Capítulo 13

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Abrí los ojos al sentir el sueño abandonar mi cuerpo, para mi sorpresa aún era de noche. Mire reloj que estaba sobre la mesita de noche percatándome de que eran las cuatro y media de la madrugada. Solté un suspiro a la par que me levantaba de la cama, después de todo, sabía que aunque intentara dormir nuevamente no lo lograría.

Salí del cuarto cerrando la puerta tras de mi con mucho cuidado, puesto que Cero aún se encontraba dormido y no quería despertarlo. Luego de eso, me dirigí hasta el poche en donde sabía que me relajaría lo suficiente como para caer en los brazos de Morfeo nuevamente.

Nuestro porche era bastante acogedor, cubierto por barras de metal que nos permitían ver el jardín delantero y la única calle del residencial, además de que permitían circular el aire logrando que este fuera el lugar más fresco de toda la casa. Habían dos mecedoras con cojines bastante mullidos, una mesita de centro, una que otra planta y un bello candelabro colgando del techo.

—¿Tampoco puedes dormir? —me sobresalté al escuchar aquella pregunta, miré hacia el frente encontrándome a mi madre sentada tomando una taza de té.

—Así es. —contesté acercándome a la mecedora que quedaba libre para sentarme.

—¿Sabes? Se siente como si hubiese sido ayer que cumpliste los dieciocho, y mira hoy, ya tienes diecinueve años. —comentó mi madre con una sonrisa dándole un sorbo a su bebida. — Lo siento Holly. —al escuchar aquella disculpa, la mire claramente confundida.

—¿Por qué te disculpas mamá? —

—Debido a que te he escondido algo que debí contarte desde muy joven. —admitió dejándome aún más confundida. —Cuando era joven, solía ser una gran apostadora, y no eran apuestas muy saludables que digamos. Mafiosos, drogadictos, narcotraficantes...Esos eran algunos de los muchos rivales que tuve alguna vez, tantos que a día de hoy no recuerdo sus caras, exceptuando una. —la dio un gran sorbo a tu té. —La de tú padre. —

—¿Qué? ¿No se supone que ustedes se conocieron en un hospital? —pregunté sorprendida ante la revelación de mi madre.

—Te mentimos querida, realmente él tenía una doble vida para poder pagar sus estudios al igual que yo, en su caso era un mercenario bastante solicitado. —contestó mi madre soltando un suspiro. —Luego de una noche en la que nos enfrentamos, el siguió acudiendo al casino en donde yo siempre iba a apostar una y otra vez, hasta que se llenó de valor para invitarme a salir. Nos enamoramos, terminamos nuestras carreras a la vez dejando nuestras turbias vidas atrás, nos casamos y te tuvimos a ti. —me miro con una sonrisa. —Sin embargo, eso no trajo consigo alegría, sino mucha preocupación. —

—¿Por qué mamá? —

—Antes de morir, tu abuela me revelo algo muy desconcertante para mí: Los Ferrer han sido asesinos por siglos, cada generación siempre le enseña lo que sabe a la siguiente, así, creando un linaje cargado de un don, o mejor dicho, una horrible maldición. Según sus palabras, nadie puede salir de aquella vida, por más que lo intentes, ella siempre va a buscarte. —soltó un largo suspiro. —Desde entonces me empeñé en protegerte, convencí a tu padre para esconder nuestro pasado y que nunca conozcas nada relacionado con la muerte o el asesinato. Pero el día en que te secuestraron me di cuenta de que fallamos, algo que se recalcó el día en que volviste con esas orejas de conejo y este último año. —

—No...Ustedes no fallaron, es solo hay cosas que no se pueden evitar, y esta es una de ellas. —afirme levantándome de mi asiento. —Ustedes hicieron todo lo posible y fueron persistentes hasta el final, algo que realmente me enorgullece. —susurré abrazándola con fuerza. —Te quiero mamá. —

—Yo también te quiero hija. —replicó ella correspondiendo el abrazo.

De la nada el timbre del portón que permitía la entrada al residencial comenzó a sonar, extrañada rompí el abrazo con mi madre para dirigirme a la cocina para ver quien quería vernos a tales horas, sorpresivamente era Clarissa.

—¡Holly, necesito que me abras ahora mismo! —exclamó claramente alterada, algo extremadamente raro en ella.

—¿Qué está sucediendo? —preguntó Cero tras mía justo después de que le abrí la puerta a la muchacha pelirosa.

—No lo sé. —contesté con mucha sinceridad.

A los pocos minutos Clarissa ya estaba en nuestra casa, lo primero que hizo al entrar fue ir a la sala, encender el televisor y poner el canal de noticias. En este presentaban una noticia realmente urgente en la que describían a dos personas, un hombre alto de pelo negro y una chica de pelo liso de color morado con un par de orejas de conejo, los cuales estaban destruyendo diez ciudades diferentes de diversos países.

—Sabía que ustedes podían crear un caos de tal magnitud, pero no que podrían hacerlo en diez lugares distintos al mismo tiempo. —dijo nuestra invitada soltando un suspiro. —¿Y bien? ¿Tienen idea de quien pueda estar detrás de esto? —al escuchar aquella pregunta, Cero y yo nos miramos totalmente confundidos.

—Por supuesto que no. —contestó mi amado finalmente. —Ni siquiera sabemos que son esas cosas. —alegó mirando seriamente la televisión.

—Hace rato le dieron un tiro a una de esas cosas directo en la cara evitando ver su identidad, pero aun así lograron descubrir que son androides compuestos de parte robóticas y biológicas. —aclaro la peli rosa.

—Que curioso. —susurré cruzándome de brazos observando el televisor. —No conozco a la persona tras esto, pero si a alguien que puede ayudarnos a descubrir quién es. —afirmé con una sonrisa.

—¿Hablas de él? —preguntó Cero con el ceño ligeramente fruncido, a lo cual yo asentí efusivamente. —En ese caso te acompañare. —

—No, quiero que te quedes aquí. —le pedí mirándolo directamente a los ojos. —Esto es personal. —confesé antes de marcharme de la sala con el fin de prepararme para mi viaje.

.

.

.

—¡Maldita sea, perdí! —exclamó mi objetivo quitándose sus audífonos, alejándose de su escritorio sin levantarse de su silla.

Después de varias horas de viaje y tan solo un día buscando información, por fin di con la casa del chico que en algún momento resulto ser alguien digno de mi confianza. Sin embargo, ahora me tenía esperándolo sentada en el borde de su ventana mientras el jugaba un videojuego, cosa que hacía desde hace tres horas.

—Por fin. —hablé bostezando.

Tenso, se levantó de su asiento para mirarme completamente asustado, aunque también pude notar confusión en su mirada.

—Te mentiría si dijera que es un gusto verte Arthur. —admití entrando completamente a aquella oficina de color blanco, negro y azul que era digna de un gran informático como él.

—Por favor no me mates, solo hacia mi trabajo. —rogó claramente asustado, a lo cual yo solté una pequeña risa.

—Tienes suerte de que no vengo para eso, necesito un favor de tu parte. —dije acercándome a él con una sonrisa.

—Po-por supuesto, cualquier cosa Holly. —

—No sé si has visto las noticias, pero actualmente una persona disfruta hacer androides a mi imagen y la de una persona que realmente aprecio. Por ende, quiero que investigues quien esta detrás de todo eso. —le expliqué sin dejar de sonreír.

—Está bien, pero eso me tomaría días. —se excusó sacando un suspiro lleno de molestia.

—Por eso te iras conmigo a los Estados Unidos, tengo que mantenerte vigilado. —

—Yo no...— al escucharlo, desenfunde el cuchillo que tenía en mi muslo y coloque el filo en su cuello.

—¿Qué dijiste? —pregunté con una gran sonrisa.

—Y-yo no tardare en arreglar mis maletas. —dijo con las manos alzadas, lo que me permitió notar que estaba temblando de miedo.

—Está bien. —contesté guardando el cuchillo. —Estaré esperándote en la sala. —avise antes de dirigirme al lugar mencionado.

Arthur Bonner quien alguna vez fue mi supervisor, alguien en quien confié para contarles mis problemas y compartir buenos momentos junto a él. Ahora no era más que una persona de turno que ahora necesitaba.

Aunque tenía que admitir que no lo veía de ese modo del todo, después de todo, fue alguien con el que compartí muchos buenos momentos en mi vida, la cual me hizo olvidar a cero por efímeros momentos. Pero al recordar como me traiciono al conspirar junto a nuestra agencia contra mi, todo lo bueno quedaba manchado.

—Ya estoy listo. — avisó Arthur sacándome de mis pensamientos.

—Perfecto. —susurré poniéndome de pie, luego salimos de la casa para ponernos de camino hacia el aeropuerto.

.

.

.

—¿Manfred Beltz? —preguntamos Cero y yo a la vez, observando la pantalla de la computadora de Arthur ver un montón de datos.

—No sé si es el creador, pero es la persona que controla a todos esos androides. —aclaró recostando su espalda en el respaldar de la silla.

—Supongo que por algo hay que empezar. —dijo Cero soltando un suspiro, a lo cual yo solté una carcajada.

—Esto es ridículo. —hablé entre dientes antes de salir de la habitación en donde Arthur se alojaba, siendo seguida por el pelinegro hasta la sala.

—¿Qué te ocurre? —preguntó mi amado deteniéndose frente a mí, tomándome por los hombros suavemente.

—Estoy cansada Cero. ¿Es que acaso no podemos llevar una vida normal? —le pregunté hastiada por la situación. —¡Si no es un loco que me secuestra para convertirme en un arma, es otro que hace androides de nosotros para crear un caos extraordinario allá afuera! —exclamé señalado el exterior de la casa.

—Es que no somos normales Holly, no podemos tener algo como una vida normal. —su argumento me cayó como un balde de agua fría, a pesar de que era algo que ya sabía. —Lo único que nos queda por hacer es luchar juntos, y recuperar nuestra vida una vez más. —agregó colocando su mano en mi mejilla, logrando calmarme.

—De acuerdo. —afirme resignada soltando suspirando.

Decidimos prepararnos para ir a buscar al tal Manfred, el cual estaba manejando a los androides desde un departamental no muy lejos de nuestra casa, algo que realmente me congratulaba ya que no quería tomar un avión.

—¿Estas lista? —preguntó Cero una vez estuvimos en el auto.

—Lo estoy. —respondí con una sonrisa antes de ponernos en marcha.

Unos cuantos minutos más tarde llegamos al lugar en donde nuestra víctima se encontraba, obviamente estaba siendo custodiado por una cantidad sorprendente de guardias. Aun así no era la gran cosa para nosotros, yo me encargue de los que estaban afuera mientras que Cero de los que de adentro. Una vez todo quedo limpio nos reunimos nuevamente para verle la cara nuestro objetivo.

—¿Tú eres Manfred Beltz? —le pregunte al chico de pelo rojo que estaba detrás del escritorio de aquella gran oficina, el cual se sobresaltó al escucharme.

—¿Có-cómo diablos están aquí? ¿Cómo pasaron a mis guardias? —preguntó completamente asustado.

—¿Cómo crees tú que lo hicimos? —pregunté con una sonrisa. —Ahora, te dejare con él, te hará unas cuantas preguntas. —le avise señalando a Cero antes de salir del cuarto.

Luego de unos cuantos minutos en donde los sonidos de golpes, llantos y suplicas inundaron mis oídos, escuche un disparo, lo que me indico que aquel interrogatorio había acabado. Entre al cuarto encontrándome el cuerpo de Manfred en el suelo, con un agujero en el medio de su frente.

—Su padre es el creador de los androides, se encuentra en una isla cerca de Portugal. —habló Cero tecleando algo en la computadora del chico que ahora estaba muerto. —Dice que no tiene idea de porque los creo, solo le dijo que los controlara e hiciera el mayor desastre que pudiera. —agregó mirándome a los ojos.

—Ya veo. —susurré acercándome a él. —¿Estás buscando información de la isla? —pregunté observando los planos e imágenes de dicho lugar que aparecían en la pantalla.

—Así es, aunque también busco cualquier cosa útil sobre el señor Beltz. —replicó concentrado en su búsqueda..

—En ese caso te esperare en el auto. —le avise dándole un beso en la mejilla antes de marcharme.

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Sobreviví gente, lo que significa que la maratón de los últimos tres capítulos de esta historia empieza aquí ;v

Les ama: Blondegals.

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