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Cuando Michelle despertó esa tarde, después de dormir dos días seguidos, se sentía completamente molido. Y lo que menos esperaba ver era a su hermana durmiendo a su lado.

—¿Rei? —dijo extrañado.

Cuando quiso despertar a su hermana, mamá Kaori y su padre abrieron la puerta de su habitación. Completamente perdido, solo pudo decir.

—¿Mamá, papá? ¿Qué hacen aquí?

Ellos, al verlo despierto. No pudieron hacer otra cosa más que llorar mientras corrían a abrazarlo.

—¡Michelle! —a coro.

El alboroto despertó a Rei, quien, al ver a su hermano, hizo lo mismo que sus padres.

—¡Nii-chan!

Con todos encima, Michelle sintió un golpe de calor humano. No recordaba nada después de tomar a Rei de la mano y correr a casa. No sabía cómo había llegado a casa, ni porque estaban todos allí. ¿Acaso algo malo le había pasado?

Eso cruzaba por su mente cuando vio a Yuriko-san en la puerta. ¿Qué tan grave había sido para que Kaasan viajara devuelta a Japón?

—¿Kaasan?

Asombró a todos que la correcta e impasible Yuriko-san abrazara a su hijo con tanto amor. Incluso Michelle quedó sin palabras.

—Sabía que lo lograrías, Hibiki. Sabía que volverías con nosotros. Ya estás en casa, Hibiki, ya estás en casa.

Sus palabras lo conmovieron, no recordaba la ultima vez que su Kaasan había sido tan abiertamente emocional. En definitiva, algo muy malo había pasado esta vez, pero antes de preocuparse, quiso disfrutar el momento, ya le explicarían más tarde la pesadilla por la que los había hecho pasar.

—Estoy aquí, Kaasan.

.........................

Contrario a Michelle, Aiko despertaría sola esa mañana. Sola y en un cuarto oscuro.

Pensando que quizás todo había sido un sueño, se arrastró al baño como una sombra sin alma, dio el agua y se lavó la cara.

Solo cuando levanto la mirada y vio el espejo se convenció de que esta era su realidad ahora. Sus ojos no estaban mal, no estaba alucinando, pues detrás de ella, un aura cargada permanecía latente. No reconocía su forma, pero la sentía parte de ella.

Volteando, vio la escama en su espalda y notó que, entrelazada a su aura, una segunda presencia color turquesa la envolvía, arrastrándose por su cuerpo como una víbora hambrienta.

—Es real —asumió Aiko, aterrada—. Todo es real.

«Tú también eres uno, Yamamoto-san». Las palabras de Yuriko-san eran verdaderas. Pero al recordarlas, no pudo evitar estremecerse.

—Un dragón, esa mujer, era un dragón real. Entonces Hibiki...

«Lo que acabas de sentir se llama «abrumar»... es lo mismo que le hiciste a Hibiki».

—Yo le hice esto a Hibiki.

El aguante de Aiko se vino abajo al recordar una lluvia de imágenes mezcladas que iban desde el rostro aterrorizado de Hibiki, hasta el aura demoledora de Yuriko-san, a su propio reflejo en el espejo. Con todo eso, su ego se rindió y su estómago con él, vomitando entre lágrimas hasta que se quedó sin fuerzas y se desmayó.

¿Por qué me pasa esto? ¡No lo entiendo! —gritó desesperada en su mente.

.........................

Una vez todos se calmaron, Yuriko-san le explicó a Michelle lo que había pasado y lo que había descubierto.

—Tanto Hibiki como Rei asumieron saber lo que era Yamamoto-san.

—¿Qué quieres decir? —preguntó Robert.

—Yamamoto-san es quien tiene la escama de Hibiki. Ella misma me lo dijo.

—¿No es la misma chica que abrumó a Michelle? —dijo Kaori-san.

—Eso es correcto —afirmó Yuriko—. Pero no es una chica cualquiera, no sé muy bien cual será su situación, pero al parecer ella también es un Yōkai.

Al oírlo Michelle saltó de su cama. ¿Aiko era un Yōkai? Imposible. Ella definitivamente era humana.

—¿Aiko-san es un Yōkai? —exclamó sin creerlo.

Al oírlo, Rei lo miro como si mencionara lo obvio. ¿Quién que no fuera un Yōkai podría expresar un aura asesina como esa?

—Fue ella quien te abrumo Hibiki —contentó Yuriko-san—, aun que entiendo tu sorpresa. Hablando con ella me di cuenta de que en realidad no tiene ni idea de lo que es.

Esa si era una noticia nueva para Rei. ¿No sabia que era un Yōkai?

—Fue criada como humana, si su familia es por completo humana, es un misterio para mí que ella sea, al menos en parte, un Yōkai. El mestizaje humano es de por sí complicado, pero no imposible. Si alguna de las generaciones de su familia fue un Yōkai mestizo lo explicaría, pero esa no es razón para que sus genes recesivos se expresen ahora que ya es adulta.

Yuriko-san meditaba en ello cunado Kaori-san interrumpió.

—Es posible si algo ajeno a su cuerpo los obligo a manifestarse, algo como la voluntad de la escama de Michelle.

Era verdad, Aiko-san no había manifestado ningún aura hasta después de que Michelle fuera consciente de que ella era quien la tenía.

—Es mi culpa —Michelle no era tan estúpido como para no entender, después de todo, él también era un mestizo de una clase bastante extraña—. Tuve mis dudas desde el principio, por eso no quise decir nada hasta confirmarlo, pero llegado a este punto.

Con un suspiro, vio a su familia expectante. No había de otra que decir todo.

—No sé que tanto haya dicho Rei, pero la primera vez que me encontré con Aiko-san, terminamos tropezando por accidente y la toque accidentalmente. A diferencia de todas las otras veces, no me repelió. De hecho, su temperatura era la misma de mi sueño.

Michelle miraba sus manos, era casi como si estuviera latente en sus palmas, esos exactos 38.6 °C.

—Eso me hizo sospechar, pero por la sorpresa solo le dije cosas horribles a Aiko-san. Me abofeteo tan fuerte que termine en la enfermería. Quise esperar a que las cosas se enfriaran un poco antes de disculparme, pero Rei hizo las suyas y Aiko-san malinterpreto todo. Fue por esa segunda pelea que nos enviaron a Hokkaidō.

Era vergonzoso, pero Michelle siguió.

—Fue un desastre desde el principio, el primer día, en vez de hacer las paces, estaba tan molesto por tener que ir a un lugar tan frío que peleamos de nuevo. Allí rompió mis lentes por accidente, asi es que solo fue a peor. Las de primero no dejaban de mirarme, hasta me siguieron a la cocina para "ayudarme" a lavar los platos. Una me toco el brazo y me paralice. Por suerte, Aiko-san apareció y las ahuyento. Después de eso fue mejor. Nos disculpamos y todo quedó saldado.

Una sonrisa inusual asomó en el rostro de Michelle, él no lo notó, pero su familia sí.

—Al día siguiente todos salieron de trekking y solo quedamos los dos, mi idea era intentar comprobar mis sospechas, pero Aiko-san se inventó una visita al pueblo de la nada. Por el bien de mi objetivo, me lancé a pesar de que las nubes estaban pesadas. Hablamos de muchas cosas, y todo fue bien hasta que empezó a llover.

Sabía que los preocuparía, y para evitar revelar detalles innecesarios, lo resumió lo suficiente para no parecer sospechoso. Dormir robando el calor de una mujer que llevaba con dos días de conocida no sonaba bien para nadie, menos para admitirlo frente a sus padres y su hermana menor.

—Alcanzamos a llegar antes de que la lluvia me empapara por completo, perdí un poco de calor, pero Aiko-san me cuido y estuve bien. A la mañana siguiente estaba un poco aturdido, y cometí el error que provocó todo esto. Aiko-san vio mi espalda.

Se tocó los hombros como buscando tantear sus escamas. Para Michelle, era una vista desagradable.

—Cuando me preguntó si yo era el «dragón azul» me di cuenta de que ella tenía mi escama, y creo que intente reclamarla, o al menos mi cuerpo lo hizo. Fue entonces que la naturaleza dormida de Aiko-san reaccionó, quizás creyera que era una amenaza, porque lo que vi era una bestia enorme. Salí tan rápido como pude, no fue mucho el tiempo, pero la presión me aplastaba al grado que creí morir. Estaba confundid., ¡Aiko-san es humana! ¿Por qué tendría un aura Yōkai? No podía pensar. La evité todo lo que pude, cuando llegamos vi a Rei y fue como sujetar un salvavidas.

Las piezas se alineaban para Michelle, si lo que su familia decía era posible, entonces Aiko-san era inocente. Un humano despertando un gen recesivo ya siendo adulto solo era posible si su naturaleza era forzada a aparecer.

Siendo un Yōkai mestizo de clase superior tan débil, comprendía el sentimiento de impotencia que eso significaba. Inconscientemente había arrastrado a alguien vulnerable a su mundo, el peso de la responsabilidad punzaba la conciencia de Michelle hasta que vio a su madre con una expresión de pesades, similar a la culpa.

—Kaasan —le dijo a Yuriko-san—, tú solo hablaste con Aiko-san, ¿cierto?

No era bueno, la falta de respuesta de su madre le indicaba lo contrario.

—¿Qué fue lo que le hiciste? —Un sentimiento opresivo se retorció en su pecho.

—No es culpa de Yuriko-oka —la defendió Rei—. Nii-san, yo le dije que fue ella quien te abrumo. Entonces...

—¿Qué fue lo que hicieron? —Increpó Robert, que era lejos el más razonable de todos.

¿Qué era eso? ¿Estaban mal de la cabeza? Aiko-san era humana hasta hace unos días. Sí, ella tenía su escama. Sí, ella era la responsable de abrumarlo. Pero no lo justificaba, nadie en esa habitación sabía lo que se sentía que tu vida se vuelva un infierno por culpa de un accidente.

Que tu cuerpo cambie sinrazón, que ver o tocar a las personas a tu alrededor te enferme. Que tu estabilidad mental colapse más allá de tu control. Era una pesadilla, y si Aiko-san había visto a su madre enojada, un Ryūjin puro, estaría afrontando el shock por su cuenta. Al menos él tenía a su familia para ayudarlo cuando sucedió. ¡Aiko-san estaba sola!

Furioso, Michelle se levantó de golpe y buscando su chaqueta, intentó salir. Su padre lo detendría en la puerta preocupado y alerta. Por primera vez en su vida, Michelle manifestaba una presencia cercana a la de Yuriko-san.

—Michelle, ¿a dónde crees que vas? —dijo Robert atravesándose en la puerta.

—Papá, muévete. —El sentimiento de antes no paraba de crecer, enroscándose en su pecho—. Aiko-san vio de frente a Kaasan, sabes lo que significa. Ella es humana aun, no sabe nada de este mundo. No puedo dejarla sola en ese estado.

—Lo sé bien, pero Michelle, si te ve puede que solo sea peor. No eres tan fuerte como para pelear contra un mestizo acorralado. Además, acabas de despertar. ¿Planeas saltar de la sartén a las brasas?

¡Maldita sea! ¿Por qué tenía que ser cierto? Michelle sabía bien cuan débil era. Aun así, no podía tolerarlo. Esa impotencia lo mataría antes que cualquier aura.

—¡No me importa! Por mi culpa Aiko-san está...

De pronto, un latido recorrió el cuerpo de Michelle. Su corazón se oprimía y una punzada lo atravesaba desde la espalda al pecho. Era su escama. Lo llamaba.

El dolor fue tal que cayo de rodillas al piso. Su padre alcanzó a recibirlo antes de que su cabeza chocara contra el marco de la puerta.

—¡Michelle!

—Duele —contestó Michelle entre jadeos—. Esta gritando, mi escama, Aiko-san, duele.

—¡Michelle!

.......................

En una oscuridad sin fin. Aiko caminaba buscando algo que le diera una pista de donde estaba. Perdida, se detuvo solo cuando escuchó como un gemido lastimero se intercalaba con un gruñido amenazante. Era diferente, pero se parecía a su sueño con la serpiente llorona que le tenía miedo a los perros. Confiada en que era lo mismo, siguió avanzando, ignorando las advertencias.

—¿Eres tú la serpiente llorona? —No hubo respuesta—. No te haré daño, este lugar es demasiado oscuro, y no alcanzo a verte.

Sin respuesta, se guio por el sonido hasta que alcanzo algo suave y mullido, era cálido y familiar. Como un perro gigante.

—Tú no eres una serpiente.

Lo rodeo buscando la cabeza sin encontrarla, cuando se rindió, el cálido soplido húmedo de un jadeo le llegó en la nuca.

—¿Quién eres? La serpiente hablaba, ¿tú puedes hablar? —esperó ansiosa.

—No te pertenezco. —Era una voz grave y pesada—. No me conoces.

Aiko lo vio levantarse, eso, no era un perro, era mucho, mucho más grande que un perro.

—¡Ni siquiera sabes quien soy! —Vociferó colocándose en posición de ataque.

Asustada Aiko, dio un paso atrás. La bestia furiosa, dio una ultima advertencia, lo que convenció a Aiko de que era peligrosa.

—¡No te pertenezco! —Mientras daba un mordisco dirigido a Aiko.

Por pura suerte, Aiko salto a un lado, evitando las fauces de la bestia. Ese demonio, aun que fuera un sueño, quería devorarla y ella, estaba sola en ese lugar con esa cosa. Lo único que pudo pensar fue en correr.

—¡No me conoces! —repetía mientras la perseguía.

—¡¿Quién eres?! vgritó Aiko en su huida.

—¡Ni siquiera sabes quién soy! —Reclamó.

—¡Entonces dímelo! —intentó razonar con la bestia.

—¡No te pertenezco! —repitió.

No había caso, eran las únicas palabras que le decía. Y aunque Aiko corría con todas sus fuerzas, no duraría mucho. No había donde esconderse ni a donde ir. Si no despertaba, temía no volver a hacerlo.

—¡Ayuda! —clamó—. ¡Qué alguien me ayude! ¿Hay alguien? ¡Por favor! ¡Serpiente llorona! ¡¿Dónde estás?! ¡Por favor, que alguien me ayude!

Y en el preciso momento en que la bestia estaba ya sobre ella, una brillante silueta alargada acudió a su llamado.

Atacando a la bestia, un dragón azul turquesa se enrosco alrededor de su cuerpo. Con sus monumentales fauces se mordían el uno al otro, arrascando pelaje y escamas hasta alcanzar la carne. La sangre teñía de rojo el turquesa y el pelaje blanquecino que se alcanzaba a ver.

Era un espectáculo escalofriantes, ambas criaturas se contorsionaban en un intento por dominar a la otra entre ladridos y rugidos ensordecedores.

Aiko no tenía como detenerlas, era doloroso verlas masacrándose entre ellas. Pero no había otra cosa que pudiera hacer aparte de mirar.

—Duele... —escuchó Aiko entre el clamor—. Aiko-san, duele.

Era la voz de Michelle en la oscuridad.

—¡Hibiki! —llamó Aiko al reconocerlo.

—Duele, que pare, por favor, Aiko-san.

—¿Dónde estás? ¡Hibiki!

Guiándose por los lamentos, Aiko volteo de un lado a otro sin encontrar nada.

—Aiko-san. —La voz de Hibiki estaba cerca—. Aiko-san. —Debía estar cerca, volteaba sin ver nada—. Aiko-san.

Con ese ultimo llamado, sintió como un cuerpo la abrazaba de pronto. Esa persona, olía como el mar. Era Hibiki.

—Aiko-san. —Cubriendo sus ojos—. Pasará, dolerá, pero pasará. Tienes que dejar de pelear.

—¿De qué hablas? —Perdida—. No lo entiendo, Hibiki.

—Lo sé. —Su voz era dolorosa—. Pero por favor, Aiko-san, deja de pelear, tus dientes, duelen.

—¿Qué?

Cuando Hibiki sacó la mano de sus ojos, Aiko se vio a si misma encarnando a la bestia que mordía ferozmente al dragón. Por el impacto y el auténtico sabor a sangre en su boca, lo soltó y el dragón cayó, sin fuerzas, a sus pies.

—¿Hibiki? —dijo al reconocerlo.

Fue allí cuando Aiko despertó. Estaba en el piso del baño, sola y con un persistente sabor a sangre en la boca.

......................

—¡Michelle! ¿Me escuchas? Aguanta un poco más, pronto llegaremos al hospital —se escuchaba la voz de su padre.

—¡Mamá! No para de sangrar —esa era Rei.

—Sostenlo fuerte, tenemos que detener el sangrado —mamá Kaori.

—¡Ten todo listo! Estamos a 5 minutos. Está inconsciente y sangra entre las escamas. No ¡No sabemos qué es! ¡Inicio de repente, ¿se supone que tú eres el médico?! —Kaasan.

Mierda, otra vez preocupe a todos. Se dijo Michelle a media conciencia, no veía nada salvo las luces de la calle pasar una tras otra y tras otra.

—Al menos Aiko-san está bien. —Fue lo último que logró formular antes de desmayarse nuevamente.

Nadie lo escuchó.


......................


¡¡¡Fin 1era parte!!!

¡Saludos! Soy Lilio, te espero en el siguiente apartado para que estes enterado de cómo seguira esta novela.

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