🎄14🎄

Màu nền
Font chữ
Font size
Chiều cao dòng

Poco más de un par de horas antes del mediodía Brisa se despertó y vio dormir plácidamente a Desmond a su lado. Sonrió, le acarició la mejilla y lo despertó con un beso en la boca.

—Buenos días —le susurró teniéndolo abrazado del cuello.

—Buen día, Sunshine, qué lindo verte a mi lado —sonrió abrazándola por la espalda y acariciándosela—. Vamos a tener que volver a la casa.

—Así se está muy lindo.

—Lo sé, pero hay que regresar. Parece que no dejó de nevar y es mejor estar resguardados en la casa.

—¿Qué hora es? —quiso saber ella y él miró el reloj pulsera que tenía al costado.

—Las nueve y media.

—¡Miércoles! —Se sentó de golpe—. Tengo que ir a trabajar, a las diez íbamos a abrir la casita de té.

—Entonces habrá que apurarse en vestirse y regresar.

A las apuradas intentaron vestirse otra vez, pero las molestias que tenía Brisa dejaban que hiciera con lentitud algunas cosas. Ya una vez vestidos, él abrió la puerta y la ayudó a bajarse para ir a la parte delantera de la camioneta, enseguida se metieron y Desmond encendió el motor, aunque tuvieron que esperar a que el motor calentara ya que estaba frío.

Apenas llegaron a la casa de Beverly, Brisa se bajó de inmediato para entrar y caminar derechito al cuarto y asearse, mientras que Desmond cerró la puerta de entrada y se encontró con su hermana y los chicos. Los ocho lo miraron atentamente.

—Buenos días —les dijo.

—Hola, tío —les respondieron sus sobrinos que estaban sentados en la mesa.

—Hola, Des —acotó Beverly estando en la cocina—, ¿cómo fue la noche? —preguntó con sonrisita.

—Estuvo bien.

—¿Estuvo bien? ¿Nada más dirás? —Abrió más los ojos.

—No voy a darte detalles, ¿o tú me los diste cuando pasaste la primera noche con Tarren?

Ella se sorprendió, pero rio ante la respuesta de su hermano.

—Tienes razón, pero no puedes decirme que solo bien.

—Estuvo perfecta, la noche estuvo así.

—Me alegro mucho por ti, espero que de verdad esta vez sea la definitiva.

—Estoy convencido de que lo es.

—¿Piensas pedirle matrimonio? —curioseó.

—No lo sé aún —sonrió.

—Ya estoy lista —emitió Brisa volviendo al comedor.

—Nos vamos entonces —declaró su cuñada—. Niños, hagan caso a su padre —los saludó— y si quieren pueden ir a despertarlo que ya está bastante dormilón.

Los ocho se pusieron de pie y corrieron gritando hacia la habitación de sus progenitores para despertarlo con saltos en la cama.

Brisa y Desmond se rieron ante la efusividad que tenían los niños al saber que podían despertar a su padre por la sugerencia de Beverly.

Las mujeres se fueron, no sin antes saludar al único hombre que estaba en la cocina y Brisa le dio un beso en los labios a Desmond.

—Nos vemos a la tarde —expresó él.

—Nos vemos —le sonrió.

Al salir de la casa y caminar hacia la camioneta de Beverly, la argentina le confesó la maravillosa noche que le había preparado Desmond para ella.

—Nunca creí que mi primera vez fuera dentro de una camioneta, sin embargo, me encantó —contestó con felicidad tapándose la boca con las manos.

La americana se sorprendió cuando le escuchó aquello.

—¿Eras virgen?

—Sí, me gustaba y me gusta divertirme, pero no andaba como una loca haciendo cosas que después sabía que me iba a arrepentir.

—Entiendo. La verdad es que me sorprendió, no pensé que fueras así, nos dábamos cuenta de que tenías una vida muy diferente a la nuestra, pero pensé que en algún momento tuviste novio o te gustaba alguien como para experimentar una relación íntima.

—No, nada de eso. El único con el que experimenté algo así fue con Desmond, anoche. Y fue hermoso, muy hermoso —declaró con una enorme sonrisa.

—Me alegro mucho por ustedes dos.

—Gracias —le sonrió otra vez.

Mientras tanto, dentro de la casa de su hermana y su cuñado, Desmond aprovechó en entrar al cuarto de Brisa para revisar la cajita donde tenía los accesorios, solo para buscar una pieza importante.

Snowflake empujó la puerta con el hocico para entrar y se sentó en sus patas traseras para observar con atención a su dueño.

—¿Acaso tú también estás expectante? ¿O me estás queriendo decir que me vas a acompañar adonde tengo pensado ir? —le preguntó y el perro ladró.

Ambos salieron y le habló a Tarren que estaba con sus hijos.

—A las siete me gustaría que fueras con los chicos a la casita de té, pero no preguntes nada.

Sus sobrinos escucharon y observaron con atención todo.

—¿Adónde vas tío? —quiso saber Evelyn.

—A comprar algo muy importante —fue escueto en su respuesta.

—Hermano, estás hasta el cuello —rio ante su propio chiste y le palmeó el hombro —le dijo su cuñado.

—¿Vas a casarte con la tía Bree? —preguntó Gregory.

Nos vemos pronto.

Desmond lo miró con atención y luego se los contó a los demás.

—Mi intención es algo así, pero primero tengo que regalarle algo para que quiera casarse conmigo —les trató de explicar lo más sencillo que podía esa situación.

Los ocho aplaudieron contentos y les mostraron una enorme sonrisa al estar felices por lo que iba a hacer su tío.

—Vamos a tener que oficializar el título de tía, ¿no les parece?

—¡Sí! —gritaron los niños.

—Mejor vete antes de que se te haga tarde para regresar —le manifestó Tarren.

—Hasta luego, pero ustedes deben hacer silencio cuando la vean, para ella es un secreto lo que les conté —les dijo y puso el índice en sus labios en un gesto de que se mantuvieran callados.

—Lo haremos —le respondió Avery entre risitas y tapándose la boca.

El capataz y su perro salieron de la finca para subirse a la camioneta y conducir rumbo a Massachusetts y, solo esperaba que llegara para la tarde-noche, porque tenía planeado algo sumamente importante para el cierre de la casita de té y luego se festejaría en la cena de fin de año en la casa de sus padres.

En el horario de las siete de la tarde, Desmond entró al negocio para acercarse a Brisa y darle un beso en los labios, algunos de los que estaban terminando de consumir hicieron un poco de ovación y rieron con picardía. La pareja se rio y se separaron. A los minutos de llegar el capataz, aparecieron Tarren y los niños.

—¿Qué pasó que vinieron todos? —preguntó Brisa riéndose.

—No ha pasado nada, vinimos a buscar a nuestra reina —le dijo Tarren refiriéndose a su esposa.

—Qué lindo, me encanta que le digas así —admitió con una sonrisa encantadora.

Los demás clientes se fueron luego de pagar y dejar propina, y después de acomodar todo, salieron de la casita de té.

—Acompáñame hasta la tienda de Donovan —le respondió Desmond a Brisa.

—Está bien —asintió con la cabeza.

Habían hecho pocos pasos cuando Snowflake le ladró a su dueño y corrió hacia ellos.

—¿Qué le pasa? —quiso saber la chica de manera preocupada.

—No lo sé —le dijo él inclinándose y sacándole del cuello una cinta con una cajita colgando.

Desmond se giró en sus talones y se hincó de rodillas en plena calle, Brisa no podía creer lo que estaba haciendo y él abrió la caja.

—Llegaste de noche cuando menos me lo esperé, revolucionaste mi vida como nunca nadie lo ha hecho, eres una damita con sus modales, pero supe ver lo preciosa que eres por dentro, no tienes nada de lo que buscaba en una mujer, o por lo menos no en lo que me fijaba y a la vez lo tienes todo también, por eso te amo y te dije que, si tendría mil vidas, mil y una las viviría a tu lado, y ahora estoy aquí, de rodillas para pedirte una sola respuesta tuya, ¿quieres casarte conmigo?

—Sí, ¡sí! —gritó emocionada.

Desmond sacó el anillo de la cajita y se lo colocó en el dedo corazón. Se puso de pie para sostenerla de las mejillas y besarla con ansias, sellando así la confirmación del pedido de matrimonio.

De a poco los familiares se fueron acercando para felicitarlos, así como también algunas personas del pueblo que presenciaron la escena.

—No puedo creerlo —le confesó emocionada y llorando de felicidad.

Ella se abrazó a él por el cuello y lo besó de nuevo con ganas.

Los sobrinos del capataz se abrazaron a ella contentos.

—¡Tía! ¡Tía! —gritaron con alegría y saltando.

Brisa los besó a los siete mientras los abrazaba también y tiempo más tarde se metieron dentro de la camioneta, los niños y la pareja para regresar a la casa de Beverly para poder arreglarse e ir a la casa de los Mansfield.

En la cena de fin de año, en donde la argentina se vistió de blanco y plateado, brindaron por el compromiso y el pronto casamiento también.

—Sinceramente no puedo creer que hayas cambiado la ciudad por un pueblo —admitió Santiago—, sin embargo, estoy muy orgulloso de vos, no solo encontraste el amor, sino que te las arreglaste para conseguir trabajo, plata y entregar el paquete, regalo que era para vos, pero me gustó que me obedecieras en no abrirlo hasta darselo a Mark —sonrió mirándola con fijeza.

—No iba a decirte una cosa por otra, pero me sorprendieron los regalos, ¿cómo estabas tan seguro de que iba a terminar quedandome acá?

—Intuición de padre —rio— y suposición que me dijo Mark.

—O sea que, ustedes dos tenían casi todo planeado para que viniera acá, lo conociera y después, que todo fluyera —declaró pensativa.

—Exacto —fue el turno del padre de Desmond responder.

—¿Te disgustó la idea? —cuestionó Santiago.

—Tengo que reconocer que al principio estaba reacia a pisar el pueblo, sabiendo que no tenía nada de lo que estaba acostumbrada, pero conocí a Desmond, estaba un poco malhumorado cuando me encontró, después conocí a su hermana y a sus sobrinos, teníamos peleas de perro y gata, nos supimos adaptar, dejando al margen la convivencia con los niños y Beverly, la convivencia con él se podía decir que era buena dentro de lo que se podía, hasta que el susodicho explotó en decirme varias cosas y luego me confesó que gustaba de mí —rio casi a carcajadas y los demás le siguieron.

—¿Y vos qué le dijiste? —preguntó Carla.

—Le dije que también gustaba de él, pero que dudaba que podríamos llegar a tener una relación normal.

—Los polos opuestos se atraen —expresó Mark—, ya te he dicho en su momento que desde que llegaste que eras la indicada para mi hijo, aunque mi primogénito no quería verlo —lo miró con atención y él clavó la vista en su padre—, hasta que se dio cuenta que a pesar de todo lo que él creía que no tenías lo dejó a un lado para enfocarse en las cosas buenas que tenías.

Brisa y Desmond se miraron, y se sonrieron.

—Me alegra mucho que le hayas pedido matrimonio, hijo —admitió Mark—. Brindemos por ellos —les emitió a los demás levantando su copa de champaña y los familiares hicieron lo mismo.

Todos brindaron y el brindis se mezcló con los fuegos artificiales de la medianoche de un nuevo año.

—Feliz Año Nuevo, Sunshine —le habló el capataz a Brisa dándole un beso en los labios.

—Feliz Año Nuevo, mi amor —declaró con una sonrisa y correspondiendo al beso de buena gana.

La pareja salió para ver los fuegos de artificio mientras estaban abrazados y bebían de su copa de champaña.

—Bree, sé que es muy pronto, pero ¿cuándo quisieras casarte?

—Creo que primero tendrías que terminar la casa.

—Le falta muy poco para que la veas —afirmó mirándola a los ojos.

—Estoy muy entusiasmada por verla —dijo muy contenta.

—¿Te gustó la sorpresa de hace unas horas atrás? —quiso saber, sintiéndose expectante.

—Fue increíble, jamás me hubiera imaginado que me pedirías tan pronto casamiento. ¿Fue por lo de anoche? —preguntó con dudas.

—¿Crees que te lo pedí porque me di cuenta de que eras virgen? —le formuló y ella asintió con la cabeza—, para nada. Aun si hubieras tenido relaciones antes, te lo iba a pedir igual, me has cambiado la vida, Sunshine y quiero compartirla contigo, eres una chica increíble a pesar de ser rica, nunca me arrepentiré de haberte elegido como mi esposa —confesó acomodándole el pelo hacia atrás y pasando la mano por la nuca para besarla.

—Te amo, Desmond, sos el amor de mi vida, gruñoncito, malhumorado, pero tenés unas cualidades hermosas, sos amable y bueno, caballero y cariñoso, y me encantas —declaró enamorada y él le sonrió para darle otro beso en la boca— y tengo que decirte que esto —mostrándole el anillo—, es lo más hermoso que vi. Es precioso y me queda bien. ¿Mi papá te dijo el número?

—Tu papá no sabía nada, fui a tu cuarto y busqué en tu caja de accesorios un anillo y me fui con Snowflake hasta Massachusetts a comprarlo.

—¿Cuántas horas son de acá a Massachusetts? —Abrió más los ojos sorprendida.

—Casi unas tres horas y media para ir y otras iguales para volver.

—¿Te pasaste medio día para comprar el anillo?

—Sí y valió la pena. Viajé muy feliz sabiendo que iba a comprar algo que realmente quería, algo que estaba muy seguro de la compra que haría, creo que jamás estuve tan decidido en mi vida como cuando entré a la joyería en busca de un anillo de compromiso para ti.

—Sos divino y te amo mucho, mucho —le dijo abrazándolo por el cuello mientras se mantenía en puntas de pie para besarlo.

Desmond la abrazó por la cintura y la espalda para profundizar más el beso y ella dejó que la besara como quería.


Bạn đang đọc truyện trên: Truyen2U.Pro