Capítulo 35: Un plan aprueba de cobardes

Màu nền
Font chữ
Font size
Chiều cao dòng

—En pocas palabras, tienen que atraparlo con las manos en la masa.

Esa mañana Jade y yo habíamos visitaba la comisaría para denunciar a Silverio, pero esa fue, palabras más o menos, la respuesta que nos dieron. Hicieron preguntas, contestamos cada una de ellas, el resultado fue el mismo. Ninguno de los delitos que había cometido Silverio podían encerrarlo más de unas semanas, porque no había pruebas. Y cuando nos reunimos con Nael en Dulce Encanto nos compartió la misma conclusión.

No tenía prueba de la estafa, ni de que él fue quién destrozó la motocicleta, sus golpes no tardaban en sanar más de quince días y los míos apenas tenían marcas. Lo máximo que podían hacer era darle un pequeño escarmiento, para que después saliera con más rencor acumulado y terminara de matarnos.

—Bueno, pero el oficial dijo que con mi testimonio pueden abrir una investigación —destacó optimista Jade que había sido la que más había aportado en el caso. Estaba muy orgullosa de ella porque aunque le dolía, no se guardó nada para sí misma, hurgó hasta el fondo de su dolorosa relación intentando dar con un dato que nos fuera de ayuda—, aunque eso puede llevar tiempo —admitió. Al menos el robo por el que la encerraron sí iría a investigación.

Conociendo la justicia del país, tal vez toda la eternidad.

—Así que estamos igual que al principio —expuse frustrada.

—O peor —reconoció Jade sin importar la realidad nos doliera, le dedicó una cordial sonrisa a Andy que llegó para serviles sus bebidas a mi prima y Nael—, porque destrozarnos la vida se ha convertido en su pasatiempo favorito.

Soltando un pesado suspiro llevé las manos a mi cabeza, desesperada, sintiéndome presa de mi propia trampa. Todo está saliendo peor que mal. Entonces en medio de mi caos alcé la mirada al notar que Andy extendía una taza hacia mí. Tardé en entender, no había pedido nada, para empezar ni siquiera tenía permiso de sentarme con los clientes, pero cuando lo colocó frente a mí con una tímida sonrisa reconocí se trataba del mismo té que me preparó la noche que llegué a su casa hecha un fideo. Según él, era bueno para calmar los nervios. Dibujé una débil sonrisa al comprenderlo.

—Lo mejor será que mientras se resuelve este lío evitemos los lugares solitarios —retomó la charla Jade después de preparar su café, despertándome—. Para bien o mal Silverio no suele actuar a vista del mundo. Papá ha dicho que me recogerá de la universidad cada tarde para llevarme a casa. ¿Qué hay de ti?

Todos los ojos se posaron con interés en mí. Dios, me sentí como un examen.

—Sobra decir que yo no estoy en la universidad —dije divertida solo para aligerar el ambiente—, pero tal vez Don Julio me permita salir más temprano, cuando aún hay gente por la calle.

—También yo podría acompañarte a casa —propuso Andy, sonriéndome.

—O yo —soltó Nael enseguida, poniéndome en aprietos.

—O podría tomar un taxi —concluí simple para no desairar a ninguno frente al otro, fingiendo ignorar la tensión—. Eso es lo de menos. Lo importante es que nos cuidemos ahora que estamos en el ojo del huracán —les pedí pasando mi mirada por cada uno de ellos porque no podía vivir si algo les sucedía.

—Será mejor que regrese a la cocina —se despidió Andy, como una excusa para estar lejos de mí porque apenas había un par de clientes. Desde ayer las cosas entre los dos se habían puesto extrañas. Es decir, estaba evitándome, a mí, y a cualquier cosa que volviera a ilusionarlo.

Asentí con torpeza siguiéndolo con la mirada, hasta que percibí la atención peculiar de Nael sobre mí, él también había notado algo raro sucedía. Plancheé mi blusa amarilla, nerviosa.

—Por cierto, no creo que sea seguro que vengas por aquí con mucha frecuencia —me atreví a soltar en voz alta. Nael frunció las cejas sin entenderme—. Silverio no sabe nada de ti, ni dónde vives o estudias, la única forma de encontrarte es en este sitio —le expliqué sin deseos de ofenderlo—. No tiene sentido te acerques a la boca del lobo —añadí.

No es que no quisiera verlo, solo quería mantenerlo a salvo, incluso de mí.

Nael lo analizó, pareció buscar un argumento en contra, pero al final se rindió. Chistó entre dientes, dejándose caer en la silla, cansado. Él sabía que tenía razón, aunque no le gustara.

—Me siento impotente —confesó suspirando—, quiero hacer algo para que estés bien, ayudarte de alguna manera, no esconderme como un cobarde. ¿De qué sirve querer tanto a alguien si no puedes hacer nada para protegerla?

—Nael, has hecho demasiado por mí —lo interrumpí para que no siguiera torturándose con una mentira—. Mira como te dejaron ayer, no tienen que destrozarte la cara para demostrarlo —alegué, señalándolo. Nael evadió mi mirada, reflexionando admití soné como mi mamá—. Se que estás preocupado, no sabes cuánto te lo agradezco, pero yo también estoy angustiada por ti —le hice ver, suavizando la voz para dejar claro no era un reclamo, todo lo contrario—. En este juego no se necesitan héroes, sino cuidarnos mutuamente entre todos —argumenté dándole un vistazo también a Jade que me apoyó con un leve asintiendo. Él acabó aceptándolo—. Mejor cuéntame cómo sigues, ¿ya no te duele? —dudé, mordiendo mi labio.

—Estoy bien —dijo, restándole importancia—. En un par de semanas estaré como nuevo —aseguró.

—Tus fans deben odiarme.

Es decir, Nael no había perdido su sonrisa de ensueño, pero era difícil buscarla entre las secuelas de los golpes.

—A la única que me importa rendirle cuenta es a ti —mencionó con tal intensidad que me sentí abrumada, sonaba a declaración. Jade abrió los ojos sorprendida, y su reacción pareció recordarle a Nael que no estábamos solos. Carraspeó incómodo—. Y tal vez también a la universidad —improvisó algo cohibido. Echó la silla atrás, poniéndose de pie—. Es tarde, voy a aprovechar que estoy aquí para pedir algo para llevar.

Asentí, apoyando su idea. Es decir, si también tuviera que soportar esa tortura de estudiar sin descanso un desayuno de Andy me levantaría el ánimo.

—¿Qué es tan gracioso? —le pregunté a Jade al encontrarla disimulando una sonrisa. Ya ni siquiera lo intentó, dejó que brillara en su rostro sin descaro.

—Nada, es solo la forma en que sutil y elegantemente pelean por ganar puntos contigo —comentó divertida.

Resoplé de mal humor, sí, qué chistoso.

—Ellos no necesitan ganar puntos —dije antes de darle un sorbo a mí té. Relamí mis labios encantada, estaba bueno.

—Sí, ambos a su manera son un encanto —mencionó—. Dios, que pesar el tuyo, dos chicos maravillosos enamorados de ti. Es que aunque intento no logro hallarles un pero —dramatizó.

—Que estén enamorados de mí, de mí que soy un problema, ya debería adelantar que no están bien de la cabeza —opiné.

—Sí, tienes razón —concedió con un mohín—, pero si te hace sentir mejor, yo te quiero y estoy cuerda—me consoló.

—Según tú —murmuré divertida.

Jade afiló su mirada ante mi chiste antes de darme con una servilleta en la mejilla. Qué buena puntería.

—La verdad es que tampoco puedo hallarles un pero —reconocí junto a un suspiro, hablando en serio—. Nael es valiente, encantador y leal, tiene unos sueños muy nobles y es muy entregado a los que ama —describí, ladeé mi cabeza dándole un nuevo sorbo que calentó a mi corazón—. ¿Qué puedo decir de Andy? Es el ser más dulce, tierno e incondicional que he conocido, no importa lo que suceda, él jamás va a abandonarte, te ama tal cual, no va a intentar cambiarte y te apoyará en todos tus metas. Son chicos maravillosos, pero...

—Pero... —repitió alzando una ceja.

—Mi vida es un caos en este momento. Piénsalo, en las últimas semanas me he mudado tres veces —le recordé—, estoy en plena reconciliación familiar y un criminal está siguiéndome los talones —resumí—. No puedo entregar mi corazón temiendo lo acuchillen cualquier noche —alegué.

—Silverio no haría algo así —defendió frunciendo las cejas, mas pronto su rostro se llenó de vergüenza, lo escondió en la mesa—. Lo siento, lo he vuelto hacer...

—No te preocupes —la consolé deprisa—, tal vez solo estoy dramatizando —admití levantándome en un mal intento de calmar el hormigueo de mis piernas—, es solo que no estaré tranquila hasta saber que Silverio no volverá a molestar.

Y eso no sería hasta que pagara por lo que hizo. Yo entendía el concepto de justicia divina, terrenal y en los juzgados, pero eso no evitaba que mi impaciencia me dominara. Sentía que podía hacer algo para que las cosas se dieran, pero no sabía qué. Caminando en círculos me obligué a pensar en una posibilidad, en una sola que me ayudara a librarme de él porque no quería vivir siendo esclava de mis propios miedos, levantarme con la incertidumbre de qué sucedería, no quería que lastimara a las personas que amaba, no si podía hacer algo...

—¡Lo tengo! —grité cuando tras un chispazo una idea se encendió en mi cabeza, fue tal mi sobresalto que casi maté de un infarto a Andy que regresaba de la barra. Me preguntó, sin palabras, qué sucedía. También Nael me miró como si se cuestionara si me había golpeado la cabeza. No, estaba más cuerda que nunca—. Tuve una gran idea, tal vez la mejor idea de toda mi vida —susurré—, pero voy a necesitar de su ayuda —reconocí mirándolo a los tres—. De ti, de ti, de ti —los señalé uno a uno, faltaba alguien hasta que reparé en Celia—. También de ti.

Abandoné la mesa un segundo para detenerla. Apenas me vio adelantó que su día perfecto había llegado a su fin.

—Necesito pedirte un favor —comencé, uniendo mis manos en una súplica que decidió ignorar, porque ni siquiera me dejó terminar.

—No —escupió, sin pensarlo, dispuesta a seguir con lo suyo.

Torcí los labios, siempre era lo mismo.

Harta de su egoísta y sin demasiadas opciones la tomé del brazo para retenerla.

—Se acabó la amabilidad, vas a ayudarme —le ordené haciéndome la dura. Ella me miró incrédula.

—¿Disculpa, rubita? —me reclamó indignada.

—Me pasa que estoy desesperada, que he aguantado me odies sin ninguna razón desde que entré porque sabía que no podía obligarte a ser mi amiga, pero te estoy pidiendo un solo favor. Uno solo —remarqué con un ademán—, del que depende mi vida. Deja de ser egoísta y haz algo por mí como yo lo haría por ti—le pedí con tal firmeza que fue bajando la guardia.

Hubo un correo silencio.

—Me quedaré solo a escuchar —concedió orgullosa.

Una sonrisa triunfal se me escapó.

—Con eso bastará.

—La policía dijo que necesitaba atrapar a Silverio delinquiendo —expuse cuando todos, a excepción de Andy y yo, tomaron asiento. Apoyé las palmas de mis manos en la mesa para impulsarme—. Le haremos el trabajo sencillo.

—¿Pero cómo? No podemos seguirlo a todos lados —me recordó Jade.

—No lo buscaremos, vamos a traerlo hasta aquí —dicté enredándola más. Nael se sentó en la silla que había abandonado, intrigado por lo que confabuló mi mente—. Lo atraeremos ofreciéndole lo que más desea: dinero y venganza.

—Dios, ¿puedes dejar de hablar como película de acción barata y explicarte? —se quejó desesperada.

Ese día murió una gran novelista policiaca.

—Le haremos creer que está ante el negocio de su vida —resolví con simpleza—, que en la cafetería tendremos una suma importante de dinero, no sé, utilidades, yo qué sé —dije sin querer enredarme más. Tampoco es que Silverio tuviera una maestría en finanzas—, y cuando él y sus amigos vengan por ello, la policía los atrapará —resumí.

Jade no lució convencida.

—¿Y cómo sabrán que deben venir? Es decir, ¿cómo van a enterarse que van a encontrar algo esa noche? —planteó una duda razonable.

—Le haremos llegar el mensaje con alguien de su absoluta confianza —expuse, mirándola a la cara. Tardó en entenderlo, pero cuando lo hizo perdió color.

—No, no, no... —Negó enseguida, sacudiendo sus mechones de un lado a otro.

—Sé que es muy difícil para ti volver a verlo —admití a sabiendas le estaba pidiendo un enorme sacrificio—, pero no hay muchas opciones, solo te creerá a ti —le hice ver.

—No va a creerme, debe pensar que la odio —alegó.

—Pero está seguro que regresaras con él —repetí lo que mencionó esa noche. Frunció las cejas ofendida por su certeza—, convenzámoslo de que tiene razón.

—No estoy segura si podré verlo de nuevo a la cara... —titubeó.

Sabía que era ella quien tenía que hacer el trabajo más difícil, después de todo, estaban en juego sus sentimientos, pero también era consciente que ella era la clave para que Silverio creyera en nosotros. Respiré hondo, ocupé el asiento a su lado, buscando su mirada.

—Escucha, no voy a forzarte a hacer algo que no quieres porque sé que duele —admití—, pero si me ayudas te lo agradeceré en el alma. Jade, no puedo hacerlo sin ti —me sinceré. La necesitaba. Éramos más fuertes estando juntas.

Jade estudió mi rostro, titubeó antes de asentir.

—Supongo que debo hacerlo, después de todo, yo te metí en este problema —asumió sin mirarme, con sus ojos azules fijos en la mesa.

Sonreí aunque no pudiera verme, sin aviso cobijé su mano.

—No tienes ninguna obligación —destaqué—. Voy a intentarlo de todos modos —reconocí sin rendirme—, pero cuando tú estás de mi lado siento que las cosas pueden salir mucho mejor. Cuestión de confianza o de supervivencia —dicté con una sonrisa débil que ella terminó de imitarlo.

Un segundo después colocó su mano sobre nuestra unión.

—Si es por supervivencia no hay mucho que discutir —concluyó mirándome con cariño—. Dulce, cuentas conmigo —me apoyó, como siempre lo hizo desde que toqué la puerta de su casa aquella noche que había perdido el puerto. No me abandonó, no lo haría ahora.

—Ay, qué bonito —se burló Celia que con los brazos cruzados resbalando se aburrida en su asiento, rompiendo la escena—. En esta película cursi, ¿qué papel pinto yo? —curioseó impaciente.

—Andy, tú y yo debemos estar en el local esa noche para no levantar sospechas —le expliqué a los dos. El primero no objetó, con Celia adelanté no recibiría un abrazo.

—Oh, no, no —zanjó formando una cruz con sus manos—. No pienso estar aquí cuando se arme el desmadre —sentenció, haciéndolo más complicado.

Abrí la boca para intentar debatir, pero alguien se me adelantó, robándome las palabras.

—Yo me quedaré —propuso Nael, determinado.

En sus ojos deslumbré que no estaba puesto a debate, no quería ser un espectador, quería estar en primera fila por si se necesitaba. Reflexioné, no me parecía un acierto fuera justo él a quien encontrara Silverio a su llegada, pero aun estaba buscando las palabras exactas para rechazarlo sin herirlo, cuando Celia aplaudió.

—Ahí tienes a tu voluntario —celebró, limpiándose las manos—, mi trabajo aquí ha terminado...

—Aun no te he dicho qué vas a hacer —la detuve cuando tuvo intención de huir. Permaneció en su asiento al presenciar mi salto—. Necesito que cuando Silverio aparezca alguien avise a la policía...

—Es decir, que sea la soplona —expuso, inflando las mejillas.

—Informante, agente secreto, soplona, llámalo como quieras —acepté sin darle importancia, encogiéndome de hombros.

—No pienso poner en riesgo mi vida —insistió, terca como las mulas.

No esperaba menos de ella.

—Estarás del otro lado de la calle —ejemplifiqué—, tranquila, segura, hasta tomando un chocolatito para el frío.

Celia afiló la mirada por el chiste, sin embargo, se dio permiso de pensarlo. Esperé impaciente su respuesta.

—Está bien —cedió de mala gana. Y pese a su actitud, sabía que no fallaría.

Asentí, le agradecí con una sonrisa porque en el fondo valoraba accediera. Después de todo, les estaba pidiendo algo complicado, pero el camino certero para acabar con un lío era arrancarlo de raíz. Nosotros teníamos que encargarnos de regresarnos la paz.

—Entonces estamos todos de acuerdo —mencioné pasando mi mirada por cada uno. Ninguno protestó, yo menos que nadie pude mostrar signos de cobardía. Era el golpe final, tenía que ser más fuerte que nunca—. Esa noche, Silverio García, va a caer —sentencié.

Y con ello todas las piezas tambaleantes que estuviera a su alrededor, todas, incluso las que estaban dentro de mí.

Bạn đang đọc truyện trên: Truyen2U.Pro