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Facundo se había puesto en el papel de Sherlock otra vez. El detalle era que le faltaban unas cuantas sopas y bastante astucia para siquiera asomarse a uno de los mejores detectives del mundo.

Y sí, también, el asunto de la equis en el mensaje de Pablo no era un asesinato sin resolver, claro está.

—Para mí hay que preguntarle.

—Ya le pregunté. Me dijo que después me lo decía por whats y no me dijo nada.

Facundo resopló.

—Preguntale de nuevo.

—Voy a quedar como terrible intenso. No lo voy a atomizar. Moriré con la duda si no me lo quiere decir.

—Sos un blandito —sentenció.

Hice el amague de darle un coscorrón y justo en ese momento, cuando Facundo se estaba esquivando como si fuera un pobre tipo golpeado, apareció Pablo.

—Después te quejás de que te acusan de bully —comentó en tono de broma.

—Es que a veces se merece un par de toques para acomodarle el cerebro.

Facundo hizo un mohín.

—Estábamos hablando de que Karim te tenía que preguntar una cosa.

Si las miradas mataran, Facundo ya estaría recontra muerto y enterrado.

Casi por inercia se me escapó un puñetazo que le acalambró el brazo.

—¡Es mentira! —exclamé, alterado.

Pablo se mordió el labio y negó con la cabeza.

—Son dos payasos. Karim, contigo tengo que hablar después, a la hora de la salida. Nos vemos ahí.

Ni siquiera sé por qué me puse tan nervioso.

Por un lado me moría por saber, pero mi lado cobarde solo quería salir corriendo y esconder la cabeza en la tierra como las avestruces.

Pablo se fue a sentar a su lugar y Facundo enseguida me miró con los ojos bien abiertos.

—Ahora, por sorete no te cuento nada —murmuré, con los dientes apretados.

Entre pitos y flautas, la temible hora de salida se acercaba y yo me estaba poniendo cada vez más nervioso. Tenía el estómago apretado y unas ganas de vomitar horribles.

—Lo único que falta que es le vomites encima —dijo Facundo entre risas—. Si llega a pasar avisame, así lo grabo.

—Callate, boludo. No voy a vomitar. Creo...

Facundo largó la carcajada.

Cuando sonó el timbre, Facundo me abandonó a mi suerte con la excusa de que tenía cosas que hacer en la casa. 

Mientras iba camino a la salida traté de respirar profundo para calmarme. Pero todo se fue al suelo en cuanto vi a Pablo parado en la puerta, con las manos en el bolsillo del canguro y los auriculares puestos.

Me acerqué con timidez y le toqué el brazo. Él me miró con una media sonrisa, luego se sacó los auriculares y los guardó.

—¿Y Facundo?

—Dijo que tenía que hacer no sé qué y se fue. Te quiero que aclarar que yo no te quería preguntar nada, Facundo inventó ese bolazo porque es terrible gil y...

Entonces, Pablo se me acercó. Se punto en puntas de pie, con las dos manos apoyadas en mi pecho y me dio un beso en la mejilla.

Yo cerré la boca de inmediato. Me quedé congelado.

—Eso significa la equis —dijo con una sonrisa, luego me palmeó el brazo y se fue. 

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