dar media vuelta y volver, pero no podía permitirse seguir perdiendo oportunidades, debía descubrir si Aiko era realmente la persona que buscaba. Por lo que dio un GRAN suspiro y vio a sus alrededores, tenía el leve recuerdo de su hermana comentándole que en su viaje de primero, ellos habían bajado al pueblo e ido a un mercado cerca de la plaza central.

—Si esta es la plaza... el mercado debería estar por aquí cerca —murmuró.

Vio en todas direcciones hasta que, cruzando una calle a su derecha vio unos letreros y mucha gente con bolsas de compras.

—Sinceramente, no sé qué se puede hacer aquí —cabizbaja admitió Aiko.

Más Michelle no le prestó atención, pues al momento en que habló, vio a Michelle tomar la delantera y le escuchó decir:

—Por aquí, Yamamoto-san. No sé qué pueda haber, pero es mejor que dar vueltas sin rumbo.

—Claro...

Aiko no estaba muy segura, pero al ver a Michelle a contraluz, de frente contra el sol, creyó ver un leve destello azulado reflejarse desde el cuello alto de su camiseta. Pensó en indagar, pero el cabello casi rubio robó su atención. De alguna forma, Aiko pensó que Michelle era exactamente como el otoño.

Que un árbol pierda sus hojas, no significa que ha perdido su fuerza. Fue una frase que vino a su cabeza. Pues, aun cuando Michelle fuera, bueno, Michelle. Aiko notó por primera vez que sus hombros eran bastante anchos, que sus piernas eran largas y que su estilizada silueta no era la de un hombre débil.

—¿Vienes o no? —preguntó Michelle al notar que caminaba solo.

—¡Voy! —respondió Aiko apresurándose con un pequeño trote.

........................

Michelle agradeció la extroversión de Rei por primera vez en su vida, y a su buena memoria por sobre todo, ya que de no haber sido por eso, el día se hubiera arruinado. Después de todo, el mercado local resultó ser más impresionante de lo que se esperaba.

Para ser un pueblo pequeño, tenían muchos puestos de comidas de temporada como brochetas, masas y pastelillos dulces, jugos y tés frutales, pero comida no era lo único que había, puestos de juegos y trivias para niños, en los que Aiko ganó un gorro de conejo con orejas que se mueven, y Michelle, para impresión de todos, dio con el premio mayor en el tiro al blanco con escopetas de corcho, un dakimakura con forma de tanuki.

Aiko no podía dejar de reír, el peluche era tan grande que hacía lucir a Michelle ridículo cargándolo de un lado para otro.

—¡Ya basta! —se quejó Michelle.

—Es-es que, ¡pffff! —Aiko intentando contener su risa—. Esa cosa es más grande que tú, no sabía que hacían peluches tan grandes.

—No es más grande que yo —Michelle desviado la mirada porque sabía que era cierto.

—Por supuesto que sí —viéndolo hacer un gesto tan tímido, Aiko no aguanto y estallo en carcajadas burlonas—. ¡Pfff! Ja ja ja. Además, cómo es que eres tan bueno con esa cosa.

—Fue suerte —mentira.

—¿Tres veces seguidas? —Hostigo Aiko—. Admítelo, ¿eres una especie de otaku o qué?

—Ya cállate —sonrojado.

—¡Ja ja ja! —riendo hasta las lágrimas.

—Al menos es mejor que esa cosa fea —señalando su gorro de conejo orejón.

—¿Fea? Oye, es linda, ¡mira!—Apretando las patas del gorro para que las orejas se levantaran— ¡Point, point! Mira cómo se mueven, vamos, anímate. ¡Tanuki-sama!

—¡No me llames así! —Michelle quiso seguir fingiendo que estaba molesto, pero ver a Aiko mientras las orejas de conejo subían y bajaban, era demasiado para él y no pudo evitar reír—. ¡Pfff! ¡Ja ja ja! ¿Qué es eso?

—Ja ja ja. ¡Ves, es lindo! Ja ja ja

Así pasaron el rato riendo y burlándose el uno del otro hasta que salieron del mercado para merendar en la plaza central, fueron hasta una de las bancas y allí, Aiko abrió su mochila y sacó la lonchera con los sándwiches y un termo con té.

—Ten —dijo Aiko, ofreciéndole un sándwich.

—Gracias.

Ambos dieron un par de mordidas y bebieron el té aprovechando que aún seguía tibio.

Era cálido, Michelle no recordaba la última vez que había bromeado y reído así con alguien que no fuera Rei o Daichi. Y aun que él no lo supiera, Aiko meditaba en lo mismo. Ninguno podía creer que la persona a su lado era misma con la que habían reñido hace algo de una semana.

—Bueno, Lou-gh-ty-san —forzó Aiko, cómo odiaba las lenguas germánicas.

Michelle levantó una ceja al ver como peleaba con la pronunciación.

—Realmente sufres con ello —se burló ligeramente Michelle, y tras un largo sorbo de té, sonriente—. Si es muy difícil puedes llamarme Michelle, sin honoríficos, o Mika, es el preferido de muchos.

Frente a la honestidad de Michelle, Aiko respondió igual.

—Si no puedo decir tu nombre, hablarte por un diminutivo se siente sínico.

Michelle comprendió su punto, no dejó de sorprenderle, pero lo entendió, hasta cierto punto, pensó que Aiko compartía esa ruda formalidad elemental como su madre. Y eso le dio una idea.

—Entonces, ¿qué tal Hibiki? —Solo Yuriko okā-san lo llamaba así, por lo que era algo vergonzoso, pero no se sentía mal por ello—. Mi segundo nombre es japonés, no debería ser un problema para Yamamoto-san.

—Hibiki, es un buen nombre. Hibiki-kun. —Le agradó a Aiko—. Y Yamamoto-san es muy largo, mejor solo Aiko.

—Aiko-san será entonces.

Comieron hasta saciar y a pesar de la brisa, Michelle no sentía su temperatura bajar, de hecho, estaba a gusto, a pesar de estar en el exterior.

—Entonces, Hibiki-kun, ¿qué harás con ese tanuki gigante? No creo que quepa en tus maletas.

—No, supongo que no —viéndolo detalladamente—, creo que tendré que llevarlo a cuestas todo el camino de vuelta.

Era un poco vergonzoso, de por sí ya era llamativo sin un peluche gigante en los brazos. Pero si las chicas lo veían...

—¡Ah! Si las de primero te ven con eso morirán de ternura —comentó Aiko con expresión de fastidio—. Si ya te tenían en la mira, esas mujeres... tienes suerte de que nuestros asientos estén asignados. De otra manera sería un infierno.

—Lo sé... —recordar el incidente de la cocina le daban escalofríos.

—¿Y sí yo lo llevo? —propuso Aiko, con una sonrisa malvada—. Pero deberás hacer algo por mí.

—¿Qué... cosa? —dudó Michelle.

Aiko lo vio con esa extraña expresión de premeditación y, distrayéndolo con el típico, ¡mira eso! Sacó su gorro de conejo y se lo puso a Michelle en un solo movimiento.

Descolocado, Michelle tardo en notarlo y para cuando vio a Aiko aguantar la risa, se sonrojo del cuello hasta la frente, rojo como tomate, se tensó por la vergüenza.

—Lo llevaré solo si tú llevas mi premio también. ¡Pff! ¡Ja ja ja! —Se burló entre lágrimas—. ¡Ja ja ja! Pero que ternura, pareces un niño de primaria.

—¡Tú! ¡Eres una bruja malvada! —dijo infantilmente mientras se sacaba el gorro y se lo colocaba a Aiko—. Además, te queda mejor a ti... —murmuró—. ¡Así al menos hay algo que distraiga la mirada de tu fea cara!

Aiko no paro de reír, no se lo creía, que el buscapleitos de Hibiki fuera tan infantil como para llamarla "bruja malvada" o "fea", en definitiva, no solo se veía como uno, sino que también insultaba como un niño de primaria.

Cuando al fin pudo volver a respirar, Aiko secó sus lágrimas y rebusco en su mochila.

—Hablando de mi fea cara, ten. —Ofreciéndole un estuche de lentes a Michelle—. Esto es para que luscas más como esta humilde mortal. Los vi en uno de los puestos, deberían ser tan feos y cuadrados como los que llevabas.

Curioso, Michelle abrió el estuche y encontró unos marcos de lentes con cristales planos como los suyos. Negros, rectangulares y sin una sola decoración, marcos comunes y corrientes.

—Esto. ¿Cómo sabías que llevaba lentes falsos?

—Tu visión es perfecta, estuviste sin ellos dos días y no vi que tuvieras ningún problema —dijo Aiko, haciéndose la astuta para luego admitir que—, además, revisé los que rompí antes de salir, para estar segura.

Michelle sonrió dulcemente al escucharla, no esas risas forzadas o burlescas de antes, sino una relajada y cómoda. Sacó los lentes del estuche y se los probó, le venían perfectos, eran cómodos y ligeros, no se caían al inclinarse y los cristales falsos que traían no deformaban la imagen.

—¿Qué tal se ven? —preguntó Michelle.

—Horribles, como los tuyos —sonrió Aiko.

Esto, se siente bien. Pensó Michelle.

—Entonces, ahora en serio. ¿Qué harás con ese peluche? No te ves cómo alguien que abrace un Tanuki para dormir —comentó Aiko mientras guardaba las cosas en la mochila.

—Se lo daré a Rei —dijo alegre Michelle mientras lo sostenía de frente, viéndolo a la cara como lo haría con un gato—. No lo parecerá, pero le encantan estas cosas, cuando era niña siempre me arrastraba por todo el festival hasta los puestos de tiro al blanco. «Quiero el oso de allí», me decía. Mi papá tiene pésima puntería y a mamá Kaori no le gustan las armas, ni siquiera las de juguete, por lo que solo quedaba yo, y Rei era muy pequeña para darle a algo. Al principio no le daba a nada, pero después de comprar una escopeta de corchos y practicar un año, le atinaba a lo que ella quisiera.

—Ustedes son muy unidos, tu hermana y tú.

Michelle asintió.

Aiko no pudo evitar recordar su pelea, Michelle claramente quería a su hermana, tanto como para querer llevarle un regalo solo porque sí, aun así, las palabras que había dicho ese día fueron... mucho más crudas.

«Me puto encanta que mi hermana menor se convirtiera en mi tercera madre y me trate como un niño. Mira que lindo me va...»

¿Tercera madre? Aiko no se sacaba eso de la cabeza.

—¿Y tú? —Preguntó Michelle—. ¿Tienes hermanos?

—Tenía —respondió Aiko con la mirada perdida—. Mi hermana, Yūka, era 2 años mayor que yo. Ella nació enferma del corazón, hace 4 años que tuvo un ataque fulminante en un viaje escolar. Nadie pudo hacer nada, Yūka simplemente se fue mientras dormía en el bus de regreso a casa.

—Yo. —Michelle no tenía palabras, ni siquiera lograba imaginar cómo se sentiría aquello—. Lo siento.

Michelle estaba más acostumbrado a ser quien permanecía al borde de la muerte que a quien esta del otro lado, por un momento, vio a Aiko como a Rei, como se vería si ese día nadie lo hubiera encontrado, si ese día no hubiera tenido tanta suerte.

—No hay por qué. Fue hace mucho y el que mi hermana se haya ido con una sonrisa, es reconfortante, ¿no crees?

La expresión de Aiko presionó el pecho de Michelle, su doliente sonrisa no solo era asfixiante, era desgarradora. ¿Qué tiene de bueno morir sonriendo cuando dejas a las personas que amas atrás de esa forma?

Yūka-san, eres una irresponsable hermana mayor si haces a tu hermanita poner esa expresión. Pensó Michelle antes de tomar el peluche, dárselo a Aiko y abrazarla con fuerza.

—Tú, ¿qué haces? —Dijo Aiko sorprendida—. ¡Tú no puedes tocar mujeres!

—¡Qué cosas dices Aiko-san, yo solo estoy abrazando un peluche! —Dijo Michelle fingiendo ignorancia—. ¡Vaya, que esponjo es! ¿No es cierto, Aiko-san?

Eres todo un caso, Hibiki. Pensó Aiko.

—Sí, muy esponjoso.

........................

Se quedaron así un rato, Michelle que en un principio pretendía sacarle información a Aiko, desistió y una vez ella se sintió un poco más ligera, le pidió que la soltara.

Un poco preocupado, la dejo ir, solo para verla levantarse de golpe y estirando los brazos hacia el cielo, respirar hondo y pegar un grito de ánimo. Luego, volteo como si nada de eso hubiera sucedido y tomando su mochila, vio a Michelle sonriente.

—Muy bien, Hibiki-kun. ¿Qué opinas de una vuelta más a los carros de brochetas?

Michelle asintió animadamente, sin embargo, al momento en que se disponían a ir devuelta al mercado, la sangre de Michelle se congelo un segundo al ver una gota de lluvia caer frente a su nariz.

—¿Hibiki-kun? —dijo Aiko viendo a sus espaldas al notar que Michelle no la seguía.

—Lo siento, Aiko-san. —Intentando contener el temblor en sus manos—. Pero tenemos que volver, ahora. La lluvia...

El rostro aterrado de Michelle le dijo a Aikotodo lo que necesitaba saber, aun si no lo comprendía, era claro que paraHibiki, la lluvia no era una broma.


Galería de imágenes capítulo V:

1. Caminando por la feria.

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