Capítulo cinco: parénse, siéntense

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Acompaño a Raven hasta el auto donde su guardaespaldas la espera para llevarla a casa... o a donde sea que vaya.

—La próxima me tocará a mí escoger el lugar —le digo, cerrando la puerta de su auto.

—Vale —responde divertida—. No será tan original como el que yo escogí, estoy segura.

—Hmmm... No lo creo —la contradigo—. Tengo mucha creatividad para escoger sitios para "citas". —Hago las comillas con mis dedos.

—¿Te creo? —pregunta burlona.

—No tienes otra opción. —Sonrío—. Adiós Raven, nos vemos el...

Tardo unos segundos revisando mi agenda mentalmente.

»¿Miércoles? —digo, por fin.

—Vale, podré hacer un espacio para ti el miércoles.

—Hasta al miércoles, entonces.

—Hasta el miércoles —repite mis palabras.

Camino hasta mi camioneta, donde Matías ya está en el puesto de piloto, me siento a su lado.

—A la casa blanca, por favor —pido y el asiente, poniendo el auto en marcha.

Casa blanca: nombre que le pusimos al edificio donde ensayamos, componemos, grabamos... Donde toda la magia pasa. El edificio cuenta con unos seis pisos, Hay una sala de fotografía, biblioteca, sala de pintura, piscina, gimnasio entre otras cosas. No es obligatorio que estemos trabajando para estar aquí, también podemos pasar nuestros tiempos libres.

Aparte de esas salas, cada uno de mis hermanos y yo tenemos salas personalizadas, del tamaño de un mini apartamento, donde tenemos nuestras cosas personales y podemos quedarnos si así lo deseamos; en el caso de Alexis y Axel, ellos viven aquí. Axael vive con Dustin (su prometido), Alexahi vive- vivía con Samy, y yo vivo en una casa (no muy lejos de aquí) con Lizy y nuestro cachorro.

Alexis tiene su sala llena de perros que rescata de la calle, sala que tiene una puerta que da directa al patio, sus bebés pasan la mayor parte del tiempo ahí hasta que consiguen un nuevo hogar.

Y así... Todos tenemos nuestro espacio donde podemos hacer y tener lo que queramos, este es nuestro hogar.

Cuando llego a mi destino, una niña rubia con trenzas se abalanza sobre mí.

—¡Papi! —La alzo, ella enreda sus piernas en mi cintura— Te hice un regalo.

—¿Sí?, a ver. —Mi emoción es notoria.

—Ya va, déjame buscarlo. —La dejo sobre sus pies, ella no tarda en salir corriendo hacia nuestra sala.

—¿Sabías lo de Xahi y Samy?

—Me asustaste, loca —exclamo, sobresaltado, por la presencia inesperada de Alexis.

—¿Sabías o no sabías?

—¿Qué tipo de emboscada es esta?

—Suelta la información —pide Axa, ruedo mis ojos. Retomo mi camino a dónde quiera que Lizy fué. Mis hermanas me siguen.

—Si lo sabía, me lo dijo cuando ustedes estaban comiendo, lo que sea que Axa cocinó —explico lentamente—. ¿Y a ustedes les dijo?

—Cuando te fuiste, unos tres o cuatro minutos después Alexahi salió, llegó hace un rato y cuando me paso por al lado tenía la cabeza baja y me di cuenta de que estaba llorando; cuando le pregunté qué pasaba no dijo nada, solo me abrazó. Al rato lo soltó todo.

—Yo me acabo de enterar —agrega, Alexis, con una sonrisa de boca cerrada y alzando los pulgares.

No me sorprende que Alexahi le haya desahogado con las chicas; había demorado mucho, para ser sinceros.

»Odio verlo así.

—Y yo.

—No podemos hacer nada, solo estar ahí para él.

Las chicas asienten, tristes.

»¿Vieron para dónde agarró Lizy? —les pregunto; ya tengo cinco minutos dando vueltas por todos los pasillos.

—¡Aquí toy! —Aparece frente a mí, con sus manos detrás de su espalda.

—¿Qué tienes ahí atrás? —le pregunta Axa, Alexis ya desapareció de mi radar.

—No te importa —dice con desdén, Axa pone una mano sobre su pecho, ofendida.

—Bueno, iré a buscarme a otra sobrina que si me quiera —se despide Axa, desapareciendo por uno de los tantos pasillos. Lizy rueda sus ojos, gesto que hace que me reprima una risa.

—Lizy, tienes que respetar a tu tía, no debes hablarle así.

—Era jugando papi —se defiende—. ¿Quieres ver tu regalo o no? —En el top cinco de personas con poca paciencia, se encuentra Astrid Miller, liderándolo, en el primer lugar.

—Es obvio que lo quiero.

—Cierra los ojos —ordena, yo los entrecierro—. ¡Papá, no seas tramposo, ciérralos bien! —me regaña enojada, rio.

—Vale, vale, vale. Ya están cerrados —digo entre risas, está vez mis ojos si están cerrados.

—¡Ya puedes abrirlos! —Al abrir mis ojos, mi hija se encuentra con las manos extendidas hacia mí.

—¡Qué preciosa! —exclamo emocionado, nunca me dejará de emocionar que Lizy me regale cosas; aun tengo el primer dibujo que hizo en la funda de mi móvil.

—¡La hice yo! —me informa lo obvio, mientras me pone la pulsera de cuentas disparejas en la muñeca.

—Gracias, estrella —digo con una sonrisa, alzándola—. Te amo. Te amo. Te amo. —Dejo besos sonoros en sus mejillas, haciéndola reír.

—También le hice una a mi tío Alexahi —añade.

—Sé que lo hará muy feliz —digo, dejándola sobre sus pies.

—Por eso se la hice; se la llevaré ahora —apenas y termina de hablar, cuando ya se encuentra corriendo por el pasillo, hacia la habitación de mi hermanito.

Toc, toc, toc —realizo la onomatopeya. Un «pasa» se escucha al otro lado de la puerta. ¿Cómo estás? —Xahi se encuentra echado en el mueble, cubierto de pies a cabeza con una sábana.

—Respirando —responde.

—Lizy te tiene un regalo. —Él se sienta, sonriendo.

—¿Sí? —cuestiona, Lizy sale corriendo hacia él.

Yep. —Asiente, sentándose al lado de mi hermano y tomando su muñeca. Xahi le da un fuerte abrazo—. Titi, deberías peinarte —le aconseja, mientras juega con el cabello de mi hermano.

—Péiname tú.

—Ay no, ya tú estás grande. Péinate solo.

—Pero yo no sé, tú sí sabes.

—¿No sabes peinarte? Ay no mi tío.

Y así empieza una tonta discusión, que me tiene riendo. También le roba muchas risas a Alexahi.

«Misión cumplida»

Sí, mi estrellita siempre cumple.

7 de febrero, 2021

—¡Mis bebés! —celebra mamá emocionada cuando nos ve.

—¡Mi mami! —Xahi es el primero en ser asfixiado por Ariel. Los demás esperamos nuestro turno.

Oficialmente, en nuestro hogar.

—¿Cómo estás, mi niño? —me pregunta, dejando un beso en mi frente—, ¿cómo te trata la vida de niño grande?

—Me sigue golpeando, mami —digo antes de reír.

—Ay, mi cosita. —Hace un puchero, mientras toma mi rostro en sus manos.

—¿A mí no me vas abrazar? —le pregunta Lizy, con las manos en garras.

—Claro que sí, bonita. —Dejo a mi madre y a mi hija en el pórtico. Adentrándome a la casa donde crecí.

No es muy grande, solo cuenta con cuatro habitaciones, con el tamaño suficiente para que entren una cama king y un aereocloset. Las chicas compartían una, Xahi y yo otra. Axel era el único que tenía una habitación para él solo. Solo por el simple hecho de que nadie soportaba tenerlo de roomie. Ese ser debe ser la persona más desordenada del planeta y sin mencionar que siempre dormía con música a todo volumen. Eso fue hasta que Lizy nació y Alexahi empezó a dormir con Axel, siempre tengo en mente el sacrificio que mi hermano menor hizo por mí.

Cuando me mudé, Xahi se quedó con la habitación para él solo. Aunque siempre me llamaba manifestando que extrañaba usarme de almohada.

Salgo al patio, donde se escuchan las risas de mis hermanos y mi padre.

—Hasta que se acuerdan de nosotros —le escucho decir a través de la puerta corrediza de cristal.

—¡Papi! —chillo, corriendo con los brazos abiertos, hacia donde se encuentra mi padre, sentado al borde que divide los rosales de mamá con el resto del césped.

—Idiota —dice, cuando estoy cerca de él, igual no duda en devolverme el abrazo y despeinar mi cabello.

Axel es la copia de papá, solo que pelirrojo y un poco más bajo. Solo unos centímetros.

—¿Qué haremos hoy? —le pregunta Alexis.

—¿Haremos? Haremos es mucha gente. —Es obvio de dónde Alexahi saco su lado burlón... Y también su cabello.

—¡Papá!, no me trates así —empieza su drama Alexis—. Soy la niña de tus ojos, ¿o acaso se te olvidó? —Papá rueda los ojos, antes de abrazar a mi melliza.

Después de reírnos un rato de Alexis, me encuentro en la habitación que Xahi y yo compartíamos, acostado en la que era nuestra cama, viendo el techo, con mis manos debajo de mi cabeza.

—¿Acaso tienes problemas? —me pregunta Xahi, entrando de la nada a la habitación y tirándose en su cama.

—Es de familia. —Es lo único que digo.

—No lo negaré.

—Es que eso no se puede negar.

—¿Qué se supone que era eso? —pregunta Xahi, después de 0.1 segundos de silencio.

—Un dragón. —No puedo aguantar mi risa, Xahi menos.

—Parece una iguana.

—Una iguana con hepatitis —agrego, haciendo que nuestras risas aumenten.

—¿Cómo fue que nuestros yo de siete y nueve años creyeron que tenían dotes artísticos? —Cuando teníamos esas edades, a mi hermano y a mí se nos ocurrió la fantástica idea de decorar nuestra habitación. Por eso es que la pared, donde se encuentra la puerta, se encuentra un "dragón" verde moho, con fuego amarillo saliendo de su boca.

—No tengo respuesta a esa pregunta.

—¿Cómo fue que mamá y papá no nos mataron?

—¿Por qué querían que explotáramos nuestra creatividad? —¿Esos momentos donde están riendo y agregas más comentarios para aumentar la risa? Esos momentos los adoro y la mayoría de ellos se encuentran bajo estás cuatro paredes.

—O porqué simplemente nos dieron como caso perdido. —Xahi está riendo tanto que se cubre el rostro con unas de las almohadas, cuando termina de hablar, para intentar ahogar las carcajadas.

—Te vas a ahogar, idiota. —Le tiro la almohada que se encuentra más cerca de mí, pero mi mala puntería hace que pegue en la pared. Xahi ríe más.

—¿Quieres guerra de almohadas? Porqué la tendrás. —Xahi me lanza una almohada, que me pega en la cabeza.

—¡Mi lentes, bastardo! —Tomo otra de las almohadas, está vez me acerco y si le doy a mi objetivo.

—¡Mi nariz! —se queja, con los ojos llorosos. Pero no lo piensa dos veces antes tirarme un cojín. Los esquivo.

»¿Qué eres? ¿Spiderman? —El mal humor de Xahi aumenta, ahora los dos nos encontramos frente a frente, dándonos golpes con las almohadas.

—Vengan a co... ¡¿Qué están haciendo?! —Detenemos los golpes para observarnos y como si nos hubiésemos leído las mentes. Le lanzamos las almohadas a Axael, al mismo tiempo. Está vez si tengo buena puntería—. ¡Hijos de la tres mil puta! —Toma las almohadas, yo me cubro el rostro con mis antebrazos, esperando el golpe, pero nunca llegó.

»Los estamos esperando para comer —dice, tira las almohadas a un rincón—. No crean que esto se quedará así, recuerden que dormiremos bajo el mismo techo. —Con eso sale de la habitación, Xahi y yo nos miramos.

—Esta noche hay que dormir con un ojo abierto —comenta Xahi saliendo de la habitación, lo sigo.

»Buen provecho, familia. —Ya todos se encuentran sentados alrededor del comedor. Me siento en el puesto donde hay una taza de sopa.

Mamá siempre que cocina algo con carne nos hace a Axel y a mí platos especiales.

—¿Quién dará las gracias? —pregunta mamá, ignorando a Xahi.

—Yo —dice Lizy con una sonrisa tímida, todos la miramos.

—Empieza, estrella —la ánimo, ella se pone de pie en la silla, con una sonrisa.

—Gracias señor, por otro día, por permitirnos reunirnos hoy con las personas que queremos y compartir está rica comida de la abue —finaliza y se vuelve a sentar en la silla. Todos sonreímos y decimos «amén» antes de empezar a comer.

»¿Lo hice bien? —me pregunta en un susurro.

—Lo hiciste increíble —le regalo una sonrisa, ella me la devuelve. Adoro la manera en la que sonríe y sus ojos se cierran—. Bueno, ahora come.

—¿Qué acaso estás embarazada, Alexis? —le pregunta Xahi.

—No, ¿por qué?

—Porqué es la única razón por la que aceptaría que le eches ketchup a los espaguetis.

—Siempre le he echado ketchup a los espaguetis —se defiende la rubia.

—¿Espaguetis, carne molida y ketchup? ¡Eres una desquiciada!

—También le echó mayonesa. —Le tira más leña al fuego mi padre, no me pierdo la mirada que le lanza mamá.

—¿Podríamos comer en paz? —cuestiona mamá. Es obvio de donde Lizy heredó la poca paciencia.

—No —le respondemos mis hermanos y yo en unísono, antes de reír.

—Cuéntenme, sobre sus nuevos proyectos —pide mamá. Axel es el primero en hablar.

—Voy a sacar un álbum en solitario, apenas y lo estoy grabando. —Ya sabía sobre eso. El niño pensaba que nos iba a doler que sacara un álbum sin nosotros, obviamente no fue asi, la verdad no fue así. De hecho ahora nos dio la idea de nosotros también hacerlo.

Axel Miller está en el top cinco de personas más pesimistas en el mundo.

—¿Por ahora no tendrán ningún proyecto como banda? —pregunta papá, nosotros nos miramos.

Nuestros padres desde el día uno han sido nuestros fans, desde que éramos niños y jugábamos a la banda.

Mamá fue la que me inscribió en las clases de actuación cuando le dije que me gustaba y desde mucho antes de eso, mis hermanos y yo, estábamos inscritos en una escuela de música.

Ellos fueron a cada una de mis obras de teatro, fueron a nuestro primer concierto y a muchísimos más.

Mis hermanos y yo no coincidimos en muchas cosas, pero en lo que coincidimos es en que tenemos a los mejores padres.

—Hmmm... Creo que no. Acabamos de terminar el tour, Axel está grabando su nuevo álbum, las chicas están con lo de su línea de cosméticos y ropa, yo estoy con lo de caza talentos —explica Xahi, mis padres asienten.

—¿Y Aleix no está haciendo nada?

—Sí está haciendo, mami, se está besando con Raven Stokes. —Agarro uno de los cuchillos y se lo clavo a mi hermano en la yugular, mentalmente, obvio.

—Vamos a rodar una película juntos, es trabajo.

—¿Tu trabajo es besarte con chicas? —me pregunta papá, apoyando a Xahi en su plan de que me den ganas de desaparecer.

—Es una película de romance, necesitamos tener química. Ya he hecho esto en el pasado y lo saben —me defiendo, pero la sonrisa maliciosa de mi hermano menor me hace saber que no dejaremos el tema así de fácil. Así que sacó mis cartas, que él no sabía que tenía— ¿Cómo está Samy, Alexahi?

—Bien, supongo.

—¿Qué pasó con Samy? —pregunta papá, nos conoce tan bien, que sabe que la pregunta que hice tiene una historia detrás.

—Terminamos —responde Xahi, secamente. Rio mentalmente.

»Hermano, ¿por qué cambiaste de tema? ¿Acaso no quieres hablar de tu trabajo? —Cualquiera pensaría que de verdad nos odiamos. Cuando en realidad así siempre nos tratamos.

—Uuuh —escucho a Axel.

—Normal, solo que me parece más interesante que hablemos de tu vida amorosa. —Mastico lentamente mi comida. Xahi me mira y se empieza a reír, lo imito y me ahogo con la comida que estaba masticando.

Dios, ayúdame.

—Toma agua. —Mamá me extiende un vaso con el vital líquido y lo tomo sin pensarlo, de fondo se escuchan las risas de mis hermanos, y creo que también las de Lizy.

Cuando vuelvo a respirar me uno a la orquesta de risas.

—¿Nosotros nunca podremos tener una comida tranquila? —pregunta mamá, poniendo su cabello caoba detrás de sus orejas. Si Axel es una copia de papá, Axael es una copia mamá, solo que Axa tiene el cabello castaño-rojizo mientras que el de mama es color caoba (Axel fue el único que lo heredó, tristemente), y sus ojos tienen un tinte verde un poco más claro, mientras que mamá son verdes intensos, más parecidos a los de Lizy.

—Define tranquila, Ariel. —Que Axel llamara a mamá por su nombre, hace que está lo mire mal.

Amo a mi familia.

—Lizy, estas muy calladita —le dice Axael a la pequeña; yo también estoy sorprendido. Lizy habla hasta por los codos.

—Estoy pensando —es la respuesta que da, río antes de preguntarle.

—¿Podemos saber en qué estás pensando?

—En que... Si los loros hablan el idioma de los humanos... ¿Por qué nosotros no les preguntamos qué piensan los animales? —Se me olvidó mencionar que mis papás tienen un loro rojo, Lizy estaba jugando con él antes de comer.

—Porque a nadie se le había ocurrido —habla por primera vez Alexis. Las risas vuelven.

—¿Sabes algo que no extrañaba de las misas?

—No, no lo sé, Xahi.

—Los párate, siéntate, párate, siéntate. Ya estoy harto. —No puedo evitar reír, lo que hace que mamá me de un pellizco en el brazo.

—Compórtense —nos regaña como si tuviéramos ocho años, Xahi y yo nos miramos cómplices.

—¿Qué estás haciendo, estrella? —le pregunto a mi hija, quien está muy concentrada en mi móvil.

«¿Teléfonos en el templo del señor? Que mal educas a tu hija, Aleixander»

Educamos querrás decir y... ¡Es una niña! está aburrida con los párense, siéntense.

—Hablando con Raven —dice, tecleando algo el teléfono. Mierda.

Lizy va a cumplir siete, ¿sabe leer? Sí. ¿Sabe escribir? También es un sí. Por eso me preocupa las cosas que le está diciendo a mi compañera de grabaciones.

—...Coman y beban todo de él, porque este es mi cuerpo que será entregado por ustedes —habla el padre de la iglesia, de fondo se escucha la campana que nos dice que tenemos que arrodillarnos.

—Ya yo estoy viejo para esto —susurra Axel, solo lo suficientemente alto para que sus hermanos lo escuchen, no aguanto la risa y mamá me da otro pellizco.

Claro, bastardos, como ustedes no tiene a Ariel Miller al lado.

Termina de sonar la campana y todos nos levantamos.

—Mi espalda —se queja Axel, está vez ahogo mi risa.

La única razón por la cual está iglesia no está llena de fanáticos y paparazzi, es porque crecimos aquí.

La iglesia queda a unas calles de la casa de mis padres, así que no es necesario usar un automóvil. A veces nos venimos caminando, como hoy.

Nos bautizaron aquí, hicimos la comunión y también estuvimos varios años en el coro de esta iglesia. La mayoría de las personas que vienen aquí nos han visto crecer.

—¿Cuándo yo podré probar eso? —me pregunta Lizy, cuando me dan la ostia y el vino.

—Cuando hagas la comunión o tengas veintiuno.

—Pero para eso falta mucho —se queja antes de volver a sentarse.

—¿Qué eras cuando se te pegaba la ostia al cielo de la boca? ¿Pecador o una persona sana? —me pregunta Axael, yo me encojo de hombros.

—Si supieras que ni me acuerdo. —Ambos reímos, mientras nos dirigimos a nuestros puestos.

Escuchamos el resto de la misa, aunque yo no le presto mucha atención. Mi atención está en la niña rubia que manda audios a mi coprotagonista.

Ni siquiera estoy seguro si de verdad se los está mandando a ella, tiene seis años, se pudo equivocar.

—Papi, cómprame un helado —escucho a Alexis, detrás de mí.

—Yo también quiero —dice Xahi, veo como los tres se alejan, caminando hacia donde está un señor moreno con un carrito de helados.

—Estrellita, ¿tú no quieres helado? —le pregunto, sentándome en el mismo escalón donde ella está sentada, con mi teléfono.

—¿Dónde hay helado? —pregunta, con el móvil en su oreja.

—Papá fue a cómprale a los chicos, ¿por qué no vas?

—Solo déjame mandar un audio —hace lo que dice.

»Raven, Raven. Iré a comer helado, hablamos luego. Cambio. —Al terminar de hablar mueve un el plástico de un caramelo en el micrófono—. Listop. —Me entrega el teléfono y sale corriendo hacia el puesto de helados.

Con el teléfono en la mano, entro en la conversación de Raven en WhatsApp y subo hasta llegar al primer mensaje, en este caso es un audio.

—Hola. Hola. Hola. ¿Me copias? Cambio. —Al final se escucha un sonido similar al de un hoki-toki.

Con que para eso era el empaque de caramelo.

«Mente de tiburón»

La respuesta de Raven no duró mucho en llegar.

—Hola. Hola. Te copio. Cambio. —Igual que en el audio anterior se escucha un sonido parecido a los de los hoki-toki. No puedo evitar mi sonrisa.

—Genial, Raven. Raven ¿Te gustan las gomitas? Cambio.

—Me encantan las gomitas, cambio. ¿A ti te gustan?, cambio.

—A mí también me encantan, cambio.

—Me gustan tus gustos, cambio.

—¿Te gusta moster high?, cambio. —Al final de cada audio se escucha el sonido del empaque de caramelo.

—¡Adoro moster high?, cambio.

—¿Te gustan las pijamadas?, cambio.

—Sí, ¿por qué?, ¿me invitaras a una?, cambio.

—Tal vez, cambio. Una pijama para ver moster high, cambio.

—También me gusta Barbie. Cambio.

—Moster high y Barbie será, cambio.

—Hecho. ¿Y tú papá? Cambio.

La respuesta que Lizy le dio a esa pregunta fue una imagen, donde yo estoy arrodillado, riendo; la imagen tiene un pequeño texto, supongo que eso era lo que estaba escribiendo hace un rato.

Vinimos a visitar a mis abuelos y vinimos a misa papá me prestó su teléfono para no aburrirme :) :) :) :) :)

—Que genial. Le das mis saludos. Cambio. —Lizy no dijo nada de saludos...

—Se los daré. Cambio. ¿Y tú qué haces? Cambio.

—Estoy en una sesión de fotos. Cambio.

—Me gustaría ir a una sesión de fotos, cambio.

—¿Te gustaría ser modelo?, cambio.

—¡Lo amaría! Ya he ganado varios concursos en mi escuela. Cambio.

—Eres una niña muy bonita e inteligente, no me sorprende eso. Cambio.

—¿Cuál es tu canción favorita?, cambio.

—Hmmm... creo que no tengo. Cambio.

—Yo tampoco tengo. Cambio.

—¿Tu color favorito?, cambio.

—Azul, me gusta mucho el azul. ¿Cuál es el tuyo?, cambio.

—Me gusta el amarillo, pero que sea muuuy claro. Cambio.

—¿Chocolate o vainilla?, cambio.

—Vainilla, ¿y tú?, cambio.

—Fresa. Cambio. —No puedo evitar reír con la respuesta de Lizy. A lo lejos veo a mi hermano mayor hacerme señas para que me acerque. Sigo chismeando la conversación en el camino.

—Esa sí que fue una respuesta inesperada. Cambio.

—¿Cuál es tu princesa favorita?, cambio.

—La nieve cubre la montaña hoy, no hay huellas que seguir —canta Lizy—. Ay no, yo no sé cantar. Cambio.

—¿De qué te ríes? —me pregunta mi hermano, lamiendo su barquilla.

—¿Y el mío?

—Aquí está. —Me da Alexis un cono con helado blanco y chispas de colores.

—¿De qué es? —pregunto antes de probarlo.

—De vainilla y galleta, creo.

Empezamos a caminar hacia nuestro hogar. Con dos de nuestros guardaespaldas a un metro de distancia. Mario (uno de ellos) también lleva un helado.

—Pero no cantas tan mal. Cambio.

—Gracias, Raven.

—De nada. A mí me gusta Cenicienta. Cambio.

—Ya terminó la misa, creo que ya nos vamos a casa. Cambio.

—También falta poco para terminen de hacer mi maquillaje. Cambio.

—¡Me tienes que enviar las fotos de hoy! Cambio.

—Vale, lo haré. Cambio.

—Raven, Raven. Iré a comer helado. Hablamos luego. Cambio.

—Vale, hablamos luego. Cambio.

Y así termina la conversación sin sentido, por la que yo estaba preocupado. Bloqueo el teléfono y lo guardo en uno de mis bolsillos, intento involucrarme a la conversación que llevan mi familia y en comerme mi helado, sin ensuciarme. Lo último no lo logro.

—Tan grande el niño y no sabe comer —se burla Xahi, lo ignoro.

—Mi vagina parece ese césped —dice Axae como si fuera el tema de conversación más normal.

Miro hacia donde señala con la mirada: una casa, la mitad del césped está podado, pero en algunas partes es más alto.

—Axael Sophia, por favor. —Mamá la mira mal, mi hermana solo se encoge de hombros.

—¿Qué má? Solo estaba diciendo.

»Deja que explique la situación: Está mañana antes de venir, yo me iba a afeitar allá abajo, porque a veces toca despejar un poco el área. Pero me desperté un poco tarde, y no me dió tiempo de hacerlo bien, iba por la mitad y Alexis estaba tocando la puerta, apurándome y por eso termine así —Axa termina su relato y mis hermanos y yo estallamos en carcajadas.

«¿Por qué siempre se ríen de todo? ¿Tienen problemas o qué?»

Buena pregunta, pero no tengo respuesta.

—Axael por Dios y todos sus santos. ¿Por qué dices esas cosas? —Es obvio de quién viene ese regaño— ¿No puedes tener privacidad?

—Mamá —Axael mira a Ariel—. El vello púbico es algo nor-mal; todos y todas lo tenemos. Así que no entiendo porque tanto drama. Solo comenté algo que me pareció gracioso. Una anécdota que me pareció graciosa. —Mamá bufa, dándose por vencida.

—Eres impresionante —asegura papá, es obvio el sarcasmo.

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